CONVERSACIONES
CON EL TÍO DE POTOSÍ
El
protagonista principal de Conversaciones
con el Tío de Potosí es un ser ambivalente entre lo sagrado y lo profano,
entre lo celestial y lo infernal, que habita desde tiempos de la colonia en los
tenebrosos socavones del Sumaj Orq’o.
Es una de las deidades centrales de la cosmovisión andina y un personaje
fantástico del mundo minero, donde los mitos y las leyendas se ensamblan de
manera extraordinaria con las creencias y tradiciones de las culturas
ancestrales.
Los
relatos de este libro se fraguaron en una oscura habitación de la ciudad de El
Alto, donde entablé amenas conversaciones con la estatuilla del Tío de Potosí,
quien, en su condición de ser fabuloso, apareció en el ámbito minero tras el
sensacional descubrimiento de los yacimientos de plata en las serranías del
altiplano, donde miles de conquistadores se dieron cita con la intención de
amasar fortunas. Desde entonces, el pueblo quechua de Kantumarca se convirtió
en la Villa Imperial de Potosí y sus riquezas minerales en recursos que
llenaron las arcas de la monarquía europea.
En
el primer relato, titulado El Tío del
Sumaj Orq´o, el autor presenta al personaje central de la obra. Acto
seguido, ambos se encierran en un cuarto para intercambiar opiniones de
carácter pagano, religioso y científico, como si de veras los diálogos
estuviesen estructurados sobre la base de argumentos válidos tanto para los
creyentes como para los agnósticos.
Conversaciones
con el Tío de Potosí,
cuyo personaje principal es el dios y el diablo de la mitología minera, es un
volumen compuesto por más de una treintena de relatos en los que se abordan
diversos temas inherentes a la condición humana y al sincretismo
pagano-religioso vigente en la cultura boliviana. Las conversaciones no están
exentas de polémicas discusiones y encendidas arengas, en las que se ventilan
tratados filosóficos, la sabiduría popular, los postulados religiosos y, como
es natural, una serie de críticas sociales que, con palabras y frases
corrosivas, generan sátiras socioculturales del presente y el pasado.
No
pocas veces, los diálogos entre el autor y el Tío, que empiezan como una amable
conversación, terminan en acaloradas discusiones, que se intensifican con la
connotación semántica de las palabras, pero también con los signos
paralingüísticos y cinéticos, destacando la intensidad de la voz, los gestos,
el estado de ánimo, el movimiento de las manos y la postura del cuerpo. Otras
veces, el diálogo espontáneo, improvisado, libre y amistoso, deriva en una
suerte de charla, donde los interlocutores desgranan sus ideas y argumentos sin
importar las circunstancias, el tiempo ni las controversias en torno a un tema
específico.
Desde
luego que en Conversaciones con el Tío de
Potosí, como en toda obra literaria, se procura recrear el habla de los personajes
que forman parte de la narración como si se tratara de un diálogo real,
reproduciendo palabras coloquiales, frases comunes, jergas, modismos y giros
idiomáticos con la intención de agregarle un valor estético al discurso
narrativo. A propósito del tema, es necesario mencionar que las voces
provenientes del quechua, aymara y voces propias del lenguaje minero, se precisan
en el glosario del libro, sobre todo, para los lectores no locales ni
nacionales, que necesitan comprender las expresiones idiomáticas y giros
lingüísticos que no están registrados en el Diccionario de la Real Academia de
la Lengua Española. No obstante, para que las conversaciones fluyan de manera
natural y sea de fácil comprensión, se ha evitado el excesivo uso de jergas que
podían sonar demasiado artificiales y exageradas.
Como
en repetidas ocasiones, fascinado por la mitología del Supay y las tradiciones mineras, volví a sumergirme en el contexto
mágico del macizo andino, para acercar a los lectores hacia los misterios
escondidos en las entrañas de la Pachamama, salvo que esta vez no con historias
narradas en el género del cuento ni la novela, sino a través de relatos
dialogados que le permitieron al Tío cobrar vida y expresarse con voz propia
sobre un abanico de cuestiones que traslucen sus más genuinos pensamientos y
sentimientos.
Debo
confesarles que, a poco de retornar de Europa, visité una de las minas en el
Cerro Rico, que en otrora manaba ingentes cantidades del preciado metal, para
conocer el hábitat natural del protagonista de mi obra, consciente de que el
Tío, aparte de reunir todos los atributos que requiere un personaje literario,
representa el mestizaje cultural y el sincretismo religioso entre el monoteísmo
católico y el politeísmo de las civilizaciones precolombinas.
En
Conversaciones con el Tío de Potosí,
lejos de reflejar la realidad agobiante de las minas y la tragedia de los
mineros, propongo textos contextualizados en un territorio hecho de mitos,
leyendas y supersticiones, como si desde un principio hubiese optado por tener
una mirada sesgada de la realidad, para luego recrearla y reinventarla, con un
desparpajo que pone a prueba la destreza del narrador y la inteligencia del
lector.
Cabe
anotar que en el libro, cuyas conversaciones son los principales pilares que
sostienen la estructura básica de los relatos, se destila una irreverencia
inusual y un fino sentido del humor, cargado de una fuerte dosis de
transgresiones éticas y morales, sin que por ello los pensamientos dejen de ser
embellecidos por la imaginación y enardecidos por el alma de quien, sin más
recursos que la honestidad y conocimiento de causa, intenta encandilar la mente
incluso de los escépticos acostumbrados a cuestionar la cuasi verosimilitud de
las obras construidas sobre los andamios de la realidad y la fantasía.
En
Conversaciones con el Tío de Potosí,
como en toda obra que nos acerca a los vericuetos de la condición humana, se
plantean concepciones filosóficas de la vida cotidiana y se penetra en las
manifestaciones subconscientes de los trabajadores del subsuelo, quienes,
durante más de quinientos años de colonización, asimilaron las costumbres de
los conquistadores ibéricos y conservaron las costumbres de las civilizaciones
originarias. No en vano el Tío de la mina, que adquiere protagonismo a lo largo
de la obra, se encuentra a medio camino entre la religión católica y las
creencias paganas de las comunidades indígenas. Así como el catolicismo predica
la doctrina de que el subsuelo está poblado de seres demoníacos, en las
culturas originarias se admite también la existencia de seres subterráneos,
pero no revestidos con los mismos atributos que los demonios descritos en las
páginas bíblicas.
En
este libro, como en otros de mi producción literaria, retomé la temática
minera, procurando recrearla a partir de las aventuras y desventuras
fantásticas de uno de los personajes más emblemáticos de la tradición popular
boliviana: el Tío de la mina, celoso guardián de las riquezas minerales, que
castiga sin contemplaciones, cuando no se ha cumplido con él. De ahí que los
mineros, para no sufrir castigos, accidentes ni muertes, le rinden pleitesía y
le conceden ofrendas al entrar y al salir de la mina. Mastican hojas de coca en
su presencia y rocían aguardiente en su paraje,
donde ellos mismos levantaron su estatuilla de greda y granito, sin ser
alfareros ni escultores; más todavía, le concedieron propiedades y facultades
que resultan del sincretismo entre las supersticiones de las culturas ancestrales
y las creencias judeocristianas impuestas por los conquistadores.
El
Tío tiene cuernos como los demonios, ojos redondos, colmillos afilados, orejas
largas, pesuñas en manos y pies. Por lo general, está sentado en su trono y su
cuerpo monstruoso exhibe uno de los atributos que mejor lo caracteriza: su
miembro viril, extremadamente enorme, que en la visión de los mineros, además
de ser un elemento de carácter erótico y culto fálico, tiene la función de
fecundar a la Pachamama, la diosa andina de la tierra, y abrir los rajos con la misma fuerza con que el
barreno de una perforadora penetra en las duras rocas de la montaña.
Conversaciones
con el Tío de Potosí
es un libro que ofrece conocimientos, entretenimiento y, lo más importante, un
paseo literario por los laberintos de un personaje, mitad dios y mitad demonio,
que puede moverse por doquier, con la misma maestría y sutileza de quien posee
una personalidad omnipotente y poderes mágicos, capaces de envilecer a
cualquiera que se deje conducir hacia el interior de la mina, hacia un tétrico
submundo, donde los topos humanos explotan las rocas para hacerse de las
riquezas minerales que le pertenecen a la Pachamama, al Tío y la Chinasupay, al
menos, según las tradiciones de quienes están acostumbrados a rendirles culto a
los elementos mágicos y míticos, reales y ficticios, vivos y muertos, de la
cosmovisión andina.
En
Conversaciones con el Tío de Potosí,
este esperpéntico personaje, que habita en el mundo mágico y secreto de los
mineros, aparece sentado frente a su interlocutor, dispuesto a deleitar con la
versatilidad de su verbo. No deja de sorprender con su sabiduría en cada una de
las conversaciones en las que fluyen las ideas y palabras con una enorme carga
emocional. Es decir, la magia de la palabra permite que el Tío, a pesar de su
aspecto demoniaco y sus poderes sobrenaturales, aparezca retratado desde una
perspectiva humana, con sus luces y sus sombras, como si de veras fuera un
interlocutor de carne y hueso, y no un personaje mitológico creado por la
fuerza y el candor de la invención popular, deslumbrando con la magia de su
verbo y sabiduría.
En
las conversaciones que componen el libro, donde los diálogos están hilvanados
con un lenguaje coloquial, cruzamientos narrativos, contrapunteos e
intertextualidades, el lector podrá familiarizase también con las creencias y
hábitos de los mineros, en los que destacan el carnaval pagano-religioso y la ch’alla, un ritual de ofrenda y
agradecimiento a la Pachamama, la divinidad que entrega los frutos de su
vientre a sus hijos terrenales, y al Tío de la mina, protector de las riquezas
minerales y amo de los mineros, quienes, sentados alrededor de su trono, le
rinden pleitesía ofrendándole hojas de coca, cigarrillos y aguardiente, a modo
de congraciarse con él, a quien lo veneran tanto como al misericordioso Tata Q’aqcha.
Conversaciones
con el Tío de Potosí,
además de ser un volumen que enseña y entretiene, es un justo homenaje a la
Villa Imperial y al Cerro Rico, donde todavía reina el Tío, haciendo gala de su
milenaria existencia y su poder infinito, mientras el afamado cerro, en cuyas
faldas se levantaron las primeras casas de la Villa Imperial de Potosí, hoy
mira a sus habitantes con un gesto de tristeza y melancolía, como diciéndoles
que todo lo que un día empieza siendo grande, otro día termina siendo pequeño,
que la riqueza termina en la pobreza y que todo lo que tiene un comienzo está
condenado a tener un final.
El
Tío, sin lugar a dudas, es uno de los personajes más insólitos en las minas
potosinas, donde encontré la veta más rica del imaginario popular, para luego
explotarla y usarla como materia prima en la elaboración de mi obra literaria
que, analizada desde cualquier punto de vista, no es otra cosa que el rescate
de la memoria colectiva y la demostración de que sí existe un realismo fantástico
en el ámbito minero, cuya exuberancia se experimenta a través de la simbiosis
inherente entre los trabajadores del subsuelo y el protagonista de mi obra, que
no solo es una de las deidades mitológicas más significativas de las culturas
ancestrales, sino también el dios-diablo recluido en las dantescas galerías de
la mina.
El
Tío, a estas alturas de mi vida, se ha convertido en un personaje literario
que, como reiteré en varias ocasiones, no me deja ya vivir en paz, ni de día ni
de noche, exigiéndome que lo universalice, de una vez y para siempre, a través
de mis relatos que revelan su potestad en el interior de la mina y su fuero
interno hecho de asombro y maravilla. Por eso mismo, volví a retomarlo, con
pelos y señales, en Conversaciones con el
Tío de Potosí, que, a decir verdad, es una suerte de testimonio de las
desgracias y los milagros que definen su existencia en el imaginario popular,
donde la ficción y la realidad parecen las dos caras de una misma moneda.
Conversaciones
con el Tío de Potosí,
sin ser blasfema con las religiones oficiales, es un libro que aborda temáticas
que cuestionan las verdades absolutas
acuñadas por las Sagradas Escrituras,
desde una perspectiva humanista y libre de prejuicios sociales, culturales,
raciales y sexuales. Es, en resumidas cuentas, un libro que busca un asidero en
la memoria de los lectores deseosos por compartir los diálogos que conforman
las páginas de Conversaciones con el Tío
de Potosí, cuya fuerza narrativa está sustentada por el estilo del autor y
la lucidez verbal de uno de los principales protagonistas de la mitología
minera.