miércoles, 14 de agosto de 2019


Elda Alarcón de Cárdenas (La Paz, 1928 – 2019)
Matriarca de la Literatura Infantil boliviana

Después de muchos años de haber conservado su nombre en la mente y haber abrigado los deseos de conocerla personalmente, tuve la ocasión de estrecharle la mano, abrazarla con cariño y dirigirle palabras de sincera admiración el 5 de septiembre de 2012, en la sala anexa del Espacio Simón I. Patiño de la ciudad de La Paz, donde hizo su ingreso a la Academia Boliviana de Literatura Infantil y Juvenil, con todos los honores que ameritan su larga trayectoria en el ámbito de la educación y la literatura destinada a los niños y niñas de nuestro país.

Algo que no sabía de su vida, sino hasta que conversé con ella, es que esta dama de palabra elocuente, memoria lúcida y trato afectuoso, fue víctima de las represiones desencadenas por las dictaduras militares que asaltaron el poder a fines del siglo XX. La acusaron de pertenecer a organizaciones de extrema izquierda y de estar involucra en actos subversivos. Estuvo detenida en el Ministerio del Interior, el Departamento de Orden Político (DOP) y la cárcel de Achocalla. Mas su compromiso con las ideas libertarias, la responsabilidad con su familia y la educación boliviana, la mantuvieron a salvo de las acusaciones vertidas por los enemigos declarados de la democracia, la libertad y la justicia.

Elda Alarcón de Cárdenas que, para la pena de muchos de nosotros, falleció hace poco tiempo atrás, fue la matriarca indiscutible de la Literatura Infantil boliviana, no sólo porque, en su condición de maestra normalista y fundadora del Comité de Literatura Infantil y Juvenil en 1964, dedicó su tiempo, sensibilidad y profesionalismo a los pequeños grandes lectores, sino también porque es la primera autora que se animó a escribir un ensayo titulado Literatura Infantil (1969), que ella misma aplicó como material de estudio en la cátedra que dictaba en el Instituto Superior Simón Bolívar (1969-80).

Este mismo ensayo, que llegó a mis manos gracias a la amistad y gentileza de don Werner Guttentag, creador de la prestigiosa editorial Los Amigos del Libro, me sirvió de mucho durante el proceso de elaboración de mi libro Literatura Infantil. Lenguaje y fantasía (2003), en cuyo capítulo dedicado a las condiciones que debe reunir un libro escrito para los infantes -quienes en el pasado fueron tratados como hombrecitos en miniatura y no siempre han tenido acceso a una literatura apropiada para su edad, desde el punto de vista lingüístico, emocional e intelectual-, cité textualmente sus palabras: Literatura para ofrecerle al párvulo ha existido seguramente desde que la humanidad se considera como tal; pero intuitiva o arbitrariamente elaborada para él, no respondía a las características de su desarrollo, puesto que estas eran totalmente desconocidas; no olvidemos al homúnculo citado por tantos pedagogos, considerado como un hombre en miniatura, para quien por lo tanto no podían existir consideraciones especiales (Alarcón de Cárdenas, E., p. 23).

No es para menos, pues esta excelente poeta, ensayista y docente normalista, supo encaminar con acierto su intelecto hacia el mundo que más necesita de sus conocimientos pedagógicos y su orientación en el campo de la Literatura Infantil y Juvenil; una profusa labor que le ganó el respeto de sus colegas y fue reconocida con la Gran Cruz de la Educación Boliviana, en Grado de Oficial, en 1979, y, en 1998, le hizo merecedora de la medalla y el diploma CEBIAE Forjadores de la Educación.


En cierta ocasión, cuya fecha no recuerdo exactamente, una nieta suya, que vivía por entonces en Suecia, me hizo llegar por correo un libro dedicado y, en una conversación telefónica, me dijo: Mi abuelita lee en la prensa boliviana todo lo que escribe usted. Entonces, sin salir de mi asombro, me quedé pensando en que Elda Alarcón de Cárdenas y yo éramos como arrieros recorriendo por los mismos senderos trazados por el interés de impulsar una literatura que contemple el mundo fantástico de los niños y las niñas. ¡Qué felicidad!

Sin embargo, lo cierto es que nunca pude comunicarme con ella para agradecerle por su amabilidad y gentileza, que desde luego no es un gesto frecuentes entre las mujeres y los hombres de letras en un país como el nuestro, donde el costo de envío de un libro por correo, fuera de las fronteras patrias y al otro lado del Océano Atlántico, está por encima de las nubes o cuesta un ojo de la cara. Con todo, jamás dejé de abrigar las esperanzas de encontrarla algún día en La Paz para estrecharla entre mis brazos y agradecerle por ese libro que hoy ocupa un lugar preferente en mi biblioteca particular.      

Luego de mantener una charla amena en el anexo del Espacio Simón I. Patiño, me enteré de que venía preparando la edición de sus obras completas, tanto en verso como en prosa. ¡Enhorabuena, doña Elda! Y, como no podía faltar, están también en marcha las versiones actualizadas y corregidas de sus investigaciones sobre pedagogía y Literatura Infantil y Juvenil. No cabe duda de que sus lectores/as y admiradores/as tendrán la grata sorpresa de reencontrarse, a través de la lectura, con una de las autoras que fue incorporada al Lexicón Mundial de la Literatura Infantil (1985) y que ocupa un sitial merecido en el parnaso de los precursores de la Literatura Infantil boliviana, donde compartía sus fantasías con Óscar Alfaro, Rosa Fernández de Carrasco, Alberto Guerra Gutiérrez, Beatriz Schulze Arana, Hugo Molina Viaña y Nery Paz Nava Bohórquez, entre otros.    

Elda Alarcón de Cárdenas, a pesar de los años idos y a pesar de las mareas de la existencia humana, no dejó de declamarnos sus poemas para niños escritos en español y aymara, ni dejó de contarnos las travesuras de Manuelito entre los pastores ni las leyendas de los Andes, mientras siguió navegando hacia la eternidad en uno de esos barquitos de papel que ella misma construyó, como el Arca de Noé, para poner a salvo la Literatura Infantil y Juvenil, que fue uno de los alicientes de su alma y uno de los motores principales de su larga vida.

Ahora que se nos fue, a los 90 años de edad, sus lectores, colegas y amigos la despedimos con un profundo agradecimiento por todo lo que nos dio en el ámbito de la educación y la promoción de la Literatura Infantil; un invalorable legado que perdurará para siempre a través de sus obras, que son el mejor reflejo de su personalidad llena de humanismo y sabiduría.

Apuntes bibliográficos

Poesía: Despertar. Poemario para niños (coautora con Emilio Valverde, 1982); Barquitos de papel (1997); Calesita (coautora con Álvaro Ruilova, 1999); Pinceladas (coautora con Álvaro Ruilova, 2000). Cuento: Manuelito de la Candelaria (2002); Leyendas del Ande (2000). Estudio: Literatura infantil (1969); La poesía en la literatura infantil (1979); Infancia, adolescencia y narrativa (2005). Escribió también módulos educativos para los alumnos normalistas en torno a las leyendas, los mitos y la historia de la Literatura Infantil.

jueves, 8 de agosto de 2019


MONTOYA RECUERDA REPRESIONES DE LAS DICTADURAS 
EN 2 LIBROS

Huelga y represión y La mascare de San Juan en verso y prosa son obras que relatan la matanza en el centro minero Siglo XX (Potosí) durante las dictaduras de René Barrientos y Hugo Banzer.

Los mineros, junto a los estudiantes y dirigentes sindicales, fueron el sector que más represión sufrió durante las dictaduras de René Barrientos (1965-1969) y Hugo Banzer (1971-1978). El escritor Víctor Montoya vivió en carne propia los ataques contra la comunidad minera de Siglo XX (norte de Potosí), reflejados en sus libros La masacre de San Juan en verso y prosa y Huelga y represión.

El primero de los libros, La masacre de San Juan, es una compilación de Montoya sobre los autores que escribieron sobre este suceso (en verso y prosa), que ocurrió en la madrugada del 24 de junio de 1967, cuando los militares, a la cabeza de René Barrientos y Alfredo Ovando, mataron a una veintena de mineros.

Ante la efervescencia del movimiento guerrillero que se gestaba, Barrientos creyó que los mineros apoyaban al Che y que incluso había algunos guerrilleros infiltrados en las minas, por ello decidió cortar de raíz cualquier posibilidad, explicó Montoya, que tenía nueve años en la fecha. 

El compilador escogió los relatos de quienes hayan vivido de cerca el suceso, preferiblemente escritos en la época. De esta manera hay textos de Jorge Calvimontes, Coco Manto, Gregorio Iriarte, Ernesto Che Guevara, Marcelo Quiroga Santa Cruz, Moema Viezzer y René Zavaleta, entre otros.

Por otro lado, cuando Montoya tenía 17 años y era dirigente estudiantil en Llallagua, sufrió la ocupación del Ejército de los distritos mineros en 1976, en el marco de la Operación Cóndor. 

En la primera semana de mayo del mismo año, hubo un congreso minero en Corocoro, donde se anunció una huelga por el aumento salarial y la repatriación de algunos compatriotas, Banzer lo tomó como un acto subversivo. Junto con un grupo nos ocultamos en las minas, pero nos agarraron en Oruro, recuerda Montoya. 

Ya capturado en la cárcel de San Pedro, uno de los torturadores dio un lápiz y papel a Montoya para que escriba el nombre de los implicados; el escritor lo utilizó para comenzar a escribir Huelga y represión, que sería publicado por primera vez en 1979 en Suecia, durante el exilio de 36 años que sufrió en Europa. 

Ahora, 40 años después, la editorial Kipus lanza una segunda edición, ya que la obra nunca fue publicada ni circuló en Bolivia. 

Víctor Montoya nació en La Paz en 1958, pero vivió desde su infancia en las poblaciones de Siglo XX y Llallagua, donde compartió la lucha de los trabajadores mineros, hechos que le dejaron fuertes secuelas que ahora se ven reflejadas en estos dos libros.


Fuente: Opinión, Cochabamba, 6-07-2019