martes, 17 de septiembre de 2024

 

CONVERSACIONES CON EL TÍO DE POTOSÍ

El protagonista principal de Conversaciones con el Tío de Potosí es un ser ambivalente entre lo sagrado y lo profano, entre lo celestial y lo infernal, que habita desde tiempos de la colonia en los tenebrosos socavones del Sumaj Orq’o. Es una de las deidades centrales de la cosmovisión andina y un personaje fantástico del mundo minero, donde los mitos y las leyendas se ensamblan de manera extraordinaria con las creencias y tradiciones de las culturas ancestrales.

Los relatos de este libro se fraguaron en una oscura habitación de la ciudad de El Alto, donde entablé amenas conversaciones con la estatuilla del Tío de Potosí, quien, en su condición de ser fabuloso, apareció en el ámbito minero tras el sensacional descubrimiento de los yacimientos de plata en las serranías del altiplano, donde miles de conquistadores se dieron cita con la intención de amasar fortunas. Desde entonces, el pueblo quechua de Kantumarca se convirtió en la Villa Imperial de Potosí y sus riquezas minerales en recursos que llenaron las arcas de la monarquía europea.

En el primer relato, titulado El Tío del Sumaj Orq´o, el autor presenta al personaje central de la obra. Acto seguido, ambos se encierran en un cuarto para intercambiar opiniones de carácter pagano, religioso y científico, como si de veras los diálogos estuviesen estructurados sobre la base de argumentos válidos tanto para los creyentes como para los agnósticos.

Conversaciones con el Tío de Potosí, cuyo personaje principal es el dios y el diablo de la mitología minera, es un volumen compuesto por más de una treintena de relatos en los que se abordan diversos temas inherentes a la condición humana y al sincretismo pagano-religioso vigente en la cultura boliviana. Las conversaciones no están exentas de polémicas discusiones y encendidas arengas, en las que se ventilan tratados filosóficos, la sabiduría popular, los postulados religiosos y, como es natural, una serie de críticas sociales que, con palabras y frases corrosivas, generan sátiras socioculturales del presente y el pasado.

No pocas veces, los diálogos entre el autor y el Tío, que empiezan como una amable conversación, terminan en acaloradas discusiones, que se intensifican con la connotación semántica de las palabras, pero también con los signos paralingüísticos y cinéticos, destacando la intensidad de la voz, los gestos, el estado de ánimo, el movimiento de las manos y la postura del cuerpo. Otras veces, el diálogo espontáneo, improvisado, libre y amistoso, deriva en una suerte de charla, donde los interlocutores desgranan sus ideas y argumentos sin importar las circunstancias, el tiempo ni las controversias en torno a un tema específico.

Desde luego que en Conversaciones con el Tío de Potosí, como en toda obra literaria, se procura recrear el habla de los personajes que forman parte de la narración como si se tratara de un diálogo real, reproduciendo palabras coloquiales, frases comunes, jergas, modismos y giros idiomáticos con la intención de agregarle un valor estético al discurso narrativo. A propósito del tema, es necesario mencionar que las voces provenientes del quechua, aymara y voces propias del lenguaje minero, se precisan en el glosario del libro, sobre todo, para los lectores no locales ni nacionales, que necesitan comprender las expresiones idiomáticas y giros lingüísticos que no están registrados en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. No obstante, para que las conversaciones fluyan de manera natural y sea de fácil comprensión, se ha evitado el excesivo uso de jergas que podían sonar demasiado artificiales y exageradas.

Como en repetidas ocasiones, fascinado por la mitología del Supay y las tradiciones mineras, volví a sumergirme en el contexto mágico del macizo andino, para acercar a los lectores hacia los misterios escondidos en las entrañas de la Pachamama, salvo que esta vez no con historias narradas en el género del cuento ni la novela, sino a través de relatos dialogados que le permitieron al Tío cobrar vida y expresarse con voz propia sobre un abanico de cuestiones que traslucen sus más genuinos pensamientos y sentimientos.

Debo confesarles que, a poco de retornar de Europa, visité una de las minas en el Cerro Rico, que en otrora manaba ingentes cantidades del preciado metal, para conocer el hábitat natural del protagonista de mi obra, consciente de que el Tío, aparte de reunir todos los atributos que requiere un personaje literario, representa el mestizaje cultural y el sincretismo religioso entre el monoteísmo católico y el politeísmo de las civilizaciones precolombinas.

En Conversaciones con el Tío de Potosí, lejos de reflejar la realidad agobiante de las minas y la tragedia de los mineros, propongo textos contextualizados en un territorio hecho de mitos, leyendas y supersticiones, como si desde un principio hubiese optado por tener una mirada sesgada de la realidad, para luego recrearla y reinventarla, con un desparpajo que pone a prueba la destreza del narrador y la inteligencia del lector.

Cabe anotar que en el libro, cuyas conversaciones son los principales pilares que sostienen la estructura básica de los relatos, se destila una irreverencia inusual y un fino sentido del humor, cargado de una fuerte dosis de transgresiones éticas y morales, sin que por ello los pensamientos dejen de ser embellecidos por la imaginación y enardecidos por el alma de quien, sin más recursos que la honestidad y conocimiento de causa, intenta encandilar la mente incluso de los escépticos acostumbrados a cuestionar la cuasi verosimilitud de las obras construidas sobre los andamios de la realidad y la fantasía.

En Conversaciones con el Tío de Potosí, como en toda obra que nos acerca a los vericuetos de la condición humana, se plantean concepciones filosóficas de la vida cotidiana y se penetra en las manifestaciones subconscientes de los trabajadores del subsuelo, quienes, durante más de quinientos años de colonización, asimilaron las costumbres de los conquistadores ibéricos y conservaron las costumbres de las civilizaciones originarias. No en vano el Tío de la mina, que adquiere protagonismo a lo largo de la obra, se encuentra a medio camino entre la religión católica y las creencias paganas de las comunidades indígenas. Así como el catolicismo predica la doctrina de que el subsuelo está poblado de seres demoníacos, en las culturas originarias se admite también la existencia de seres subterráneos, pero no revestidos con los mismos atributos que los demonios descritos en las páginas bíblicas.

En este libro, como en otros de mi producción literaria, retomé la temática minera, procurando recrearla a partir de las aventuras y desventuras fantásticas de uno de los personajes más emblemáticos de la tradición popular boliviana: el Tío de la mina, celoso guardián de las riquezas minerales, que castiga sin contemplaciones, cuando no se ha cumplido con él. De ahí que los mineros, para no sufrir castigos, accidentes ni muertes, le rinden pleitesía y le conceden ofrendas al entrar y al salir de la mina. Mastican hojas de coca en su presencia y rocían aguardiente en su paraje, donde ellos mismos levantaron su estatuilla de greda y granito, sin ser alfareros ni escultores; más todavía, le concedieron propiedades y facultades que resultan del sincretismo entre las supersticiones de las culturas ancestrales y las creencias judeocristianas impuestas por los conquistadores.

El Tío tiene cuernos como los demonios, ojos redondos, colmillos afilados, orejas largas, pesuñas en manos y pies. Por lo general, está sentado en su trono y su cuerpo monstruoso exhibe uno de los atributos que mejor lo caracteriza: su miembro viril, extremadamente enorme, que en la visión de los mineros, además de ser un elemento de carácter erótico y culto fálico, tiene la función de fecundar a la Pachamama, la diosa andina de la tierra, y abrir los rajos con la misma fuerza con que el barreno de una perforadora penetra en las duras rocas de la montaña.

Conversaciones con el Tío de Potosí es un libro que ofrece conocimientos, entretenimiento y, lo más importante, un paseo literario por los laberintos de un personaje, mitad dios y mitad demonio, que puede moverse por doquier, con la misma maestría y sutileza de quien posee una personalidad omnipotente y poderes mágicos, capaces de envilecer a cualquiera que se deje conducir hacia el interior de la mina, hacia un tétrico submundo, donde los topos humanos explotan las rocas para hacerse de las riquezas minerales que le pertenecen a la Pachamama, al Tío y la Chinasupay, al menos, según las tradiciones de quienes están acostumbrados a rendirles culto a los elementos mágicos y míticos, reales y ficticios, vivos y muertos, de la cosmovisión andina.

En Conversaciones con el Tío de Potosí, este esperpéntico personaje, que habita en el mundo mágico y secreto de los mineros, aparece sentado frente a su interlocutor, dispuesto a deleitar con la versatilidad de su verbo. No deja de sorprender con su sabiduría en cada una de las conversaciones en las que fluyen las ideas y palabras con una enorme carga emocional. Es decir, la magia de la palabra permite que el Tío, a pesar de su aspecto demoniaco y sus poderes sobrenaturales, aparezca retratado desde una perspectiva humana, con sus luces y sus sombras, como si de veras fuera un interlocutor de carne y hueso, y no un personaje mitológico creado por la fuerza y el candor de la invención popular, deslumbrando con la magia de su verbo y sabiduría.

En las conversaciones que componen el libro, donde los diálogos están hilvanados con un lenguaje coloquial, cruzamientos narrativos, contrapunteos e intertextualidades, el lector podrá familiarizase también con las creencias y hábitos de los mineros, en los que destacan el carnaval pagano-religioso y la ch’alla, un ritual de ofrenda y agradecimiento a la Pachamama, la divinidad que entrega los frutos de su vientre a sus hijos terrenales, y al Tío de la mina, protector de las riquezas minerales y amo de los mineros, quienes, sentados alrededor de su trono, le rinden pleitesía ofrendándole hojas de coca, cigarrillos y aguardiente, a modo de congraciarse con él, a quien lo veneran tanto como al misericordioso Tata Q’aqcha.

Conversaciones con el Tío de Potosí, además de ser un volumen que enseña y entretiene, es un justo homenaje a la Villa Imperial y al Cerro Rico, donde todavía reina el Tío, haciendo gala de su milenaria existencia y su poder infinito, mientras el afamado cerro, en cuyas faldas se levantaron las primeras casas de la Villa Imperial de Potosí, hoy mira a sus habitantes con un gesto de tristeza y melancolía, como diciéndoles que todo lo que un día empieza siendo grande, otro día termina siendo pequeño, que la riqueza termina en la pobreza y que todo lo que tiene un comienzo está condenado a tener un final.

El Tío, sin lugar a dudas, es uno de los personajes más insólitos en las minas potosinas, donde encontré la veta más rica del imaginario popular, para luego explotarla y usarla como materia prima en la elaboración de mi obra literaria que, analizada desde cualquier punto de vista, no es otra cosa que el rescate de la memoria colectiva y la demostración de que sí existe un realismo fantástico en el ámbito minero, cuya exuberancia se experimenta a través de la simbiosis inherente entre los trabajadores del subsuelo y el protagonista de mi obra, que no solo es una de las deidades mitológicas más significativas de las culturas ancestrales, sino también el dios-diablo recluido en las dantescas galerías de la mina.

El Tío, a estas alturas de mi vida, se ha convertido en un personaje literario que, como reiteré en varias ocasiones, no me deja ya vivir en paz, ni de día ni de noche, exigiéndome que lo universalice, de una vez y para siempre, a través de mis relatos que revelan su potestad en el interior de la mina y su fuero interno hecho de asombro y maravilla. Por eso mismo, volví a retomarlo, con pelos y señales, en Conversaciones con el Tío de Potosí, que, a decir verdad, es una suerte de testimonio de las desgracias y los milagros que definen su existencia en el imaginario popular, donde la ficción y la realidad parecen las dos caras de una misma moneda.

Conversaciones con el Tío de Potosí, sin ser blasfema con las religiones oficiales, es un libro que aborda temáticas que cuestionan las verdades absolutas acuñadas por las Sagradas Escrituras, desde una perspectiva humanista y libre de prejuicios sociales, culturales, raciales y sexuales. Es, en resumidas cuentas, un libro que busca un asidero en la memoria de los lectores deseosos por compartir los diálogos que conforman las páginas de Conversaciones con el Tío de Potosí, cuya fuerza narrativa está sustentada por el estilo del autor y la lucidez verbal de uno de los principales protagonistas de la mitología minera.

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