miércoles, 17 de julio de 2024

UNA CONFERENCIA DE PRENSA Y UN FOLLETO PARA HOMENAJEAR

A LAS VÍCTIMAS DEL GOLPE MITAR DE 1980

Hoy, 17 de julio, como parte de las actividades político-culturales que desarrolla el Archivo Regional Catavi, se rindió un ferviente homenaje en la población minera de Siglo XX, por medio de una conferencia de prensa, a las víctimas del golpe militar de 1980, cuando un grupo de paramilitares, asesorado por el criminal nazi Klaus Barbie, asaltó a mano armada el edificio de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB), ubicado en El Prado de la ciudad de La Paz, donde se reunían miembros del Comité de Defensa de la Democracia (CONADE).

Durante el asalto, además de causar heridos y destrozos materiales, se apresaron a varios dirigentes políticos y sindicales, y, como si fuese poco, se asesinó a mansalva al dirigente político Carlos Flores Bedregal, al líder socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz y al dirigente sindical Gualberto Vega Yapura, declarados póstumamente mártires de la democracia y la liberación nacional

Lourdes Peñaranda Morante, responsable del Archivo Histórico de la Minería Nacional de COMIBOL/Regional Catavi, aprovechó la conferencia de prensa, efectuada en la sede sindical de Siglo XX, para presentar el Nº 23 de la Serie de Literatura Minera, con dos textos del escritor Víctor Montoya y, en la contratapa, el poema El Padre Nuestro de un minero, que el cataveño Gualberto Vega Yapura escribió en 1976, mientras se encontraba encarcelado en la prisión de alta seguridad de Chonchocoro,

 El folleto, Gualberto Vega Yapura - Marcelo Quiroga Santa Cruz, es un justo homenaje a dos de las víctimas del golpe militar del 17 de julio de 1980. En la introducción se menciona que estos valerosos luchadores sociales, junto a otras víctimas del régimen criminal de García Meza y Arce Gómez, son símbolos del coraje y la lucha revolucionaria del movimiento obrero boliviano

La actividad impulsada por el Archivo Histórico de la Minería Nacional de COMIBOL/Regional Catavi, aparte de haber sido un excelente espacio para conmemorar a los mártires que ofrendaron su vida a la causa de la justicia social y la liberación nacional, ha demostrado que la memoria histórica de un pueblo se mantiene viva a pesar de los años y la impunidad en que quedaron varios de los crímenes de lesa humanidad cometidos, entre otros, por las dictaduras militares de los años ´60, ´70 y ´80 de la pasada centuria.

La nueva publicación de la Serie de Literatura Minera, cuyo primer número, dedicado a la masacre minera de San Juan de 1967, salió a luz en junio de 2016, es una prueba más de la infatigable labor del Archivo Regional Catavi, que no ha dejado de rescatar ni difundir la historia concerniente a la realidad minera del norte de Potosí, donde nació, creció y se formó políticamente el dirigente obrero Gualberto Vega Yapura, quien trabajó en la Empresa Minera Catavi y fungió como secretario de culturas de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia, hasta el día en que fue abatido a tiros por los mercenarios al mando de los criminales Luis García Meza y Luis Arce Gómez.  

lunes, 15 de julio de 2024

ESCANCIAR LA SIDRA ES TODO UN ARTE

Estando en la ciudad de Gijón, ubicada en el centro de la costa cantábrica del Principado de Asturias, España, unos amigos me invitaron a una sidrería que tenía botellas verdes por doquier y las paredes decoradas con recreaciones de lugares emblemáticos, toneles de sidra y prensas para sacar el zumo de las manzanas.

En esta parte del continente europeo, la sidra no está considerada como una bebida más del montón, sino como una parte intrínseca de la cultura y el folklore. En Gijón, por ejemplo, existen varias fiestas tradicionales, especialmente en primavera y verano, dedicadas a los descorches de la sidra, conocidos como espichas, donde se promueve también la gastronomía típica de la región.

La sidra, cuyo grado alcohólico oscila entre cuatro y seis, alegra romerías y reuniones, tanto públicas como familiares, ya que esta bebida, desde hace siglos, se ha integrado totalmente en la vida social de los asturianos. Y las espichas son motivos para celebrar, reír, gozar y darle una fiesta al paladar.

–En realidad, ¿de dónde proviene la palabra espicha? –pregunté con cierto rubor en la cara y poniendo al descubierto mi ignorancia en la materia.

La respuesta no se dejó esperar, porque uno de los amigos se dio la molestia de explicarme de manera clara y concisa:

Espicha es el nombre que se le da al trocito de madera, con forma cónica, que se utiliza a modo de tapón de los toneles, donde se almacena la sidra.

 El último fin de semana de agosto tiene lugar en Gijón la Fiesta de la Sidra Natural, declarada un evento de interés turístico regional, en el que todos los años se bate el récord mundial de escanciado simultáneo. Otra de las fiestas más importantes dedicada a esta bebida, que se realiza el segundo fin de semana de julio, es el Festival de la Sidra, que se lleva a cabo en la villa de Nava, donde está el Museo de la Sidra, una verdadera atracción turística que permite ver todo el proceso de elaboración de esta bebida, desde el cultivo de la manzana hasta el embotellado, pasando por el prensado y el fermentado.

Uno de los amigos, que tenía hartas ganas de hacerme conocer el arte de escanciar la sidra, pidió una botella descorchada, la agitó brevemente, la tomó por el culín, levantó el brazo por encima de la cabeza y vertió el líquido en el vaso de cristal sujeto en la mano izquierda, a la altura de la pierna y a una distancia de más de un metro desde el cuello de la botella, haciendo que el chorro castaño cayera contra el lateral del vaso, de manera que, al impactar contra el mismo, se oxigenara haciendo espuma como una gaseosa cualquiera, o, más bien, como la cerveza servida en una límpida copa de cristal.

De estos amigos asturianos aprendí que para la degustación de la sidra se debe escanciar (tirar el líquido desde lo alto para que rompa al caer en el vaso), y bebérsela de una sola vez, pero no todo el contenido del vaso, sino dejando un poco en el fondo para limpiar la parte que han tocado los labios, ya que todos los amigos comparten del mismo vaso; es más, uno de ellos me sorprendió echando al piso la sidra que quedó en el culín, arguyendo que era una forma de devolverle a la tierra lo que ella nos da.

–A esta acción se llama ch’allar –les dije–. En mi tierra se tiene la costumbre de ch’allar o rociar el suelo con la cerveza o el alcohol, antes de beber del vaso, como un agradecimiento a la Pachamama, que alimenta a sus criaturas terrenales con los frutos de su vientre.

Ellos me miraron y no pararon de hacer circular el vaso de mano en mano, mientras picaban las exquisiteces que contenía una bandeja: chorizo a la sidra, tablas de quesos, huevos cocidos, tortillas y una serie de embutidos de jabalí y cerdo asturiano.

–En el país de ustedes, más conocido en el exterior por sus buenos vinos, quesos y jamones, beber sidra es todo un arte –les dije dispuesto a celebrar nuestra amistad.

–Sí –corroboró uno de ellos, con aplomo y buen humor–, sobre todo, si se considera que escanciar es todo un arte.

–Además –acotó otro–, se debe tomar con medida. Si uno está pasado de copas, no podría llenar el vaso, porque todo lo echaría al suelo.

Me quedé mirándolos con cierto asombro y un soplo de desaliento, como quien está acostumbrado a servir las bebidas espirituosas apoyando el gollete de la botella en el borde de la copa y no como los expertos escanciadores que tienen el pulso firme y la experiencia de tirar la sidra de un metro de altura entre la botella y el vaso.

Con mis amigos asturianos aprendí, como en todo en la vida, que la sidra es una bebida alcohólica de baja graduación, fabricada con el zumo fermentado de la manzana, una delicia más espumosa que embriagadora, con bastante aguja y ácida, que sabe algo diferente a las sidras gasificadas que solía consumir en Suecia, toda vez que había celebraciones especiales o en las fiestas de fin año.

En Gijón aprendí también que la diferencia entre el vino y la sida está en que el primero se elabora de uvas y el segundo de manzanas, las cuales se clasifican en tres tipos en función de su sabor: dulces, imprescindibles para transformar el azúcar en alcohol; ácidas, para mantener el color natural del mosto y la limpieza de la misma; y amargas o salvajes, que aportan el tanino en la bebida.

En síntesis, antes de terminar, quiero contarles que aprendí las siguientes lecciones: la primera, que escanciar es todo un arte; la segunda, que la sidra natural no se filtra ni clarifica como el resto de las bebidas espirituosas; la tercera, que el vaso se debe vaciar de un solo trago, sin perder tiempo ni respirar; y la cuarta, quizás la más importante, que el descorche de la botella de sidra es un modo de compartir con los amigos que, haciendo honor al adagio popular que reza: entre enfermos no hay contagio, usan el mismo vaso para sellar una amistad que nace y permanece toda la vida.

jueves, 11 de julio de 2024

GUALBERTO VEGA YAPURA, MÁRTIR DE LA DEMOCRACIA 

Y LA LIBERACIÓN NACIONAL

El dirigente sindical y mártir obrero Gualberto Vega Yapura, en tiempos en que había que andar con el testamento bajo el brazo, fue acribillado a tiros en el edificio de la Central Obrera Boliviana (COB) y la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB), donde se realizaba la reunión del Comité Nacional de Defensa de la Democracia (CONADE) y las organizaciones sociales que aspiraban a una sociedad más justa y democrática, la mañana del 17 de julio de 1980; fecha luctuosa en que el pueblo boliviano se vistió de luto y los golpistas, tras pedir la renuncia de la presidenta interina Lydia Gueiler, se encaramaron en el poder por la fuerza de las armas y el respaldo del Alto Mando Militar Boliviano.

Todo sucedió cuando decenas de oficiales y paramilitares, entre los que había mercenarios argentinos al servicio de la Operación Cóndor, que asoló a los países del Cono Sur de América Latina, llegaron en ambulancias de la Caja Nacional de Seguridad Social a la histórica sede de los trabajadores bolivianos y asaltaron, a gritos y armas de fuego en mano, el edificio de la FSTMB, ubicado en El Prado de la ciudad de La Paz, dispuestos a desencabezar al movimiento obrero y popular. Fue en esas circunstancias que los paramilitares, entre ellos los mercenarios Stefano Delle Chiaee, Joachim Fiebelkorn y Ernesto Milá, conocidos como los novios de la muerte, dispararon ráfagas contra la humanidad del líder político Marcelo Quiroga Santa Cruz, el diputado Carlos Flores y el dirigente cataveño Gualberto Vega Yapura, a la sazón representante del Sindicato de Catavi y secretario de cultura de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia.

Los directos responsables de este horrendo crimen fueron los golpistas militares Luis García Meza y Luis Arce Gómez, quienes, obedeciendo órdenes de la CIA y los carteles de narcotraficantes asesorados por el Carnicero de Lyon, Klaus Barbie Altmann, estaban dispuestos a imponer su política antinacional y proimperialista a sangre y fuego. Durante este régimen de facto se prohibieron las libertades democráticas y se desencadenó una sañuda persecución contra los dirigentes políticos y sindicales. Se cometieron crímenes de lesa humanidad y se demolió el edificio de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros en un vano intento por destruir el rico legado de las luchas políticas y sindicales de los trabajadores del subsuelo boliviano.

Si en más de cuatro décadas no se realizó un justo homenaje en honor a Gualberto Vega Yapura, en la tierra que lo vio nacer, fue porque Catavi, como todas las minas nacionalizadas, sufrió los embates del nefasto D.S. 21060, que provocó el cierre de las empresas de la Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL) y la desocupación de miles de trabajadores que fueron echados de sus fuentes de trabajo y expulsados de sus viviendas con el epíteto de relocalizados. Sin embargo, ahora que la población de Catavi está en un proceso de repoblarse gracias al ritmo de la construcción de nuevas viviendas y la expansión de la Universidad Nacional Siglo XX, que está construyendo nuevos establecimientos para algunas de sus carreras, incluida la de Formación Política Sindical, es indispensable desempolvar la memoria de los trabajadores de la Empresa Minera Catavi y rescatar la gloriosa historia de esta población que, durante la pasada centuria, fue el centro motor de la economía nacional y el escenario donde floreció el sindicalismo revolucionario.

Asimismo, es digno reconocer el valioso esfuerzo de las dirigentes del ex Comité de Amas de Casa Mineras de Catavi y del Archivo Regional de Catavi, dependiente del Archivo Histórico de la Minería Nacional de la COMIBOL, que tuvieron la encomiable iniciativa de realizar el 17 de julio de 2023, en la sede del Sindicato Mixto de Trabajadores de Catavi, un sencillo pero emotivo acto en homenaje al mártir obrero Gualberto Vega Yapura, quien fue acribillado a mansalva, a los escasos 35 años de edad, por los mercenarios al mando de los militares que asaltaron el poder, arrebatándoles a los bolivianos la democracia y el derecho al fuero sindical.

A pesar de los años transcurridos y la forzosa relocalización de 1986, los cataveños han decidido recordar a quienes ofrendaron su vida por defender la causa de los proletarios y de los más pobres de este pobre país, donde la lucha revolucionaria estuvo encarnada en personas honestas y modestas como fue Gualberto Vega Yapura, cuya conducta personal estuvo determinada por la impronta de sus convicciones ideológicas y religiosas.

El golpe militar de facto, analizado a estas alturas de la historia, no tomó por sorpresa a nadie. Bolivia había sufrido ya varios golpes de Estado, entre otros, el protagonizado por René Barrientos en no-viembre de 1964, responsable de la masacre minera en la noche de San Juan de 1967; el liderado por el entonces coronel Hugo Banzer Suárez, con apoyo del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) y Falange Socialista Boliviana (FSB), desde el 21 de agosto de 1971 hasta 1978; el promovido por el coronel Alberto Natusch Busch, con apoyo de mili-tantes de algunos partidos políticos, del 1 al 16 de noviembre de 1979; y el último por el general Luis García Meza Tejada, que inició el 17 de julio de 1980 y terminó en agosto de 1981.

Aunque el régimen de García Meza y Arce Gómez fue relativamente corto, dejó una trágica secuela en el alma del pueblo boliviano, porque se secuestró, torturó y asesinó al padre Luis Espinal, cineasta y director del semanario Aquí, y se asesinaron a ocho dirigentes del Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR) en la calle Harrington en 1981. En homenaje a las víctimas de las dictaduras suscitadas entre 1964 a 1982, en Bolivia se recuerda, cada 17 de julio, el Día Nacional de la Memoria.

En el ámbito de las palabras de circunstancia vertidas por los panelistas –el exdirigente de la FSTMB y ex ministro de Estado, Guillermo Dalence, la ex presidenta del Comité de Amas de Casa, compañera Elena Pacheco, la responsable del Archivo Histórico Minero, Lourdes Peñaranda Morante, y el ex dirigente del Sindicato de Catavi, Octavio Carvajal (+)–, se trazó una semblanza de Gualberto Vega Yapura, destacando su límpida trayectoria política, en defensa de la democracia, los derechos de los trabajadores y la lucha antiimperialista de movimiento popular. También se hizo hincapié en su actividad sindical, cultural, deportiva y poética de este insobornable luchador social, cuya contribución al pensamiento revolucionario y la democracia nacional, es un buen ejemplo para las nuevas generaciones de Catavi y el país entero.

El acto contó con la presencia de una joven estudiante de la Unidad Educativa Ayacucho, quien, con voz firme y actitud altiva, declamó el poema El Padre Nuestro de un minero, que Gualberto Vega Yapura escribió con probada sensibilidad humana, consumada vocación lírica y alta conciencia de clase en 1976, durante su cautiverio en la prisión de Chonchocoro,

De acuerdo a los testimonios de quienes lo conocieron en vida, se sabe que este mártir de la liberación nacional se inició en la actividad política como militante del Partido Revolucionario de Izquierda Nacionalista (PRIN). Desde su adolescencia dedicó su vida a las actividades deportivas y culturas en provecho de la niñez y juventud cataveña. Fue varias veces dirigente del Sindicato Mixto de Trabajadores de Catavi y director de Radio 21 de Diciembre. En 1976, tras la ocupación militar a los centros mineros, fue detenido, torturado y encarcelado. En el XVIII Congreso Nacional Minero, realizado en la población de Telamayu, entre el 31 de marzo y el 6 de abril de 1980, fue electo, en su condición de obrero de la Empresa Minera Catavi, como secretario de organización de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia, una función que supo cumplir con altura moral y ética, hasta el día en que fue victimado por los chacales de una dictadura militar que dejó un reguero de muertos y heridos a lo largo y ancho del territorio nacional.

En consecuencia, es imperiosa la necesidad de mantener vivo su pensamiento entre los niños, jóvenes y adultos de la población de Catavi, donde Gualberto Vega Yapura tuvo su cuna de nacimiento y fue el escenario de sus actividades culturales y deportivas, pero también el escenario de sus luchas por una Bolivia más justa y libre de dictaduras civiles y militares; más todavía, es preciso que uno de los salones del Sindicato Mixto de Trabajadores de Catavi lleve su nombre, a modo de enaltecer su lucha a favor de los más desposeídos y explotados, pero también a modo de perpetuar su combativa trayectoria en el sindicalismo revolucionario y para que el pueblo boliviano lo tenga siempre en la memoria.

En síntesis, poniendo la lógica de la razón sobre las mezquindades y voces discordantes, es justo que a Gualberto Vega Yapura se lo declare: MÁRTIR DE LA DEMOCRACIA Y LA LIBERACIÓN NACIONAL.


miércoles, 19 de junio de 2024

EL ESCULTOR DESAPARECIDO

El Monumento al Minero es una magnífica obra realizada por un artista orureño, cuyos datos personales no quedaron en la memoria de los obreros que protagonizaron la revolución nacionalista de 1952. Nadie recuerda su nombre completo, tampoco se sabe si está vivo o está muerto.

Algunos dicen que fue un solterón solitario y solidario a la vez, un hombre empeñoso y trabajador, y que todo el tiempo que tenía, quitándole tiempo al tiempo, era para levantar obras de arte escultórico en plazas y parques. Otros, los pocos que lo conocieron mientras estaba modelando, con sus callosas manos y su deslumbrante ingenio, el Monumento al Minero, aseveran que soñaba con irse al Brasil en busca de una mulata que tuviera los atributos que les faltaba a las altiplánicas.

Lo cierto es que el escultor dejó plantado el Monumento al Minero en la histórica Plaza de la población de Siglo XX y que luego desapareció sin dejar rastro alguno, como si se hubiese esfumado como el humo del cigarrillo. Nadie recuerda su físico ni su rostro, salvo que era un artista que daba la vida por el arte.

Los mineros más antiguos dicen que lo vieron entrar a la mina, que lo vieron vagar como un demente por las oscuras galerías y que nunca más volvió a salir a la luz del día. ¿Será que el Tío se lo tragó huesos y todo? ¿Quién sabe? Los mineros cuentan que lo que es del Tío es del Tío, devorador de vidas humanas cuando olvidan tributarle alimentos sólidos y líquidos.

El Monumento al Minero luce estoico sobre su pedestal, la mirada altiva y el cuerpo fornido, la perforadora en una mano y el fusil en la otra. Pero del escultor, su creador y artífice, no se sabe nada, absolutamente nada, nada y nada…

domingo, 2 de junio de 2024

MICROTEXTOS II

Pesadilla

Cuando desperté jadeante y sudoroso, tras huir de una espantosa pesadilla, ellos estaban todavía en el cuarto, contemplándome como condenados retornados al reino de los vivos, luego de escabullirse del reino de los muertos, solo para acusarme de ser el autor de su desgraciada muerte.

El plan

–Dios tiene un plan para ti –me dijo el evangelista.       

–¡No jodas! –le repliqué–. ¿Qué plan?

–El plan de joderte por irreverente y ateo.

Perros modernos y perros de pueblo

En cierta ocasión, un amigo sueco, mirándome con una chispa de ironía en los ojos, me preguntó:

–¿Es verdad que los perros de tu pueblo duermen en el patio?

–Sí –contesté–. Los perros no son objetos de adorno, como en Suecia, sino los candados de la casa, los guardianes de los bienes de sus dueños. Los perros, como los humanos, tienen sus derechos y sus deberes, y, aunque se los cuida y ama demasiado, no se les cepilla los dientes ni se les atusa el pelo. Los perros de mi pueblo no están acostumbrados a consumir alimentos envasados sino a comer lo que sobra en el plato o en la mano. Los perros de mi pueblo se crían a cielo abierto y no como pájaros enjaulados. No necesitan que nadie los sobreproteja ni limpien el trasero. Son perros que responden a su propia naturaleza, sin que por esto dejen de ser los animales más nobles y los mejores amigos del hombre.

–Lo que es aquí –dijo, resignado, el amigo sueco–, el perro ha dejado de ser perro para convertirse en amo y señor de la casa. Por si fuese poco, los perros ya no ladran ni muerden, son perros modernos en una sociedad moderna.

–Así es –le dije–. Los perros son como los humanos, mientras más tienen, menos ladran.

El diablo siempre vuelve

Desde que la muerte entró a través del pecado en el reino de los humanos, el diablo no ha dejado de aparecerse donde menos se lo espera. Si los ángeles celestiales, después de victoriosas batallas, lo arrojan al infierno, el diablo vuelve, vuelve y siempre vuelve, una y otra vez, como el mundo gira, gira y siempre gira, sea de noche o sea de día. Lo único que no vuelve ni gira es la efímera vida de los humanos, quienes un día son luz y otro día son penumbra, cual pecadores sentenciados a nacer y morir como los luceros del alba.

Ganar y perder

Toda su vida abrigó dos sueños: ganar el premio gordo de la lotería y jugar póquer en un casino de Las Vegas. Cuando alcanzó el meridiano de su vida, se cumplieron los dos sueños; primero, ganó la lotería y se hizo millonario de la noche a la mañana; segundo, viajó a Las Vegas y visitó uno de los casinos más famosos de la ciudad. Una noche de juerga y juego de naipes, como todo jugador empedernido, apostó los millones que llevaba en el maletín, esperanzado en multiplicar su valor con un golpe de suerte, pero nada resultó como lo tenía pensado. Tiró las cartas sobre la mesa y lo perdió todo en un cerrar de ojos.

Niño eterno

Era ese niño que no quería crecer ni ser adulto, deseaba seguir siendo un niño de por vida en el país de Nunca Jamás, donde vivían, secretamente, piratas, hadas, duendes y, para su felicidad, su única felicidad, la diminuta hada Tinker Bell de quien estaba perdidamente enamorado.

Si alguien, recordándole que no podía ser un niño eterno, le decía:

–Tú tienes que hacerte un día, como todos los demás, un hombre hecho y derecho. No puedes ser por siempre un adulto por edad y un niño por conducta.

Peter Pan se ponía furioso, refunfuñaba y replicaba:

–¡No! ¡No quiero ser un hombre mayor! ¡Quiero ser un niño eterno y pasármelo bien, así tenga que enfrentarme interminablemente contra el capitán Hook, ese monstruoso pirata que tiene un gancho de hierro por mano y un témpano por corazón.

La maldición de la belleza

Érase una vez en que la belleza era la maldición de las esclavas, raptadas y recluidas en fastuosas mansiones, como hermosas aves en doradas jaulas, donde debían satisfacer los libidinosos deseos de sus amos y parir hijos a montones.

Cansada

La mujer estaba cansada de tener un marido maniático, que le seguía los pasos por donde iba, sin otro afán que celarla con su propia sombra y hasta con el perfume que usaba para salir de casa. Ella estaba cansada de todo, hasta de su propio aliento. Lo único que deseaba era borrarse del mapa, antes de que su marido acabara con su vida a punta de puñaladas.

Hombre pez

De tanto bañarse en el río, bajo el sol y bajo la luna, sea a la hora que sea, acabó convirtiéndose en pez.

Ideologías

Las ideologías vienen y van, nacen y mueren. Sólo las más aptas sobreviven en la sociedad y la conciencia humana.

Máquina Remington

Desde que estoy tirado en la cama, paralizado de cuerpo entero por una enfermedad letal, tengo un monstruo metido en el cuarto, acechándome de noche y de día, como riéndose de mi fatal desgracia. Me mira de frente y de reojo, y hasta parece amenazarme de muerte por haberlo sometido a mi voluntad y haberlo convertido en mi esclavo durante décadas. Es cierto, no puedo negarlo, antes era mi herramienta de trabajo y ahora es la pesadilla que atormenta mi alma.

¿Quién es el monstruo?

La vieja máquina de escribir Remington, que escupió cientos de artículos y una decena de libros, y que ahora está sobre la mesa, donde la dejé tras haber perdido las facultades de movimiento de mis extremidades. Lo malo no es que esté en el cuarto, contemplándome mientras estoy tendido en la cama, sino su mirada de odio y desprecio, como cuando se abandona a una mujer después de haberla amado tanto, con todo el cuerpo y todas las fuerzas del corazón.


jueves, 30 de mayo de 2024

UN BAÑO HIGIÉNICO SIN HIGIENE

En un restaurante del pueblo, cuyo nombre prefiero no mencionar, un patio empedrado y en declive conduce hacia un callejón donde está el baño, con un pozo ciego a la antigua usanza. Quizás algo incómodo al momento de ponerse de cuclillas, pero más simple que el inodoro de un mingitorio público, donde el agua del estanque se vacía manipulando una palanca o apretando un botón. En el baño del restaurante del pueblo, bastante concurrido los días festivos y fines de semana, los baldes de agua, que se extraen de un turril ubicado cerca de la puerta, se vierten directamente en el orificio circular del pozo ciego, salpicando chorros por doquier.

El baño es de madera y el techo de calamina. Por las paredes se cala el viento frío y uno siente el soplo en las partes desnudas y, sobre todo, en las nalgas que parecen expuestas a la intemperie, hasta que alguien golpea la puerta exigiendo celeridad en el uso del baño, que no tiene lavabo, ni secadora de manos, ni espejo y mucho menos papel higiénico.  

El baño no es nada confortable, pero es un espacio indispensable para satisfacer las necesidades fisiológicas, así sea un ambiente que parece cloaca por las evacuaciones, como si el pozo ciego fuese un bostezo a cielo abierto y las pisaderas, hechas de madera y con forma de planta de zapato, fuesen patillas destinadas a evitar las excreciones.

El baño del restaurante es visitado por los comensales más apurados por vaciar la vejiga o el colon, sin importarles que un proceso biológico natural les haga sentir vergüenza ajena, debido a las condiciones inadecuadas del sanitario. De hecho, la puerta no cierra del todo y todos deben hacer sus necesidades, como ocurre en la vida campestre donde se practica la defecación al aire libre, ante las miradas curiosas de quienes hacen fila aguardando su turno.

El baño del restaurante, si se lo define a calzón quitado, es en extremo precario, pero indiscutiblemente necesario, porque quien come con gusto tiene también la necesidad de ir al baño sin susto, así se tenga que pujar soltando gases que suenan como estampidos de pirotecnia y se tenga que dejar el baño hecho un espacio salpicado de heces de diferentes colores y tamaños.

 

miércoles, 15 de mayo de 2024


LA HISTORIA DEL LIBRO DE HISTORIA

El libro de historia estaba llora que llora en el sótano de la casa, donde el dueño lo encerró, junto a otros libros, desde que lo compró a un módico precio, pero no para leerlo, sino para coleccionarlo entre los libros de interesantes temáticas y atractivas ediciones.

El libro no entendía por qué estaba depositado allí, si su destino era otro, como el de cualquier transmisor de la historia, que necesitaba estar entre la gente, pasando de mano en mano y de lector en lector, enseñando el pasado y el presente de un país rico en acontecimientos épicos, sabiduría popular y tradiciones culturales.

Qué triste la vida de un libro que, siendo una cajita de sabias resonancias, fue puesto en un viejo estante después de ser comprado en una librería de antigüedades, donde el librero le puso un precio y lo ofreció al mejor postor que, a su vez, lo metió en una bolsa de plástico y se lo llevó a casa.

Desde luego que esta historia es apenas un detalle, lo peor es que el comprador, que no era un auténtico lector, sino un coleccionista de libros con valor agregado, no abrió sus tapas ni hojeó sus páginas, antes de bajarlo al sótano y abandonarlo como a cualquier objeto sin alma ni cerebro.   

El libro de historia no entendía cómo podía estar encerrado en un frío y oscuro sótano, como si fuese un prisionero condenado a perecer y desaparecer bajo los polvos del olvido. ¿Acaso la historia de un pueblo no vale nada, cuando todos sabemos que un pueblo sin historia está condenado al olvido? La pregunta es para todos quienes dicen leer libros de historia.

No importa cuál sea la respuesta, lo único que importa es que la historia de este libro, así como se las cuento, era una suerte de tragedia sin justificación ni perdón. Y, a pesar de todo y al cabo de un tiempo, el libro dejó de llorar y llorar, porque tuvo la suerte de caer en manos de un verdadero lector, el hijo del coleccionista, quien no solo le sacó del frío y oscuro sótano, sino que también le entregó su cariño, mientras lo leía de “pe a pa”, con la misma pasión con que se leen los libros que, más que libros, son amigos y compañeros de vida, en las buenas y en las malas.

El libro de historia estaba agradecido al buen lector que lo rescató del sótano y lo sacó a la luz del día, para el gozo de los lectores que lo estaban esperando como cuando se espera a un maestro, quien enseña todo sin pedir nada a cambio, sin más esperanza que cumplir la función para la que fue escrito por su autor, cuyo espíritu e intelecto se ven reflejados en las páginas del libro, un bello objeto que no tiene por qué estar encerrado en un frío y oscuro sótano ni tiene por qué llorar su desgracia por la desatinada decisión de un desamorado coleccionista de libros de historia.

sábado, 4 de mayo de 2024

MICROTEXTOS I

Capacidades diferentes

Éramos una pareja perfecta, aunque estábamos mutilados por la explosión de una garrafa de gas. Ella quedó sin piernas y yo sin brazos. Nos amábamos locamente, complementándonos en las buenas y en las malas, hasta el día en que, tras la explosión de otra garrafa de gas, ella perdió los brazos y yo las piernas. Entonces ya no podíamos acariciarnos ni con los brazos ni con las piernas. Lo peor es que dejamos de amarnos y, como bultos de carne, nos separamos sin hablarnos ni mirarnos, porque, además de estar mutilados, éramos ciegos y mudos, una pareja con capacidades diferentes.

En el infierno

No hay paz, ni tiempo, ni espacio. Es un mar en llamas habitado por seres monstruosos nacidos y crecidos en las entrañas más profundas de la Pachamama. El infierno está cercado de ríos y valles de fuego, donde todo es dolor, pena y olvido.

El amo del infierno, hecho de luces y piedras preciosas, tiene el aspecto de macho cabrío, cuernos pequeños, ojos grandes y espantosos, nariz ganchuda, barba de chivo, manos corvas como garras de aves de rapiña; lleva una corona en la nuca y un enorme cuerno entre las piernas.

En el infierno arden los hombres y las mujeres que pecaron en el reino de los vivos, en vez de ganarse la divina llave para entrar en el paraíso de los muertos. En el infierno no hay compasión ni perdón, todo se paga caro entre tridentes y latigazos de fuego. En el infierno…

Engaños

La engañó a su esposa con todas las mujeres del pueblo. La engañó desde que se conocieron, desde que se comprometieron y se casaron. No hubo un solo día que no estuviese con alguna de ellas, que también engañaban a sus maridos con todos los hombres del pueblo. 

Los gramáticos

En el principio era el verbo y el verbo era Dios. Después era el sustantivo y el sustantivo era el Diablo. Después del verbo era el adverbio y después del sustantivo era el adjetivo. Después el sujeto y el predicado. Así fue desarrollándose el lenguaje de los humanos, hasta que aparecieron los gramáticos, complicándolo todo lo que empezó siendo un simple verbo. 

El principito

Antoine de Saint Exupéry, autor de El principito, antes de desaparecer misteriosamente a bordo de su avioneta en un desierto del norte de África, volvió a encontrarse con su pequeño amigo en un asteroide lejano, donde las flores tenían voz y pensamientos; pero esta vez, en lugar de dibujar un elefante dentro de la serpiente-boa, con apariencia de un sombrero, dibujó un elefante con la trompa que tenía la apariencia de una serpiente-boa.

–¿Qué hay dentro del elefante? –preguntó el aviador, que era el alter ego de Antoine de Saint Exupéry.

El principito, quien antes pudo ver con asombrosa facilidad al elefante digerido por una serpiente-boa, contestó:

–Dentro del elefante hay una caja, dentro de la caja un carnero con cuernos y, como tú bien sabes, hay también una serpiente-boa fugándose por la trompa del elefante.

Detective

Su sombra era el detective que le seguía y perseguía los pasos pisándole los talones.

Fidelidad

Era el único hombre fiel en el pueblo y, sin embargo, el que más engaños amorosos soportó.

La muerte

Es un largo camino por donde irás y no volverás.

Canibalismo

Cuando su esposa se negó a obedecer sus palabras, él remontó en cólera y reavivó su canibalismo. La cogió por las trenzas y la arrastró hasta el oscuro sótano de la casa, sacó el combo de la caja de herramientas y la golpeó en la cabeza hasta destaparle los sesos. Después empuñó el machete, la decapitó y le cercenó las extremidades. Bebió su sangre y comió sus restos, empezando con la lengua y terminando con los pechos. Con las partes que no pudo engullir, cocinó guisos para dárselos de comer a sus hijos.

Mi cadáver

Una voz temblorosa anunció el descubrimiento de mi cadáver. Desde ese instante, se puso en marcha una compleja maquinaria de investigación, todo con el objetivo de explicar el crimen y dar con el culpable. Un policía tomó fotografías del lugar, de la posición de mi cadáver y mis heridas, mientras otro recogía objetos en busca de huellas, pelos, manchas somáticas o cualquier otro posible indicio del crimen. Pero lo que nadie sospechaba era que toda la investigación para encontrar al culpable se tornaría en una labor inútil, debido a que el asesino, que me quitó la vida con premeditación y alevosía, se escondía dentro de mi cadáver.  

viernes, 12 de abril de 2024

DOS RECONOCIMIENTOS PARA VÍCTOR MONTOYA EN ORURO

En el marco de la Feria del Libro Oruro Lee, Hacia el Bicentenario, que se realizó en el Salón Luis Ramiro Beltrán de la municipalidad orureña, entre el 8 y 9 de abril del 2024, el escritor boliviano Víctor Montoya fue merecedor de dos reconocimientos.

El primero de parte del Concejo del Gobierno Autónomo Municipal. El reconocimiento dice al pie de la letra: A Víctor Montoya, escritor periodista y pedagogo, por su destacado e importante aporte intelectual y literario a la sociedad. Siendo merecedor de este reconocimiento, hacemos llegar felicitaciones y éxitos. Otorgado en la ciudad de Oruro, a los ocho días del mes de abril del año dos mil veinticuatro.

El segundo fue entregado por la Asamblea Legislativa Departamental. En la resolución se lee: La comisión de educación, derechos humanos y política social de la Asamblea Legislativa Departamental de Oruro, en mérito a sus facultades y atribuciones establecidas por el ley, otorga el presente reconocimiento al escritor Víctor Montoya, por su exitosa y destacada trayectoria en la literatura nacional; aportando favorablemente en la redacción de libros y el fortalecimiento de la lectura de nuestros habitantes, brindando de esta manera un alto nivel de enseñanza a los lectores de nuestro departamento y de todo el territorio boliviano. Asimismo, es menester enaltecer el compromiso de trabajo, esfuerzo y dedicación de quienes son sembradores del saber y cosechadores de conocimientos formando nuevas generaciones a través de sus enseñanzas mediante sus libros elaborados. Oruro, abril, 2024.

Los reconocimiento fueron entregados en la Sala del Concejo Municipal de Oruro y en el Salón Luis Ramiro Beltrán, ante la presencia de autoridades ediles, escritores/as, docentes de educación primaria/secundaria y público en general. 

 

viernes, 5 de abril de 2024

FERIA DEL LIBRO Y CONFERENCIAS EN ORURO

En el marco de la Feria del Libro, a realizarse entre el 8 y 9 de abril, se dictarán tres conferencias en torno a la literatura infantil y juvenil, en el Salón “Luis Ramiro Beltrán”, el martes 9, a Hrs. 18:00. El evento está organizado por la Secretaria Municipal de Oruro, la Asamblea Legislativa Departamental y el Centro de Investigación y Estudios Lingüísticos y Literarios. Las conferencias, destinadas principalmente a los/las docentes, estarán a cargo del escritor potosino Rimberty Mamani Herrera, el escritor y pedagogo Víctor Montoya y la Dra. Práxides Hidalgo Martínez. 

lunes, 1 de abril de 2024

CUENTOS DEL MÁS ALLÁ

En todas las épocas y culturas, al margen de las nuevas tecnologías de comunicación, se han creado y recreado cuentos de espanto y aparecidos, ya que forman parte de nuestra condición humana más primitiva, de nuestros instintos de supervivencia y de nuestro inevitable temor a lo desconocido. Los humanos, perdidos en medio de la naturaleza salvaje, sostenía Federico Engels, han sido capaces de formularse preguntas sobre el porqué de las cosas materiales e inmateriales, aunque no siempre hallaron respuestas racionales y científicas. Así que, desde la más remota antigüedad, se han dedicado a desentrañar los misterios que esconden los fenómenos físicos y paranormales. Es ahí donde entroncan mis Cuentos del más allá, que no son otra cosa que narraciones vinculadas a las creencias ancestrales de nuestras culturas y al sincretismo religioso que se generó en nuestro continente tras la circunnavegación de Cristóbal Colón.

Los bolivianos, desde la niñez, hemos crecido escuchando cuentos de espanto y aparecidos en boca de nuestros padres y abuelos. Son narraciones que no pasan de moda; por el contrario, se reinventan y se actualizan sin cesar. De ahí que los Cuentos del más allá, al menos para los aficionados al género de terror, siguen siendo tan actuales como en el pasado. No es casual que los internautas modernos, que manejan con destreza las diversas aplicaciones del celular, Facebook, Twitter, YouTube, TikTok o WhatsApp, hagan circular por las redes una infinidad de cuentos que los transportan a otras dimensiones, donde es posible disfrutar de las aventuras y desventuras de los personajes fantásticos y extraterrenales creados tanto por los autores como por el poder de la imaginación popular, que no conocen barreras temporales ni espaciales.  

La mayoría de los cuentos de espanto y aparecidos, que fueron rescatados de manera literaria por los escritores de todos los tiempos, para evitar que sucumban en los polvos del olvido, forman parte del patrimonio cultural de un pueblo, con la impronta que caracteriza a cada uno de los autores que recrean –y recrearon– la tradición oral, que está en el origen de todas las grandes culturas, respetando la esencia impuesta por los valores ético-morales de una determinada época en el desarrollo de la colectividad.

Los Cuentos del más allá, que se publicaron como cuenta gotas en el suplemento sabatino del diario Extra, tuvieron una excelente acogida entre los fanáticos del género de terror, incluidos los estudiantes de secundaria de varios establecimientos educativos, que adoptaron como material de lectura entra en sus clases de lenguaje y literatura.

No está por demás decir que la publicación del libro, hecho de magia, fantasía y supersticiones, me ha colmado de enormes satisfacciones y, a la vez, me planteó un reto que puso a prueba mi vocación de narrador y mi capacidad de crear y recrear cuentos paranormales, con las mismas técnicas y los mismos recursos escriturales que requieren otros géneros para el tratamiento de otros temas ajenos a la literatura de terror y ciencia ficción.       

Los Cuentos del más allá, además de tocar la sensibilidad emocional de los lectores, transmiten una sensación de miedo, horror y suspenso como parte del desarrollo de la trama, con un lenguaje elíptico y una fuerza imaginativa que inducen hacia un universo de espanto y aparecidos, donde se complementan lo real y lo ficticio, como una forma de despejar las dudas concernientes a los fenómenos físicos de la naturaleza, los instintos de la condición humana, los misterios de la muerte y, consiguientemente, la existencia de otras formas de vida en el más allá.

Este espeluznante volumen de cuentos intentan convencer a los lectores de que es posible lo imposible, a través de cincuenta historias protagonizadas por criaturas fabulosas y seres que, después de muertos, retornan al reino de los vivos en forma de fantasmas, espíritus o almas en pena, produciendo sonidos, desprendiendo aromas y desplazando objetos en el mismo lugar donde habitaron o enfrentaron una violenta muerte, que los condenó a vagar sin poder encontrar la paz eterna en la tumba.

Los cuentos son una propuesta literaria en la que no faltan los argumentos imaginativos y, por supuesto, ficticios, con un gran despliegue del lenguaje simbólico y la descripción de ambientes tétricos que, de por sí mismos, conceden un dejo de suspenso a las narraciones de hechos paranormales que son clasificados como sucesos insólitos y del más allá, debido a que las mismas historias están contextualizadas en sitios desolados o sombríos, como catacumbas, cementerios, galerías mineras o casas abandonadas, ámbitos que provocan un sensación de temor a lo desconocido o sobrenatural que ha acompañado a la humanidad desde tiempos remotos, como una condición genética que nos heredaron los animales prehistóricos.

Es evidente que el género de terror, que forma parte de la literatura fantástica y gótica, tiene la propiedad de causar susto o miedo en el lector, a partir de elementos que juegan con la fantasía, los sentimientos más fuertes y primitivos del ser humano. El autor, durante el proceso de creación de su obra, imagina personajes y ambientes que permitan desarrollar una historia que, revestida de realismo y verosimilitud, penetre en la fantasía del lector como si de veras estuviese envuelto en una atmósfera de misterio, permitiéndole experimentar sensaciones emocionales vinculadas a una secuencia de hechos que le causan zozobra y espanto, aunque la historia narrada no sea más que una invención ficticia capaz de confundirse con la realidad cotidiana de una sociedad.  

En estos cuentos, escritos sobre la base de factores sobrenaturales, ambientes inquietante y personajes repulsivos que provocan sensaciones de miedo en el lector, se retratan a las almas condenadas, a los fantasmas sin nombre ni rostro, a los asesinos en serie, a los monstruos infernales y a los animales creados por el imaginario popular, con descripciones estremecedoras y escenas espeluznantes, donde andan sueltos los reaparecidos, brujas, vampiros, hombres lobos, mutantes y una serie de personajes con atributos ajenos a los que poseen los simples mortales. 

La literatura de terror, muchas veces denominada literatura gótica, se caracteriza por ser un género relacionado con el miedo, como si se quisiera explorar el lado oscuro de la naturaleza humana, a partir de acontecimientos que contienen elementos psicológicos o psicoanalíticos, comunes al género humano, indistintamente de la época, condición social y tradición cultural a la que pertenece el lector. Los cuentos de espanto y aparecidos no distinguen fronteras ni nacionalidades, debido a que son narraciones que llegan, con la misma fuerza, a los lectores que gustan y disfrutan leyendo cuentos que estimulan la imaginación y despiertan los instintos de horror ante los fenómenos que no tienen asidero en el pensamiento lógico y racional. Sin embargo, pese a las críticas por su inverosimilitud y sus escenas de sangre, son leídos con la misma avidez tanto en Oriente como en Occidente, tanto en África como en América. 

En los últimos años se ha incrementado la edición de libros de terror destinados a los adultos, niños y jóvenes, razón por la que es necesario aproximarnos a algunas de las características de esta temática, que cada vez tiene más autores y autoras que abordan la temática del terror desde distintos puntos de vista.

Los libros de terror, por su propia naturaleza, están basados en elementos fantásticos y, casi siempre, en fenómenos sobrenaturales y extraordinarios, con la intención de horrorizar al lector, tocándole las partes más sensibles de su ser, con historias que parecen emergidas de ultratumba o llegadas del más allá, del otro lado de la vida, donde se producen hechos escabrosos y sobrenaturales, cuyos sucesos aceleran la adrenalina y ponen la piel de gallina. 

jueves, 28 de marzo de 2024

HOMENAJE AL YARAWIKU WILLY FLORES

En el marco de la Primera Feria Internacional del Libro en El Alto, realizado entre el 7 y 17 de marzo, en la Terminal Metropolitana de la ciudad, se rindió un merecido homenaje al poeta, declamador, actor y dramaturgo alteño Willy Flores.

El acto central, en el que además se presentó su libro Los caminos del yarawiku, contó con la presencia de numeroso público, los declamadores jóvenes y niños del Centro ALBOR Arte y Cultura, más la participación del poeta aymara Clemente Mamani y el escritor Víctor Montoya, quienes destacaron, tanto en español como en aymara, la vida y obra del yarawiku y amauta Willy Flores (Ilabaya, 1979 – El Alto, 2020); un personaje destacado en el ámbito sociocultural de la ciudad más joven de Bolivia, donde aprendió a hablar el español en la escuela primaria, a declamar poemas en su adolescencia, obteniendo, en varios certámenes, los primeros lugares con sus interpretaciones poéticas. Fue fundador y director del Centro ALBOR Arte y Cultura desde 1997 hasta el día de su llorado fallecimiento, que fue provocado por la sañuda persecución política que se desató en su contra, por el simple hecho de haber sido empleado público del Ministerio de Culturas, después de los fatídicos acontecimientos en noviembre de 2019.

Puso en escena varias piezas de teatro, entre ellas, Las venas abierta de América Latina, basada en la afamada obra del escritor uruguayo Eduardo Galeano, y Bolivia Diez, en la que se refleja la historia de Bolivia y, específicamente, de la ciudad de El Alto, donde se recogen escenas que retratan la Guerra del Gas (octubre de 2003), las diversas convulsiones populares contra las dictaduras militares y los gobiernos neoliberales, sin omitir las masacres perpetradas por las fuerza de represión contra los obreros, campesinos y pueblo en general.

En palabras de Víctor Montoya, el poeta, actor y dramaturgo Willy Flores desarrolló un teatro de compromiso político. Estaba convencido de que, al mejor estilo de Bertolt Brecht, el arte servía también como un instrumento de transformación social, una nueva forma de hacer teatro revolucionario en tiempos en que la sociedad necesita de la concurrencia militantes de sus artistas para transformar las estructuras del sistema capitalista.

No cabe duda de que Willy Flores estaba ligado a sus raíces aymaras y al sentir de su pueblo cuando escribía sus poemas y sus piezas de teatro, que eran una suerte de gritos de protesta y denuncia contra las injusticias sociales y las discriminaciones raciales, Nunca cesó en su afán de crear conciencia crítica entre los espectadores y actores. Su contribución teatral y poética ha dejado profundas huellas en la población alteña, sobre todo, entre los jóvenes y niños, a quienes les dedicó lo mejor de su tiempo y su talento, como quien siembra un día semillas en las bellas artes de la poesía y el teatro, con la esperanza de que otro día florezcan con conciencia social y sabiduría.

Al finalizar el acto y durante la clausura de la Primera Feria del Libro en la ciudad de El Alto, el Gobierno Autónomo Municipal y las instituciones auspiciadoras de este importante evento cultural, hicieron entrega de un reconocimiento a Willy Flores, en manos de su viuda María Elena Cárdenas, actual directora del Centro ALBOR Arte y Cultura.    

lunes, 5 de febrero de 2024

EL CONDE ALQUIMISTA Y CAZADOR

Un terrible suceso marcó la vida del Conde. Cuando apenas tenía nueve años, en una actividad de cacería en el monte, vio desangrarse a su padre, quien, no acostumbrado a llevar como compañía a perros de caza, fue mortalmente atacado por una enorme bestia, parecida a un jabalí, que le clavó los colmillos en el pecho y le arrancó a mordiscos el corazón.

Mientras el padre se desangraba entre estertores de agonía, el niño, luego de espantar a la bestia arrojándole piedras y emanando lacerantes gritos, se le acercó a paso ligero, se postró de rodillas y vio como agonizaba su padre, cubriéndose con las manos el hueco que quedó en su pecho.

El niño nada pudo hacer por él, salvo expresarle palabras de dolor y consuelo, repitiéndole que lo quería mucho y prometiéndole que algún día vengaría su muerte, atrapando a la bestia y dándole una muerte como jamás se vio en una faena de cacería.

Cuando su padre cerró los ojos por última vez, el niño se mordió los labios y una lluvia reprimida de lágrimas brotó por sus ojos y llegó a sollozar amargamente ante el cadáver, sintiendo que todo había acabado ese día, que la vida sin su padre no tenía ningún sentido, que no querría dormir ni comer. Todo había terminado ese funesto día, ¡todo!

No había duda, la visión del brotamiento de sangre, más la impactante escena de la muerte de su progenitor, lo persiguió al Conde a lo largo de su vida, como el mayor trauma originado en su infancia. Además, mientras más transcurría el tiempo, mayor era el odio que sentía contra las bestias salvajes y mayor su obsesión por ver brotar la sangre de un cuerpo y de un palpitante corazón.

Durante su adolescencia y juventud, con la misma escopeta, calibre 12, y la misma daga de caza, con hoja de acero y mango de cuero, que solía usar su padre, había dado muerte a varios animales salvajes. Su obsesión por la sangre no desapareció de su mente, ni cuando conoció a la mujer que conquistó sus sentimientos en una fiesta de gala, donde él asistió sentado en una carroza tirada por cuatro caballos.

Ella quedó maravillada por la atractiva elegancia y sorprendente belleza del Conde, vestido a la usanza de los hombres de la aristocracia de otros tiempos. Su bastón con cabezal marmolado, su sombrero de copa y su capa de tres cuartos, hacían juego con su negra barba de azulados reflejos, dándole una singular presencia ante su atenta mirada de mujer acostumbrada al garbo y la gallardía de los hombres capaces de penetrar en el corazón y el pensamiento de una mujer de gustos extremos respecto a las características que debía poseer un hombre.

Esa misma noche, después de entablar una conversación amena e iniciar una relación de atracción mutua en la pista de baile, se montaron en la carroza que los estaba esperando fuera del local y se fueron en dirección a la mansión del Conde, ubicada en las afueras de un pueblo de reminiscencias medievales. Ella estaba impresionada por el poder económico que ostentaba su reciente conquista, quien era siempre bien recibido por la servidumbre, a cualquier hora del día o de la noche.

Cuando contrajeron matrimonio, ella comprendió que una de sus ocupaciones de su esposo era salir de caza al monte y carnear a los animales untándose con sangre el cuerpo entero, pero lo que nunca llegó a saber es que este hombre de aspecto elegante y conducta desmesuradamente reservada, era un extraño místico etílico, que se entregó a la alquimia en un intento por encontrar el modo de fabricar oro, mediante experimentos que empezaban en su laboratorio, ubicado en los sótanos de la mansión, y terminaba en la bodega, donde bebía cinco litros diarios de un añejo vino de 22 grados.

No pocas veces, para alcanzar su objetivo y sin apenas dormir, se rodeó de brujos, nigromantes, videntes y adoradores del diablo, que no eran otra cosa que un grupo de embaucadores que le hacían creer que por prácticas de esoterismo y magia negra, más que por sus experimentos de alquimia, lograría llenar sus arcas con el preciado metal, que carecía de olor pero que tenía el color parecido al excremento.

Al cabo de cierto tiempo, se dio cuenta que su sueño de fabricar oro no se hacía realidad; por el contrario, los embaucadores le costaban una fortuna que lo iban arruinando más y más, hasta que, desengañado y desvariado por su excesivo consumo de alcohol, despidió a la gran mayoría de quienes se consideraban sus leales y sabios colaboradores.

Los pocos que quedaron a su mando, sobre todo los brujos y adoradores de las fuerzas malignas, no tardaron en persuadirlo que solo con la ayuda del Diablo podía conseguir el oro que anhelaba. Él no estaba del todo convencido, pero optó por seguir sus consejos, con la esperanza de que un buen día el dorado metal se le apareciera a manos llenas.

Una noche, mientras dormía en la bodega y luego de haber caído en un tremendo delirium tremens, escuchó voces de ultratumba y tuvo alucinaciones de que se le apareció el Diablo ante sus ojos, como un halo de fuego desvaneciéndose con la misma ilusión fantástica con la que se le apareció en medio de la habitación bañada por la pálida luz de los candelabros.

Él no supo qué hacer. Se mantuvo quieto como una roca y con la respiración contenida. Después se levantó del camastro, abrió la puerta y salió de la bodega como un demente, sosteniéndose apenas sobre los pies. Llamó a uno de los adoradores del Diablo, casi muerto de pánico, y le solicitó que redoblasen los ensalmos y las conjuras para que no se le volviese a aparecer el maligno, sin antes anunciar su presencia, pues las inesperadas visitas no eran de su agrado. Su colaborador le prometió que así lo haría y se retiró de la bodega, que emanaba un inconfundible aroma a madera de roble y uva moscatel, macerado durante meses o años en ese lugar de temperatura templada y oscura, donde las antorchas se encendías solo cuando el Conde se encontraba en su interior, bebiendo hasta caer rendido sobre el camastro y quedarse dormido hasta el amanecer.

Todos los días que el Conde se pasaba bebiendo en la bodega, su mujer se pasaba metida en la alcoba, pero no sola, sino en compañía de otro cazador, que era el amigo y compañero de caza de su marido; una relación de infidelidad del que no se enteró el Conde, quien parecía estar feliz en la bodega, donde se le aparecía el Diablo, pero no el oro. De modo que, más arruinado que antes, despidió a todos sus colaboradores y volvió a dedicarse a una de las grandes pasiones de su vida: la caza.

Al Conde le encantaba matar y carnear al animal en el mismo lugar donde había sido abatido; una acción que le proporcionaba una enorme satisfacción. Es decir, el simple hecho de ver brotar la sangre a borbotones, le causaba un insondable placer, entretanto su presa se retorcía en el suelo, los ojos en blanco y las patas estiradas en el aire.

Así se mantuvo por mucho tiempo, hasta el día en que, ni bien el sol declinaba hacia el ocaso, él mismo sería cazado por otro cazador más veloz y más diestro en manipular y disparar las armas de fuego.

Estaba en medio del monte, un día cualquiera de caza, cuando el Conde escuchó unas pisadas acercándose hacía él. No sabía quién era porque el tupido follaje de unos árboles no le permitía distinguir con nitidez a su perseguidor, quien no tardó en mostrarse de cuerpo entero, con la escopeta en las manos y una extraña expresión en el rostro.

Cuando el Conde lo vio de cerca, le clavó la mirada y, sin entender el porqué de la persecución, exclamó:

-¡Tú! ¿Qué haces aquí?

El amante de su esposa no dijo nada. Se plantó con las piernas abiertas, le apuntó con la escopeta de cañón estriado, presionó el gatillo y le disparó contra el pecho, desplomándolo de espaldas y los brazos en forma de cruz. La bala le penetró por el pecho y le salió estallándole el pulmón derecho. La sangre saltó a chorros y su corazón dejó de latir poco después.

El amante de su esposa miró por todos lados, para asegurarse que no había testigos del crimen, se dio la vuelta y se alejó por el mismo sendero por donde había llegado.

No se trataba de cualquier cazador, sino del amante de su esposa, quien, cada vez que él se marchaba de caza, internándose en el monte de sol a sol, lo engañaba acostándose con el amante en la misma alcoba y en la misma cama, donde él dormía como un tronco después de haberse vaciado dos botellas de añejo vino en la bodega, que era el sitio donde se refugiaba cada vez que le atacaba una fuerte depresión por el trauma que le causó la muerte de su padre, un hombre acaudalado, viudo y sin más herederos que el hijo que ahora yacía muerto en entre los matorrales, lejos de su mansión y de su esposa, como una carroña arrojada a los animales salvajes, que no tardarían en devorárselo entero, sin dejar rastros alguno de su existencia.

Así es como el cazador terminó siendo capturado por otro cazador que, además, se casó con su hermosa esposa y se convirtió en el nuevo heredero de los bienes que atesoraba en la mansión, donde nadie se preocupó por su ausencia. Y si algún vecino o forastero preguntaba dónde estaba el Conde, la viuda se encargaba de responder que el él hizo un pacto con el Diablo y que éste se lo cargó al infierno, sin dar explicaciones ni dejar huellas de este hombre que se dedicó a la alquimia y a cazar animales salvajes, sin advertir que un día lo perdería todo por la traición de una mujer que un día le entregó su amor y que otro día se lo quitó por el amor de otro cazador. 

jueves, 18 de enero de 2024

LAS BRUJAS

Mi abuela contaba que algunas brujas tenían pies palmeados como los de un pato, cola de pez, pechos descomunales y que eran feas con ganas, pero que podían cambiar de apariencia por medio de consumir pócimas mágicas, convirtiéndose en mujeres jóvenes y bellas, con largas cabelleras que peinaban con peinetas de oro y cuerpos esculturales que lucían lujosas prendas hechas con telas exclusivas y joyas llenas de piedras preciosas.

Las brujas podían transformarse, después de salir del encantamiento, en mujeres acaudaladas que poseían grandes riquezas y eran dueñas de suntuosas mansiones. Sus palabras, que emergían de su boca azotadas por una lengua larga como el látigo, poseían poderes sobrehumanos y su mente la capacidad de adivinar el futuro de cualquiera, con solo mirarle a los ojos y tocarle la palma de la mano. Además, podían comunicarse con los espíritus del mal y con los difuntos. Preparaban ponzoñosos ungüentos, en base a fórmulas secretas, para untarse en el cuerpo, desde los cabellos hasta la punta de los pies, para ser invencibles e invisibles. Bebían brebajes afrodisíacos e infusiones que tenían efectos especiales como alucinaciones y orgasmos, y que atraían a los hombres como a las moscas a la miel. 

Las brujas eran más activas de noche que de día. Se parecían a Satanás, que tenían el atributo de disfrazarse de un sinnúmero de animales domésticos y salvajes. Se desplazaban por los aires montadas a horcajadas en el palo de una escoba, volaban rápidamente gracias a los poderes concedidos por el diablo y se transportaban, de un lado a otro, empujadas por una violenta ráfaga de viento. A veces, se parecían a una criatura mitad humano mitad carnero, con cuernos en la cabeza, patas de cabra desde las caderas hasta las pezuñas, orejas puntiagudas, abundante cabellera, nariz chata, cola de caballo, dentadura con colmillos y ojos de fuego. Caminaban como los humanos, pero  se comportaban como los demonios; gustaban de las bebidas espirituosas, eran amantes de los hombres jóvenes y disfrutaban de los placeres físicos y la  promiscuidad sexual. No había luz de la divinidad que las intimide ni ley humana que las dañe. Ellas eran dueñas absolutas de su cuerpo, como eran juezas supremas de sus dichos y hechos.

Cuando le preguntaba a mi abuela si realmente existían esas mujeres, que eran más poderosas que todos los santos juntos, ella, sin sonrojarse ni sentir una pisca de pudor, me contestaba que sí, que incluso algunos parroquianos, bajo los efectos del alcohol y el delirio, las veían, en las noches lóbregas y sin estrellas, bajar desde la punta de los cerros en carrozas de fuego, tiradas por briosos corceles de seis patas, llevando al mismísimo diablo, con aspecto de macho cabrío, nada menos que sentado en sus faldas y mamándoles los senos.

Las brujas que conoció o imaginaba mi abuela no eran de este mundo, sino de otro que no fue creado por Dios sino por Satanás. Se comían vivos a los niños recién nacidos y volaban por las noches como thaparankus (mariposas nocturnas de gran tamaño), buscando posarse en el cuello de un hombre para chuparle la sangre hasta dejarlo sin fuerzas ni conocimiento. Solo cuando sus víctimas caían desmayados al suelo, emprendían vuelo en plenilunio y desaparecían bajo el argentado reflejo de la luna y entre los mortecinos mantos de medianoche.

Si alguna vez le preguntaba cómo podía hacer para conocer a una de esas brujas, mi abuela se limitaba a mirarme con ternura, como cuando era niño, y no decía nada. Pero si yo insistía en buscar una respuesta a mi pregunta, ella volvía a mirarme y, convirtiendo su voz en un extraño siseo, me contestaba que las brujas estaban en todas partes, pero que solo se dejaban ver con los hombres y las mujeres que creían en ellas, como cuando uno cree en el Creador, aunque nunca se lo haya visto en ninguna parte, porque cuando uno experimenta un trance de profunda fe, puede ver lo que no existe y oír voces en medio del silencio.

Yo me quedaba pensativo, pero con la piel erizada de miedo y el corazón latiéndome con fuerza, como si un sapo se me hubiese metido en el pecho. Al fin y al cabo, comprendía que las historias de brujas eran como todas las historias que nacían de la imaginación de los humanos, quienes, si fueron capaces de crear a seres divinos, cómo no podían ser capaces de crear a seres demoniacos y malignos, ya que tanto el bien como el mal son como la luz y la sombra metidas en el corazón y la mente de los simples mortales.        

Las brujas que conoció mi abuela, como ya mencioné, no existían más que en su imaginación, aunque a decir verdad, ella era una de las mujeres que bien hubiese querido ser una de ellas, para metamorfosearse en lo que quisiera y burlarse de los sentimientos de mi abuelo, que no soportaba a las mujeres que tenían poderes mágicos, sociales, políticos, culturales o económicos. Lo que mi abuelo prefería, de todo corazón, era tener una mujer sumisa y doméstica, que le sirviera en la mesa y en la cama sin desobedecer los mandados ni quejarse de su condición de mujer domada.

Las brujas de las que hablaba mi abuela, con tanto entusiasmo, formaba parte de su pensamiento secreto, de su deseo de rebelarse contra el patriarcado y tumbar las costumbres atávicas de las mujeres que soñaban con ser brujas, al menos, una vez al año y con todos los atributos que poseían ellas, que salían volando de la ingeniosa fantasía de mi abuela, mientras mi abuelo le miraba despreciándola, sin muchas palabras, pero consciente de que las mujeres que se rebelaban contra la palabra divina eran como las brujas, capaces de meterse en el cuerpo y la mente de cualquiera que decidía romper con uno de los sagrados mandamientos del Todopoderoso y repetir el mismo pecado que cometió Eva en el Jardín del Edén.

Alguna vez, le escuché decir a mi abuelo que las mujeres libertinas, que tenían la capacidad de infiltrarse en la vida urbana y hasta mezclarse con las ceremonias de la religión católica, eran una lacra social y una amenaza para las buenas costumbres cristianas, ya que la mujer, desde el día de su matrimonio, debía prometer sumisión, pero no al demonio sino al marido. En cambio mi abuela las consideraba mujeres emancipadas, revolucionarias y víctimas de las persecuciones desatadas por los padres de la Iglesia. Decía que las brujas fueron las primeras feministas ejecutadas por sospechas de herejía en la época oscurantista de la Inquisición.

Al final, cuando fallecieron mi abuela y mi abuelo, ella debido a una enfermedad desconocida y él a causa de su vejez, comprendí que las brujas de mi abuela eran personajes que simbolizaban su deseo de liberarse de las ataduras que le impuso una sociedad  que no respetaba los derechos de la mujer. Asimismo, comprendí que los reproches que salían de la boca de mi abuelo, como dardos envenenados por la desilusión y el odio, representaban a un sistema machista, donde el hombre debía someter a la mujer por haber sido creada de una de las costillas del hombre, no porque esta situación lo hubiese decidido mi abuelo, sino porque así lo quiso el Altísimo desde el origen de los tiempos.

En cualquier caso, las brujas imaginadas por mi abuela no eran tan malas como las describían los inquisidores, sino, simple y llanamente, mujeres que transgredían las leyes divinas y criticaban las costumbres morales que las ataban de pies y manos, y las hacían creer que lo que Dios unió, como en el acto del matrimonio religioso, no lo podía separar nadie, aunque en la vida real eran más las parejas que vivían en pecado que en santidad, salvo quienes estaban dispuestos a soportarse hasta el fin de sus días, atados por los lazos del verdadero amor, sin necesidad de imaginar más brujas en la mente ni dar espacio a las fuerzas malignas en los laberintos del corazón.