viernes, 13 de noviembre de 2020

PERRO MUTILADO

Había una extraña costumbre en el pueblo de mi abuela: cortarles la cola a los perros para mejorarles la apariencia. Así fue como un día, el cachorro que me regalaron en mi cumpleaños, pasó por ese cruel procedimiento en contra de mi voluntad. Todo sucedió en el patio de la casa, donde mi abuela, cuchillo y servilleta en mano, le sujetó al perro por el pescuezo y le mutiló la cola de un violento tajo. Cuando el perro se corcoveó y chilló como un niño aterrado, yo sentí el dolor como si a mí me hubiesen rebanado el dedo. Mi abuela le cubrió la sangrante herida con la servilleta y yo me retiré con lágrimas en los ojos. Todo había concluido en menos de cinco minutos. El perro perdió la cola y yo perdí la confianza en los mayores.

 

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