MICROTEXTOS III
Un clavo saca otro
clavo
El día
que el amor se le escapó de las manos, como el agua entre los dedos, lloró sin
consuelo, se rasgó las vestiduras y se arrancó los pelos de cuajo. Al cabo de
un tiempo, superada la desilusión del alma y curadas las heridas del corazón,
se metió en el mar y se bañó en la espuma de las olas, hasta que volvió a
renacer y volvió a creer en el amor, porque cuando un hombre se va, otro ocupa
su lugar, como si un clavo sacara otro clavo.
El Tío en mi vida
y obra
El Tío de la mina se metió sigilosamente en mi obra
literaria, como un personaje de contrabando, dispuesto a amargarme la vida.
–¿Por qué te metiste en mi obra? –le pregunté intrigado–.
¿Para joderme la vida?
Me miró sonriente, enseñándome los colmillo y la
lengua viperina. Encendió los ojos como focos de fuego y contestó enérgico:
–¡No fue para joderte la vida, sino para joderte la
obra!
La amada
Todas las noches, como
recién salida de la más pura niebla, estaba siempre cariñosa y fresca, como
recién bañada por el rocío del alba.
La
bruja y el parroquiano
La
joven bruja, después de haber volado toda la noche, aterrizó en la puerta de
una cantina, se desmontó de la escoba, se acercó a un parroquiano, que apenas
podía sostenerse de pie, lo agarró por las solapas y lo suspendió en el aire
como a un estropajo.
–Ahora
vienes conmigo –le dijo con voz de miel.
–¿Y por
qué yo? –preguntó muerto de miedo.
–Porque
quiero que lo conozcas a mi amo.
–¿Al
Diablo?
–Sí
–contestó–, al que te da de beber a cambio de comerte el alma.
El
parroquiano tocó el suelo con la punta de los zapatos y lloró
desconsoladamente, porque solo llorando podía salvarse del castigo del Diablo y
no volver a caer en las garras del alcohol.
Enloquecer
por amor
Los
hombres saben que una cosa es enloquecer por el amor de una mujer y otra muy
distinta enloquecer por el desamor de alguien de sentimientos gélidos y corazón
de hielo.
Sonido
nasal
Juan le
pidió a Pedro taparse con los dedos las fosas nasales y luego pronunciar, sin
cerrar los ojos y a todo pulmón, la palabra punta.
Pedro
se tapó la nariz, pronunció a viva voz la palabra punta y no se lo pudo creer el sonido nasal que transformó la
palabra.
Torres
No
construyas tu torre de Babel, creyendo alcanzar el reino de los cielos, si
sabes que las torres, construidas con los ladrillos de las bajas pasiones
humanas, conducen derechito al infierno, donde reina la confusión de las
lenguas y las ciegas ambiciones terminan en cenizas.
Se fue para no
volver
Porque estás que te vas, y te vas./ Y te vas, y…/ Y no te has ido, tarareó la canción de Alfredo Jiménez, mientras se duchaba con agua tibia. Después se vistió con la elegancia de siempre, cogió las maletas que estaban listas. Sujetó la empuñadura de la puerta, la abrió y la cerró a sus espaldas. Esta vez se fue para no volver, sin recordar la sentencia que su mujer le repitió hasta el cansancio: Al ausente, por muerto le da la gente, así se lo haya amado con todas las fuerzas de la razón y el corazón.
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