BIENVENIDO EL
TÍO DE LA MINA A ESTOCOLMO
Gracias por
estar aquí, en la thule (reino) de
los vikingos, donde te aguardé con insoportable paciencia y el corazón abierto
como una puerta. No sé de qué paraje provienes ni quién fue el khoyaloco
que te despachó embalado en un cartón del correo boliviano. Lo único claro es
que en tu largo itinerario, primero saliste del interior de la mina, luego
atravesaste la codillera andina, cruzaste el ancho mar y, trocado en aire,
burlaste el control de la aduana en el aeropuerto de Arlanda.
Ahora que estás
conmigo, encerrado en mi escritorio, me siento más íntegro y complacido. Tu
presencia me devolvió la alegría, concediéndole a mi existencia más vida de la
que tenía. Por otro lado, quienes te tienen en estima, con el respeto y temor
que infunde tu imagen, me han insinuado construirte una capilla o una urna de
cristal, no sólo para ch’allarte
y rendirte culto y pleitesía, sino también para mantener viva tu
tradición arraigada en la cultura andina y el Carnaval de Oruro. Me temo que
aquí, en estas lejanas tierras del norte, tu festividad no será tan sonada como
en el vientre de la Pachamama, mas despertará un profundo fervor entre quienes
conocen y reconocen tus atributos de personaje tutelar.
Empezaremos poquito
a poco para que la ch’alla y la festividad vayan creciendo y adquiriendo
importancia. Por qué no, si ya son miles los bolivianos que practican sus
tradiciones y rituales como si estuviesen en la mismísima llajta, donde
las costumbres ancestrales se celebran al ritmo de campanillas, sicus,
zampoñas, quenas, tarcas, tambores, bombos y otros instrumentos autóctonos.
A quienes no te conozcan -o te desconozcan-, debemos
aclararles que tu estatuilla fue moldeada en barro mineralizado por los mismos
mineros, cuyas manos callosas te colocaron en el mejor paraje del interior de la mina, donde se congraciaban contigo
mientras pijchaban, fumaban y bebían tragos de aguardiente. Los mineros
sabían que en tu condición de Tío, dios y diablo andino, podías ser generoso con los compañeros que te
ofrendaban y ser despiadado con los ingratos que te ignoraban o no cumplían sus
obligaciones contigo. Así fuiste desde cuando los
mitayos, condenados a trabajar en los yacimientos de plata durante la colonia,
empezaron a rendirte culto y tributo, conscientes de que eres el dueño absoluto
de los minerales y el amo en los tenebrosos socavones. Por eso los mineros, con
honda admiración y respeto, te solicitaban protección y riquezas mediante ritos
que iban desde el pijcheo, la ch’alla, la wilancha y el q’araku.
Como representante del sincretismo entre las
creencias paganas ancestrales y la religión católica impuesta por los
conquistadores, eres un híbrido entre el Huari y el diablo; luces dos cuernos
en la frente, los ojos redondos y saltones, la nariz deforme, la barba rala
como la de Atahuallpa y la boca dispuesta a recibir un cigarrillo, que los compas te ofrecen en actitud de amistad
y cariño.
Aquí, en el reino de la Moder Svea, no te faltará
nada. Ya tienes k’uyunas y quemapechos como el Absolut Vodka. Tienes también
serpentinas, confetis y confites. Sólo falta llenar tu ch’uspa con la
lejía y las hojas sagradas y purificadoras de la coca. Habrá que esperar un
cachito para que tú mismo, con tus poderes mágicos, puedas proporcionarnos un
tambor de coca para pijchar en tu honor y en tu presencia; mientras
tanto, puedes seguir fumando y chupando... ¡Ah! ¡Tío, pendejo! ¡Tío, alcahuete!
¿Me estás tomando el pelo o estás tomándote solito mi botella de coñac?, ése
que compré en el crucero entre Estocolmo y Tallin, poco antes de que llegaras
hecho un caballero, a bordo de un avión y no en un trasatlántico.
Lo grave es que
ahora no querrás salir del escritorio por miedo a sembrar el pánico y el terror
con tu deformidad física. Si asomas el rostro a la puerta, las doñas se
arrebatarían, las wawas se
asustarían, los incrédulos se reirían y los devotos bien despistados quedarían.
Ni modo pues, yo nomás tendré que saludarte y rendirte tributo al entrar y al
salir del escritorio, y, una vez al año, sacrificar un gallo blanco o un
cordero en tu honor y en honor a la Pachamama, la diosa andina de la Tierra.
Como los llajtamasis
en Suecia no pueden pedirte las riquezas minerales, abandonadas allende los
mares, pienso que lo correcto será pedirte protección y bienaventuranza en un
país tan diferente al nuestro. Te pedirán, por ejemplo, acabar con el racismo y
la discriminación contra el inmigrante. Si no sabes de qué estoy hablando es
porque estás recién llegadito. Tienes que vivir un tiempo más para advertir los
problemas y constatar que en estas tierras existen también devotos de la Virgen
del Socavón, la Virgen de Copacabana y la Virgen de Urkupiña, y que todos los
años las sacan en procesión por las calles de Estocolmo, Gotemburgo y Uppsala,
suplicándoles deseos y milagros al ritmo de diabladas y morenadas. No es para
menos, pues, algunos de los pasantes, como por mandato divino, distribuyen
incluso colitas, banderines y bandas recordatorias made in Bolivia, convencidos de que si alcanzaron ciertas metas en
su vida familiar y profesional es porque las mamitas intercedieron ante Dios para concederles sus ruegos y
deseos.
Aunque no
admites la presencia de las mujeres en tu reino, por la superstición de que la
menstruación hace desaparecer los filones de estaño, considero que ahora tienes
la oportunidad de disfrazarte con tu traje de Lucifer y bailar la danza de los
diablos para las virgencitas, quienes de seguro son las réplicas de la
escultura creada por el indio Tito Yupanqui a orillas del lago sagrado de los
Incas.
Así están las cosas, Tiíto dadivoso y
vengativo. En Estocolmo podrás bailar la diablada ataviado con tu traje de
luces y tus ornamentos de reptiles y batracios. Estás arreglado, pues los
devotos de las vírgenes morenas hacen correr por las mesas comidas y bebidas en
abundancia, justo como a ti te gusta que sean las jaranas, en las cuales se
canta y baila hasta quedar indio en
tierra. Más todavía, si en medio de la jarana no encuentras a tu tentadora Chinasupay,
al menos encontrarás a una hermosa Chinamorena.
Tenlo por seguro, te lo digo por experiencia propia y porque, aparte de ser tu
compañero de ruta, soy tu amigo del alma.
Gracias, una
vez más, por haber llegado a Estocolmo, Tiíto de las minas bolivianas.
GLOSARIO
Compas: Compañeros.
Ch’alla: Ceremonia de ofrenda o sacrificio a los dioses. Celebrar un acontecimiento rociando al suelo con aguardiente.
Chinasupay: Diablesa.
Deidad y esposa del Tío.
Ch’uspa: Bolsa
pequeña en la que se lleva coca, tabaco o lo necesario para coquear.
Huari: Deidad
mitológica de los urus, protector de los auquénidos y personaje simbolizado por
el Tío de la mina.
Khoyaloco: Loco de
la mina. Minero.
K’uyuna: Cigarrillo de envoltura rústica.
Llajta: Ciudad,
pueblo, país.
Llajtamasi: Conciudadano,
coterráneo.
Paraje: En el
interior de la mina: sitio o lugar de trabajo.
Pijchar: Mascar
coca.
Q’araku: Mesa o banquete que se prepara en honor al
Tío, en el que no faltan abundante comida, alcohol, coca, cigarrillos, confites
y carne de llama sacrificada.
Tío: Deidad. Diablo y dios tutelar que habita en
el interior de la mina. Los mineros le temen y le brindan ofrendas.
Wawa:
Niño o niña de pecho.
Wilancha: Sacrificio
de sangre de animales o “sullus” (fetos de animales), en honor a los seres
tutelares del cielo, la tierra y el subsuelo.
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