EL PRONTUARIO ESCOLAR
Cierto día, mientras curioseaba algunas rarezas en una
feria de libros usados en la ciudad de El Alto, saltó a mi vista una vieja
edición del Prontuario Escolar, que
tenía las tapas estropeadas y las hojas amarillentas de tanto haber pasado de
mano en mano y haber sido usado como la principal fuente de consulta de
conocimientos generales. Lo compré a un precio módico, con la idea de
conservarlo en mi biblioteca personal, como uno de los pocos libros que leí y
releí una infinidad de veces durante mi infancia y adolescencia.
Mi reencuentro con el Prontuario
Escolar, después de algunas décadas, me provocó la misma sensación que tuve
cuando me reencontré con el libro de lectura Alborada, que tuve en el primer año de la escuela primaria (actualmente
denominada unidad educativa de nivel
primario) y con el que aprendí a leer las primeras palabras de mi vida, aunque
no siempre de un modo satisfactorio, debido a que tuve muchas dificultades en
cazar las sílabas y formar palabras, como consecuencia de una dislexia más de
carácter psicológico que neurológico. A veces, cuando la profesora, señalándome
las letras con el dedo índice, me pedía que leyera una palabra, yo no podía
leer la palabra silabeando, sino que me fijaba en la imagen que la representaba
y fingía que la estaba leyendo correctamente. Este truco me sirvió hasta el día
en que la profesora descubrió que aún no había aprendido a leer, a diferencia
del resto de mis compañeros de curso, que ya sabían silabear y hasta leer de
corrido, sin atufarse ni tartamudear. Este libro de texto, Alborada (lectura y escritura), fue elaborado para el primer curso
de primaria por las hermanas Albertina Condarco de Duchén y Laura Condarco de De
la Quintana, educadoras orureñas de larga trayectoria en el ámbito de la
enseñanza primaria.
Volviendo al Prontuario
Escolar, un antiguo libro de texto y de consulta, debo comentarles que, al
estilo del Pequeño Larousse Ilustrado
u otra publicación compacta, era una suerte de enciclopedia elaborada por los
profesores y esposos Isaac Maldonado y Fidelia Ballón de Maldonado, quienes
usaron toda su experiencia pedagógica para estructurar este material didáctico,
con la intención de que tuviera un uso apropiado en la educación de tercer
grado de primaria; pero que, en realidad, se convirtió en un libro de consulta
para educadores y educandos en general. A decir verdad, no conocí en mi
infancia otro libro que cumpliera la misma función que esta breve enciclopedia, donde estaban
compendiados todos los contenidos culturales indispensables para los
estudiantes de educación primaria y secundaria; por lo tanto, era también un
manual de consulta obligada y útil para los profesores que, más que tener la
Biblia como libro de cabecera, tenían al Prontuario
Escolar como al principal auxiliar en la preparación de sus lecciones.
El Prontuario
Escolar era el libro más solicitado a mediados del siglo XX en las escuelas
bolivianas, antes de la proliferación de las bibliotecas públicas y, desde
luego, muchísimo antes de que los estudiantes dispusieran de computadoras y
empezaran a visitar las bibliotecas virtuales, ingresando a diferentes
plataformas de Internet, con la intención de navegar por las redes que
conducen, de manera rápida y efectiva, hacia las publicaciones digitales que
les proporcionan toda la información que requieren para resolver sus deberes
escolares, sin pagar un solo centavo y sin moverse del escritorio, debido a que
ahora, a diferencia del pasado, toda la información no está en la mente del
profesor, sino en el disco duro de una computadora, aparte de que las modernas
tecnologías de información y comunicación nos han puesto al alcance de las
principales bibliotecas virtuales del mundo, incluida la gigantesca
Enciclopedia Libre Wikipedia, que
desde sus inicios ha absorbido las búsquedas de información sobre cualquier
tema.
Aunque en casa no teníamos una amplia biblioteca
familiar, ni conocía la excelente apreciación de Ralph
Waldo Emerson, quien decía: Una
biblioteca es como un gabinete mágico, donde están encantados los mejores espíritus
de la humanidad, les echaba un vistazo, de cuando en cuando, a los pocos
libros que tenía mi madre, no en su dormitorio, sino apilados en una vitrina
que ella puso, por motivos que desconozco, en una esquina de mi pequeño cuarto;
más todavía, si mi madre tenía algunos libros de su interés, y que los compraba
con su magro salario, no fue tanto porque disponía de todo el tiempo del mundo
para leer, sino porque era profesora de educación primaria y secundaria, y una
madre, como todas las amas de casa en
los centros mineros, con una pila de hijos, que reducían a casi nada su tiempo
para dedicarse a la lectura. Pero aun así, a pesar de su ardua labor como madre
y profesora, era interesante observarla que, algunas noches, recostada ya en la
cama, leía un libro hasta que se le cerraban los ojos de cansancio y el libro
se le caía con las páginas abiertas sobre la cara o el pecho.
Yo, a diferencia de mi madre y ante la ausencia de una
literatura apropiada para mi edad, sacaba de la vitrina el Prontuario Escolar para mirar las ilustraciones de las páginas
donde se describía la anatomía humana, con una curiosidad por saber cómo estaba
constituida la parte interior de los seres humanos. Las imágenes, que no eran
muy prolijas ni detalladas, estaban dibujadas a plumilla. No eran las más
apropiadas para satisfacer la curiosidad de un niño precoz, pero describían de
un modo general las funciones de los órganos sexuales masculinos y femeninos;
desde luego, todo un mundo desconocido para un niño desinformado y provinciano.
Reitero que los dibujos y gráficos consignados en las
páginas del Prontuario Escolar tenían
un carácter más ilustrativo que estético; es decir, no eran para reproducirlos
en el pizarrón ni en los cuadernos. Y, peor aún, las lustraciones que
acompañaban a los textos no eran de buena calidad, como exige un libro
destinado a los adolescentes y niños. Sin embargo, considerando que este tipo
de publicaciones correspondían a una época en la que no se le daba la
suficiente importancia a las imágenes de carácter profesional y a todo color,
era natural que no cumplieran con los estándares que se exigen en la
actualidad. Quizás por eso, en esa época, los niños y adolescentes leíamos las
revistas de serie de Walt Disney y las revistas mexicanas llenas de imágenes. Yo
mismo, que fui revistero y fletaba estas publicaciones en la puerta de acceso a
los cines Federico Escobar y 31 de Octubre de la población de Siglo XX, sabía
que la lectura preferida de los niños eran las revistas con ilustraciones en
blanco y negro, y, en el mejor de los casos, a todo color.
Siempre que tenía el Prontuario
Escolar entre las manos, me imaginaba que mi madre, que era profesora de
lenguaje del ciclo intermedio en el Colegio Primero
de Mayo de Llallagua, se fijaba más en la Tercera Parte del libro, que entregaba nociones elementales de
nuestro idioma, como la iniciación
gramatical para que el alumno logre emplear nuestro lenguaje con claridad,
naturalidad, sencillez y en forma correcta, ya que el idioma es uno de los
instrumentos básicos que enriquece el aprendizaje del saber humano, poniéndonos
en contacto con la cultura y con la convivencia social. En esta parte se
incluían las lecciones de concordancia (sintaxis), los nombres de cosas,
animales y personas (sustantivos), los reemplazantes del nombre (pronombre),
los modificadores del sustantivo (adjetivos), las palabras que indican acción o
movimiento (verbos), los modificadores del verbo (adverbio) y demás elementos
de la analogía, se desarrollarán con una serie de ejemplos específicos y graduales,
mediante oraciones apropiadas y de fácil comprensión.
El Prontuario
Escolar, desde un punto de vista práctico, funcionaba como suele funcionar
un diccionario de la lengua castellana, donde uno busca el significado de una
determinada palabra y el diccionario proporciona su significado, etimología,
ortografía y apartados particulares con sinónimos, antónimos, conjugación de
verbos y reglas gramaticales en general. Al fin y al cabo, como escribió Pablo
Neruda en su Oda al diccionario,
dándole realce a este libro elemental para la mejor comprensión del idioma,
decía: Diccionario, no eres tumba,
sepulcro, féretro, túmulo, mausoleo, sino preservación, fuego escondido,
perpetuidad viviente de la esencia, granero del idioma...
Recuerdo que, cuando cursaba el ciclo intermedio, mis
compañeros de curso acudían a mi casa, cada vez que los profesores nos llenaban
con tareas hasta el pescuezo, para buscar los datos en el Diccionario Enciclopédico Ilustrado Sopena o en el Prontuario Escolar, que estaban en la
pequeña vitrina de mi cuarto, convertido ocasionalmente en biblioteca sin
serlo, no al menos como esas bibliotecas atestadas de libros que han existido
desde hace miles de años, precedidas por la más notable biblioteca de la
antigüedad que fue la de Alejandría, en el actual Egipto.
Los muchachos, casi sin ningún hábito de lectura, no
tenían necesidad de hojear los tomos del Diccionario
Enciclopédico Ilustrado Sopena, si toda la información que buscaban podían
encontrarla en el Prontuario Escolar,
un manual práctico desde todo punto de vista. Sin embargo, lo que mis
compañeros de colegio desconocían por entonces era que cada uno de los cinco
tomos de la Enciclopedia Sopena,
aunque pesaba más que la pata de un muerto y no era fácil de manipularlo por su
volumen, era no sólo una auténtica joya impresa, sino también como bien lo definía
Jorge Luis Borges: el más grato de los
géneros literarios, porque en ese laberinto de palabras había de todo, como
de todo había en un almacén de abarrotes. Asimismo, recuerdo todavía que esa
Enciclopedia, que lucía en la vitrina de mi cuarto como una monumental obra
escrita por el Espíritu Santo, estaba editada en Bolivia, encuadernada con
tapas verdes, bandas horizontales y letras doradas, bajo licencia del famoso
editor español Ramón Sopena.
El Prontuario
Escolar, elaborado desde una perspectiva didáctica, era un manual de consulta, donde los educadores
y los educandos podían encontrar una información básica sobre ciencias
naturales y estudios sociales. Los temas estaban estructurados en forma de
lecciones esquemáticas, siguiendo los principales números de las materias que
contemplaban los programas escolares graduados de la centuria pasada.
Según la explicación de los mismos autores, el Prontuario Escolar, desde su primera
edición en 1948, presentaba una racional distribución de los temas, en cuatro
partes generales o libros, que
correspondían a: El Libro de la Vida y de
la Naturaleza, El Libro del Cálculo,
Medidas y Formas, El Libro de Nuestro
Idioma y El Libro del Espacio y del
Tiempo. Asimismo, los autores subdividieron los libros en capítulos que trataban, sucesivamente, las respectivas
asignaturas, como zoología, botánica, nociones físico-químicas y ciencias naturales,
entre otras.
El Prontuario Escolar,
de tanto que lo usaba para hacer mis tareas, se convirtió en mi mejor compañero
durante mucho tiempo. Si no entendía la lección impartida por los profesores en
la escuela o en el colegio, recurría a este libro que me enseñaba sin pegarme
ni regañarme. Eso sí, como todo alumno más afectivo a las letras que a los
números, la parte que menos consultaba era la sección dedicada a los temas del
cálculo, medidas y formas, porque no eran temas de mi interés, a pesar de que
incluía operaciones fundamentales, instrumentos básicos para la exacta y rápida
solución de los problemas numéricos aplicables a las necesidades de la vida
cotidiana. Con todo, no hojeaba las páginas donde aparecían los números y las
figuras geométricas, aunque en esta parte del libro se explicaba, pasito a
paso, el proceso para la solución de los problemas matemáticos: enunciación,
razonamiento, operación, prueba, respuesta, generalización, cálculo mental e
imprescindibles ejercicios de aplicación de lo concreto a lo abstracto, en
suma, de lo fácil a lo difícil.
El Prontuario Escolar,
libro pensado para servir como manual de
consulta para los profesores, que necesitaban un material auxiliar para salir de apuros a la hora de preparar sus
lecciones, conforme a lo establecido por los Programas Oficiales de Enseñanza
Primaria y Secundaria, se convirtió, a falta de una literatura escrita
exclusivamente para para los adolescentes y niños, en un libro que se leía y
releí una y otra vez, debido a que tenía las mismas características de una
brevísima enciclopedia ilustrada, de contextura práctica y fácil manejo.
En lo que a mí respecta, atento lector, mi reencuentro con
la ya mencionada edición del Prontuario
Escolar, con tapas ajadas y hojas amarillentas por el uso y el tiempo, me
devolvió a mis años de infancia, refrescándome la memoria entorno a la
importancia de mi primer libro de texto, con el que aprendí a leer y escribir,
y las enciclopedias y diccionarios ilustrados que contribuyeron en mi formación
tanto humana como profesional. Por lo demás, el antiguo Prontuario Escolar, así sea superado por las modernas ediciones en
soporte papel y digital, será siempre uno de esos libros destinados a ocupar un
sitial privilegiado en el principal estante de mi biblioteca personal.
Soy maestra de primaria me encanta trabajar con el LIBRO ALBORADA siempre me dió buenos resultados.
ResponderEliminarAlborada fue mi primer libro de educación, si alguien tiene un ejemplar podemos negociar
ResponderEliminarNo recuerdo si fue esté el libro que de niño veia y veia, sin haber aprendido a leer como tal. Pero quedaron grabados en mi muchas imágenes de ese libro, personalmente recuerdo un pulpo representando las adicciones a las drogas y otro de un perfil de un pozo petrolero, tanta fue mi fascinación por ese libro que aprendí a leer gracias a las ilustraciones. Si pueden confirmarme que este es el libro que de niño vi. Saludos.
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