VICTOR MONTOYA
LA CUEVA DEL TIO DE LA MINA
sábado, 2 de diciembre de 2023


MICROS
Cuestión
de diablos
Un Diablo cayó al agua.
Otro Diablo lo sacó,
mientras un tercero se preguntaba:
¿Cómo diablos se cayó?
En
el desierto
La mujer cayó de la cabalgadura mientras dormía. El caballo relinchó ante
la presencia de una serpiente, provocó la estrepitosa caída de su jinete. Ella,
cuando despertó, no sabía cuándo ni cómo pasó, pero estaba sola y
abandonada entre las salvajes dumas del desierto.
El hombre de la botella
Sumergido en su enésima borrachera, sabía que lo más importante, después de
haberse zambullido en los toneles de aguardiente, era volver a trepar por sus
empinadas paredes, alcanzar el borde, salir con vida y cargado de una sabiduría
que solo se aprende tras tocar fondo, donde hay un cofre de riquezas que un día
perdió el Diablo.
Monstruos
Si el
sueño de la razón produce monstruos, entonces el monstruo de la razón produce
más monstruos.
El locoto
–El locoto colorado es sabroso –dijo mi suegra.
–Sí, señora –corroboré su gustito–. Es sabroso porque
pica dos veces.
Mi suegra, poniéndose colorada como el loco, se sonrió
picarona y añadió:
–Sí, pues, pica al comer y pica al…
sábado, 25 de noviembre de 2023
LA BELLA Y LA
BESTIA, UNA HISTORIA DE MAGIA Y ESPERANZA
Muchísimos
cuentos de hadas hablan de un príncipe convertido en monstruo o animal salvaje,
debido a los hechizos de una malvada bruja; ésta es la condición con la que
sobrevive, casi siempre escabulléndose en ámbitos penumbrosos, el monstruo que
simboliza la animalidad integrada en la condición humana, hasta que es redimido
por el beso y el amor de una doncella.
La Bella y la Bestia, probablemente, en sus diversas versiones, sea el
cuento de la tradición oral que, entre grandes y chicos, ha tenido más éxito en
todas las culturas y épocas, desde que la escritora Marie Leprince de Beaumont
(1711-1780), que abrevió y modificó las antiguas versiones bajo los simples
arquetipos del cuento de hadas, publicó El
almacén de los niños (1757), en el
que se incluyó su versión de La Bella y
la Bestia, y que el cineasta francés Jean Cocteau lo llevó a la pantalla en
1946, con un éxito que popularizó la imagen de una bestia, con aspecto de león,
quien, tras haber sido víctima de un hechizo, vivía escondido en su castillo,
hasta que la presencia de una bella mujer transformaría su infortunio en
felicidad.
El poder del amor como argumento
La
Bella y la Bestia es un cuento fantástico cuya acción transcurre en un
mundo imaginario, donde la magia es eficaz y el amor es capaz de vencer los
obstáculos. Todo comienza con la historia de un viejo mercader,
viudo y con tres hijas. Dos mayores, presuntuosas y vanidosas, y una menor,
humilde y bondadosa, a quien por su belleza llaman Bella,
El mercader, tras realizar un viaje, se dirige desde el
puerto rumbo a su casa, pero se pierde en el bosque, hasta que se refugia en un castillo encantado, habitado por una
misteriosa Bestia, quien, al encontrarlo en el jardín, le ofrece descanso y
alimento,y lo retiene en el castillo como su prisionero. El
mercader le pide que lo libere. El monstruo promete hacerlo, pero a condición
de que le conceda en matrimonio a una de sus hijas.
Cuando
el mercader retorna a su hogar, les cuenta a sus hijas lo que le había pasado
en el bosque y el castillo. Las hijas mayores no quieren saber nada de las
pretensiones del monstruo, a diferencia de la hija menor, la Bella, que se
ofrece cumplir la promesa de su padre, yéndose a vivir en los ricos aposentos
de la Bestia, quien la visita cada noche, suplicándole que se case con él, pero
ella le rechaza una y otra vez, hasta que cierto día, ve en su espejo mágico
que su anciano padre está muy enfermo. Entonces le ruega a la Bestia que
permita verlo por última vez. La Bestia accede a su pedido, con la condición de
que regrese al castillo antes de ocho días.
La
Bella no vuelve a tiempo y encuentra a la Bestia agonizando en el jardín,
debido a la tristeza que le causó su ausencia. Ella se arrodilla ante la
Bestia, quien exhala sus últimos alientos de vida, y, entre lágrimas y
súplicas, le pide que no se muera, porque lo ama y quiere ser su esposa. La
Bestia, al escuchar estas mágicas palabras, sana y se transforma en un apuesto
príncipe. Acto seguido, él le revela que, por medio del encantamiento de una
malvada bruja, había sido convertido en una horrible bestia para que ninguna
mujer deseara casarse con él; y que la única manera de romper con la maldición
era que alguien se enamorara de él, pero sin antes conocer el porqué del
encantamiento.
La
Bella y el príncipe se casan y viven felices en el castillo, junto a su padre,
mientras las dos hermanas mayores son transformadas en estatuas de piedra, pero
sin perder la consciencia, para que sean testigos de la felicidad de la Bella y
el príncipe, quien dejó de ser Bestia por la magia y el poder del amor.
Entre la realidad y la ficción
Si este tipo
de historias fuesen ciertas y se replicaran en la vida real, sería una
maravilla, como una maravilla son los cuentos que abordan temas donde se
amalgaman la realidad y la fantasía, procurando que los elementos fantásticos y
mágicos parezcan también realidades comunes y cotidianas.
Sin embargo, lo cierto es que los cuentos como La Bella y la Bestia, que están estructurados sobre la base de la desbordante imaginación de los autores, son narraciones que juegan con la fantasía del lector y que no tienen la función de impartir lecciones de senso-moral ni ser textos didácticos para enseñar a discriminar lo que es bello y lo que es feo, pero tampoco son temas donde la fantasía debe diferenciarse de la realidad. Por cuanto la La Bella y la Bestia es un cuento de la tradición oral, donde la ficción puede superar a la realidad, al menos, si se necesita de estos cuentos para superar la inseguridad y falta de autoestima.
Con todo,
este cuento clásico continúa conquistando los corazones de grandes y chicos,
que sueñan con esta mágica historia de amor y fantasía, que a los lectores les
permite abrigar la ilusión y la esperanza de que la belleza de una persona no
está en su físico, sino en su personalidad, ya que lo más importante no es la
belleza superficial, sino el bondadoso corazón que posee un individuo, como si
tuviese un bello príncipe atrapado en su interior.
La Bella y la Bestia, al margen de la fantasía y la magia que encierra
en su estructura literaria, es una idealización de un romance en el que se
justifica que el hombre puede parecerse a la Bestia mientras tenga sentimientos
nobles. O un mero enunciado lírico para quienes creen que el hombre mientras más feo, más bello. Está claro
que este dicho se dice por decir, sobre todo, si nos enfrentamos a los actuales
cánones de belleza masculina que, así no se reconozca públicamente, es tan
importante como la belleza femenina. Es cuestión de ingresar a las redes
sociales para advertir que los artistas, cantantes y deportistas que más
cotizan son aquellos cuyas figuras son más atractivas por su aspecto físico que
por su competencia intelectual, más por lo que lucen por fuera que por lo que
atesoran por dentro.
Fealdad y belleza
La Bella y la Bestia es la perfecta metáfora de una relación amorosa
donde la belleza de la mujer se sobrepone a la del hombre, que, aun siendo
chato, gordo y feo, es apreciado por otras cualidades más internas que
externas, o, simplemente, porque posee poderes sociales, políticos y
económicos, ya que un hombre acaudalado no es lo mismo que un pobretón, como un
hombre con renombre familiar no es lo mismo que el hijo del vecino.
Cuando una
madre obliga a su hija, joven y hermosa, a contraer nupcias con un hombre
viejo, chato y feo, aunque acaudalado, es como obligarle a tragarse un sapo
vivo, condenarla a vivir en una relación que no es de su agrado y que de por sí
le provoca aversión. Esto no quiere decir que el sapo, al menos según las
magníficas versiones de los cuentos de hadas, pueda convertirse en un bello
príncipe si se le da un beso.
El cuento también se ha interpretado como una crítica a los matrimonios por conveniencia. La unión de una mujer, especialmente joven y bella, con un hombre acaudalado y mucho mayor que ella. El cuento enseña que si las mujeres buscan el auténtico amor en el interior de sus ancianos maridos, pueden encontrar al príncipe que se esconde tras la apariencia de bestias. O que ellas mismas consigan esa transformación por medio de su amor. La diferencia de edades y condiciones sociales, en este caso, no tienen ninguna importancia si el amor es más grande que las apariencias físicas.
Una niña
puede creer que el sapo puede convertirse en príncipe, porque intelectualmente
se encuentras en la etapa del pensamiento
mágico, a diferencias de una adolescente, que no cree que un sapo pueda
trocarse en príncipe, porque su pensamiento corresponde a la etapa del razonamiento lógico y porque sabe que es
imposible que el sapo sea un príncipe encantado y que un hombre de horrible
aspecto pueda trocarse en bello después de un beso.
Las
adolescentes están convencidas de que los cuentos donde las bestias, los sapos
y las serpientes pueden trocarse en bellos príncipes son solo cuentos, que
están lejos de la realidad y que, en el sentido terapéutico como lo afirmaba el
psicoanalista Bruno Bettelheim, son algo así como una cura o un consuelo para
quienes viven aquejados por su fealdad. Por cuanto La Bella y la Bestia, al
margen de ser una bella historia, no deja de ser una fantasía difícil de
aplicar en la realidad, en esa realidad donde no es difícil diferenciar entre
lo que es bello y lo que es feo.
lunes, 13 de noviembre de 2023
LA
CHICHARRONERÍA DE DOÑA MARUJITA
Un fin de
semana en Llallagua, cuando se tienen ganas de comer un buen chicharrón, lechón
o fricasé, es cuestión de viajar por la carretera asfaltada, llamada diagonal Jaime Mendoza, inaugurada oficialmente
en diciembre de 2018, hasta llegar, luego de atravesar una serranía árida,
pedregosa y polvorienta, a las afueras de Uncía, capital de la provincia Rafael
Bustillo del departamento de Potosí y ciudad que sobrevive gracias a la
agricultura, ganadería y explotación minera.
A orillas de
esta ciudad de población bilingüe, donde sus habitantes hablan con desparpajo
el quechua y el español, se encuentra la Chicharronería
Marujita, donde comer… ¡Es un placer!, que atiende los domingos y feriados,
a partir de las 11:00 de la mañana.
Se camina
unos metros en dirección a la Plaza 6 de Agosto, y allí mismo, a media cuadra y
a mano derecha, está la casa con fachada de color naranja, ubicada en la Calle
Sucre 29, reconocible por el nombre viñeteado en la pared frontal, donde se
lee: Restaurante Marujita. No hay
cómo perderse, el local está a la vista de los peatones, que pasan y repasan
por este local que existe desde la pasada centuria.
Se atraviesa el dintel de un portón de madera y, de pronto, uno aparece en un patio lleno de mesas, sillas y toldos improvisados, de lona y plástico, de todos los colores y tamaños, para resguardarse del sol, la lluvia y los vientos que arrecían desde los cerros. No parecen elementos decorativos para resaltar la imagen de la vivienda, sino cubiertas necesarias para protegerse de las inclemencias de la intemperie.
El ambiente
desprende un olor a carne frita y tiene un aspecto de casa antigua, de esas
casas donde parece haberse detenido el aire y el tiempo de otros tiempos. El piso está cubierto por
losas y una alfombra de césped sintético. Allí, entre muros que se levantaron
con adobes hechos de barro, mezclado con arenilla y paja brava, habita y reina
doña Marujita, quien, como toda fiel devota del patrono San Miguel Arcángel,
cuya festividad se celebrada a fines de septiembre, atiende, ataviada con un
impecable mandil con bolsillos y una pañoleta en la cabeza, con amabilidad y
expresión amigable a cada uno de los comensales que cruzan el dintel del portón
que da a la calle.
Al fondo del patio está la pequeña cocina, cuyo techo de calamina, oxidado y ligeramente hundido, soporta el peso de piedras de diversos tamaños. Ahora bien, si las piedras están colocadas encima del techo, al margen de ser una suerte de ornamento de la vivienda, es para sujetar las calaminas que, en tiempos en que sopla el viento sin contemplaciones, pueden ser desclavadas de las vigas y volar por los aires como hojas de papel.
Doña Marujita
sabe que la buena atención al comensal es la clave para ganarse la simpatía y
el aprecio de todos quienes volverán una y otra vez, bajo la lluvia o bajo el
sol, a servirse los platillos de fricase, lechón y chicarrón, especialidades de
la casa, donde se respira libertad y ganas de tragarse todo lo que contiene el
platillo.
Doña Marujita
prepara el chicharrón a la vista de los consumidores, a modo de lucir sus
conocimientos en materia gastronómica. A veces, mientras está ocupada en sus
quehaceres, se le desborda el caldo de la paila y cae sobre el fuego y las
brasas, provocando una humareda que pronto es amainada con experiencia y
destreza acumuladas durante años, como quien aprendió a domar el fuego,
avivando las brasas que brincotean como pequeños diablillos entre la pared
circular de la k`oncha (fogón de
barro).
El chicharrón se cocina en la grasa derretida del mismo cerdo, en una enorme paila de cobre que, a su vez, está puesta sobre un fogón hecho de barro, preparado en fuego a leña, y el emplatado se remata con un chorro de frituritas de la piel del cerdo. El platillo es acompañado con mote blanco, papas con cáscara, chuño y, como es natural, no pude faltar su exquisita llajwa (salsa picante elaborada con tomates, locotos, sal y killkiña).
Un aparato de
sonido, ubicado en la plataforma de tablas, es controlado por uno de sus hijos,
quien, al mejor estilo de un discojoke,
pone música variada y de sobremesa –con preferencia los boleros mejicanos, los
vals peruanos y los clásicos del folklore boliviano, como los Karkas, Savia
Andina y el Dúo Sentimiento, entre otros–, para acompañar a los comensales que,
con los dedos convertidos en cubiertos y la mirada puesta en los platos de
comida, se zampan los caldos, las carnes, los motes, las papas y los chuños,
con una avidez que parece haber sido acumulada por mucho tiempo.
A un costado
del patio, donde están las pailas puestas sobre el ojo de las k´onchas, tiznadas por el hollín y el
humo, las carnes están cocinándose entre burbujas de grasa, hervido por las
brasas y el fuego a leña, un detalle que le da una característica especial a
las comidas preparadas por las divinas manos de doña Marujita, quien mira con
un ojo las pailas de cobre y con el otro a los comensales, quienes se sirven la
comida con todos los sentidos, casi sin hablar ni respirar. Ellos comen con las
manos, como dispuestos a chuparse los dedos después de cada bocado, sin ser
necesariamente gourmets de gusto refinado y exigente paladar.
Doña Marujita, a pesar del peso de sus años y los achaques que se le manifiestan de tanto en tanto, se mueve como una ardilla, de un lado a otro y sin tregua, como si estuviese acostumbrada a trabajar desde siempre, sin quejarse ni tomarse una pausa, como si su trabajo fuese el mejor premio que ganó en la vida, no solo porque este trabajo le ha permitido mantener a su familia, sino también porque le da una profunda satisfacción el simple hecho de dejar conformes a sus comensales, quienes le expresan su respeto, admiración y su infinito agradecimiento por haber convertido su tiempo de almuerzo en un momento inolvidable y en una fiesta para el paladar.
Doña Marujita
cocina con pasión y sabiduría, convencida de que los hombres, las mujeres y los
niños, se llevarán a casa el estómago lleno y el corazón contento. Pues, como
ya se sabe, el placer de comer no solo entra por los ojos, sino también por el
olor, el color y el sabor de una comida emplatada con el cariño de quien sabe
que no es lo mismo comer por comer que deleitarse con cada bocado que
explosiona en la boca.
Su cocina,
donde se ingresa por una puerta angosta y una grada de piedra, no luce una hornalla
industrial ni un mesón de respetables dimensiones, sino unas mesitas, un
estante con utensilios, cubiertos, vasos, platos, boles de plástico y otros,
que le dan la apariencia de ser una cocina familiar, donde uno se siente como en
su propia casa, donde faltan los típicos muebles de un restaurante, pero donde
sobra el calor de hogar y el aire de bienvenida que se respira por doquier.
Doña Marujita
es una gastrónoma de sepa y se dedica al arte culinario por herencia familiar.
Ella aprendió a cocinar al lado de su madre y al lado del fogón, mirando como
la carne de cerdo cambia de textura a medida que se fríe en la grasa del animal
más sucio, pero el más delicioso de la cocina popular. Doña Marujita es una de
las cocineras más prestigiosas de Uncía, conoce las técnicas de preparación del
chicharrón y el fricasé, la calidad de los ingredientes con solo olerlos y
palparlos, y, lo que es más importante, conoce los componentes culturales de
esta magia culinaria que es una virtud reservada solo para las mujeres que
convierten en delicias todo lo que tocan.
Si uno mira
en derredor, constata que los comensales se zampan el contenido del plato con
la avidez de los parroquianos que, después de una noche de copas, buscan
servirse una buena porción de chicharrón o fricasé, intentando reparar la
resaca que produce retorcijones en la panza y zumbidos en la cabeza.
El fricasé de
cerdo es un platillo típico del altiplano boliviano, aunque tenga su origen en
la cocina francesa y su nombre sea fricasseé.
Es un caldo picante que incluye trozos de carne, nudos, cuero y costillas de
cerdo. Este platillo se aliña con un aderezo de cebollas blancas finamente
picadas, comino molido, pimienta negra, dientes de ajo, finamente picados,
orégano desmenuzado y ají panca picante, lo que le confiere un color rojizo.
Después de una cocción de dos horas y media en la paila, al punto en que las
carnes están casi desprendiéndose de los huesos, el fricasé está listo para ser
servido en un plato hondo, preferentemente de barro cocido, con chuños negros y
un puñado de mote de maíz blanco, esparcido en el caldo humeante y aromático,
y, como es de rigor, se acompaña con llajwa,
que se muele en el batán de piedra que está en el patio, cerca de la puerta de
la cocina.
De pronto aparece, como salido de la nada, una perrita de nombre Beba y de raza shar pei (piel de arena), que merodea alrededor de las mesas y se asoma a los comensales, luciendo las arrugas en su frente y su hocico grueso, a la espera de que alguien le tire un trozo de carne, pero tiene que ser carne como su labio carnoso, porque, como catador de los sabrosísimos platillos que prepara su dueña. Eso sí, como todo gourmet de gusto delicado y exquisito paladar, no come ni roe huesos, menos los huesos que le arrojan con desprecio. Esta perrita longeva, que inspira amor y ternura, no solo es un animal de compañía sino también la celosa guardiana del restaurante, donde se pasea a paso lento, exhibiendo su pelo leonino, sus ojos oscuros, sus orejas caídas y su parada de medio metro, como si ella fuera la misma ama y señora de este restaurante donde se sirven platillos con sabor y estilo nortepotosinos, y que, en mérito a sus años de servicio, forma ya parte del patrimonio gastronómico y cultural de Uncía. Ojalá que este patrimonio no se muera nunca y que la afamada dama, de menuda estatura y sonrisa afable, sea reconocida por parte de las autoridades ediles con los mayores honores, por tratarse de un punto más de atracción turística, donde los visitantes de todo el país, urgidos por saciar el hambre y relajarse del cansancio, son acogidos con el corazón y las puertas abiertas de este restaurante tradicional, que desde un principio invita a retornar hacia el sabroso olor de sus pailas y el acariciante calor del fuego a leña que emanan las ennegrecidas k´onchas.
Al término de una buena comilona, doña Marujita se acerca a las mesas, llenas de platos, gaseosas y botellas de cerveza, para invitar, como un cariño de la casa, una jarrita de vino oporto a manera de asentativo para bajar y digerir mejor el chanchito. Las comidas y el vinito son delicias que deben probarse alguna vez en este restaurante uncieño, que parece la casa del jabonero, donde el que no cae…
jueves, 9 de noviembre de 2023
HISTÓRICAS MUJERES DEL NORTE DE POTOSÍ
En los pasados días, y con motivo de celebrar un
aniversario más de la gesta libertaria de la ciudad de Potosí, que se
concretizó el 10 de noviembre de 1810, salió a luz el folleto Nortepotosinas en la historia de la mujer
boliviana, elaborado por el escritor Víctor Montoya y la bibliotecaria
Lourdes Peñaranda Morante, actual responsable del Archivo Histórico Minero de
Catavi, Regional de la Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL).
El folleto, publicado bajo el sello de Ediciones La Cueva del Tío, es un compendio que
registra a las mujeres que, con autoridad moral y esfuerzo tesonero,
descollaron en distintos ámbitos a nivel local, nacional e internacional, como
dignas representantes de las mujeres nacidas en las provincias de la zona norte
del departamento de Potosí.
En el preámbulo se afirma: La historia de Bolivia está llena de eventos heroicos donde las mujeres
fueron las grandes protagonistas, y las nortepotosinas, en el siglo XIX, XX y
XXI, han hecho su parte, desde las trincheras del hogar, la vida política,
sindical, económica, cultural, deportiva y la investigación científica, sin más
propósito que legitimar sus derechos en una sociedad patriarcal, que durante
siglos la negó por su condición biológica y su lugar en las esferas
sociopolíticas del país (…) Por fortuna, en la actualidad es evidente la
presencia de las mujeres en todos los estamentos del Estado, con iniciativas
que defienden los derechos de la mujer y velan por los intereses de una nación
con equidad de género, justicia social, exenta de racismo y toda forma de
discriminación. Las mujeres nortepotosinas brillan con su presencia en la
historia de la mujer boliviana. Ahí tenemos el caso de María Amelia Chopitea
Villa, la primer doctora boliviana; las escritoras Martha Mendoza Loza, Tula
Mendoza Loza, Paz Nery Nava Bohórquez, Jael Oropeza de Pérez; las compositoras
de música folklórica como Luzmila Carpio Sangüesa, Cornelia Veramendi Mamani y
Nardy Barrón; las investigadoras como Amalia Dávila de Gallardo, Carola Campos
Lora; las deportistas Paulina Medrano, Judith Quiñones, Judith Terceros y
muchas otras que, debido a razones obvias, aún no se han dado a conocer en la
vida pública, pero que, debido a su talento y su aporte significativo en el
campo de las ciencias, la tecnología, el deporte, la política y la cultura, un
buen día ocuparán, con legítimo derecho, el lugar que les corresponde en la
historia nacional (…) Esperemos que estos apuntes de nombres y datos, reunidos
en el presente folleto, además de echar más luces sobre una realidad no siempre
visibilizada por la historia oficial, sirva para ir rescatando a las mujeres
nortepotosinas que supieron contribuir al desarrollo del país con la fuerza de
su inteligencia, su honda sensibilidad, su asombrosa creatividad, su
inclaudicable lucha y su gran valor humanista.
El folleto Nortepotosinas
en la historia de la mujer boliviana (noviembre, 2023), es el inicio de un
trabajo de largo aliento, que requiere sistematizar los datos sobre la vida y obra
de quienes, acaso sin pensarlo ni proponérselo, se convirtieron en
personalidades paradigmáticas, constituyéndose en ejemplos para las jóvenes del
presente y el futuro, y en mujeres que, contraviniendo los códigos retrógrados
y conservadores, se atrevieron a tumbar los muros del sistema patriarcal y
romper con las ataduras del machismo, que no siempre supo reconocer las virtudes
de la mujer ni aceptar su ineludible presencia en los diversos contextos de la
vida nacional.
viernes, 20 de octubre de 2023
EN
LA CASA DE UN ESCRITOR PERUANO
El
escritor peruano Roberto Rosario Vidal, contra toda opinión y pronóstico, construyó
una hermosa casa al pie de un escarpado cerro, en un terreno que nadie
apreciaba en el pasado y que él pagó un precio que, por entonces, no le sacó un
ojo de la cara, sino una magnífica idea, como eso de construir una residencia
donde cupieran todas las aventuras de su imaginación.
Mi casa se hizo a golpes de
paciencia y dedicación, me dijo, mientras el conductor venezolano nos miraba, de tanto en
tanto, a través del espejo retrovisor. Roberto se reacomodó en el asiento del
auto, señaló con el dedo hacia un cerro y, sonriéndose de sus propias
ocurrencias, añadió que ahí estaba su casa, el laboratorio de sus creaciones
literarias y el refugio donde se recluía para leer y escribir todo cuanto caía
en sus manos y en su mente.
Entretanto
el auto recorría, entre semáforos y trancaderas, por una amplia avenida cuyo
nombre no recuerdo, él me refería algunas experiencias de su vida como funcionario
público del
Ministerio de Educación en Desarrollo Comunal; lo que le permitió peregrinar
por las provincias y distritos de los departamentos de Lima, Ica y Ayacucho,
capacitando a los profesionales del magisterio, pero, eso sí, sin dejar de mencionarme los
episodios más cómicos y escabrosos que recreó en algunas de las páginas de sus
libros que, sin ser enteramente autobiográficos, son testimonios vividos en primera
persona y vivencias experimentadas en carne propia.
La casa está ubicada en las afueras de Lima,
allí donde ahora creció una urbanización cosmopolita, con todos los servicios
básicos, edificios modernos, escuelas y hasta una universidad; lo suficiente
como para intuir que esta barriada periférica será, en poco tiempo más, otra de
las zonas residenciales de la capital peruana.
Cuando
nos apeamos del auto y nos despedimos del conductor, quien dejó su Venezuela
natal para instalarse en Lima con ganas de triunfar a puro pulso, entramos en
la casa y cruzamos el living. Roberto se me adelantó un poco y me condujo hacia
un patio lleno de árboles y plantas. Miré en derredor, una y otra vez,
imaginándome que la construcción no pudo haber sido nada fácil debido a la
especial topografía del cerro, que él aplanó con pico, pala y carretilla, para
luego construir su nidito familiar casi a su imagen y semejanza, con el
asesoramiento de su esposa y el visto bueno de sus hijos. Levantó las
habitaciones con amplias ventanas, arborizó el patio y sembró plantas
variopintas. En la ladera del cerro, construyó una cascada artificial, con
aguas que parecen brotar de las rocas, precipitándose hacia una pequeña fuente
que él se ingenió como si formara parte de uno de sus cuentos o novelas de
ambiente minero.
La
mina personal de Roberto Rosario Vidal, como todas las minas del mundo, tiene características
y nombre propios. Se llama Mina Bonita,
Nivel 435, y está ornamentada con cerámicas incaicas, lámparas, guardatojos y
una serie de herramientas que recuerdan al laboreo minero de la época colonial
y republicana. Todas las piezas dan la sensación de haber sido recolectadas como
reliquias de alto valor histórico y sentimental.
A
la pregunta: ¿Por qué esta obsesión de
abrir una mina en tu propia casa? La respuesta es única y concluyente: Porque quería tener, aunque sea de manera
simbólica, una mina en el patio de mi casa. Además, el cerro me permitió darme
este gustito y realizar mi sueño. Entendí, asimismo, que no tuvo que
trabajar mucho en su construcción, debido a que el socavón se abrió casi solo
en la falda del cerro, cerca de las habitaciones que parecen empotradas en la roca
viva y dura.
No
salía de mi asombro al constatar que esta casa, arrimada al pie del cerro y con
una mina de yapa, era única por su
enorme biblioteca, flanqueada por cuadros, cerámicas, pinturas originales,
diplomas, pergaminos y medallas, que este escritor acumuló desde su juventud, desde
que decidió dedicar su alma e imaginación a los niños y adolescentes peruanos.
Las medallas, que lucen dentro de una vitrina contigua al escritorio, le
concedieron en diferentes eventos literarios tanto dentro como fuera de su
país. Para él son como los trofeos que exhiben los deportistas, convencido de
que su esfuerzo no fue en vano y que valió la pena desde todo punto de vista.
Otro
detalle. En la entrada a la Mina Bonita,
Nivel 435, está la estatuilla del Muki, con aspecto de gnomo o duendecillo orejón,
pero no se siente la presencia del Chinchilico, ese ser demoniaco que también merodea
a los trabajadores en los socavones del Perú, quizás porque todavía no hay un
artista que lo tallara en roca mineralizada o lo esculpiera en greda. Sin
embargo, nuestro anfitrión sabe que, más temprano que tarde, el Chinchilico
ocupará, con impactante omnipresencia y legítimo
derecho, el lugar que le corresponde en esta casa de singular arquitectura.
La Mina Bonita, Nivel 435, de Roberto Rosario Vidal (Lima, 1948), es una más de sus fantasías hecha realidad, o, al menos, un escenario que permite situarse en una bocamina abierta como el bostezo del Muki, personaje fantástico de la mitología minera peruana, dueño de las riquezas minerales y ser tutelar de los trabajadores, a quienes, a veces, les juega bromas pesadas y les causa espanto escondiéndose entre los pliegues de las rocas y cubriéndose con el oscuro manto de las galerías.
Este
escritor del cuento Lámpara de minero (2007), las novelas Volcán
de viento (2008) y Pique Esperanza. Volcán de fuego (2018), es,
sin duda alguna, uno de los firmes representantes de la literatura minera
peruana, tanto así que, en 2021, no dudé en elaborar a cuatro manos la
antología La narrativa minera
peruano-boliviano, con los textos de una serie de autores de ambos países,
con la plena seguridad de que este compendio sería la confirmación de una gran amistad
y un trabajo mancomunado que iría reafirmándose con el paso del tiempo.
El escritor peruano, peruanísimo, es un excelente
anfitrión y un sincero amigo de los verdaderos amigos. No escatima esfuerzos en
enseñar los sitios más emblemáticos de su ciudad natal ni en deshacerse en
atenciones. Cualquiera que esté en compañía de este ser de palabras andantes e
infinitas anécdotas, como quien está en compañía de un buen libro, tendrá siempre
la sensación de que los minutos compartidos son de gran provecho y que de ellos
no quedará más que un grato recuerdo, iluminándose con luz propia en la mente y
el corazón.
martes, 10 de octubre de 2023
AUTOR
BOLIVIANO RECONOCIDO EN PERÚ
En
el marco del 42 Encuentro Nacional e Internacional de Literatura Infantil y
Juvenil en Perú, auspiciado por la APLIJ y la Universidad Nacional Daniel
Alcides Carrión de Cerro de Pasco, el escritor Víctor Montoya fue reconocido
por la Universidad, con una Resolución Vicerrectoral Académica y una Medalla de
Honor otorgada por la comisión organizadora del Encuentro, en homenaje al
escritor pasqueño Armando Casquero Alcántara, nacido en 1923 y fallecido en
1968.
El
escritor boliviano, a tiempo de recibir la medalla, agradeció a los docentes y
estudiantes del Programa de Estudios de Comunicación y Literatura de la Universidad, con sede en la ciudad de
Oxapampa, y a los directivos de la Asociación Peruana de Literatura Infantil y
Juvenil, que vienen promoviendo anualmente la producción y difusión de una de
las literaturas que, en las últimas décadas, se ha establecido como una de la
más importantes en el ámbito de las letras universales.
martes, 19 de septiembre de 2023
VÍCTOR MONTOYA INVITADO A ENCUENTRO INTERNACIONAL DE ESCRITORES EN PERÚ
El
narrador boliviano participará en el XLII Encuentro Nacional e Internacional de
Literatura Infantil y Juvenil - APLIJ, en homenaje al escritor cerreño Armando
Casquero Alcántara, a realizarse en la ciudad de Oxapampa-Perú, entre el 28 y
30 de septiembre de 2023. El Encuentro está organizado por la Universidad
Nacional Armando Alcides Carrión de Cerro de Pasco, en el marco de su Programa
de Estudios de Comunicación y Literatura.
Víctor Montoya dará una conferencia sobre el libro de texto y la literatura infantil y juvenil fantástica. Al término del Encuentro, está también invitado a dictar conferencias en torno a la literatura minera para docentes y estudiantes de la Escuela de Formación Profesional de Educación Secundaria y la Facultad de Ciencias de la Educación y Literatura de la Universidad Nacional Armando Alcides Carrión, donde permanecerá hasta el 2 octubre, conforme a la invitación cursada por el Director Armando Carhuachín, el docente David Elí Salazar y el escritor Roberto Rosario Vidal.
miércoles, 30 de agosto de 2023
ESTATUA DE
FILEMÓN ESCÓBAR EN CATAVI
La mañana del
27 de agosto de 2023, en la Plaza 6 de Agosto de la población de Catavi,
perteneciente al municipio de Llallagua de la provincia Rafael Bustillo del
departamento de Potosí, se descubrió la estatua de Filemón Escóbar, histórico
líder sindical y dirigente político de renombre nacional. La estatua fue
realizada por Wilson Zambrana, galardonado pintor y escultor orureño.
El acto
programado por la Sub alcaldía, con el principal objetivo de rescatar una parte
de la memoria histórica del proletariado de la Empresa Minera Catavi, contó con
la participación de las autoridades ediles y las fuerzas vivas de esta
población memorable y revolucionaria. Asimismo, estuvieron presentes los
familiares de Filemón Escóbar, su viuda, sus hijos y nietos, pero también
algunas personalidades del ámbito político, sindical y cultural, quienes
hicieron usó de la palabra para destacar la vida y obra de uno de los
dirigentes sindicales que nunca temió en generar encendidas polémicas con sus
pensamientos, discursos y acciones políticas en los contextos donde se sentía
convocado por su conciencia de clase y su función de protagonista de las luchas
sociales.
Por otro
lado, los miembros del Movimiento Cultural Pictórico Miguel Alandia Pantoja,
invitados al acto de descubrimiento de la estatua de Filemón Escóbar,
expusieron, en la Plaza 6 de Agosto, reproducciones de las pinturas del
muralista llallagueño, quien fuera camarada y amigo personal del dirigente
minero. La exposición llamó la atención de los presentes por la calidad
estética de las obras plásticas y el mensaje revolucionario que Alandia Pantoja
plasmó en sus murales y pinturas realizadas a caballete.
Filemón
Escóbar nació en la ciudad de Uncía en 1934 y falleció en la ciudad de
Cochabamba en 2017. En su prolongada y ardua actividad política, en defensa de
los derechos laborales y sindicales, destacó desde su juventud en el Sindicato
de Siglo XX. Ejerció como dirigente de la Federación Sindical de Trabajadores
Mineros de Bolivia (FSTMB) y la Central Obrera Boliviana (COB).
En 1986,
mientras era secretario general del sindicato Mixto de Trabajadores de Catavi,
redactó la Tesis de Catavi, cuyo
argumento central fue oponerse al Decreto 21060 y la relocalización, y crear un plan
de emergencia,para la rehabilitación de COMIBOL y la diversificación de la
producción. El documento fue aprobado primero por el sindicato de Catavi y
posteriormente, como documento oficial de los trabajadores bolivianos, en el
XXI Congreso Nacional Minero, realizado en la ciudad de Oruro, entre el 12 y 19
de mayo de 1986. Poco después, con los argumentos de esta misma tesis se
realizó la Marcha por la Vida durante
el gobierno neoliberal de Víctor Paz Estenssoro.
Filemón
Escóbar, en su dilatada actividad política y sindical, ocupó un escaño en la
Cámara de Diputados entre 1989 y 1993. En el periodo legislativo 2002-2003,
ocupó la vicepresidencia del Senado, cuando ocupaba la secretaría general del
Movimiento Al Socialismo (MAS), partido que fundó junto a la Confederación de
Trabajadores del Trópico Cochabambino y del que se apartó por diferencias
políticas e ideológicas.
Entre sus
obras destacan: Testimonio de un
militante obrero (1984); La tesis de
Catavi (1986); La mina vista desde el
guardatojo (1986); De la revolución
al Pachakuti: El aprendizaje del respeto recíproco entre blancos e indios
(2008); El Evangelio es la encarnación de
los derechos humanos (2011); Semblanzas
(2014). Escribió tanto como leyó, motivado por la necesidad de transmitir, de
su puño y letra, sus experiencias vividas y sufridas, y sin más esperanzas que
dejar un testimonio aleccionador para los luchadores sociales del presente y el
futuro.
La estatua de
Filemón Escóbar está donde debe estar, cerca de los predios del sindicato de
trabajadores de Catavi, donde se estructuró la empresa estañífera más
importante de Bolivia y el mundo, desde que Simón I. Patiño adquirió, en1924,
las propiedades del consorcio chileno que extraía nuestro recurso natural en la
montaña de Llallagua; en las pampas de este mismo distrito se ejecutó la
masacre minera en diciembre de 1942 y se firmó el Decreto de la Nacionalización
de las Minas el 31 de octubre de 1952.
Aunque la empresa
Minera Catavi quedó desmantelada después de la relocalización, en la actualidad puede constatarse que ha
experimentado una reestructuración inminente, con la refacción de sus edificios
emblemáticos, como el Teatro, la Casa Gerencia
(actual Archivo Histórico Minero) y los baños termales, entre otros. A
todo esto se han añadido las nuevas viviendas familiares y la construcción de
los flamantes edificios de la Universidad Nacional Siglo XX, que tendrá varias de sus carreras extendidas en este
distrito, donde hasta fines de este año contará también con la carrera de
Formación Político Sindical (FPS), cuyo edificio será el mejor símbolo de esta
universidad que nació como un proyecto revolucionario de los trabajadores,
quienes, desde principios de las décadas de los años 70, pugnaron por tener una
Casa Superior de Estudios para los hijos de los mineros y campesinos, con
estructura orgánica y compromiso social.
La estatua de Filemón Escóbar, sin lugar a dudas, se convertirá en un punto más de atracción turística para los visitantes tanto nacionales como extranjeros, interesados en conocer el pasado histórico del combativo sindicato de trabajadores de Catavi, que desde su nacimiento fue el hermano mellizo del sindicato de Siglo XX, donde Filemón Escóbar se formó políticamente e hizo sus primeras armas junto a otros líderes y caudillos del movimiento obrero boliviano.
NUEVA EDICIÓN
DE CONVERSACIONES CON EL TÍO DE POTOSÍ
Ya se publicó
la segunda edición de Conversaciones con
el Tío de Potosí, del escritor Víctor Montoya, bajo el sello del Grupo
Editorial Kipus, que se puso a la venta en la Feria Internacional del Libro en
La Paz, el pasado mes de agosto de 2023. Se trata de una edición corregida y
aumentada, conforme a las expectativas del autor y la línea editorial de Kipus,
que no dudó en apostar, una vez más, por este libro demandado por los lectores
de todo el país, debido a que estos relatos, en los cuales el autor entabla
polémicas discusiones con el Tío de
la mina, se abordan temas tanto profanos como sagrados, en los que no están
exentos los tratados filosóficos, la sabiduría popular, los postulados
religiosos y una fuerte dosis de humor que genera encendidas sátiras
sociocultural del presente y el pasado.
El autor nos
propone una lectura atenta de los diálogos, manejándose con recursos
escriturales que deslumbran por su sencillez y precisión idiomática; una
impronta que suele definir a los escritores que se esmeran en transformar el
lenguaje coloquial, como por arte de magia, en una pirotecnia verbal revestida
de calidad ética y estética tanto en su forma como en su contenido; una
verdadera obra de creación literaria en la que se ensamblan, atados por el hilo
argumental de los relatos, los elementos propios del realismo social
y la fantasía del imaginario popular.
Esta obra literaria es un buen ejemplo de que la mitología
minera tiene sus genuinos protagonistas y que la cosmovisión andina puede ser
escrita y descrita a partir de las aventuras y desventuras de ese ser demoniaco
creado por la imaginación de los mineros, conocido popularmente con el nombre
de Tío, quien reina en las entrañas
de la tierra, mimetizándose en oscuridad de las galerías, donde estableció su
soberanía entre las vetas de mineral incrustadas como anguilas en las rocas de
la Pachamama.
En las
páginas del libro se cuenta que los mitayos de la colonia, que penetraron en
los socavones para trabajar en condiciones de esclavitud, lo encontraron
solitario y silencioso en los recovecos de la mina. En principio lo
confundieron con el diablo de las creencias bíblicas, con sus facultades de
maldad, fealdad y generadora de vicios y maleficios; pero después, al advertir
que tenía actitudes más de bondad que de maldad, lo reconocieron como al Supay (Diablo), deidad ancestral del ukhupacha (mundo subterráneo),
reencarnado en el Tío, protector de
las riquezas minerales y los mineros, quienes, asumiendo una actitud de respeto
y sumisa veneración, lo incorporaron con honda fe en su mundo familiar, rindiéndole
pleitesía y bautizándole con el nombre de Tío,
dios y diablo de la cosmovisión andina y la mitología minera.
Sea verdad o
sea mentira, lo cierto es que los 38 relatos reunidos en Conversaciones con el Tío de Potosí, proyectándose en una dimensión
de realidad y fantasía, penetran en la conciencia y sensibilidad del lector,
interesado en conocer el mundo mágico de
las minas y los mineros, quienes, lejos de las tragedias descritas en la
literatura del llamado realismo social,
son individuos que tienen creencias y tradiciones arraigadas en las
supersticiones propias de las culturas ancestrales, que aprendieron a
sobrevivir a la catequización y extirpación de idolatrías.
En el primer
relato, titulado El Tío del Sumaj Orq´o,
el autor nos presenta al personaje principal de la obra. Seguidamente, ambos se
encierran en un cuarto apenas iluminado por una mortecina luz, para
intercambiar opiniones sobre diversos temas que son de carácter pagano,
religioso y científico, como si de veras los diálogos estuviesen estructurados
sobre la base de argumentos válidos, ya sea para los creyentes como para los
angosticos.
Los diálogos y las disputas entre el autor y el Tío son principales pilares que sostienen la estructura básica del libro, donde se lo retrata al personaje central, con sus luces y sus sombras, como si fuese un interlocutor de carne y hueso, y no un personaje mitológico creado por la fuerza y el candor de la invención popular, con varios atributos que recuerdan al príncipe de las tinieblas o al mismísimo Lucifer del infierno.
Conversaciones con el Tío de Potosí es un libro que, a lo largo de sus 328
páginas, ofrece conocimientos, entretenimiento y, lo más importante, un paseo
literario por los laberintos de un personaje, mitad dios y mitad demonio, que
puede moverse por doquier, con la misma destreza y sutileza de quien posee una
personalidad omnipotente y poderes mágicos, capaces de envilecer a cualquiera
que se deje llevar hacia el interior de la mina, hacia un tétrico submundo,
donde los topos humanos explotan las rocas para hacerse de las riquezas
minerales que le pertenecen a la Pachamamma, al Tío y la Chinasupay, al
menos, según las tradiciones de quienes están acostumbrados a rendirles culto a
los elementos mágicos y míticos, reales y ficticios, vivos y muertos de la
cosmovisión andina.
Conversaciones con el Tío de Potosí es una de las obras centrales en la
literatura minera escrita por el autor, que ya antes nos había sorprendido con
libros como Cuentos de la mina, El
laberinto del pecado y Crónicas
mineras; toda una temática que no deja de fascinar a los lectores tanto
dentro como fuera del país. En opinión de la crítica literaria, la narrativa de
Víctor Montoya es una suerte de versión moderna de los cuentos y novelas de
ámbito minero, una nueva forma de abordar, desde la perspectiva del Tío, el realismo mágico y mítico de los
mineros bolivianos.
miércoles, 26 de julio de 2023
FILEMÓN ESCÓBAR EN LA MEMORIA
El folleto La importancia
de llamarse Filippo, parte integrante de una serie que está siendo
publicada por Ediciones La Cueva del Tío,
recoge el testimonio personal del autor, quien conoció al líder e ideólogo
minero, Filemón Escóbar, desde su más tierna infancia, desde cuando vivía en las
poblaciones de Llallagua y Siglo XX; escenarios donde la clase obrera
experimentó triunfos y derrotas en sus históricos enfrentamientos contra las
tropas armadas de los gobiernos de la oligarquía minero-feudal y las dictaduras
militares.
Filemón Escóbar, más conocido como Filippo en el entorno familiar y
cotidiano, fue un destacado dirigente sindical e ideólogo boliviano, cuyas
concepciones políticas causaban polémicas y eran motivos de controversias, una
constante que marcó su vida pública y lo puso siempre en el ojo del huracán.
Era dueño de una inteligencia natural y de un bagaje
cultural que lo convirtió en un verdadero intelectual
obrero, capaz de batirse, de igual a igual, con los pensadores más
prominentes del ámbito cultural y político boliviano. En su ardua lucha en defensa de los derechos
laborales y sindicales de los obreros, destacó desde su juventud en el
sindicato de trabajadores de Siglo XX. Ejerció como dirigente de la Federación
Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) y de la Central Obrera
Boliviana (COB).
En 1986, mientras era secretario general del sindicato
Mixto de Trabajadores de Catavi, redactó la Tesis
de Catavi, cuyo argumento central era oponerse al Decreto 21060 y la relocalización, y crear un Plan de
Emergencia para la rehabilitación de COMIBOL y la diversificación de la
producción. El documento fue aprobado primero por el sindicato de Catavi y
posteriormente, como documento oficial de los trabajadores bolivianos, en el
XXI Congreso Nacional Minero, realizado en la ciudad de Oruro, entre el 12 y 19
de mayo de 1986. Poco después, con los argumentos de esta tesis se realizó la Marcha por la Vida durante el gobierno
proimperialista y neoliberal de Víctor Paz Estenssoro.
En su dilatada actividad política y sindical, elogiada
por unos y criticada por otros, ocupó un escaño en la Cámara de Diputados entre
1989 y 1993. Asimismo, en el periodo legislativo 2002-2003, ocupó la
vicepresidencia del Senado, cuando ocupaba la secretaría general del Movimiento
Al Socialismo (MAS), partido que fundó junto a las federaciones de cocaleros
del Chapare y del que fue expulsado por diferencias políticas e ideológicas.
Escribió varios libros, desde Testimonio de un militante obrero (1984) hasta Semblanzas (2014), motivado por la necesidad de transmitir, con su
puño y letra, sus experiencias vividas y sufridas, y sin más esperanzas que
dejar un testimonio aleccionador para los luchadores sociales del presente y el
futuro.
El 21 de agosto de 2023, en homenaje a su legado
político y sindical, y en coordinación con la subalcaldía de Catavi, se le
erigirá un monumento cerca de los predios del sindicato de trabajadores de este
distrito, donde se estructuró la empresa minera más importante del mundo, desde
que Simón I. Patiño adquirió, en 1924, las propiedades del consorcio chileno
que explotaba estaño en la montaña de Llallagua; en las pampas de este mismo
distrito se ejecutó la masacre de 1942 y se firmó el Decreto de la
Nacionalización de las Minas el 31 de octubre de 1952.
El folleto La importancia de llamarse Filippo está ilustrado con fotografías de Filemón Escóbar, captadas en distintas etapas de su vida política y sindical, pero también de su vida pública y familiar. El texto, que es una suerte de crónica periodística, fue escrito después de su deceso, acaecido en la ciudad de Cochabamba, a causa de un cáncer de pulmón, el 6 de junio de 2017.
miércoles, 19 de julio de 2023
LA ESCRITURA COMO TABLA DE SALVACIÓN
En el ciclo primario, en una escuelita que lleva el
nombre del escritor Jaime Mendoza, fui un alumno regular y tenía serias
dificultades en el aprendizaje de la lectura y escritura, debido más a
problemas emocionales que neurológicos. No obstante, aunque no leía los libros
de texto con el mismo interés y entusiasmo que advertía en el resto de mis
compañeros, tenía una preferencia por leer las tiras cómicas de los diarios,
las revistas de series, las historietas de Walt Disney o los cómics, que
estimulaban mi interés por la lectura durante mi infancia y pubertad; más
todavía, entre mis actividades extraescolares, me dedicaba a fletar revista los
fines de semana en las puertas de los cines, donde los niños y adolescentes
pagaban unas monedas por ver o leer las revista expuestas en una suerte de bastidor
artesanal, que yo mismo construí con listones, bolsas de plástico y ligas que
mi madre usaba para sujetar la cintura de los calzones. Mi oficio de revistero
se prolongó hasta el día en que un ventarrón se llevó mis revistas por los
aires, deshojándolos delante de mis ojos, como si hubiesen caído en el ojo de
un huracán.
Cuando ingresé al ciclo medio, motivado por mi actividad
política, empecé a leer a los clásicos del marxismo que, aun siendo de difícil
comprensión para un novato en materia de sociología, economía y filosofía, me
interesaban más que los libros de textos que se aplicaban en la enseñanza de
las asignaturas de lenguaje y literatura. Ya entonces, a los 16 años de edad,
me sentí picado por el deseo de crear un periódico escolar, donde los alumnos
pudiesen manifestar, sin la mediación de los profesores, sus pensamientos y
sentimientos.
Ese pequeño periódico, que se financiaba con la venta de
los escasos ejemplares, llegó hasta el tercer número y luego desapareció por
las mismas razones por las que dejan de circular las publicaciones que tienen
buenas intenciones pero que no cuentan con recursos sostenibles. De modo que,
frustrado en ese noble proyecto, pensé que el oficio de la literatura no era
rentable ni una profesión con la que se podía vivir holgadamente, pero aun así,
no perdí el interés por seguir manifestándome por medio de la palabra escrita
ni dejé que la llama literaria que ardía en mi corazón se apagara como una vela.
Publicar mis octavillas en el periódico estudiantil 1º de Mayo fue una experiencia maravillosa, que me permitió
descubrir, acaso sin quererlo ni saberlo, que en mi fuero interno, en lo más
profundo de mi ser, anidaba un escritor que, con el andar del tiempo, se
manifestó en una celda solitaria y maloliente de la cárcel, donde me encerraron
a los 18 años de edad, debido a mi compromiso social y mis actividades
políticas contra la dictadura militar de los años 70.
En la cárcel, que fue mi gran escuela, aprendí de otros
presos políticos que la libertad de expresión era uno de los principios
elementales de los derechos humanos y uno de los instrumentos más útiles para
la convivencia ciudadana. Allí mismo, recluido en un rincón de la celda,
comprendí que no era saludable ambicionar las riquezas ni la vida sofisticada
de la gente pudiente. Desde luego que, en mi caso, no fue un aprendizaje
difícil, ya que desde mi infancia estaba acostumbrado a morder dos veces el pan
duro antes de cada bocado y a limpiarme el trasero con una piedra a falta de
papel higiénico. Por lo tanto, estaba contento de tener lo poco que tenía. No
necesitaba trabajar como una bestia para acumular dinero, ni mandarse la parte
ante nadie, ni derrochar fortuna alguna en trivialidades, ni mofándose de los
menos afortunados, riéndome a costa de los excluidos del banquete de los
ricos.
Por otro lado, durante el periodo que pasé en la prisión,
leí libros de literatura boliviana y latinoamericana, que otros presos me los
prestaban y arrojaban por la mirilla de la celda, donde empecé a escribir mi
primer libro de testimonio, con el mismo bolígrafo y en el mismo cuadernillo
que me entregaron los torturadores para que delatara a mis compañeros de lucha,
apuntando sus nombres y el lugar donde se escondían de la persecución
desencadenada por la dictadura. Ese primer libro, que escribí burlando la
vigilancia de los carceleros, se publicó en el exilio en 1979, con el título de
Huelga y represión.
De modo que en mi adolescencia, por demás incomprendida y
turbulenta, me aferré a la escritura como un náufrago se aferra a una tabla de
salvación, consciente de que por medio de la creación literaria llegaría a ser
un hombre libre, ya que la palabra escrita no conoce cárceles que la encierren
ni balas que la maten. Así es como en mi adolescencia, hecha de luchas y
represiones, de amores y desamores, de pesadillas y esperanzas, decidí
dedicarme, casi por una necesidad existencial, al oficio de hilvanar palabras y
a contar historias con absoluta libertad, porque sabía que en mi castillo
construido con el material y la fuerza de la imaginación, podían convivir en
armonía los personajes reales y ficticios que nacían de mi interior como
criaturas del alma.
Por eso mismo, siempre pensé que las y los adolescentes,
que deseaban escribir sus pensamientos y sentimientos, debían enfrentarse sin
temor al papel en blanco o a la pantalla digital; primero, porque uno aprende a
escribir escribiendo y, segundo, porque a través de la escritura, en la que uno
adquiere sapiencia y experiencia poquito a poco, se aprende a convivir con los
ángeles y demonios que, muchas veces, no nos dejan vivir ni dormir en paz.
Ejercer el arte de la escritura, si bien no nos proporciona una vida llena de bienes materiales ni reconocimientos, al menos nos permite ser libres mientras tengamos a mano un tema candente que, más que ser un material explosivo, parece un mechero a punto de encenderse con el fuego de la palabra. Es probable que no se gane en reputación con los pensamientos adversos a los intereses de los poderes de dominación, pero estoy seguro que se gana en experiencia, que es un bien que se aprende cada día de los errores inherentes a la condición humana. La literatura, en este contexto y sin dejar de causar placer estético entre los lectores que se acercan al arte de la palabra escrita, ha sido un ejercicio que permitió liberarme de mis propias ataduras, evitar los tropezones y denunciar las injusticias sociales.
BREVE SEMBLANZA DE EDGAR HURACÁN RAMÍREZ
Edgar Huracán
Ramírez, sin lugar a dudas, fue uno de los dirigentes más emblemáticos del
movimiento obrero boliviano, el último de una generación de líderes que marcó
historia en los anales del sindicalismo revolucionario, donde Edgar Huracán Ramírez descolló con luces
propias, como si hubiese nacido con suficiente vocación para defender los
intereses de los trabajadores, que eran los principales sujetos de su vida y
sus ideales.
El folleto refleja apenas un apéndice de su larga
trayectoria, contemplada desde la perspectiva del autor, quien tuvo la fortuna
de haberlo conocido en persona y haber compartido con él algunas testeras,
donde se abordaron temas políticos, literarios y culturales, desde la perspectiva
de los explotados, marginados y ninguneados.
Este valeroso dirigente minero, de firme personalidad
y convincente discurso, fue un estudioso de la realidad nacional, un
concienzudo analista político y un auténtico archivista, que se ganó el aprecio
de quienes tuvieron el privilegio de haberlo conocido en la cotidiana praxis.
Algunos incluso lo consideraban el héroe
de la archivística boliviana, con reconocimientos tanto nacionales como
internacionales.
Edgar Huracán
Ramírez se constituyó en un inevitable referente en la política y el
sindicalismo nacionales, debido a que sus aportes bibliográficos, basados en
sus experiencias vividas en carne propia, se trocaron en útiles instrumentos en
manos de los trabajadores empeñados en forjar un país más justo, libre y
democrático.
La vida y obra de Edgar Huracán Ramírez son dignos ejemplos para ser imitados por los
nuevos y jóvenes dirigentes de los sindicatos, de la Central Obrera Boliviana y
de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia, no solo porque él
confiaba en la fuerza combativa de la juventud, sino también porque sabía que
el destino del país estaba en sus manos.
El presente folleto, publicado en Edición La Cueva del Tío, es la más recientes propuesta del
escritor Víctor Montoya, quien, con más o menos aciertos, intenta contribuir en
el apasionante rescate de la memoria histórica de los trabajadores del subsuelo
boliviano.