sábado, 4 de mayo de 2024

MICROTEXTOS I

Capacidades diferentes

Éramos una pareja perfecta, aunque estábamos mutilados por la explosión de una garrafa de gas. Ella quedó sin piernas y yo sin brazos. Nos amábamos locamente, complementándonos en las buenas y en las malas, hasta el día en que, tras la explosión de otra garrafa de gas, ella perdió los brazos y yo las piernas. Entonces ya no podíamos acariciarnos ni con los brazos ni con las piernas. Lo peor es que dejamos de amarnos y, como bultos de carne, nos separamos sin hablarnos ni mirarnos, porque, además de estar mutilados, éramos ciegos y mudos, una pareja con capacidades diferentes.

En el infierno

No hay paz, ni tiempo, ni espacio. Es un mar en llamas habitado por seres monstruosos nacidos y crecidos en las entrañas más profundas de la Pachamama. El infierno está cercado de ríos y valles de fuego, donde todo es dolor, pena y olvido.

El amo del infierno, hecho de luces y piedras preciosas, tiene el aspecto de macho cabrío, cuernos pequeños, ojos grandes y espantosos, nariz ganchuda, barba de chivo, manos corvas como garras de aves de rapiña; lleva una corona en la nuca y un enorme cuerno entre las piernas.

En el infierno arden los hombres y las mujeres que pecaron en el reino de los vivos, en vez de ganarse la divina llave para entrar en el paraíso de los muertos. En el infierno no hay compasión ni perdón, todo se paga caro entre tridentes y latigazos de fuego. En el infierno…

Engaños

La engañó a su esposa con todas las mujeres del pueblo. La engañó desde que se conocieron, desde que se comprometieron y se casaron. No hubo un solo día que no estuviese con alguna de ellas, que también engañaban a sus maridos con todos los hombres del pueblo. 

Los gramáticos

En el principio era el verbo y el verbo era Dios. Después era el sustantivo y el sustantivo era el Diablo. Después del verbo era el adverbio y después del sustantivo era el adjetivo. Después el sujeto y el predicado. Así fue desarrollándose el lenguaje de los humanos, hasta que aparecieron los gramáticos, complicándolo todo lo que empezó siendo un simple verbo. 

El principito

Antoine de Saint Exupéry, autor de El principito, antes de desaparecer misteriosamente a bordo de su avioneta en un desierto del norte de África, volvió a encontrarse con su pequeño amigo en un asteroide lejano, donde las flores tenían voz y pensamientos; pero esta vez, en lugar de dibujar un elefante dentro de la serpiente-boa, con apariencia de un sombrero, dibujó un elefante con la trompa que tenía la apariencia de una serpiente-boa.

–¿Qué hay dentro del elefante? –preguntó el aviador, que era el alter ego de Antoine de Saint Exupéry.

El principito, quien antes pudo ver con asombrosa facilidad al elefante digerido por una serpiente-boa, contestó:

–Dentro del elefante hay una caja, dentro de la caja un carnero con cuernos y, como tú bien sabes, hay también una serpiente-boa fugándose por la trompa del elefante.

Detective

Su sombra era el detective que le seguía y perseguía los pasos pisándole los talones.

Fidelidad

Era el único hombre fiel en el pueblo y, sin embargo, el que más engaños amorosos soportó.

La muerte

Es un largo camino por donde irás y no volverás.

Canibalismo

Cuando su esposa se negó a obedecer sus palabras, él remontó en cólera y reavivó su canibalismo. La cogió por las trenzas y la arrastró hasta el oscuro sótano de la casa, sacó el combo de la caja de herramientas y la golpeó en la cabeza hasta destaparle los sesos. Después empuñó el machete, la decapitó y le cercenó las extremidades. Bebió su sangre y comió sus restos, empezando con la lengua y terminando con los pechos. Con las partes que no pudo engullir, cocinó guisos para dárselos de comer a sus hijos.

Mi cadáver

Una voz temblorosa anunció el descubrimiento de mi cadáver. Desde ese instante, se puso en marcha una compleja maquinaria de investigación, todo con el objetivo de explicar el crimen y dar con el culpable. Un policía tomó fotografías del lugar, de la posición de mi cadáver y mis heridas, mientras otro recogía objetos en busca de huellas, pelos, manchas somáticas o cualquier otro posible indicio del crimen. Pero lo que nadie sospechaba era que toda la investigación para encontrar al culpable se tornaría en una labor inútil, debido a que el asesino, que me quitó la vida con premeditación y alevosía, se escondía dentro de mi cadáver.  

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