sábado, 23 de mayo de 2020


EL PRONTUARIO ESCOLAR

Cierto día, mientras curioseaba algunas rarezas en una feria de libros usados en la ciudad de El Alto, saltó a mi vista una vieja edición del Prontuario Escolar, que tenía las tapas estropeadas y las hojas amarillentas de tanto haber pasado de mano en mano y haber sido usado como la principal fuente de consulta de conocimientos generales. Lo compré a un precio módico, con la idea de conservarlo en mi biblioteca personal, como uno de los pocos libros que leí y releí una infinidad de veces durante mi infancia y adolescencia.
   
Mi reencuentro con el Prontuario Escolar, después de algunas décadas, me provocó la misma sensación que tuve cuando me reencontré con el libro de lectura Alborada, que tuve en el primer año de la escuela primaria (actualmente denominada unidad educativa de nivel primario) y con el que aprendí a leer las primeras palabras de mi vida, aunque no siempre de un modo satisfactorio, debido a que tuve muchas dificultades en cazar las sílabas y formar palabras, como consecuencia de una dislexia más de carácter psicológico que neurológico. A veces, cuando la profesora, señalándome las letras con el dedo índice, me pedía que leyera una palabra, yo no podía leer la palabra silabeando, sino que me fijaba en la imagen que la representaba y fingía que la estaba leyendo correctamente. Este truco me sirvió hasta el día en que la profesora descubrió que aún no había aprendido a leer, a diferencia del resto de mis compañeros de curso, que ya sabían silabear y hasta leer de corrido, sin atufarse ni tartamudear. Este libro de texto, Alborada (lectura y escritura), fue elaborado para el primer curso de primaria por las hermanas Albertina Condarco de Duchén y Laura Condarco de De la Quintana, educadoras orureñas de larga trayectoria en el ámbito de la enseñanza primaria.


Volviendo al Prontuario Escolar, un antiguo libro de texto y de consulta, debo comentarles que, al estilo del Pequeño Larousse Ilustrado u otra publicación compacta, era una suerte de enciclopedia elaborada por los profesores y esposos Isaac Maldonado y Fidelia Ballón de Maldonado, quienes usaron toda su experiencia pedagógica para estructurar este material didáctico, con la intención de que tuviera un uso apropiado en la educación de tercer grado de primaria; pero que, en realidad, se convirtió en un libro de consulta para educadores y educandos en general. A decir verdad, no conocí en mi infancia otro libro que cumpliera la misma función que esta breve enciclopedia, donde estaban compendiados todos los contenidos culturales indispensables para los estudiantes de educación primaria y secundaria; por lo tanto, era también un manual de consulta obligada y útil para los profesores que, más que tener la Biblia como libro de cabecera, tenían al Prontuario Escolar como al principal auxiliar en la preparación de sus lecciones.

El Prontuario Escolar era el libro más solicitado a mediados del siglo XX en las escuelas bolivianas, antes de la proliferación de las bibliotecas públicas y, desde luego, muchísimo antes de que los estudiantes dispusieran de computadoras y empezaran a visitar las bibliotecas virtuales, ingresando a diferentes plataformas de Internet, con la intención de navegar por las redes que conducen, de manera rápida y efectiva, hacia las publicaciones digitales que les proporcionan toda la información que requieren para resolver sus deberes escolares, sin pagar un solo centavo y sin moverse del escritorio, debido a que ahora, a diferencia del pasado, toda la información no está en la mente del profesor, sino en el disco duro de una computadora, aparte de que las modernas tecnologías de información y comunicación nos han puesto al alcance de las principales bibliotecas virtuales del mundo, incluida la gigantesca Enciclopedia Libre Wikipedia, que desde sus inicios ha absorbido las búsquedas de información sobre cualquier tema.


Aunque en casa no teníamos una amplia biblioteca familiar, ni conocía la excelente apreciación de Ralph Waldo Emerson, quien decía: Una biblioteca es como un gabinete mágico, donde están encantados los mejores espíritus de la humanidad, les echaba un vistazo, de cuando en cuando, a los pocos libros que tenía mi madre, no en su dormitorio, sino apilados en una vitrina que ella puso, por motivos que desconozco, en una esquina de mi pequeño cuarto; más todavía, si mi madre tenía algunos libros de su interés, y que los compraba con su magro salario, no fue tanto porque disponía de todo el tiempo del mundo para leer, sino porque era profesora de educación primaria y secundaria, y una madre, como todas las amas de casa en los centros mineros, con una pila de hijos, que reducían a casi nada su tiempo para dedicarse a la lectura. Pero aun así, a pesar de su ardua labor como madre y profesora, era interesante observarla que, algunas noches, recostada ya en la cama, leía un libro hasta que se le cerraban los ojos de cansancio y el libro se le caía con las páginas abiertas sobre la cara o el pecho.

Yo, a diferencia de mi madre y ante la ausencia de una literatura apropiada para mi edad, sacaba de la vitrina el Prontuario Escolar para mirar las ilustraciones de las páginas donde se describía la anatomía humana, con una curiosidad por saber cómo estaba constituida la parte interior de los seres humanos. Las imágenes, que no eran muy prolijas ni detalladas, estaban dibujadas a plumilla. No eran las más apropiadas para satisfacer la curiosidad de un niño precoz, pero describían de un modo general las funciones de los órganos sexuales masculinos y femeninos; desde luego, todo un mundo desconocido para un niño desinformado y provinciano.

Reitero que los dibujos y gráficos consignados en las páginas del Prontuario Escolar tenían un carácter más ilustrativo que estético; es decir, no eran para reproducirlos en el pizarrón ni en los cuadernos. Y, peor aún, las lustraciones que acompañaban a los textos no eran de buena calidad, como exige un libro destinado a los adolescentes y niños. Sin embargo, considerando que este tipo de publicaciones correspondían a una época en la que no se le daba la suficiente importancia a las imágenes de carácter profesional y a todo color, era natural que no cumplieran con los estándares que se exigen en la actualidad. Quizás por eso, en esa época, los niños y adolescentes leíamos las revistas de serie de Walt Disney y las revistas mexicanas llenas de imágenes. Yo mismo, que fui revistero y fletaba estas publicaciones en la puerta de acceso a los cines Federico Escobar y 31 de Octubre de la población de Siglo XX, sabía que la lectura preferida de los niños eran las revistas con ilustraciones en blanco y negro, y, en el mejor de los casos, a todo color.

Siempre que tenía el Prontuario Escolar entre las manos, me imaginaba que mi madre, que era profesora de lenguaje del ciclo intermedio en el Colegio Primero de Mayo de Llallagua, se fijaba más en la Tercera Parte del libro, que entregaba nociones elementales de nuestro idioma, como la iniciación gramatical para que el alumno logre emplear nuestro lenguaje con claridad, naturalidad, sencillez y en forma correcta, ya que el idioma es uno de los instrumentos básicos que enriquece el aprendizaje del saber humano, poniéndonos en contacto con la cultura y con la convivencia social. En esta parte se incluían las lecciones de concordancia (sintaxis), los nombres de cosas, animales y personas (sustantivos), los reemplazantes del nombre (pronombre), los modificadores del sustantivo (adjetivos), las palabras que indican acción o movimiento (verbos), los modificadores del verbo (adverbio) y demás elementos de la analogía, se desarrollarán con una serie de ejemplos específicos y graduales, mediante oraciones apropiadas y de fácil comprensión.

El Prontuario Escolar, desde un punto de vista práctico, funcionaba como suele funcionar un diccionario de la lengua castellana, donde uno busca el significado de una determinada palabra y el diccionario proporciona su significado, etimología, ortografía y apartados particulares con sinónimos, antónimos, conjugación de verbos y reglas gramaticales en general. Al fin y al cabo, como escribió Pablo Neruda en su Oda al diccionario, dándole realce a este libro elemental para la mejor comprensión del idioma, decía: Diccionario, no eres tumba, sepulcro, féretro, túmulo, mausoleo, sino preservación, fuego escondido, perpetuidad viviente de la esencia, granero del idioma...

Recuerdo que, cuando cursaba el ciclo intermedio, mis compañeros de curso acudían a mi casa, cada vez que los profesores nos llenaban con tareas hasta el pescuezo, para buscar los datos en el Diccionario Enciclopédico Ilustrado Sopena o en el Prontuario Escolar, que estaban en la pequeña vitrina de mi cuarto, convertido ocasionalmente en biblioteca sin serlo, no al menos como esas bibliotecas atestadas de libros que han existido desde hace miles de años, precedidas por la más notable biblioteca de la antigüedad que fue la de Alejandría, en el actual Egipto.


Los muchachos, casi sin ningún hábito de lectura, no tenían necesidad de hojear los tomos del Diccionario Enciclopédico Ilustrado Sopena, si toda la información que buscaban podían encontrarla en el Prontuario Escolar, un manual práctico desde todo punto de vista. Sin embargo, lo que mis compañeros de colegio desconocían por entonces era que cada uno de los cinco tomos de la Enciclopedia Sopena, aunque pesaba más que la pata de un muerto y no era fácil de manipularlo por su volumen, era no sólo una auténtica joya impresa, sino también como bien lo definía Jorge Luis Borges: el más grato de los géneros literarios, porque en ese laberinto de palabras había de todo, como de todo había en un almacén de abarrotes. Asimismo, recuerdo todavía que esa Enciclopedia, que lucía en la vitrina de mi cuarto como una monumental obra escrita por el Espíritu Santo, estaba editada en Bolivia, encuadernada con tapas verdes, bandas horizontales y letras doradas, bajo licencia del famoso editor español Ramón Sopena.

El Prontuario Escolar, elaborado desde una perspectiva didáctica, era un manual de consulta, donde los educadores y los educandos podían encontrar una información básica sobre ciencias naturales y estudios sociales. Los temas estaban estructurados en forma de lecciones esquemáticas, siguiendo los principales números de las materias que contemplaban los programas escolares graduados de la centuria pasada.

Según la explicación de los mismos autores, el Prontuario Escolar, desde su primera edición en 1948, presentaba una racional distribución de los temas, en cuatro partes generales o libros, que correspondían a: El Libro de la Vida y de la Naturaleza, El Libro del Cálculo, Medidas y Formas, El Libro de Nuestro Idioma y El Libro del Espacio y del Tiempo. Asimismo, los autores subdividieron los libros en capítulos que trataban, sucesivamente, las respectivas asignaturas, como zoología, botánica, nociones físico-químicas y ciencias naturales, entre otras.

El Prontuario Escolar, de tanto que lo usaba para hacer mis tareas, se convirtió en mi mejor compañero durante mucho tiempo. Si no entendía la lección impartida por los profesores en la escuela o en el colegio, recurría a este libro que me enseñaba sin pegarme ni regañarme. Eso sí, como todo alumno más afectivo a las letras que a los números, la parte que menos consultaba era la sección dedicada a los temas del cálculo, medidas y formas, porque no eran temas de mi interés, a pesar de que incluía operaciones fundamentales, instrumentos básicos para la exacta y rápida solución de los problemas numéricos aplicables a las necesidades de la vida cotidiana. Con todo, no hojeaba las páginas donde aparecían los números y las figuras geométricas, aunque en esta parte del libro se explicaba, pasito a paso, el proceso para la solución de los problemas matemáticos: enunciación, razonamiento, operación, prueba, respuesta, generalización, cálculo mental e imprescindibles ejercicios de aplicación de lo concreto a lo abstracto, en suma, de lo fácil a lo difícil.

El Prontuario Escolar, libro pensado para servir como manual de consulta para los profesores, que necesitaban un material auxiliar para salir de apuros a la hora de preparar sus lecciones, conforme a lo establecido por los Programas Oficiales de Enseñanza Primaria y Secundaria, se convirtió, a falta de una literatura escrita exclusivamente para para los adolescentes y niños, en un libro que se leía y releí una y otra vez, debido a que tenía las mismas características de una brevísima enciclopedia ilustrada, de contextura práctica y fácil manejo.

En lo que a mí respecta, atento lector, mi reencuentro con la ya mencionada edición del Prontuario Escolar, con tapas ajadas y hojas amarillentas por el uso y el tiempo, me devolvió a mis años de infancia, refrescándome la memoria entorno a la importancia de mi primer libro de texto, con el que aprendí a leer y escribir, y las enciclopedias y diccionarios ilustrados que contribuyeron en mi formación tanto humana como profesional. Por lo demás, el antiguo Prontuario Escolar, así sea superado por las modernas ediciones en soporte papel y digital, será siempre uno de esos libros destinados a ocupar un sitial privilegiado en el principal estante de mi biblioteca personal.

2 comentarios :

  1. Soy maestra de primaria me encanta trabajar con el LIBRO ALBORADA siempre me dió buenos resultados.

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  2. Alborada fue mi primer libro de educación, si alguien tiene un ejemplar podemos negociar

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