jueves, 30 de mayo de 2024

UN BAÑO HIGIÉNICO SIN HIGIENE

En un restaurante del pueblo, cuyo nombre prefiero no mencionar, un patio empedrado y en declive conduce hacia un callejón donde está el baño, con un pozo ciego a la antigua usanza. Quizás algo incómodo al momento de ponerse de cuclillas, pero más simple que el inodoro de un mingitorio público, donde el agua del estanque se vacía manipulando una palanca o apretando un botón. En el baño del restaurante del pueblo, bastante concurrido los días festivos y fines de semana, los baldes de agua, que se extraen de un turril ubicado cerca de la puerta, se vierten directamente en el orificio circular del pozo ciego, salpicando chorros por doquier.

El baño es de madera y el techo de calamina. Por las paredes se cala el viento frío y uno siente el soplo en las partes desnudas y, sobre todo, en las nalgas que parecen expuestas a la intemperie, hasta que alguien golpea la puerta exigiendo celeridad en el uso del baño, que no tiene lavabo, ni secadora de manos, ni espejo y mucho menos papel higiénico.  

El baño no es nada confortable, pero es un espacio indispensable para satisfacer las necesidades fisiológicas, así sea un ambiente que parece cloaca por las evacuaciones, como si el pozo ciego fuese un bostezo a cielo abierto y las pisaderas, hechas de madera y con forma de planta de zapato, fuesen patillas destinadas a evitar las excreciones.

El baño del restaurante es visitado por los comensales más apurados por vaciar la vejiga o el colon, sin importarles que un proceso biológico natural les haga sentir vergüenza ajena, debido a las condiciones inadecuadas del sanitario. De hecho, la puerta no cierra del todo y todos deben hacer sus necesidades, como ocurre en la vida campestre donde se practica la defecación al aire libre, ante las miradas curiosas de quienes hacen fila aguardando su turno.

El baño del restaurante, si se lo define a calzón quitado, es en extremo precario, pero indiscutiblemente necesario, porque quien come con gusto tiene también la necesidad de ir al baño sin susto, así se tenga que pujar soltando gases que suenan como estampidos de pirotecnia y se tenga que dejar el baño hecho un espacio salpicado de heces de diferentes colores y tamaños.

 

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