martes, 20 de junio de 2017


LA MASACRE MINERA DE SAN JUAN EN VERSOS

El próximo 23 y 24 de junio, al cumplirse medio siglo de la masacre minera de San Juan, se realizarán actividades de homenaje en las poblaciones de Llallagua y Siglo XX, con la participación de personalidades del ámbito político y cultural, quienes rememorarán vehemente una memorable fecha para las familias mineras.

Para el sábado 24 está prevista la presentación de La masacre de San Juan en versos, una compilación de poemas cuyo eje temático gira en torno  al luctuoso acontecimiento escrito con sangre en las páginas de la historia del movimiento obrero boliviano.

La selección fue realizada por el escritor Víctor Montoya y publicada por el Archivo Regional Catavi que, dentro de sus actividades dedicadas a la promoción de la cultura minera y el registro de los materiales pertenecientes a la COMIBOL, viene editando desde 2016, bajo la responsabilidad de la bibliotecóloga Lourdes Peñaranda Morante, la denominada Serie de Literatura Minera.

Los poemas registrados en esta breve antología forman parte de la memoria histórica y son un regio testimonio para dejar constancia de que la masacre de San Juan, acaecida en la madruga del 24 de junio de 1967, no sólo fue un crimen de lesa humanidad que quedó en la impunidad, sino uno de los acontecimientos que mejor identificó al régimen dictatorial de René Barrientos Ortuño, que movilizó a las tropas del ejército con el pretexto de frenar la realización del Ampliado Minero en el distrito de Siglo XX, donde se tenía previsto poner en vigencia el fuero sindical y apoyar a la guerrilla del Che.

La masacre de San Juan en versos, que forma parte de la Serie de Literatura Minera, es el primer intento de antología que logra reunir en un solo volumen a los autores cuya poesía revolucionaria, escrita con responsabilidad, sensibilidad y compromiso social, rinde un justo y merecido homenaje a los caídos entre el rescoldo de las fogatas de San Juan.

En el prólogo, que lleva la firma de Víctor Montoya, se explican las razones del porqué era necesario elaborar esta breve antología, que ahora llega a manos del lector, igual que un caleidoscopio donde las imágenes y versos se ensamblan con absoluta armonía, como cuando confluyen dos ríos en un mismo cauce.

Las poesías están ilustradas con las pinturas o dibujos de Miguel Alandia Pantoja, Jaime Mimo Sevillano, Walter Solón Romero, Mario Vargas Cuellar y Manuel L. Acosta. Entre los poetas incluidos en este material de alto contenido ético y artístico destacan Jorge Calvimontes y Calvimontes, Coco Manto, Alberto Guerra Gutiérrez y Nilo Soruco, entre otros.

El Archivo Regional Catavi, en su afán por rescatar el legado cultural y la memoria histórica de los mineros, no escatimó esfuerzos en la publicación de un nuevo número de su Serie de Literatura Minera, nada menos que con un ramillete de poemas que, lejos de las lágrimas y los lutos de congoja, son gritos de protesta, denuncia y resistencia combativa.

lunes, 19 de junio de 2017


PRESENTACIÓN DE CRÓNICAS MINERAS DE VÍCTOR MONTOYA

El Archivo Regional Catavi del Sistema de Archivo de la COMIBOL, en coordinación con el Comité Organizador de las actividades en homenaje a los 50 años de la Masacre de San Juan, presentarán el libro: Crónicas Mineras del escritor Víctor Montoya. El acto se realizará el viernes 23 de junio, a horas 16:00, en el auditorio de la Carrera de Odontología, Plaza del Minero de Siglo XX.

El reconocido narrador paceño, cuya creación literaria aborda el género de la novela, el cuento, el ensayo y la crónica periodística, relata algunos episodios de la realidad minera desde una perspectiva personal, pero sin apartarse de una rigurosa documentación, que registra la memoria histórica de uno de los sectores más combativos del proletario nacional.

Los líderes y caudillos mineros, como César Lora, Isaac Camacho, Cirilo Jiménez o Domitila Barrios de Chungara, están retratados de manera magistral en estas crónicas que revelan, enseñan y entretienen, junto a las fabulosas descripciones de las masacres ejecutadas por los gobiernos de la oligarquía minero-feudal y las dictaduras militares en varios distritos mineros, que constituyeron los baluartes de las luchas revolucionarias de los trabajadores y las valerosas amas de casa a lo largo de varios decenios.

Los textos reunidos en Crónicas Mineras, aparte de echar luces sobre algunos acontecimientos que pasaron desapercibidos en la historia de la minería del siglo XX, son auténticas piezas literarias que llaman poderosamente la atención del lector no solo porque rescatan la memoria colectiva, sino también porque recrean los códigos lingüísticos propios del habla popular.

Las Crónicas Mineras de Víctor Montoya, sin resquicios para la duda, es una obra digna de ser leída con la misma pasión con la que fue escrita. Estas crónicas, además de adentrarnos en las epopeyas de los personajes ataviados con botas, overoles y guardatojos, abordan con la misma lucidez la relación que mantuvieron escritores como Jaime Mendoza o pintores como Miguel Alandia Pantoja con el mundo mítico y trágico de los mineros.

El autor del libro, que vivió desde su infancia en los centros mineros del norte de Potosí, fue testigo de la masacre de San Juan, dirigente estudiantil y conoció en persona a varios de los líderes obreros que hoy forman parte de Crónicas Mineras; un libro que, de manera implícita, refleja las inquietudes políticas y el compromiso social de uno de los escritores más destacados de la moderna literatura boliviana.

El autor

Víctor Montoya (La Paz, 1958). Escritor, periodista cultural y pedagogo. Durante la dictadura militar de los años 70 fue perseguido, torturado y encarcelado. Estando en la prisión escribió su libro de testimonio Huelga y represión. Fue exiliado a Suecia en 1977. Dirigió las revistas literarias PuertAbierta y Contraluz. Su obra está traducida a varios idiomas y tiene cuentos en antologías nacionales y extranjeras. Escribe en publicaciones de América Latina, Europa y Estados Unidos.

ME PODRÁN MATAR, PERO NO MORIR

Te buscan para matarte, le dice su padre por décima vez. Ella cuenta las nueve cicatrices de su cuerpo y contesta: Me podrán matar, pero no morir...

Al levantar la cabeza entre paredes calcáreas, se enfrenta al rostro salvaje de sus torturadores. Uno de ellos, el más corpulento, bigote poblado y pistola al cinto, le sonríe mirándole a los ojos. ¿Así que tú eres la inmortal?, dice, mientras le quita los zapatos, el cinturón, los botones y el reloj, para que no pueda huir ni sepa qué hora o qué día es.

Le cubren los ojos con una venda y la conducen asida de los brazos por un pasillo. Ella se mueve apenas, como caminando en falso al borde de un precipicio. La introducen en una habitación que apesta a muerte. La desnudan a zarpazos y le arrancan la venda de los ojos.

Por un tiempo, dificultada todavía por la luz hiriente, observa a hombres que entran, salen y entran, y a un perro que bate la cola. El animal tiene el hocico babeante. Huele. Lame. Se aleja y se mete entre las piernas de su amo. En la habitación contigua, mira una mesa con mandos electrónicos: un reflector, un recipiente, una radio, un catre y varios ganchos con cadenas en la pared. Al otro lado de la ventana hay una calle oscura y fría, donde el viento sopla con una violencia capaz de levantar piedras y arrojarlas contra las puertas.

Un torturador se le acerca por la espalda y la encapucha. Otro le manosea el cuerpo y la esposa las muñecas. Comienza el ritual de la tortura. Primero es el simulacro de fusilamiento, después el submarino en el recipiente de orines y escupitajos. La inclinan y sumergen en la bañera, tirando de sus pezones con ganchos de hierro. Ella, a punto de asfixiarse, abre la boca y se desmaya.

Le retiran la capucha…

Recobra el conocimiento y escucha voces lejanas, como despertando de una pesadilla. Está atada al somier, los brazos y las piernas abiertas. Clava la mirada en el techo y tiene la sensación de estar flotando a cielo abierto. La sombra de un hombre cruza por sus ojos y una brasa de cigarrillo desciende hasta su pecho. Ella lanza un alarido y ellos suben el volumen de la radio.

Le recorren la picana de punta a punta. La picana tiene dos cables bien trenzados, bien empalmados. Aplican un cable en la boca y el otro en el ano. A la primera descarga, ella siente estallar su cabeza y cuerpo como vuelto esquirlas. Seguidamente, los hombres y el perro la violan hasta reventarla por dentro. No conformes con esto, unos le orinan en la cara y otros le descargan golpes de culata. La levantan esparciendo su sangre en el vacío y la arrastran por unos pasillos hasta la última celda; allí queda incomunicada, con las manos esposadas a la pared y sin más consuelo que pan y agua.

Cuando despierta de su pesadilla, mira un rayito de luz atravesando la oscuridad de la celda. Se toca el cuerpo que parece inexistente y, con un hilo de sangre en los labios, repite: Me podrán matar, pero no morir...

LA REALIDAD MINERA EN LAS CRÓNICAS DE MONTOYA 

El libro de Víctor Montoya, publicado por el Grupo Editorial Kipus, está compuesto por fotografía y textos relacionados con los principales protagonistas de la historia del movimiento obrero boliviano. Se trata de una ponderable obra que contribuye al estudio de los aspectos más individuales y anecdóticos del contexto minero.

El reconocido narrador paceño, cuya creación literaria aborda el género de la novela, el cuento, el ensayo y la crónica periodística, relata algunos episodios de la realidad minera desde una perspectiva personal, pero sin apartarse de una rigurosa documentación, que registra la memoria histórica de uno de los sectores más combativos del proletario nacional.

Los líderes y caudillos mineros, como César Lora, Isaac Camacho, Cirilo Jiménez o Domitila Barrios de Chungara, están retratados de manera magistral en estas crónicas que revelan, enseñan y entretienen, junto a las fabulosas descripciones de las masacres ejecutadas por los gobiernos de la oligarquía minero-feudal y las dictaduras militares en varios distritos mineros, que constituyeron los baluartes de las luchas revolucionarias de los trabajadores y las valerosas amas de casa a lo largo de varios decenios.

Los textos reunidos en Crónicas Mineras, aparte de echar luces sobre algunos acontecimientos que pasaron desapercibidos en la historia de la minería del siglo XX, son auténticas piezas literarias que llaman poderosamente la atención del lector no solo porque rescatan la memoria colectiva, sino también porque recrean los códigos lingüísticos propios del habla popular.

Las Crónicas Mineras de Víctor Montoya, sin resquicios para la duda, es una obra digna de ser leída con la misma pasión con la que fue escrita. Estas crónicas, además de adentrarnos en las epopeyas de los personajes ataviados con botas, overoles y guardatojos, abordan con la misma lucidez la relación que mantuvieron escritores como Jaime Mendoza o pintores como Miguel Alandia Pantoja con el mundo mítico y trágico de los mineros.

El autor del libro, que vivió desde su infancia en los centros mineros del norte de Potosí, fue testigo de la masacre de San Juan, dirigente estudiantil y conoció en persona a varios de los líderes obreros que hoy forman parte de Crónicas Mineras; un libro que, de manera implícita, refleja las inquietudes políticas y el compromiso social de uno de los escritores más destacados de la moderna literatura boliviana.