lunes, 24 de diciembre de 2012


VÍCTOR MONTOYA CONDECORADO EN LLALLAGUA

El 22 de diciembre, en horas de la mañana, fue condecorado el escritor Víctor Montoya por el Gobierno Autónomo Municipal de Llallagua, en el marco del 55 aniversario de la creación de esta ciudad y una sesión de honor, donde se destacó la labor literaria del autor y se le hizo entrega de la condecoración por su aporte intelectual reflejado en la labor literaria a través de su obra.

Víctor Montoya, evocando su condición de escritor comprometido con la realidad social y reconociéndose como hijo de entrañas mineras, agradeció al Honorable Concejo Municipal por haber decidido condecorarlo con tan alta distinción, que lo llenaba de orgullo y felicidad, porque no siempre uno es profeta en su propia tierra.

En esta ciudad rodeada de montañas, donde el magnate minero Simón I. Patiño se convirtió en el barón del estaño, tras haber hallado la veta más rica de este preciado metal, vivió y estudió el reconocido escritor boliviano Víctor Montoya, quien supo plasmar en sus obras, con realismo descarnado y desbordante fantasía, el mundo de las minas y sus habitantes, a partir de una experiencia que le tocó vivir desde su más tierna infancia.

En el relato La letra con sangre entra, incluido en el libro Cuentos violentos, narra los años de su infancia en la escuela Jaime Mendoza, en la cual cursó el ciclo primario. Asimismo, la novela El laberinto del pecado, que se editó por primera vez en Suecia, en 1992, recrea sus años de estudiante en el Colegio Primero de Mayo y el Colegio Junín, ubicado en los Campos de María Barzola.

En las calles de Llallagua, ahora llena de comercios y estudiantes universitarios, transcurrió su infancia y adolescencia, sin sospechar que un día llegaría a constituirse en uno de los escritores más connotados del país y en uno de los más importantes cronistas de los centros mineros, con novelas, cuentos, artículos y ensayos, que se leen a nivel nacional e internacional.

En este mismo baluarte de las luchas sindicales, que en la primera mitad del siglo XX fue el sostén de la economía nacional, asumió conciencia política y se hizo dirigente estudiantil, hasta que el régimen dictatorial de los años 70, acusándolo de subversor del orden establecido, primero lo lanzó a la cárcel y posteriormente al exilio.

Estando en Estocolmo, en calidad de refugiado político, escribió gran parte de su obra, que se inició con la publicación de su libro de testimonio Huelga y represión, cuyas primeras páginas redactó en las celdas del Panóptico de San Pedro y en la cárcel de Viacha.

Su libro Cuentos de la mina, que ha merecido varias traducciones y comentarios elogiosos de la crítica especializada, nos acerca al realismo fantástico de las minas, donde sobreviven el sincretismo religioso y los resabios del mestizaje colonial a través del Tío de la mina, quien encarna la cosmovisión andina y la religión católica en perfecta combinación entre lo profano y lo sagrado.

El Tío de la mina es uno los personajes centrales en la obra de Víctor Montoya, un escritor que rescata el modus vivendi de las familias mineras, con las grandezas y tragedias registradas en la historia del movimiento obrero, que siempre estuvo rodeada por la pobreza de las comunidades indígenas dispersas en el norte de Potosí.

Las Crónicas mineras, escritas con pasión y conocimiento de causa, recogen pasajes de la historia de Llallagua y trazan la semblanza de algunos destacados sindicalistas que ofrendaron su vida a la causa de los trabajadores mineros, como César Lora y Domitila Chungara.

En consecuencia, no es casual que el Honorable Concejo Municipal haya decido condecorarlo el 22 de diciembre, día de celebración de la efemérides de Llallagua, una ciudad que guarda reliquias, recuerdos y legados de valor histórico desde la época en que Simón I. Patiño, con el propósito de amasar fortunas, creó la legendaria industria minera, que trituró la vida de miles de trabajadores, que murieron con los pulmones destrozados por la silicosis, una tragedia nacional que destaca en la obra literaria del ahora reconocido y condecorado escritor.

domingo, 16 de diciembre de 2012



NUEVA CONDECORACIÓN PARA VÍCTOR MONTOYA

El Gobierno Autónomo de la Municipalidad de Llallagua, por resolución del Honorable Concejo Municipal, decidió condecorar al Escritor Víctor Montoya por su extensa labor literaria y cultural. Además, según versiones oficiales, será reconocido por su indiscutible aporte a esta ciudad minera, donde vivió y estudió el ciclo primario y secundario.

El acto se llevará a cabo en una sesión de honor,  el sábado 22 de diciembre en los salones del Municipio que, por otra parte, conmemorará un año más de la fundación de Llallagua, que se realizó el 22 de diciembre de 1957.

Llallagua, que se dio a conocer a nivel internacional tras la creación de la industria minera por Simón I. Patiño, pasó a convertirse en uno de los temas centrales en la obra literaria de Víctor Montoya, no sólo por la importancia que esta ciudad minera tuvo en el marco de la economía nacional, una vez descubierta la veta de estaño más rica del mundo, sino también porque fue el centro neurálgico del sindicalismo nacional.

Víctor Montoya forjó su personalidad y sus ideales en el seno de los trabajadores del subsuelo, junto a quienes participó en los diferentes movimientos sociales que se protagonizaron durante los años en que el país fue asolado por la dictadura militar de los años 70.

El Honorable Concejo Municipal ha considerado el aporte literario y cultural de Víctor Montoya, quien durante los años que estuvo fuera del país, luego de haber sido perseguido, torturado y exiliado por la dictadura militar de Hugo Banzer Suárez, difundió la literatura nacional a través de obras que tuvieron repercusión internacional, como  la antología Poesía Bolivia en Suecia (2006) y El niño en el cuento boliviano, que se publicó en Suecia, en 1999, sobre la base de 37 autores más representativos de nuestra literatura. Asimismo, se constituye en un escritor reconocido no sólo en Europa, sino también en América Latina, con una amplia producción que, en la actualidad, está siendo traducida a varios idiomas.

Víctor Montoya es autor de ensayos, novelas, cuentos y crónicas periodísticas. Algunos de sus libros están dedicados a Llallagua y al mundo minero, como su novela El laberinto del pecado o el volumen Cuentos de la mina, que recrea los mitos y las leyendas que giran en torno al mítico Tío de la mina, quien es el protagonista central en la obra de este escritor comprometido con la realidad social y con la lucha por la defensa de los Derechos Humanos.

La Honorable Alcaldía Municipal de Llallagua consideró que Víctor Montoya es digno de este reconocimiento y la condecoración oficial, porque está comprometido con la causa de los trabajadores de este centro minero y, sobre todo, porque constituye un ejemplo para la juventud estudiosa de Llallagua y un orgullo para la provincia Rafael Bustillo del Departamento del norte de Potosí.

lunes, 10 de diciembre de 2012

 
EL BOLÍGRAFO
 
El bolígrafo, junto al lápiz y la pluma fuente, es el instrumento manual más utilizado por los escritores en el proceso de la escritura, no en vano se dice que si el guerrillero carga su fusil tanto en la trinchera como en la línea de fuego, el escritor carga su bolígrafo tanto en el bolsillo de la camisa como en el bolsillo de la chaqueta; ambos dispuestos a usar sus armas en una contienda donde las balas hacen correr sangre y las palabras hacen correr tinta.
 
El bolígrafo, a diferencia del fusil, se caracteriza por su punta de escritura, generalmente de acero o tungsteno, que sirve para regular la salida de la tinta sobre el papel, a medida que se la hace rodar como la bola de un desodorante en las axilas. El tubo que contiene la tinta es de plástico o metal, y se encuentra en el interior de un armazón que permite asirlo entre los dedos con cierta comodidad. Dicho armazón está compuesto de base y tapón, con diversos mecanismos que sacan o retraen la punta de la carga para protegerla de golpes y evitar que manche el bolsillo cuando se lo lleva sujeto por su clip.
 
El bolígrafo se hizo necesario desde el instante en que el hombre se puso a escribir con tinta. En principio se usaron las plumas de aves, con cuyo cálamo se escribía en papiros, pergaminos y papeles. Sin embargo, mientras más se multiplicaban los escritores, las aves corrían el riesgo de pasar a ser especies en peligro de extinción. De modo que, entre las luces y las sobras de la Edad Media, a los amantes de la naturaleza se les ocurrió la brillante idea de inventar las plumas metálicas. El enciclopedista francés Denis Diderot, refiriéndose a la pluma estilográfica en 1757, la describió así: es una especie de pluma hecha de tal manera que contiene cierta cantidad de tinta, que escurre poco a poco y permite escribir sin tener que tomar tinta nuevamente.
 
Los escritores, ansiosos por redactar con un instrumento más ágil y cómodo que la pluma metálica, tuvieron que esperar con insoportable paciencia, hasta que por fin se inventó el primer bolígrafo, con una bolita en lugar del plumín. El modelo fue diseñado por los hermanos húngaros Laszlo y George Biro en 1938. Se dice que Laszlo, en su condición de periodista, estaba molesto por los trastornos que le ocasionaba su pluma estilográfica cuando ésta se le atascaba en medio de un reportaje; así que, una noche que no pudo conciliar el sueño, concibió la idea de su magnífico invento, luego de haber observado a unos niños que jugaban con bolitas en la calle, sobre todo, cuando una de ellas atravesó un charco y que, al salir rodando, siguió trazando una línea de agua sobre la superficie seca de la calle.
 
Cabe mencionar que la idea de los hermanos Biro se hizo posible también gracias al químico austríaco Franz Seech, quien inventó una tinta que se secaba al contacto con el aire. La nueva tinta y el bolígrafo se comercializaron con el nombre de Paper Mate en la década de los 40 y, desde entonces, los escritores dejaron de usar la tinta líquida, las plumas de aves y las plumas metálicas. El bolígrafo, de hecho, ingresó con paso de parada en el mercado de los productos de escritorio. Fue ampliamente utilizado en la Segunda Guerra Mundial y llegó a ser un producto común en la mayoría de los hogares, gracias a los procesos de fabricación económicos y con cartuchos de tinta de repuesto, asequibles al bolsillo de los consumidores.
 
El bolígrafo, a pesar de su fácil manejo, ha provocado una rara enfermedad conocida como el calambre del escritor, pues más de uno lo ha usado hasta que le salgan callos o sienta un dolor en la parte inferior del dedo medio o en el último nudillo del mismo dedo. Los médicos especialistas, a su vez, han aconsejado buscar un punto de activación en el segundo músculo interóseo dorsal, situando entre los metacarpianos de los dedos índice y medio. Este músculo permite que el dedo medio se junte con el pulgar para coger el bolígrafo. Eliminar el conocido calambre del escritor es, por fortuna, una cuestión muy simple, considerando que los músculos cortos del pulgar y primer interóseo dorsal son normalmente el origen del calambre del escritor.
 
Con calambre o sin él, los escritores, adictos a escribir con bolígrafos de todas las marcas, colores, tamaños y calibres, no han dejado de usar este instrumento como amuleto hasta el día de su muerte. No es casual que Mario Benedetti, en uno de los poemas que escribió en los últimos años de su vida, nos habló de su pasión por el bolígrafo y nos recordó: Cuando me entierren / por favor no se olviden / de mi bolígrafo.
 
Ya se sabe que Julio Cortázar leía los libros casi siempre con un bolígrafo en la mano, para anotar comentarios al margen de las páginas; una manía que yo mismo cogí durante un buen tiempo. Por eso varios de los libros de la biblioteca del Instituto Latinoamericano de la Universidad de Estocolmo llevan mis subrayados y comentarios en el margen de las páginas; es más, aún recuerdo el día en que, cuando iba a devolver los libros, una bibliotecaria me preguntó a quemarropa: Eres tú quien raya los libros, ¿verdad? No supe qué contestar y, con el rubor en la cara, negué con un simple movimiento de cabeza, ya que si reconocía esta extraña manía, corría el riesgo de pagar el costo total de los libros. Desde luego que ella, ante mi negativa, se quedó con la duda, y yo, apelando a lo más puro de mi conciencia, me hice la promesa de no volver a garabatear en los libros prestados.
 
Lo peor es que en esos libros prestados quedó mi letra escrita con bolígrafos, como quien revela, sin quererlo o sin saberlo, las características más íntimas de su personalidad. Según los grafólogos, la escritura, como el andar, el ademán, la mímica y todos los aspectos de la psicomotricidad de la persona, lleva también la impronta particular de cada individuo. Estos expertos en estilos de escritura son capaces de descifrar las virtudes y los defectos de una persona, analizando una simple muestra de escritura espontánea. Y todo esto debido a que el acto de escribir -en cuanto representa el resultado de un conjunto de movimientos musculares de la mano estrechamente dirigidos y coordinados por el centro cerebral de la escritura y que con el tiempo forman un hábito íntimamente ligado a las características psíquicas de un determinado individuo- se traduce en unos caracteres gráficos peculiares, que no sólo revelan el estado de ánimo del individuo en el momento en que escribió, sino también las vicisitudes de su fuero interno, como si la escritura fuese el espejo del alma.
 
Con todo, a estas alturas de mi vida, no me queda más remedio que aceptar con resignación el error de haber hecho pública mi personalidad más íntima, debido a esta maldita manía de tener siempre un bolígrafo a mano y escribir donde no se debe, aunque al mismo tiempo estoy consciente de que promover el mayor uso del bolígrafo es, desde todo punto de vista, una buena manera de fomentar la escritura a mano, al menos para sentir el alivio de que así se escriben mejor las cartas y las tarjetas postales, en una época en que las máquinas de escribir y los ordenadores han convertido al bolígrafo en un instrumento casi rupestre y pasado de moda.

martes, 4 de diciembre de 2012


VÍCTOR MONTOYA SERÁ CONDECORADO 
POR EL HONORABLE CONCEJO MUNICIPAL DE EL ALTO

El escritor paceño, quien retornó al país después de treinta cuatro años de ausencia, será condecorado en una sesión de honor con la Medalla Prócer Juana Azurduy de Padilla, con la Orden al Mérito Cultural, el viernes 7 de diciembre, a Hrs. 9:30, en la ex Alcaldía Quemada de la ciudad de El Alto..

El Gobierno Autónomo Municipal, a petición de varias organizaciones sociales y culturales de esta ciudad, decidió condecorar oficialmente al escritor Víctor Montoya, quien fijó su residencia en Ciudad Sátelite, dispuesto a compartir sus conocimientos y experiencias con los principales actores culturales de esta urbe paceña.

La condecoración oficial, por determinación del Honorable Consejo Municipal, tendrá carácter público y se realizará en la ex Alcaldía Quemada, con la presencia de las autoridades edilicias y los representantes de las organizaciones sociales y culturales que promovieron el reconocimiento de Víctor Montoya, en virtud a su meritoria trayectoria y contribución a la literaria boliviana tanto dentro como fueras del país.

Víctor Montoya, escritor comprometido con la realidad nacional, fue una de las víctimas de la dictadura militar de los años 70 y vivió exiliado en Suecia, donde escribió gran parte de su obra literaria y dirigió las revistas literarias PuertAbierta y Contraluz. 

Sin embargo, a pesar de la distancia y el tiempo trascurrido, jamás se desvinculó de su compromiso social ni de los temas bolivianos que abordó en su extensa producción literaria, compuesta por novelas, cuentos, ensayos, crónicas y artículos periodísticos.    

Las organizaciones sociales e instituciones culturales que propusieron la condecoración municipal del escritor Víctor Montoya, no dudaron en ponderar su lucha por la recuperación de la democracia y la calidad de su obra literaria. 

Las solicitudes, dirigidas al Gobierno Autónomo Municipal de El Alto, llevan las firmas autorizadas de la Central Obrera Regional, la Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional, la Academia Boliviana de Literatura Infantil y Juvenil, la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de La Paz, la Organización Internacional para el Libro Juvenil (IBBY-filial Bolivia), el Centro de Arte y Cultura ALBOR, el Círculo Literario de El Alto, la Defensoría del Pueblo de La Paz y la Institución Eco Jóvenes de Bolivia, entre otras.