Mostrando entradas con la etiqueta microcuentos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta microcuentos. Mostrar todas las entradas

miércoles, 15 de enero de 2025

MICROTEXTOS VII

Los prodigios del alcohol

La borrachera de los poetas malditos no es en vano, ni mucho menos una absurda pérdida de tiempo, ya que después de salir de la resaca, la borrachera es fuente de inspiración lírica y un tema de interés tanto para los abstemios como para los adictos a las bebidas espirituosas. A continuación les presento un poema de altos grados de invención poética y oficio escritural:

…Copete nuestro que estás envasado,/ santificado sea tu grado,/ venga a nosotros tu alcohol,/ hágase tu voluntad,/ así en caja como en botella./ Danos hoy la chela de cada día,/ perdona a los que no toman/ como nosotros perdonamos/ a los que no convidan./ No nos dejes caer al suelo/ y líbranos del yogurt...

Este poema, quizás anónimo, pero con la fuerza semántica y prosódica de las palabras articuladas armónicamente en cada verso, es un regio ejemplo de que la borrachera, desdeñada por los puritanos del clero y las damiselas mojigatas, es una actividad donde doblar el codo es un ejercicio estimulante para la ingeniosa creatividad de los poetas malditos, quienes, aferrados a los prodigios del alcohol, respiran poesía por todos los poros de la piel.

Derribar muros

Derribar muros y vallas, las fronteras entre ricos y pobres, entre blancos y negros, entre indios y gringos; entre hombres y mujeres, entre inmigrantes legales e ilegales, debe ser el objetivo de todos y cada uno de nosotros, que deseamos vivir en un mundo donde todos tengamos los mismos derechos y las mismas responsabilidades, indistintamente de las diferencias culturales, raciales, lingüísticas, religiosas y las diversidades ideológicas y de género.

Derribar los muros entre el Sur y el Norte, entre la vida y la muerte, entre Dios y el Diablo, entre creyentes y ateos, entre gobernantes y gobernados, debe ser el objetivo para forjar un sistema socioeconómico que no sea capitalista ni comunista (Uds. pónganle el nombre a la nueva sociedad), sino una patria grande y equitativa, sin explotados ni explotadores, donde reine el amor y la paz, la hermandad y la felicidad, y donde el valor humano no esté basado en el principio del tener, sino del ser, del ser un individuo con derecho a elegir, en absoluta libertad, la vida que se quiere vivir en armonía y plenitud. 

Cuarto periodo del sueño

Según mis cálculos oníricos y no según los cálculos de los psicoanalistas, mi sueño estaba dividido en cuatro períodos sucesivos pero diferentes. En el cuarto periodo, vi a Fromm agarrado de la mano de Freud y a Engels agarrado de la mano de Marx. Los vi a los cuatro encerrados en un cuarto a media luz, donde Fromm y Freud yacían sobre un diván, con los ojos cerrados y la hebra de un cigarro en los labios; en tanto Engels y Marx estaban sentados en un mullido sillón, mirándose a los ojos y discutiendo acaloradamente, como si sus voces se sobrepusieran al tiempo y la muerte. Y, como es de suponer, de estas sesudas discusiones el que no sale dormido, al menos, sale jodido y confundido.

Cuando desperté, los cuatro estaban todavía en el cuarto, como fantasmas que retornan al reino de los vivos, para repetirse, una y otra vez, hasta que sus razonamientos dejen de ser simples teorías para convertirse en pilares fundamentales de las ciencias humanas.

Supersticiones

Mi bisabuela decía que una mujer, durante la menstruación, no era la misma de siempre. No podía hacer mantequilla, mayonesa, ni preparar productos lácteos, porque la leche se cortaría. Tampoco podía sembrar en el campo o en la casa, porque las plantas se secarían como quemadas por un implacable sol. Tampoco podía dar de comer a los animales domésticos, porque éstos se morirían como atacados por un virus desconocido. Las supersticiones de mi bisabuela, sin lugar a dudas, estaban relacionadas con la pureza y la impureza de la mujer, como si la menstruación no fuese un proceso biológico normal, sino una maldición divina.

Justicia comunitaria

La niña fue violada por su padrastro desde que ella tenía 13 años, mientras la madre, todas las mañanas, se marchaba a trabajar en el campo.

Así pasó el tiempo, sin que la madre se diera cuenta de lo qué estaba pasando en su propia casa, hasta que la niña, que no asistía a la escuela, terminó embarazada. Cuando empezó a crecerle el vientre y llegó el momento en que no pudo ocultar más el delito de la violación, la niña, que se la pasaba encerrada y llorando en su cuarto, no sabía cómo confesarle a su madre que era víctima de toques impúdicos y agresiones sexuales por parte de su padrastro, un hombre de sesenta años, desocupado y depravado sexual.

La madre, al darse cuenta que algo andaba mal, le preguntó qué le estaba pasando. La menor, luego de insistencias y deshecha en lágrimas, logró revelarle la verdad, una verdad que conmocionaría a la pequeña población campesina.

–Si no te conté era porque él, apuntándome con un cuchillo, me amenazaba de muerte…

La madre, luego de salir del shock, se abalanzó sobre su hija, la abrazó con ternura y lloró junto con ella, como a quien se le derrumba el mundo y se le acaban las ganas de vivir.

Pero no todo estaba perdido. La madre, asesorada por una mujer adulta, denunció el detestable hecho a las autoridades de la comunidad. El padrastro fue detenido y sometido a medidas cautelares, mientras se procedía a la investigación del insólito caso.

Cuando las autoridades dictaminaron la culpabilidad del padrastro, todos los implicados batieron palmas y mostraron su conformidad con el fallo de la justicia comunitaria. No obstante, el autor de la violación y el embarazo, para evitar la cárcel, tomó la decisión de casarse con su hijastra.

Así fue cómo la menor, poco antes de cumplir los catorce años y con el consentimiento de su madre y la justicia indígena comunitaria, dio a luz a un niño cuyo espeluznante aspecto, con malformaciones físicas que, de solo mirarlo, dejaba a cualquiera con la boca abierta y la sangre helada en las venas.

Las  vecinas no salían de su asombro al saber que el violador, como si nada hubiese pasado en su vida, seguía conviviendo con la madre y la hija.

–¡Este viejo cochino! –maldecían las mujeres cargadas de rencor–. ¡Debía morirse para arder en el infierno!

La menor, cuando salía de compras al mercado, llevaba a su criatura cargada a la espalda. Aunque ya tenía catorce años, la gente la miraba con lástima, no solo porque todavía era niña, sino porque el bebé, que nació con el cuerpo contrahecho, no era el fruto del amor, sino el producto de una violación sexual, un delito penado por ley y con años de prisión, pero absuelto por las normas internas de una pequeña localidad campesina, donde algunos delitos se resolvían por acuerdos y conciliación entre las partes en conflicto.

viernes, 20 de diciembre de 2024

MICROTEXTOS VI

El api

¡Oooruro-Oruro-Orurooo! escuché al campanilla del minibús, anunciando con ese tono particular de quien sabe cómo engolar la voz.

Me metí en la movilidad, rumbo a la capital del folklore boliviano.

Una vez en mi destino, caminé raudo al mercado Fermín López, donde escuché un coro de voces que ofrecían una y otra vez:

–Api.... Api con pasteles o buñuelos... Un vaso de tojorí caliente, caserito... Pase y sírvase, caserito. Api morado y amarillo, con canela, clavo de olor, anís y chancaca.

Apenas vi el vaso de cristal humeante y el pastel lleno de queso por dentro y lleno de azúcar molida por fuera, me froté las manos y quedé gratamente sorprendido:

–¡Humm! ¡Está como para pedirse yapa!

Soy un turista más en la tierra de la diablada, ¡Arr… Arr… Arr!, donde se debe probar, sí o sí, tanto el tojorí como el api morado y amarillo, porque quien no se ha servido esta exquisitez hecha a base de maíz molido, nunca ha estado en Oruro.

Brujerías

Como brujo y aliado del Diablo, soy capaz de descubrir el nombre y apellido de tu enemigo, hago que veas su cara reflejándose en el espejo. Te revelo cómo te hizo embrujar y en qué cementerio te enterraron. Te vengaré y devolveré cualquier maldad que hayan hecho en tu contra, por envidia o por simple maldad. No en vano se dice que el mal que se envía a alguien, puede volverse al que lo envió. Yo, como aliado del amo de las tinieblas, volteo la maldad y elimino al causante de tu desgracia con rituales de hechicería negra, destruyendo física y espiritualmente a tu enemigo, a quien lo maldigo y lo entierro con espinos en el cuerpo, para vengar la desgracia que te causó en  vida, rescatándote del oscuro pozo del dolor, para que triunfes sobre la maldad y seas feliz por el resto de tus días.

Palliris

Las palliris son mujeres jóvenes y adultas, que trabajan, martillo en mano y a cielo abierto, en la canchamina y los desmontes, escogiendo las chispas de estaño incrustadas en las granzas que fueron vomitadas como deshechos por las maquinarias concentradoras de mineral. La labor es sacrificada, a veces, tienen que arrancar las chispas de estaño hasta con las uñas. No faltan quienes dejan sus vidas en los campamentos mineros, como antes la dejaron sus padres y los padres de sus padres. Ellas viven y luchan para ganar un salario mínimo y cubrir la canasta familia, aferradas a la esperanza de que sus hijos estudien como sea con tal de salvarse de la voracidad de la mina, que es una despiadada tragadora de vidas humanas. 

Hijo indeseado

La empleada doméstica, que era una joven de belleza incomparable, fue desflorada por el patrón y tuvo un hijo ilegítimo que lo dio en adopción a un matrimonio sin hijos y con buena posición económica. Todo marchó sin problemas, hasta que un día, cuando el muchacho alcanzó el umbral de la adolescencia, exigió conocer a sus padres biológicos. Fue entonces que se enteró que era el hijo de una empleada doméstica y el dueño de una empresa de bienes inmuebles, quienes prefirieron darlo en adopción a los pocos días de haber nacido, para evitar un escándalo social en un pueblo chico, pero infierno grande. El muchacho llegó a conocer a sus padres biológicos y decidió convertirse en hijo de nadie, en basura de un pueblo que, efectivamente, era más un infierno grande que un pueblo chico, donde los niños indeseados eran regalados como animales sin nombres ni apellidos.

Buscar cinco pies al gato

El niño cogió al gato por el pellejo del pescuezo. Lo levantó a la altura de sus escudriñadores ojos y con una de las manos, le levantó la erizada cola.

La madre entró en el cuarto y, al ver que el niño miraba algo debajo de la cola del gato, le preguntó enérgica:

–¡¿Qué haces con el gato?!

–Nada –contestó–. Solo busco la quinta pata del gato.

La vara mágica

Moisés usó la vara mágica para salvar al pueblo judío, que también era el pueblo de Dios, de la opresión a la que estaba sometido en Egipto. Moisés, delante de los ojos del Faraón, tiró la vara al piso y, ¡zas!, ésta se convirtió en una serpiente que devoró las varas de los magos presentes en el acto. El Faraón quedó mudo y sorprendido ante semejante prodigio. Moisés extendió la mano, agarró a la serpiente por la cola y, ¡zas!, ésta se convirtió otra vez en una vara.

Con la misma vara, con propiedades milagrosas y divinas, Moisés convirtió las aguas del Nilo en sangre. Golpeó el polvo del suelo y, ¡zas!, apareció una nube de mosquitos; la levantó en dirección al cielo y, ¡zas!, empezó a desatarse granizo; la volvió a levantar y, ¡zas!, del polvo nació un ejército de feroces langostas.

La vara no era un simple trozo de madera, sino un símbolo del poder de Dios y provenía del Jardín del Edén; más precisamente, del árbol del conocimiento del saber del Bien y del Mal. No en vano Moisés separó las aguas del Mar Rojo con esta vara, cuando los judíos huían de Egipto, perseguidos por un ejército armado hasta los dientes y a galopes de caballo.

Moisés golpeó con la vara contra una roca en el monte Horeb, famoso por haber sido el lugar donde recibió las dos tablas de piedra con los Diez Mandamientos, y, ¡zas!, ¡zas!, hizo brotar agua cristalina para saciar la sed de los judíos, que avanzaban en dirección a la Tierra Prometida, donde debían fundar la nación del Dios.

Con esta vara milagrosa, que más parecía una varita mágica, nació el realismo fantástico en la literatura, que no fue la invención de la genialidad de un escritor, sino de las fabulosas historias narradas en las Sagradas Escrituras  

viernes, 1 de noviembre de 2024

MICROTEXTOS V

Los sapos

En mi colección de sapos, hay dos que se diferencian del resto; el primero, de piel rechoncha y ojos colorados, representa el pecado y la muerte, y, como el demonio del mundo bíblico, puede encarnarse en los humanos; el segundo, de piel lisa y mirada tierna, representa el amor y la buena fortuna, y, como las deidades sagradas del mundo andino, puede conceder deseos solicitados y convertir en realidad los sueños de los humanos.

Biocidio

Estaba cansado de los perros que deambulaban por el parque, donde él iba a sentarse en un banco para tomar un baño de sol, hasta que un día se le ocurrió una criminal idea: agregar clavos a panes y venenos a salchichas, para luego depositarlos en diferentes puntos del parque. Los perros ingerían estos alimentos, se tiraban al suelo entre estertores de agonía y, como es de suponer, sufrían una dolorosa muerte.

La tortura

Le infligían feroces torturas, obligándolo a confesar todo lo que sabía sobre las armas escondidas en una galería de la mina, pero él no decía nada, lo negaba todo a pesar de las evidencias que tenía la policía, debido a las confesiones de un delator, quien prefirió soltar la lengua antes que morir en la cámara de torturas.

Pedagogía de la liberación

Los libros y la alfabetización son instrumentos de liberación, al menos así los concebía el pedagogo Paolo Freire, quien sostenía la teoría de que la emancipación de los oprimidos se daría por medio del aprendizaje de la lectura y la escritura; procesos educativos que no solo debían ser un privilegio de las clases dominantes, dedicadas a decidir sobre los aspectos políticos, sociales, económicos y culturales de la nación oprimida, sino también un derecho de las grandes mayorías que, desde siempre y de manera injusta, estaban excluidas de los poderes de decisión del mal llamado Estado de Derecho.

Antología

En una antología literaria, como en toda selección arbitraria, están presentes autores que no merecen figurar en sus páginas y están ausentes quienes sí merecen ocupar ese lugar por méritos propios. Por lo tanto, como en todo material basado en parámetros relativos y no absolutos, en una antología no son todos los que están ni están todos los que son.

Los críticos

Los denominados críticos literarios, quienes, en lugar de escribir sus propias obras, se dedican a criticar las obras de los demás para hacer de este oficio una forma de vida, como los parásitos que se alimentan de la sangre de otros animales activos. Los hay quienes, creyéndose tener patentado en el uso de la palabra escrita, como si fuesen amos y dueños de la lengua, hacen críticas con las vísceras y no con el cerebro, aun sabiendo que entre brujos no se miran la suerte ni perro come carne de perro.

Relatores de fútbol

Son verdaderos inventores del idioma, donde el vocabulario es una suerte de pirotecnia verbal, y se puede aseverar que la narrativa deportiva no es menos ni peor que la literatura llamada culta; por el contrario, algunos de los relatores de los partidos de fútbol son ingeniosos y manejan un lenguaje dinámico y espontáneo que nada tiene que ver con las rígidas normativas gramaticales establecidas por los académicos. Los relatores son capaces de pintarnos el escenario de un campo deportivo y transmitirnos el partido de fútbol con un lujo de detalles, que nosotros, escuchándolos por radio, somos capaces de imaginarnos las gambetas, los pases y los goles, como si de veras lo estuviésemos presenciando en primera persona y con nuestros propios ojos.

Los andariveles

Siempre que miraba las cabinas del teleférico en la ciudad de La Paz, deslizándose por gruesos cables que se extendían de un extremo a otro, me acordaba de los andariveles metaleros que conocí en mi infancia en las minas de Siglo XX y Catavi; con la diferencia de que los andariveles, que corrían enganchados a cables bien tensados y herrumbrosos, en lugar de transportar pasajeros, llevaban los deshechos de la concentración de mineral hacia los desmontes de granza, conocidos con el nombre genérico de colas, que crecían cerca de los campamentos mineros y parecían cerros sobre los cerros de la cordillera.

Brujo pactado

Soy el único brujo que mantiene pactos con el Diablo. No te dejes sorprender por mis falsos imitadores, que son simples embaucadores. Te prometen todo pero nada cumplen. Para mí no existe nada imposible. Con el amuleto que me lo entregó en exclusiva el maligno de las tinieblas, descubro con quién te engaña tu esposa o marido, tu amante o enamorada. Logro los amarres sexuales para los tres sexos, con el elixir del narciso negro compactado. Pongo de rodillas a tus pies a la pareja que te hace sufrir, con una gota de pócima negra para atraer, conquistar y poseer el cuerpo y el alma de la persona amada. Yo triunfo donde otros han fracasado.

Hacer poco y ganar mucho

En Bolivia se gana mucho, pero mucho dinero, si uno tiene un trabajito como Senador o Diputado de la Asamblea Plurinacional. Basta con trabajar dos o tres días a la semana, para embolsillarse mensualmente más de 20.000 Bs. Desde luego que estos representantes de las organizaciones políticas y sociales, así no tengan la educación idónea para ejercer como Padres de la Patria, y gobernar a los bolivianos y bolivianas como manda la Ley, se dan ínfulas de ser los mandamases en las esferas del poder político. Pero lo que más rabia da es que se atribuyan la misión de ser los representantes de los más pobres y marginados de este pobre país. Para estos bellacos, que velan más por sus propios intereses que por los intereses de las mayorías, es muy fácil hablar, con 20.000 Bs. en los bolsillos, de la pobreza de los pobres. ¡Ay, carajo! ¡Qué bronca dan estos tristes payasos que hacen poco y ganan mucho! Definitivamente, y para que lo sepa todo el mundo, estos vividores y buscapegas no son los Padres de la Patria, sino unos recontraidiotas que gobiernan sin ton ni son.

Cura pederasta

Ella, la ama de llaves del internado de niños huérfanos de la Compañía de Jesús, ubicado no muy lejos de la ciudad, solía contar con gran pasión de las bondades divinas del sacerdote Stefano Corleone. Contaba que el misionero jesuita dedicaba su vida y tiempo a los niños pobres, ladrones, pordioseros, cleferos, tullidos, enfermos... Pero lo que no contaba era que, por las noches, el cura pederasta los invitaba a su cuarto, donde les besaba y desnudaba, toqueteándoles las partes íntimas, hasta que satisfacía sus bajos instintos, recomendándoles que no dijeran nada a nadie, que debía ser un secreto entre ellos, que la relación carnal era normal, que solo debían rezar mucho, que Dios los amaba y él también...

jueves, 29 de agosto de 2024


MICROTEXTOS IV

Sapo y Bestia

Soy el sapo a la espera de un beso de la Bella. Si la Bella no me estampa un beso, seguiré siendo la Bestia con aspecto de sapo, un sapo que no deja de maldecir ni llorar su maldita suerte que, más que mala suerte, es el castigo de una bruja con poderes mágicos y su varita de diosa.

El alcohol

Desde que entró en contacto con el olor del alcohol, por medio del aliento de su abuelo, quien lo levantaba en sus brazos para besarle en la mejilla, tenía la vida marcada por ese sustituto del amor de sus padres, que lo abandonaron desde su más tierna infancia. Nunca tuvo un pezón en la boca, sino su dedo pulgar como único chupón.

Años después, apenas cruzó el umbral de la pubertad, él mismo se llevó el gollete de la botella a la boca y sorbió el embriagador elixir hasta ingresar en un mundo de alucinaciones, satisfacción y olvido.

Desde entonces, como el niño vuelve a la mamadera siempre que lo necesita, él volvía cada vez a la botella, un efectivo sustituto del amor de sus padres, quienes un día se marcharon para no volver más, como él nunca más se separaría del alcohol por el resto de sus días.

El zoólogo

Desde que tuvo uso de razón, quería ser el zoólogo de los zoólogos; cortejar como un pavo real, atrayendo a la pareja con su brillante plumaje; hacer el amor como un chimpancé, con todas las hembras de la manada, sin respetar las normas de la monogamia; tener hijos a montones como un conejo en cautiverio, pero sin dejar de soñar con una yegua de fabulosas ancas, capaz de enloquecer a cualquier mancho y girarse con el movimiento de ballena en la cama, hasta quedar con los ojos contra la pared y la cola expuesta ante la lujuriosa mirada del zoólogo.

El otro dinosaurio

Cuando despertó, el hombre ya estaba muerto.

El Hijo de Dios

Cuando María concibió al hijo de Dios, magdalena se preguntó:

–¿Dónde estaba José cuándo esto sucedió?

–En su carpintería –contestó Judas–. Haciendo Pinochos como yo.

Hijo del vecino

–¿Por qué mi hijo no se me parece en nada? –preguntó el hombre.

–Cómo se te va a parecer –contestó la mujer–, si su padre es el vecino.

Día del Mar

¡Un, dos, tres!…

Los niños marcan el paso y el desfile cívico, en homenaje al Día del Mar, se hace interminable.

¡Un, un, un, dos, tres!…

Los niños siguen marcando el paso y la voz de mando del profesor, agobiado bajo el calcinante sol de la mañana, pierde fuerzas y se oye cada vez más lejana que las olas del mar cautivo.

La Vieja

La Vieja –diablesa– es la querida del Tío de la mina. Es malvada y perversa. Celosa de las mujeres que entran en su reino y jueza implacable de los mineros que no cumplen con ella ni con el Tío. Es tan poderosa como la Pachamama y más temida que el soberano de las galerías.

El minero sabe que la Vieja es rencorosa y vengativa si no se le guarda respeto ni veneración. Pero cuando ella se encapricha y se pone dura como la roca, el minero puede perder la paciencia y maldecir:

–¡Vieja, gran puta! ¡Te taladro y taladro, pero tú no te no te abres ni me muestras tu veta llena de riquezas minerales!

El minero puede putear y putear, pero ella se hace el del otro viernes, hasta que él, la coca amargada en la boca y al borde de un ataque de nervios, se atreve a insultarla con palabras soeces. Entonces ella reacciona y castiga con lo que mejor sabe hacer: un derrumbe en la galería, una explosión de dinamitas o una caída en un “buzón” del que nadie sale con vida.

La Vieja, que representa el otro lado de la vida y la destrucción de la felicidad humana, es más malvada que el Tío, menos benevolente que la Pachamama, y no perdona el desprecios ni los insultos de grueso calibre; por cuanto no vale la pena que el minero la maldiga, porque la maldición, tarde o temprano, se vuelver hacía él como un bumerang.

sábado, 3 de agosto de 2024

MICROTEXTOS III

Un clavo saca otro clavo

El día que el amor se le escapó de las manos, como el agua entre los dedos, lloró sin consuelo, se rasgó las vestiduras y se arrancó los pelos de cuajo. Al cabo de un tiempo, superada la desilusión del alma y curadas las heridas del corazón, se metió en el mar y se bañó en la espuma de las olas, hasta que volvió a renacer y volvió a creer en el amor, porque cuando un hombre se va, otro ocupa su lugar, como si un clavo sacara otro clavo.

El Tío en mi vida y obra

El Tío de la mina se metió sigilosamente en mi obra literaria, como un personaje de contrabando, dispuesto a amargarme la vida.

¿Por qué te metiste en mi obra? –le pregunté intrigado–. ¿Para joderme la vida?

Me miró sonriente, enseñándome los colmillo y la lengua viperina. Encendió los ojos como focos de fuego y contestó enérgico:

–¡No fue para joderte la vida, sino para joderte la obra!

La amada

Todas las noches, como recién salida de la más pura niebla, estaba siempre cariñosa y fresca, como recién bañada por el rocío del alba.

La bruja y el parroquiano

La joven bruja, después de haber volado toda la noche, aterrizó en la puerta de una cantina, se desmontó de la escoba, se acercó a un parroquiano, que apenas podía sostenerse de pie, lo agarró por las solapas y lo suspendió en el aire como a un estropajo.

–Ahora vienes conmigo –le dijo con voz de miel.

–¿Y por qué yo? –preguntó muerto de miedo.

–Porque quiero que lo conozcas a mi amo.

–¿Al Diablo?

–Sí –contestó–, al que te da de beber a cambio de comerte el alma.

El parroquiano tocó el suelo con la punta de los zapatos y lloró desconsoladamente, porque solo llorando podía salvarse del castigo del Diablo y no volver a caer en las garras del alcohol.

Enloquecer por amor

Los hombres saben que una cosa es enloquecer por el amor de una mujer y otra muy distinta enloquecer por el desamor de alguien de sentimientos gélidos y corazón de hielo.

Sonido nasal

Juan le pidió a Pedro taparse con los dedos las fosas nasales y luego pronunciar, sin cerrar los ojos y a todo pulmón, la palabra punta.

Pedro se tapó la nariz, pronunció a viva voz la palabra punta y no se lo pudo creer el sonido nasal que transformó la palabra.

Torres

No construyas tu torre de Babel, creyendo alcanzar el reino de los cielos, si sabes que las torres, construidas con los ladrillos de las bajas pasiones humanas, conducen derechito al infierno, donde reina la confusión de las lenguas y las ciegas ambiciones terminan en cenizas.

Se fue para no volver

Porque estás que te vas, y te vas./ Y te vas, y…/ Y no te has ido, tarareó la canción de Alfredo Jiménez, mientras se duchaba con agua tibia. Después se vistió con la elegancia de siempre, cogió las maletas que estaban listas. Sujetó la empuñadura de la puerta, la abrió y la cerró a sus espaldas. Esta vez se fue para no volver, sin recordar la sentencia que su mujer le repitió hasta el cansancio: Al ausente, por muerto le da la gente, así se lo haya amado con todas las fuerzas de la razón y el corazón.

domingo, 2 de junio de 2024

MICROTEXTOS II

Pesadilla

Cuando desperté jadeante y sudoroso, tras huir de una espantosa pesadilla, ellos estaban todavía en el cuarto, contemplándome como condenados retornados al reino de los vivos, luego de escabullirse del reino de los muertos, solo para acusarme de ser el autor de su desgraciada muerte.

El plan

–Dios tiene un plan para ti –me dijo el evangelista.       

–¡No jodas! –le repliqué–. ¿Qué plan?

–El plan de joderte por irreverente y ateo.

Perros modernos y perros de pueblo

En cierta ocasión, un amigo sueco, mirándome con una chispa de ironía en los ojos, me preguntó:

–¿Es verdad que los perros de tu pueblo duermen en el patio?

–Sí –contesté–. Los perros no son objetos de adorno, como en Suecia, sino los candados de la casa, los guardianes de los bienes de sus dueños. Los perros, como los humanos, tienen sus derechos y sus deberes, y, aunque se los cuida y ama demasiado, no se les cepilla los dientes ni se les atusa el pelo. Los perros de mi pueblo no están acostumbrados a consumir alimentos envasados sino a comer lo que sobra en el plato o en la mano. Los perros de mi pueblo se crían a cielo abierto y no como pájaros enjaulados. No necesitan que nadie los sobreproteja ni limpien el trasero. Son perros que responden a su propia naturaleza, sin que por esto dejen de ser los animales más nobles y los mejores amigos del hombre.

–Lo que es aquí –dijo, resignado, el amigo sueco–, el perro ha dejado de ser perro para convertirse en amo y señor de la casa. Por si fuese poco, los perros ya no ladran ni muerden, son perros modernos en una sociedad moderna.

–Así es –le dije–. Los perros son como los humanos, mientras más tienen, menos ladran.

El diablo siempre vuelve

Desde que la muerte entró a través del pecado en el reino de los humanos, el diablo no ha dejado de aparecerse donde menos se lo espera. Si los ángeles celestiales, después de victoriosas batallas, lo arrojan al infierno, el diablo vuelve, vuelve y siempre vuelve, una y otra vez, como el mundo gira, gira y siempre gira, sea de noche o sea de día. Lo único que no vuelve ni gira es la efímera vida de los humanos, quienes un día son luz y otro día son penumbra, cual pecadores sentenciados a nacer y morir como los luceros del alba.

Ganar y perder

Toda su vida abrigó dos sueños: ganar el premio gordo de la lotería y jugar póquer en un casino de Las Vegas. Cuando alcanzó el meridiano de su vida, se cumplieron los dos sueños; primero, ganó la lotería y se hizo millonario de la noche a la mañana; segundo, viajó a Las Vegas y visitó uno de los casinos más famosos de la ciudad. Una noche de juerga y juego de naipes, como todo jugador empedernido, apostó los millones que llevaba en el maletín, esperanzado en multiplicar su valor con un golpe de suerte, pero nada resultó como lo tenía pensado. Tiró las cartas sobre la mesa y lo perdió todo en un cerrar de ojos.

Niño eterno

Era ese niño que no quería crecer ni ser adulto, deseaba seguir siendo un niño de por vida en el país de Nunca Jamás, donde vivían, secretamente, piratas, hadas, duendes y, para su felicidad, su única felicidad, la diminuta hada Tinker Bell de quien estaba perdidamente enamorado.

Si alguien, recordándole que no podía ser un niño eterno, le decía:

–Tú tienes que hacerte un día, como todos los demás, un hombre hecho y derecho. No puedes ser por siempre un adulto por edad y un niño por conducta.

Peter Pan se ponía furioso, refunfuñaba y replicaba:

–¡No! ¡No quiero ser un hombre mayor! ¡Quiero ser un niño eterno y pasármelo bien, así tenga que enfrentarme interminablemente contra el capitán Hook, ese monstruoso pirata que tiene un gancho de hierro por mano y un témpano por corazón.

La maldición de la belleza

Érase una vez en que la belleza era la maldición de las esclavas, raptadas y recluidas en fastuosas mansiones, como hermosas aves en doradas jaulas, donde debían satisfacer los libidinosos deseos de sus amos y parir hijos a montones.

Cansada

La mujer estaba cansada de tener un marido maniático, que le seguía los pasos por donde iba, sin otro afán que celarla con su propia sombra y hasta con el perfume que usaba para salir de casa. Ella estaba cansada de todo, hasta de su propio aliento. Lo único que deseaba era borrarse del mapa, antes de que su marido acabara con su vida a punta de puñaladas.

Hombre pez

De tanto bañarse en el río, bajo el sol y bajo la luna, sea a la hora que sea, acabó convirtiéndose en pez.

Ideologías

Las ideologías vienen y van, nacen y mueren. Sólo las más aptas sobreviven en la sociedad y la conciencia humana.

Máquina Remington

Desde que estoy tirado en la cama, paralizado de cuerpo entero por una enfermedad letal, tengo un monstruo metido en el cuarto, acechándome de noche y de día, como riéndose de mi fatal desgracia. Me mira de frente y de reojo, y hasta parece amenazarme de muerte por haberlo sometido a mi voluntad y haberlo convertido en mi esclavo durante décadas. Es cierto, no puedo negarlo, antes era mi herramienta de trabajo y ahora es la pesadilla que atormenta mi alma.

¿Quién es el monstruo?

La vieja máquina de escribir Remington, que escupió cientos de artículos y una decena de libros, y que ahora está sobre la mesa, donde la dejé tras haber perdido las facultades de movimiento de mis extremidades. Lo malo no es que esté en el cuarto, contemplándome mientras estoy tendido en la cama, sino su mirada de odio y desprecio, como cuando se abandona a una mujer después de haberla amado tanto, con todo el cuerpo y todas las fuerzas del corazón.


sábado, 4 de mayo de 2024

MICROTEXTOS I

Capacidades diferentes

Éramos una pareja perfecta, aunque estábamos mutilados por la explosión de una garrafa de gas. Ella quedó sin piernas y yo sin brazos. Nos amábamos locamente, complementándonos en las buenas y en las malas, hasta el día en que, tras la explosión de otra garrafa de gas, ella perdió los brazos y yo las piernas. Entonces ya no podíamos acariciarnos ni con los brazos ni con las piernas. Lo peor es que dejamos de amarnos y, como bultos de carne, nos separamos sin hablarnos ni mirarnos, porque, además de estar mutilados, éramos ciegos y mudos, una pareja con capacidades diferentes.

En el infierno

No hay paz, ni tiempo, ni espacio. Es un mar en llamas habitado por seres monstruosos nacidos y crecidos en las entrañas más profundas de la Pachamama. El infierno está cercado de ríos y valles de fuego, donde todo es dolor, pena y olvido.

El amo del infierno, hecho de luces y piedras preciosas, tiene el aspecto de macho cabrío, cuernos pequeños, ojos grandes y espantosos, nariz ganchuda, barba de chivo, manos corvas como garras de aves de rapiña; lleva una corona en la nuca y un enorme cuerno entre las piernas.

En el infierno arden los hombres y las mujeres que pecaron en el reino de los vivos, en vez de ganarse la divina llave para entrar en el paraíso de los muertos. En el infierno no hay compasión ni perdón, todo se paga caro entre tridentes y latigazos de fuego. En el infierno…

Engaños

La engañó a su esposa con todas las mujeres del pueblo. La engañó desde que se conocieron, desde que se comprometieron y se casaron. No hubo un solo día que no estuviese con alguna de ellas, que también engañaban a sus maridos con todos los hombres del pueblo. 

Los gramáticos

En el principio era el verbo y el verbo era Dios. Después era el sustantivo y el sustantivo era el Diablo. Después del verbo era el adverbio y después del sustantivo era el adjetivo. Después el sujeto y el predicado. Así fue desarrollándose el lenguaje de los humanos, hasta que aparecieron los gramáticos, complicándolo todo lo que empezó siendo un simple verbo. 

El principito

Antoine de Saint Exupéry, autor de El principito, antes de desaparecer misteriosamente a bordo de su avioneta en un desierto del norte de África, volvió a encontrarse con su pequeño amigo en un asteroide lejano, donde las flores tenían voz y pensamientos; pero esta vez, en lugar de dibujar un elefante dentro de la serpiente-boa, con apariencia de un sombrero, dibujó un elefante con la trompa que tenía la apariencia de una serpiente-boa.

–¿Qué hay dentro del elefante? –preguntó el aviador, que era el alter ego de Antoine de Saint Exupéry.

El principito, quien antes pudo ver con asombrosa facilidad al elefante digerido por una serpiente-boa, contestó:

–Dentro del elefante hay una caja, dentro de la caja un carnero con cuernos y, como tú bien sabes, hay también una serpiente-boa fugándose por la trompa del elefante.

Detective

Su sombra era el detective que le seguía y perseguía los pasos pisándole los talones.

Fidelidad

Era el único hombre fiel en el pueblo y, sin embargo, el que más engaños amorosos soportó.

La muerte

Es un largo camino por donde irás y no volverás.

Canibalismo

Cuando su esposa se negó a obedecer sus palabras, él remontó en cólera y reavivó su canibalismo. La cogió por las trenzas y la arrastró hasta el oscuro sótano de la casa, sacó el combo de la caja de herramientas y la golpeó en la cabeza hasta destaparle los sesos. Después empuñó el machete, la decapitó y le cercenó las extremidades. Bebió su sangre y comió sus restos, empezando con la lengua y terminando con los pechos. Con las partes que no pudo engullir, cocinó guisos para dárselos de comer a sus hijos.

Mi cadáver

Una voz temblorosa anunció el descubrimiento de mi cadáver. Desde ese instante, se puso en marcha una compleja maquinaria de investigación, todo con el objetivo de explicar el crimen y dar con el culpable. Un policía tomó fotografías del lugar, de la posición de mi cadáver y mis heridas, mientras otro recogía objetos en busca de huellas, pelos, manchas somáticas o cualquier otro posible indicio del crimen. Pero lo que nadie sospechaba era que toda la investigación para encontrar al culpable se tornaría en una labor inútil, debido a que el asesino, que me quitó la vida con premeditación y alevosía, se escondía dentro de mi cadáver.  

sábado, 2 de diciembre de 2023

MICROS

Cuestión de diablos

Un Diablo cayó al agua.

Otro Diablo lo sacó,

mientras un tercero se preguntaba:

¿Cómo diablos se cayó?


En el desierto

La mujer cayó de la cabalgadura mientras dormía. El caballo relinchó ante la presencia de una serpiente, provocó la estrepitosa caída de su jinete. Ella, cuando despertó, no sabía cuándo ni cómo pasó, pero estaba sola y abandonada entre las salvajes dumas del desierto.

 

El hombre de la botella

Sumergido en su enésima borrachera, sabía que lo más importante, después de haberse zambullido en los toneles de aguardiente, era volver a trepar por sus empinadas paredes, alcanzar el borde, salir con vida y cargado de una sabiduría que solo se aprende tras tocar fondo, donde hay un cofre de riquezas que un día perdió el Diablo.

 

Monstruos

Si el sueño de la razón produce monstruos, entonces el monstruo de la razón produce más monstruos.

 

El locoto

–El locoto colorado es sabroso –dijo mi suegra.

–Sí, señora –corroboré su gustito–. Es sabroso porque pica dos veces.

Mi suegra, poniéndose colorada como el loco, se sonrió picarona y añadió:

–Sí, pues, pica al comer y pica al…

viernes, 13 de noviembre de 2020

PERRO MUTILADO

Había una extraña costumbre en el pueblo de mi abuela: cortarles la cola a los perros para mejorarles la apariencia. Así fue como un día, el cachorro que me regalaron en mi cumpleaños, pasó por ese cruel procedimiento en contra de mi voluntad. Todo sucedió en el patio de la casa, donde mi abuela, cuchillo y servilleta en mano, le sujetó al perro por el pescuezo y le mutiló la cola de un violento tajo. Cuando el perro se corcoveó y chilló como un niño aterrado, yo sentí el dolor como si a mí me hubiesen rebanado el dedo. Mi abuela le cubrió la sangrante herida con la servilleta y yo me retiré con lágrimas en los ojos. Todo había concluido en menos de cinco minutos. El perro perdió la cola y yo perdí la confianza en los mayores.

 

viernes, 30 de octubre de 2020

EL PUPITO (*)

El hijo de los patrones, niño precoz y majadero, le preguntó a la empleada doméstica:

–¿Puedo tocarte el pupito?

Ella, acostumbrada a concederle sus caprichos sin decir ni sí ni no, se echó en la cama y entornó los ojos, se dejó levantar la pollera, la enagua y bajar los calzones. Al poco rato, al sentir que algo le rozaba entre las piernas, se ruborizó y dijo:

–Eso no es mi pupito…

A lo que el niño repuso:

–Tampoco es mi dedito...

 

* La palabra “pupito”, en Argentina y Bolivia, es igual a “ombliguito”.

 

sábado, 22 de agosto de 2020

 MICROCRUELES

Tatiana

Pasó la mayor parte de su vida encerrada en casa. Se sentía señalada con el dedo por todos quienes la veían. Durante su niñez, cuando caminaba por las calles, sentía con mayor frialdad esas miradas de asombro. Por cuanto un día, sin soportarse a sí misma, decidió preguntarle a su papá:

–¿Por qué soy la más fea de la familia?

Él pensó un instante y, sin saber cómo explicarle el porqué tenía la cara más fea entre las feas, se limitó a contestar:

–Cuando tu mamá estaba embarazada de ti, odiaba con toda su alma a una persona, por eso naciste así.

Tatiana se dio la vuelta y corrió a preguntarle a su mamá quién era esa persona a quien tanto odiaba.

–Era la otra mujer de tu papá –le contestó con lágrimas en los ojos.

En sábado de Carnaval

El minero, disfrazado de diablo en honor del Tío, suplicó a la Virgen del Socavón:

–Quiero morirme en sábado de Carnaval...

El Tío escuchó la súplica y se lo cargó al infierno en vísperas del sábado de Carnaval.

El risitas

Vivió y murió a carcajadas.

Hamlet

No ser ni ser

Toqué al Señor

“Señor”, le dije, y lo toqué.

Despecho

Una mujer despechada es una fiera adiestrada por el diablo; lleva veneno en las venas y puñales en la lengua.

El atracador

Era el Robín Hood urbano. No usaba carcazas con flechas ni trajes color verde olivo, pero estaba consciente de que, apenas atracara un banco, debía repartir el botín entre los pobres.

El heredero del trono

El rey se hizo anciano y necesitaba un heredero del trono, pero a su única hija, una princesa joven y hermosa, le gustaban más los esclavos negros que los guerreros blancos. Entonces el rey, ansioso por tener un heredero de pelo rubio y tez blanca, le tendió una trampa. Hizo que un esclavo negro, que se aparecía en la alcoba de la princesa solo en las noches, la embarazara y luego desapareciera sin dejar señales de su identidad. Nueve meses más tarde, nació de sus entrañas un niño blanco. La princesa no entendía por qué el niño era blanco si su padre era negro. Nadie le dio explicaciones, hasta que el rey, agonizante y postrado en la cama, le reveló que el padre de su heredero no era un esclavo negro, sino de uno de sus guerreros blancos que se hizo pasar por negro.

jueves, 23 de julio de 2020


CUENTAGOTAS

Monstruo marino

Cuando las olas avanzaron desde el horizonte, con una fuerza y un despliegue de tenebrosas espumas, el barco, con las velas desplegadas a la deriva, empezó a flotar entre las embravecidas olas del mar, cuyas aguas se vaciaban en un abismo sin fondo. Los tripulantes no alcanzaron a salvar sus vidas y desaparecieron entre gritos de espanto y auxilio. El único sobreviviente, quien fue tragado por una ballena y escupido cerca de un puerto, contó que el barco y los tripulantes no desaparecieron en un abismo, sino que fueron engullidos por un monstruo parecido al demonio, con escamas en el cuerpo, ojos en la punta de los cuernos, alas de quimera y cola de saurio.

La vida y la muerte

Sentadas en el tren del tiempo, conversaron sobre los altares y los ritos de Todos los Santos, hasta que la muerte, ataviada de negro, le dijo:

–Quisiera que me des tu vida para dejar de ser muerte.

–¡Eso ni muerta! –contestó la vida.

Háganse Dios y el Diablo

Dios habló: ¡Hágase la luz!
El Diablo habló: ¡Hágase la oscuridad!
El ser humano habló: ¡Háganse Dios y el Diablo!

Tilín-Talán

Tilín-Tilín tocó la  puerta.
–¿Quién es? –preguntó Talán-Talán.
–Tilín-Tilín –contestó.
–¿Qué desea?
–Hacer Tilín-Tilín con Talán-Talán.
–¿Y para qué?
–Para que nazca un Tilín-Talán.

El romántico

Quiso encontrar la felicidad en el amor, pero no encontró más que la desilusión y la muerte.

El profe

Los estudiantes de matemáticas, suspendidos una y otra vez, no dudaron en poner en duda los métodos de enseñanza del profe de mate.

–El profe es más complicado que una fórmula algebraica –comentaban de uno en uno, de dos en dos y de tres en tres.

El profe ponía oídos sordos a los comentarios y no decía nada.

Los estudiantes sabían que el profe dominaba su materia al dedillo; lo que no dominaba era el arte didáctico de cómo hacerles tragar los números como aceite con cuchara.

Evolución

–Si el mono es el pariente cercano del hombre –se dijo un chimpancé enjaulado–, entonces es lógico que Tarzán sea el rey de los monos.

El rencor

En una población de la meseta andina, lejos de la mano de Dios y cerca de la mano del Diablo, un minero descubrió a su mujer recostada con otro hombre, en la misma cama y en el mismo cuarto en el que se juraron fidelidad.

El minero, cegado por los celos y el corazón partido por el rencor, mató al amante y descuartizó a su mujer.

El hijo de la pareja, único testigo del terrible crimen, se retiró empapado en lágrimas y se refugió en la cancha de fútbol, su gran pasión, donde acabó con su vida colgándose del travesaño.

domingo, 20 de octubre de 2019


EL MERCADER PARALÍTICO

Había una vez un mercader entre los mercaderes, dueño de numerosas tierras y riquezas, un numeroso séquito de hombres guerreros y un grupo de damas de compañía integrado por las mujeres más bellas de su palacio, donde todo era asombro y maravilla. Los salones estaban suntuosamente revestidos con tapices y mosaicos labrados a mano. En el centro del jardín interior, ornamentado con piedras preciosas, árboles frutales y pájaros exóticos, lucía una fuente flanqueada por leones de oro carmesí, de cuyas fauces brotaban como perlas los chorros de agua cristalina.

El mercader, aunque vivía rodeado de riquezas y damas de compañía, padecía de un extraño mal que, a lo largo de su vida, le resultó un problema tan grande como su señorío. No podía ponerse de pie ni desplazarse de un lado a otro, pues tenía las piernas tiesas como las piernas de una estatua de mármol. Nadie sabía a qué se debía semejante parálisis. Lo más triste era que no había médico, ni sabio ni brujo, capaz de dar con un eficaz remedio para curar la desgracia que lo tenía postrado en un diván.

Los más viejos y de confianza de su séquito decían que este mal heredó junto a los bienes que dejó su padre, quien era uno de los mayores mercaderes en el mundo árabe. Pero lo que no decían, por tratarse de un secreto celosamente guardado, era que la parálisis se debía al arte de encantamiento de una vieja hechicera, quien cumplió la misión de causarles con sus artilugios un terrible daño a él y a su madre.

La vieja hechicera, que se puso al servicio de una de las amantes celosas y resentidas del padre del mercader, roció el líquido de un pequeño frasco sobre las piernas del niño recién nacido y una cuantas gotas sobre la nuca de su madre, de modo que él quedara paralítico de medio cuerpo y ella perdiera el habla y una parte de la memoria.
 
Un tiempo después, cuando murió el padre del mercader tras un ataque cardíaco que lo fundió en el acto, su madre, que no hacía otra cosa que dar vueltas y vueltas en los predios del jardín, desapareció un día del palacio, sin que nadie la viera salir por una ventana que daba a un bosque aledaño. Así fue cómo el mercader, que aún era un niño de pecho, quedó al cuidado de las nodrizas que lo amamantaron y cuidaron como a su propio hijo.

Cuando el mercader alcanzó la mayoría de edad, resolvía los problemas de sus negocios y los quehaceres en el palacio desde su alcoba, gracias al servicio de sus damas de compañía y al efectivo trabajo de su séquito de colaboradores. Pasaba los días jugando partidas de ajedrez y meditando en su situación de hombre joven, soltero y acaudalado. Pero, sobre todo, en su invalidez endémica que no le permitiría ser marido ni padre.

La vida de un hombre sin mujer ni hijos no es vida, pensaba el mercader cada vez que le embargaba la tristeza. Sus damas de compañía, al verlo con el cuerpo paralizado desde la cintura hasta los pies, no hacían más que consolarlo con besos y caricias, que él sabía recompensarles con perfumes, telas y alhajas traídas desde las exóticas tierras de los califatos árabes.

Así pasaba sus días, hasta que una mañana, bajo un cielo diáfano y soleado, se presentó en el pórtico del palacio una mujer vieja y encorvada, vestida en harapos y con los pies descalzos. Rogó a los centinelas del palacio dejarla entrar porque le urgía hablar personalmente con el mercader. Éstos le preguntaron si era posible, Y, el mercader, como todo hombre bondadoso y de corazón sensible, aceptó que la hicieran pasar. Entonces ella entró, deslizándose sobre la punta de los pies, hasta la alcoba donde estaba postrado el mercader. Se le acercó haciéndole reverencias con la cabeza, le besó en las enjoyadas manos y le dijo:
   
–Señor, mi gran señor. Acudo a su persona para que me acoja en su palacio como una esclava entre las esclavas. A cambio de su bondad, piedad y hospedaje, sabré agradecerle liberándolo del mal que padece.

Cuando el mercader oyó las palabras de la mujer, que parecía de humilde condición pero que se expresaba con ademanes de ilustre dama, sintió que se le iluminó la razón y el corazón. Y, desde luego, no dudó en dispensarle una hospitalaria acogida en su palacio. Ordenó a sus damas de compañía, que hasta entonces permanecían asombradas y boquiabiertas ante la escena, bañarla y vestirla con ricos trajes y, después de ofrecerle un banquete con los mejores manjares, ubicarla en los aposentos más cómodos del palacio.

–¡Bendito sea Alá, que es sabio, grande y poderoso! –exclamó la mujer, con un rocío de lágrimas humedeciéndole las mejillas y sin dejar de darle las gracias al mercader ni colmarlo de alabanzas.

El mercader se despidió de la anciana y, dirigiéndose a sus damas de compañía, pidió que la acompañaran hacia su nueva vida en el palacio.

La primera noche que la anciana huésped estuvo sola en sus aposentos, sacó del bolsillo de su raída túnica un saquito y del saquito el frasco que, después de muchas idas y venidas, le arrebató a la hechicera para revertir el encantamiento. Ella se echó unas gotas sobre la nuca y, al término de agitarse como de pies a cabeza, se transformó en  la misma mujer encantadora de cuando vivía con el padre del mercader; tenía una espléndida hermosura y una elocuencia verbal que daba gusto oírla. Sus cabellos eran tan oscuros que parecían formar parte de la noche, mientras su lozana piel tenía un tono tan blanco y puro como la plata virgen capaz de iluminar la noche. Sus labios eran los pétalos de una rosa y sus ojos estrellas de ámbar negro. Además, era mujer excepcional no sólo porque desprendía un amor puro e incondicional desde el fondo de su corazón, sino también porque poseía el don de entender el lenguaje de los animales y el canto de los pájaros.

Al día siguiente, la madre del mercader, que dejó de ser la haraposa anciana, hizo lo que tenía pensado: rociar el líquido que tenía poderes mágicos sobre las piernas agarrotadas de su hijo. Salió de sus aposentos con el frasco en la mano y, sin que nadie la reconociera, ni los hombres del séquito, ni las damas de compañía, recorrió a paso ligero por los corredores del palacio y se metió en la alcoba del mercader, quien a esas horas estaba reponiendo sus fuerzas en su siesta habitual.

Su madre se le acercó y, aprovechando que estaba dormido sobre un mullido diván, le levantó la túnica y le vertió el líquido sobre las piernas diciéndole: Por fin quedarás liberado de la prisión en la que te tenía encerrado tu propio cuerpo, desde la vez en que la malvada hechicera te quitó la facultad de caminar sobre tus pies.
 
El mercader, todavía dormido, salió de su encantamiento y recobró la salud completa en un instante. Cuando despertó y abrió los ojos, sintió que su cuerpo estaba más liviano que nunca, como si durante el sueño hubiese adquirido la capacidad de remontar vuelo con la facilidad de los pájaros. Se miró el cuerpo entero, miró sus piernas, que se movían como si tuvieran vida propia, y se puso de pie por primera vez. Dio saltos de júbilo sobre la alfombra y, al intuir que la mujer que estaba en la alcoba era su madre, se maravilló hasta más no poder, mientras ella rompió a llorar de felicidad. Se tomaron de las manos y se abrazaron efusivamente, regocijándose porque volvieron a reencontrarse después de tantos años de no haberse visto ni haber compartido el natural cariño que une a una madre y a un hijo.

Al final, ambos elevaron sus alabanzas al todo poderoso, por haberles permitido volver a juntar sus almas en el mismo palacio que un día perteneció al padre del mercader, quien murió aferrado a la esperanza de que un buen día se reencontraran los dos seres más amados de su vida: su mujer y su hijo.