viernes, 31 de enero de 2025

MICROTEXTOS VIII

El Tío, amo y mentor          

El Tío, que era mi amo y mentor, me saludó con un beso en la frente y dijo:

–¡Soy yo quien hace que hables o que no hables! ¡Soy yo quien hace que puedas oír o que no oigas nada! ¡Soy yo quien puede hacerte ver o dejarte ciego! ¡Soy yo quien te dicta lo que debes escribir, pues si no te dicto, tú no sabes qué escribir para atrapar la atención de los lectores.

–Ya no quiero que me dictes nada –supliqué enfurecido.

–Si no te dicto, ¿qué escribirás?

–No quiero ser más tu escribano. No quiero escribir nada, nada de nada.

–Si esa es tu voluntad. ¡Jódete, pues, carajo!

Escribano del Tío

–¿Por qué escribo sobre los mineros?

–Porque me da la gana.

–¿Por qué escribo lo que escribo?

–Porque me da la gana.

–¿Y por qué escribo sobre el Tío de la mina?

–Porque soy su escribano. Nada más ni nada menos que su escribano.

Simple esclavo

–¿Por qué me vas a quitar la vida? –preguntó el Tío.

–Porque el escritor decide sobre la vida y la muerte de sus personajes.

El Tío me miró a los ojos con los ojos anegados en lágrimas y exhaló un lastimero suspiro.

Lo miré entero y, como tantas veces que lo tuve entre mis manos, añadí:

–El escritor siempre tiene la última palabra. Él decide cuando darles vida a su personaje y cuando quitárselas.

 –¡No me jodas con eso! –exclamó el Tío–. Tú no eres mi creador, sino apenas mi escribano. Por lo tanto, yo te diré cuándo debes quitarme la vida, mientras tanto sigue escribiendo sobre mis aventuras y desventuras, porque tú no eres un escritor independiente, sino mi esclavo, nada más que mi simple esclavo…

Es que…

Hace tiempo que no te sientas junto a mí, no compartes un trago conmigo, ni me ch’allas como debe ser.

–Es que…

–Además, me gustaría saber para qué me trajiste a tu casa, sabiendo que soy pájaro de otra jaula.

–Es que…

–¡Devuélveme a la misma mina de donde me sacaste o te arrepentirás de haber nacido, carajo!

–Es que…

–¡Es que…, es que…, es que…! ¡Eso es lo único que sabes balbucear como un opa, carajo! Si esta noche no traes mis golosinas -lo que más me gusta, y guarde que no te estoy pidiendo que me traigas a tu mujer, que también me gusta, sino mis k’uyunas, mis botellas de alcohol de 90 grados y mis hojas de coca-, te joderás para siempre. Dejaré de contarte mis historias y tú dejarás de ser mi escribano…

–Es que…

–Ya sabes, carajo. Si no cumples con las obligaciones que tienes conmigo, haré que te tragues a todos los sapos que tienes en tu colección, que arrojes gusanos por todos los agujeros de tu cuerpo y que tu muñeco no vuelva a pararse más, así tengas a la mujer más bella del mundo delante de tus ojos. ¡Te castigaré sin remordimientos ni contemplaciones, para que aprendas, de una vez y para siempre, quién es tu amo y señor, carajo!

–Es que…

–Deja ya de decir es que, porque me haces doler la cabeza como cuando me hablas de Dios. Ahora date prisa y trae mis golosinas antes de que te borre de un plumazo del mapa.

–Es que…, es que…, es que no sé cómo decirte para que me dejes seguir siendo tu escribano, nada más que tu escribano….

–Para empezar, tienes que terminar de decir es que…

miércoles, 15 de enero de 2025

MICROTEXTOS VII

Los prodigios del alcohol

La borrachera de los poetas malditos no es en vano, ni mucho menos una absurda pérdida de tiempo, ya que después de salir de la resaca, la borrachera es fuente de inspiración lírica y un tema de interés tanto para los abstemios como para los adictos a las bebidas espirituosas. A continuación les presento un poema de altos grados de invención poética y oficio escritural:

…Copete nuestro que estás envasado,/ santificado sea tu grado,/ venga a nosotros tu alcohol,/ hágase tu voluntad,/ así en caja como en botella./ Danos hoy la chela de cada día,/ perdona a los que no toman/ como nosotros perdonamos/ a los que no convidan./ No nos dejes caer al suelo/ y líbranos del yogurt...

Este poema, quizás anónimo, pero con la fuerza semántica y prosódica de las palabras articuladas armónicamente en cada verso, es un regio ejemplo de que la borrachera, desdeñada por los puritanos del clero y las damiselas mojigatas, es una actividad donde doblar el codo es un ejercicio estimulante para la ingeniosa creatividad de los poetas malditos, quienes, aferrados a los prodigios del alcohol, respiran poesía por todos los poros de la piel.

Derribar muros

Derribar muros y vallas, las fronteras entre ricos y pobres, entre blancos y negros, entre indios y gringos; entre hombres y mujeres, entre inmigrantes legales e ilegales, debe ser el objetivo de todos y cada uno de nosotros, que deseamos vivir en un mundo donde todos tengamos los mismos derechos y las mismas responsabilidades, indistintamente de las diferencias culturales, raciales, lingüísticas, religiosas y las diversidades ideológicas y de género.

Derribar los muros entre el Sur y el Norte, entre la vida y la muerte, entre Dios y el Diablo, entre creyentes y ateos, entre gobernantes y gobernados, debe ser el objetivo para forjar un sistema socioeconómico que no sea capitalista ni comunista (Uds. pónganle el nombre a la nueva sociedad), sino una patria grande y equitativa, sin explotados ni explotadores, donde reine el amor y la paz, la hermandad y la felicidad, y donde el valor humano no esté basado en el principio del tener, sino del ser, del ser un individuo con derecho a elegir, en absoluta libertad, la vida que se quiere vivir en armonía y plenitud. 

Cuarto periodo del sueño

Según mis cálculos oníricos y no según los cálculos de los psicoanalistas, mi sueño estaba dividido en cuatro períodos sucesivos pero diferentes. En el cuarto periodo, vi a Fromm agarrado de la mano de Freud y a Engels agarrado de la mano de Marx. Los vi a los cuatro encerrados en un cuarto a media luz, donde Fromm y Freud yacían sobre un diván, con los ojos cerrados y la hebra de un cigarro en los labios; en tanto Engels y Marx estaban sentados en un mullido sillón, mirándose a los ojos y discutiendo acaloradamente, como si sus voces se sobrepusieran al tiempo y la muerte. Y, como es de suponer, de estas sesudas discusiones el que no sale dormido, al menos, sale jodido y confundido.

Cuando desperté, los cuatro estaban todavía en el cuarto, como fantasmas que retornan al reino de los vivos, para repetirse, una y otra vez, hasta que sus razonamientos dejen de ser simples teorías para convertirse en pilares fundamentales de las ciencias humanas.

Supersticiones

Mi bisabuela decía que una mujer, durante la menstruación, no era la misma de siempre. No podía hacer mantequilla, mayonesa, ni preparar productos lácteos, porque la leche se cortaría. Tampoco podía sembrar en el campo o en la casa, porque las plantas se secarían como quemadas por un implacable sol. Tampoco podía dar de comer a los animales domésticos, porque éstos se morirían como atacados por un virus desconocido. Las supersticiones de mi bisabuela, sin lugar a dudas, estaban relacionadas con la pureza y la impureza de la mujer, como si la menstruación no fuese un proceso biológico normal, sino una maldición divina.

Justicia comunitaria

La niña fue violada por su padrastro desde que ella tenía 13 años, mientras la madre, todas las mañanas, se marchaba a trabajar en el campo.

Así pasó el tiempo, sin que la madre se diera cuenta de lo qué estaba pasando en su propia casa, hasta que la niña, que no asistía a la escuela, terminó embarazada. Cuando empezó a crecerle el vientre y llegó el momento en que no pudo ocultar más el delito de la violación, la niña, que se la pasaba encerrada y llorando en su cuarto, no sabía cómo confesarle a su madre que era víctima de toques impúdicos y agresiones sexuales por parte de su padrastro, un hombre de sesenta años, desocupado y depravado sexual.

La madre, al darse cuenta que algo andaba mal, le preguntó qué le estaba pasando. La menor, luego de insistencias y deshecha en lágrimas, logró revelarle la verdad, una verdad que conmocionaría a la pequeña población campesina.

–Si no te conté era porque él, apuntándome con un cuchillo, me amenazaba de muerte…

La madre, luego de salir del shock, se abalanzó sobre su hija, la abrazó con ternura y lloró junto con ella, como a quien se le derrumba el mundo y se le acaban las ganas de vivir.

Pero no todo estaba perdido. La madre, asesorada por una mujer adulta, denunció el detestable hecho a las autoridades de la comunidad. El padrastro fue detenido y sometido a medidas cautelares, mientras se procedía a la investigación del insólito caso.

Cuando las autoridades dictaminaron la culpabilidad del padrastro, todos los implicados batieron palmas y mostraron su conformidad con el fallo de la justicia comunitaria. No obstante, el autor de la violación y el embarazo, para evitar la cárcel, tomó la decisión de casarse con su hijastra.

Así fue cómo la menor, poco antes de cumplir los catorce años y con el consentimiento de su madre y la justicia indígena comunitaria, dio a luz a un niño cuyo espeluznante aspecto, con malformaciones físicas que, de solo mirarlo, dejaba a cualquiera con la boca abierta y la sangre helada en las venas.

Las  vecinas no salían de su asombro al saber que el violador, como si nada hubiese pasado en su vida, seguía conviviendo con la madre y la hija.

–¡Este viejo cochino! –maldecían las mujeres cargadas de rencor–. ¡Debía morirse para arder en el infierno!

La menor, cuando salía de compras al mercado, llevaba a su criatura cargada a la espalda. Aunque ya tenía catorce años, la gente la miraba con lástima, no solo porque todavía era niña, sino porque el bebé, que nació con el cuerpo contrahecho, no era el fruto del amor, sino el producto de una violación sexual, un delito penado por ley y con años de prisión, pero absuelto por las normas internas de una pequeña localidad campesina, donde algunos delitos se resolvían por acuerdos y conciliación entre las partes en conflicto.

jueves, 2 de enero de 2025

LA ESTATUA DE JUANA AZURDUY EN LA CIUDAD DE EL ALTO

Cualquiera que va de Ciudad Satélite a La Ceja de El Alto, pasa por la Plaza Juana Azurduy, donde está el monumento de bronce de la heroína de las guerras independentistas en el virreinato del Río de la Plata, realizado en 1989 por el magnífico escultor Gustavo Lara (Huanuni, 1932 – Oruro, 2014), quien ya, dos años antes de la revolución nacionalista de 1952, había levantado el notable Monumento del Minero en su ciudad natal.

Si uno se queda en la Plaza con forma circular, se dará cuenta que ésta está flanqueada por cuatro calles y ocho esquinas, y si uno contempla de cerca el monumento, no le queda más palabras que la expresión de asombro: ¡Oh!, ¡Oh!, ¡Oh!... ¡Qué maravilla!

Las movilidades no dejan de circular, a pesar de las trancaderas en la zona Villa Dolores y los peatones no dejan de transitar por las aceras atestadas de comerciantes que ofrecen sus productos a toda hora, por la mañana, la tarde y la noche, sin importar si está lloviendo, granizando o haciendo un frío helado calándose hasta los huesos.

Juana Azurduy aprendió de niña las faenas del campo, al acompañar a su padre mientras trabajaba, y así entró en contacto con los pobladores originarios, quienes no dudaron en enseñarle el idioma quechua, además de los usos y costumbres de los indígenas de la Real Audiencia de Charcas.

A los 25 años contrajo matrimonio con Miguel Asencio Padilla, el futuro guerrillero independentista, con quien tuvo cinco hijos, que vivieron junto a las tropas patrióticas sufriendo enfermedades y soportando carencias de toda índole. Se dice que, algunas veces, decidida a formar parte en las campañas patrióticas, dejaba a sus hijos al cuidado de conocidos de más confianza e indios identificados con la causa de los patriotas.

El escultor la concibió a la heroína en pleno combate, con la cabellera tendida al viento, el rostro, de piel color cobre, expuesto a las inclemencias del tiempo, la frente altiva y la mirada vivaz y siempre alerta. La hizo montada a la amazona, sujetando las riendas con una mano y con la otra blandiendo un afilado sable, quizás el mismo que le obsequió el prócer Manuel Belgrano, destacándola por su valentía y eficacia de mando; cualidades que, además, le valieron el nombramiento de teniente coronel en el verano de 1816.

En la estatua, que destaca en la zona Villa Dolores de El Alto, tiene la pierna derecha en posición correcta sobre el faldón y abrazada por la ligera curvatura de la corneta fija, hecha de pletina de hierro y forrada con cuero, precipitándose con holgura, sin obstaculizar el movimiento de la cruz y el dorso del caballo.

El escultor la concibió vestida de militar, conservando sus dotes femeninas a pesar de las guerras. Contemplada a la distancia, cualquiera que la imagina en el campo de batalla, puede suponer que lleva una chaqueta militar, una falda larga y una mantilla tipo capa flotando en la nada; las boleadoras al ciento, el sable desenvainado y la bota de montar izquierda ajustada en el estribo de plata.

Su caballo, de buena sangre y alta parada, enjaezado como la de un general, que está entrenado para avanzar al trote y al galope en las pampas, quebradas y montañas, parece estar ensillado con sus arreos de guerra; tiene el freno en la parte posterior de la boca, ladeándole la cabeza hacia abajo, las crines desgreñadas y levantándose sobre sus patas traseras, como si fuese a dar un salto en el vacío, mientras la heroína, con el sable fulgente bajo el sol, está dispuesta a embestir contra las tropas enemigas, que la tienen en la mira, con ganas de saciar su sed de sangre y decapitarla para exhibir su cabeza en la picota del escarnio.

Los realistas sabían que ella, acostumbrada a combatir sin bajar la guardia ni dejar que el enemigo la sorprenda por asalto, estaba al mando de los patriotas dispuestos a derramar su sangre a cambio de conquistar la independencia del virreinato del Río de la Plata. Ellos sabían que Juana Azurduy era la mujer que comandaba a las tropas patriotas, enseñándoles tácticas y estrategias de guerra; no en vano, ella misma se preparaba en artes militares, como cuando luchaba con muñecos de paja atravesándolos con su lanza, lanzando la boleadora por los aires, apretando la mano en la empuñadura de la espada y practicando la equitación al estilo de una amazona, sin temor a sentarse en la silla ni perder el equilibrio, tal como le había enseñado su padre desde que era niña.

El monumento representa a la mujer que lo perdió todo, esposo, hijos y bienes materiales, por ganar una patria grande, independiente y soberana. Se supone que no dejó de luchar un solo día contra el virreinato rioplatense. No es casual que haya participado en la revolución de Chuquisaca, en la batalla de Salta, Vilcapugio, Ayohuma y otras, donde  demostró su denuedo y coraje, incluso cuando en una de las batallas fue herida con dos proyectiles, uno en la pierna y otro en el pecho. Ella, a pesar de las heridas a sangre viva y conteniendo los gestos de dolor, continuaba luchando para no desmoralizar al resto de los guerreros que peleaban como leones contra la dominación española en tierras americanas.

Juana Azurduy, que representó la insurrección de la población indígena y mestiza agobiada por siglos de expoliación colonial, luchó en la región del Alto Perú, desde el norte de Chuquisaca, en el Altiplano, hasta las selvas del sur. Fue líder indiscutible en la organización de un batallón denominado Los Leales y un cuerpo de caballería conformado por veinticinco mujeres, conocido como Las Amazonas de la independencia.

En noviembre de 1925, en su casa de Chuquisaca, recibió la visita del libertador Simón Bolívar y Antonio José de Sucre, el caudillo Lanza y otros personajes para homenajearla y reconocer su trayectoria. En esa ocasión, el libertador Bolívar se puso delante de los presentes, elogió a Juana Azurduy y dijo: Este país no debería llamarse Bolivia en mi homenaje, sino Padilla o Azurduy, porque son ellos los que lo hicieron libre.

Simón Bolívar le ascendió a coronela y le otorgó una pensión de sesenta pesos, que apenas le alcanzaba para comer; lo peor es que dejó de percibirla en 1830, debido a los vaivenes políticos bolivianos. Desde entonces, vivió aislada de las convulsiones sociales y empeñada en recuperar sus tierras confiscadas por los realistas, de las cuales solo le devolvieron, tras la independencia de las antiguas colonias españolas, su hacienda del K’ullko y nada más.

Sus biógrafos aseveran que murió en la miseria y el olvido, el 25 de mayo de 1862, a los 81 años de edad. Sus restos mortales fueron enterrados en una fosa común, con la única compañía de un sacerdote que pronunció una oración. Décadas más tarde, sus restos fueron exhumados y depositados en un mausoleo construido en su homenaje en la ciudad de Sucre.

El monumento, realizado por el escultor Gustavo Lara, es uno más de los homenajes que le rindieron a Juana Azurduy de Padilla en Argentina y Bolivia, como un justo reconocimiento a sus heroicas hazañas en las luchas de independencia americana.

Que el monumento esté ubicado en la plaza que lleva su nombre en la zona Villa Dolores, de la ciudad de El Alto, es un acierto histórico que debe ser valorado por los ciudadanos alteños y los turistas que desean conocer a los personajes que entregaron su vida a la causa patriótica, en el afán de convertirnos en un pueblo libre y soberano.

viernes, 20 de diciembre de 2024

MICROTEXTOS VI

El api

¡Oooruro-Oruro-Orurooo! escuché al campanilla del minibús, anunciando con ese tono particular de quien sabe cómo engolar la voz.

Me metí en la movilidad, rumbo a la capital del folklore boliviano.

Una vez en mi destino, caminé raudo al mercado Fermín López, donde escuché un coro de voces que ofrecían una y otra vez:

–Api.... Api con pasteles o buñuelos... Un vaso de tojorí caliente, caserito... Pase y sírvase, caserito. Api morado y amarillo, con canela, clavo de olor, anís y chancaca.

Apenas vi el vaso de cristal humeante y el pastel lleno de queso por dentro y lleno de azúcar molida por fuera, me froté las manos y quedé gratamente sorprendido:

–¡Humm! ¡Está como para pedirse yapa!

Soy un turista más en la tierra de la diablada, ¡Arr… Arr… Arr!, donde se debe probar, sí o sí, tanto el tojorí como el api morado y amarillo, porque quien no se ha servido esta exquisitez hecha a base de maíz molido, nunca ha estado en Oruro.

Brujerías

Como brujo y aliado del Diablo, soy capaz de descubrir el nombre y apellido de tu enemigo, hago que veas su cara reflejándose en el espejo. Te revelo cómo te hizo embrujar y en qué cementerio te enterraron. Te vengaré y devolveré cualquier maldad que hayan hecho en tu contra, por envidia o por simple maldad. No en vano se dice que el mal que se envía a alguien, puede volverse al que lo envió. Yo, como aliado del amo de las tinieblas, volteo la maldad y elimino al causante de tu desgracia con rituales de hechicería negra, destruyendo física y espiritualmente a tu enemigo, a quien lo maldigo y lo entierro con espinos en el cuerpo, para vengar la desgracia que te causó en  vida, rescatándote del oscuro pozo del dolor, para que triunfes sobre la maldad y seas feliz por el resto de tus días.

Palliris

Las palliris son mujeres jóvenes y adultas, que trabajan, martillo en mano y a cielo abierto, en la canchamina y los desmontes, escogiendo las chispas de estaño incrustadas en las granzas que fueron vomitadas como deshechos por las maquinarias concentradoras de mineral. La labor es sacrificada, a veces, tienen que arrancar las chispas de estaño hasta con las uñas. No faltan quienes dejan sus vidas en los campamentos mineros, como antes la dejaron sus padres y los padres de sus padres. Ellas viven y luchan para ganar un salario mínimo y cubrir la canasta familia, aferradas a la esperanza de que sus hijos estudien como sea con tal de salvarse de la voracidad de la mina, que es una despiadada tragadora de vidas humanas. 

Hijo indeseado

La empleada doméstica, que era una joven de belleza incomparable, fue desflorada por el patrón y tuvo un hijo ilegítimo que lo dio en adopción a un matrimonio sin hijos y con buena posición económica. Todo marchó sin problemas, hasta que un día, cuando el muchacho alcanzó el umbral de la adolescencia, exigió conocer a sus padres biológicos. Fue entonces que se enteró que era el hijo de una empleada doméstica y el dueño de una empresa de bienes inmuebles, quienes prefirieron darlo en adopción a los pocos días de haber nacido, para evitar un escándalo social en un pueblo chico, pero infierno grande. El muchacho llegó a conocer a sus padres biológicos y decidió convertirse en hijo de nadie, en basura de un pueblo que, efectivamente, era más un infierno grande que un pueblo chico, donde los niños indeseados eran regalados como animales sin nombres ni apellidos.

Buscar cinco pies al gato

El niño cogió al gato por el pellejo del pescuezo. Lo levantó a la altura de sus escudriñadores ojos y con una de las manos, le levantó la erizada cola.

La madre entró en el cuarto y, al ver que el niño miraba algo debajo de la cola del gato, le preguntó enérgica:

–¡¿Qué haces con el gato?!

–Nada –contestó–. Solo busco la quinta pata del gato.

La vara mágica

Moisés usó la vara mágica para salvar al pueblo judío, que también era el pueblo de Dios, de la opresión a la que estaba sometido en Egipto. Moisés, delante de los ojos del Faraón, tiró la vara al piso y, ¡zas!, ésta se convirtió en una serpiente que devoró las varas de los magos presentes en el acto. El Faraón quedó mudo y sorprendido ante semejante prodigio. Moisés extendió la mano, agarró a la serpiente por la cola y, ¡zas!, ésta se convirtió otra vez en una vara.

Con la misma vara, con propiedades milagrosas y divinas, Moisés convirtió las aguas del Nilo en sangre. Golpeó el polvo del suelo y, ¡zas!, apareció una nube de mosquitos; la levantó en dirección al cielo y, ¡zas!, empezó a desatarse granizo; la volvió a levantar y, ¡zas!, del polvo nació un ejército de feroces langostas.

La vara no era un simple trozo de madera, sino un símbolo del poder de Dios y provenía del Jardín del Edén; más precisamente, del árbol del conocimiento del saber del Bien y del Mal. No en vano Moisés separó las aguas del Mar Rojo con esta vara, cuando los judíos huían de Egipto, perseguidos por un ejército armado hasta los dientes y a galopes de caballo.

Moisés golpeó con la vara contra una roca en el monte Horeb, famoso por haber sido el lugar donde recibió las dos tablas de piedra con los Diez Mandamientos, y, ¡zas!, ¡zas!, hizo brotar agua cristalina para saciar la sed de los judíos, que avanzaban en dirección a la Tierra Prometida, donde debían fundar la nación del Dios.

Con esta vara milagrosa, que más parecía una varita mágica, nació el realismo fantástico en la literatura, que no fue la invención de la genialidad de un escritor, sino de las fabulosas historias narradas en las Sagradas Escrituras  

jueves, 12 de diciembre de 2024

El EMISARIO SECRETO DE LOS PATRIOTAS PERUANOS

En uno de los principales pasajes del casco viejo de Lima, transitado por turistas nacionales y extranjeros, se encuentra la estatua erigida en homenaje a José Silverio Olaya Balandra, héroe nacional peruano y segundo vástago de una humilde familia de 12 hijos.

Este pescador de raza indígena, nacido en Villa San Pedro de Chorrillos, fue el emisario secreto al servicio de los patriotas en su lucha contra los realistas que servían a la Corona Española, en la segunda década del siglo XIX.

Cuentan que José Olaya era un excelente nadador y que en una pequeña balsa, en la que transportaba los mensajes escritos para los patriotas, cubría la ruta entre Chorrillos y la isla de San Lorenzo, y desde allí, pasando por el Callao, hasta el puerto de Lima, como si llevara pescados para su venta en la ciudad y no la correspondencia oculta que ponía en peligro su vida.

No obstante, a pesar de los riesgos y burlando la vigilancia de los realistas, José Olaya hizo este recorrido muchas veces, hasta que el ejército enemigo empezó a sospechar que alguien estaba filtrando información y, con el propósito de capturar al emisario secreto, decidieron redoblar la vigilancia en los puertos.

Sus biógrafos aseveran que El 27 de junio de 1823, cuando llevaba, entre otros recados, una carta de José Antonio de Sucre para el patriota limeño Narciso de Colina, José Olaya fue emboscado por un piquete de soldados realistas, quienes lo detuvieron con los mensajes entre manos y lo llevaron al Palacio del Virrey, ante la presencia del brigadier español José Ramón Rodil. Éste intentó que delatara a los patriotas comprometidos con las misivas, ofreciéndole a cambio premios y altas sumas de dinero, pero José Olaya no delató a los patriotas implicados en la correspondencia y, con una serenidad absoluta en su espíritu, permaneció callado como una tumba.

Sus verdugos, al constatar que se mantenía impávido y la boca cerrada, decidieron someterlo a vejámenes y torturas. Se dice que sufrió doscientos palazos, que le arrancaron las uñas y lo colgaron de los pulgares. Solo entonces, motivado por el ímpetu de su conciencia patriótica, abrió la boca para pronunciar su célebre frase: Si mil vidas tuviera gustoso las perdería, antes de traicionar a mi patria y revelar a los patriotas.

Al cabo del suplicio, fue sentenciado a pena de muerte por fusilamiento bajo el cargo de traición. A las once de la mañana del 29 de junio de 1823, fue llevado a un pasaje aledaño a la Plaza Mayor de Lima, llamado entonces Callejón de los Petateros, y que ahora lleva su nombre: Pasaje Olaya.

Su cadáver fue arrastrado a la Plaza de Armas y allí decapitado por el verdugo. Permaneció toda la tarde en exhibición pública, hasta que, bajo los mantos de la noche, unos pescadores chorrillanos lo pusieron en una carreta y se lo llevaron para sepultarlo en su tierra natal, con la escarapela bicolor prendida todavía en su pecho.

En la actualidad, el pasaje histórico, ubicado entre el jirón de la Unión y el jirón Carabaya, lleva su nombre y luce altivo su monumento destinado a honrar al héroe, declarado mártir en la lucha por la independencia peruana.

La obra artística, realizada en piedra y bronce por el escultor trujillano Sergio Álvarez Peláez, representa al personaje con el torso desnudo, los músculos fornidos de nadador y una gorra blanca, portando en una mano la red de pescador y en la otra una carta destinada a los patriotas en rebelión.

martes, 3 de diciembre de 2024

AQUÍ TAMBIÉN SE ESCRIBE

(El Norte de Potosí en Letras)

En la primera edición, que salió a luz gracias a los auspicios de la Regional Catavi del Archivo Histórico de la Minería Nacional de la COMIBOL, como parte de su serie de Literatura Minera, no se incluyó a todos los autores/as del norte de Potosí, sino solo a los oriundos de Uncía, Llallagua, Siglo XX, Catavi y Cancañiri. Sin embargo, tiempo después, se decidió contemplar a todos quienes aportaron a la cultura nortepotosina, con la finalidad de que el proyecto sea más completo e incluyente. Así que, además de los autores/as de la provincia Rafael Bustillo, se incorporó también a otros que nacieron en la provincia Chayanta, Bernardino Bilbao Rioja, Charcas y Alonso Ibáñez, regiones que durante la Era de la Plata tuvieron una enorme importancia económica para la Villa Imperial de Potosí y una gloriosa historia en la época de la colonia, al surgir las rebeliones indígenas lideradas por Tomás Katari, que dieron nacimiento a la independencia del Ato Perú y al Estado republicano en el siglo XIX.

Está comprobado que la contribución intelectual del norte de Potosí ha sido –y sigue siendo– de gran valor para la cultura boliviana, donde no siempre se considera a los autores/as que jamás fueron mediatizados, porque se mantuvieron en el silencio y, en muchos casos, en el olvido. Ésta ha sido una de las razones que nos motivó a realizar este trabajo que se fue haciendo de manera lenta pero segura, al menos para que sirva como una piedra de toque para otros estudiosos e investigadores interesados en echar más luces sobre un tema que no solo es de incumbencia de los habitantes de esta región, sino de todo el país, donde la mayoría de los intelectuales nortepotosinos son unos ilustres desconocidos.

Esperemos que esta iniciativa sea un fuerte aliento para que los más jóvenes se inclinen por seguir los pasos de estos hombres y mujeres que nos dejaron –y todavía nos dejan– un rico legado bibliográfico, con diversos temas que demuestran la pluralidad de intereses y pensamientos en una región donde parecía no haber una actividad cultural de alta envergadura y competencia. Los autores/as presentados en esta publicación son una muestra de que en el norte de Potosí no solo hubo ricas vetas de preciados metales, sino también ricas vetas en materia intelectual. Descubrirlos es nuestro deber y darlos a conocer es nuestra obligación.

Por otro lado, en la presente edición es oportuno referirnos a algunos aspectos que nos permiten despejar las dudas que manifestaron algunos lectores en torno a la primera edición (incompleta) de Aquí también se escribe (Catavi, 2020). En primera instancia huelga aclarar que esta publicación no contó con el financiamiento de ninguna institución pública ni privada, al margen del apoyo incondicional de Lourdes Peñaranda Morante, que es amante de los libros y una de las impulsoras del rescate de la memoria histórica, social y cultural de los centros mineros de la zona nortepotosina.

Desde el instante en que se concibió la idea de elaborar una compilación de todos los aportes intelectuales publicados en formato de libro, sin la intención de excluir a nadie, salvo a quienes publicaron sus trabajos en forma de folletos y en coautoría, no por una decisión autoritaria, sino por tener en consideración algunos parámetros que nos permitan ser justos a la hora de tomar en cuenta a los autores/as que tienen uno o más libros en su quehacer intelectual.

Aquí no se pretende aplicar el calificativo de escritores, con todas las connotaciones del caso, a todos quienes están contemplados en esta compilación, ya que no todos se dedican, por vocación o de manera profesional, a la creación de obras literarias, sobre todo, si se trata de textos literarios que deben tener un estilo re-creativo e imaginativo, un lenguaje lúdico, figurado y metafórico, para así cumplir con su función expresiva; características que no tienen necesariamente los textos no literarios, que se encargan, en primera instancia, de informar, persuadir, describir o exponer una temática que, por lo general, requiere de una bibliografía y notas al pie de página.

En nuestro concepto, los escritores son quienes crean obras literarias, tanto en verso como en prosa, a través de las cuales transmiten sus ideas y sentimientos, pero desde una perspectiva artística o estética; es decir, usando el lenguaje escrito como un instrumento que les permita expresar los pensamientos, reales o ficticios, a través de los poemas, cuentos, novelas, piezas de teatro y otros géneros literarios en los que la inventiva, más que los elementos fácticos o teóricos, juega un rol esencial y determinante; algo que no siempre está presente en los textos no literarios. En consecuencia, como observará el atento lector, en esta compilación, la mayoría de los autores/as cuentan con obras de carácter más técnico, científico, didáctico y ensayístico.

Asimismo, a la hora de elaborar esta compilación, no se ha considerado la estructura, el contenido ni el aspecto estilístico. Tampoco las faltas sintácticas, semánticas, ortográficas ni gramaticales, debido a que la idea principal no fue corregir erratas, defectos e insuficiencias, sino presentar en un solo volumen a los hombre y las mujeres que tienen un libro en su haber; una publicación que, como tal, reúna una serie de criterios básicos que definen a un libro, como son la cantidad de páginas, la encuadernación con lomo, tapas duras o rústicas, créditos de la editorial y otros.

En este sentido, esta compilación no es una antología, con textos recopilados de manera selectiva, porque de haberse elegido solo los textos literarios, por su calidad ética y estética, no hubieran quedado más que un puñado de esta camada de autores/as que representan a las cinco provincias del norte de Potosí. La mayoría no son figuras consagradas en la vida cultural boliviana, salvo raras excepciones que, aparte de haber dedicado su tiempo a la lectura y su talento a la escritura, alcanzaron cumbres elevadas en la constelación política y literaria del país.

Finalmente, antes de emprender con la presente compilación, en coordinación con Lourdes Peñaranda Morante, responsable de la Regional Catavi del Archivo Histórico de la Minería Nacional de la COMIBOL, estaba convencido de que elaborar esta compilación, con paciencia y gran pasión, y que un día será un libro de consulta para maestros y estudiantes, era una tarea pendiente en los anales de la vida cultural del norte de Potosí.

Una vez expuestas las motivaciones y justificaciones de esta publicación, que fue hecha con absoluta modestia y ética profesional, no queda más que someterla a consideración de los lectores, quienes tienen, como casi siempre, la última palabra.


 

lunes, 18 de noviembre de 2024

EL SIMPÁTICO MENSAJE DE UNA LECTORA

Cierto día, una atenta lectora de mi obra, residente en Francia, me envió un mensaje a mi correo electrónico, solicitándome la dirección del Grupo Editorial Kipus de Cochabamba, para  pedir mi libro Cuentos de la mina, cuyo contenido le interesaba desde todo punto vista. Tiempo después,  el libro llegó a sus manos en un sobre Manila, con la dirección del remitente, los sellos del correo y las estampillas correspondientes.

La lectora no tardó en mandarme otro amable mensaje, agradeciéndome por haberle facilitado la adquisición del libro; más todavía, tomó una fotografía del sobre y de la portada del libro y me la envío en formato JPG., junto a un breve y simpático mensaje, que transcribo a continuación: 

Has llegado Víctor,

en forma de palabra,

y, seguro, has llegado para quedarte,

seguro, no solo en mí,

sino en todos aquellos con los que

pueda compartirte.

Suerte la mía.

Infinitamente agradecida.     

milamores&milcariños. Isamil9

La lectora me sorprendió con este detalle que siempre es un júbilo para cualquier escritor que, más allá de las fronteras nacionales, cuenta con lectores/as que leen su obra con inusitado interés.

domingo, 10 de noviembre de 2024

EL TÍO DE LA MINA EN MONTREAL

Mi amigo Michel Gladu, canadiense con amores en Bolivia, me contó que mientras paseaba por el Jardín Chino, un día de otoño, disfrutando del espectáculo de La Magia de los Faroles, que cada año tiene lugar en el Jardín Botánico de Montreal, se vio sorprendido por algo que le pareció inusual.

Ya había recorrido por caminos sinuosos, adornados de linternas rojas y ovaladas, ya había atravesado por una montaña artificial, un pequeño lago y un edificio de viviendas con una colección de bonsái y penjing, acompañado por el ritmo del melodioso lamento del erhu y guiado por hermosas mujeres ataviadas con ropas de seda, cuando, de repente, en un retirado recodo del Jardín, tropezó con un árbol en cuyo tronco, que parecía estar siendo devorado por las hormigas, divisó la imagen del Tío de la mina, con el miembro viril erecto y un ojo abierto, como atisbando de sesgo a los visitantes del Jardín Botánico.

Primero pensó que el árbol, de macizo tronco y abundante follaje, adolecía de alguna enfermedad o defectuosidad natural, pero después pensó que lo que tenía ante sus ojos era una verdadera maravilla. Lo contempló por un instante y, como atravesado por un rayo, llegó a su mente la idea de que se trataba de un árbol monstruoso, dentro del cual se escondía el guardián del Jardín, con un aspecto semejante al del Tío de la mina.

Al día siguiente, volvió al lugar y tomó una fotografía desde el ángulo más perfecto y retrató la insólita imagen que parecía no haber advertido ningún otro visitante del Jardín Botánico, debido a que ellos, sin verlo ni saberlo, pasaban y repasaban por ese lugar de apariciones mágicas.

¡Qué raro!, se dijo... ¿Nadie lo ha visto? Quizás, porque la imagen, como tallada en el tronco, solo puede verse desde un ángulo especial, ése que él descubrió la noche de La Magia de los Faroles

Es el Tío, se volvió a decir, sin dudar un solo instante. ¿Y cómo habrá llegado hasta aquí?, se preguntó una y otra vez.

La respuesta es que el Tío está en todas partes sin estar en ninguna. Sólo quienes quieren verlo y conocerlo, tienen la oportunidad de encontrarlo donde menos se lo imaginan, como en el tronco de este árbol que está lejos de las minas de la cordillera andina y tan cerca de la provincia de Quebec, entre el río San Lorenzo y la Rivière des Prairies.

 

miércoles, 6 de noviembre de 2024

CINCO AÑOS DE LAS MASACRES EN SACABA Y SENKATA

Se cumple un año más de los luctuosos acontecimientos de octubre-noviembre de 2019, cuando la colectividad nacional reaccionó ante un supuesto monumental fraude electoral, cometido por el candidato del partido gobernante, que procuraba perpetuarse en el poder por medios reñidos con los procesos democráticos que legitiman el voto de los ciudadanos que, convocados a las urnas electorales, deciden, en absoluta libertad, la suerte del futuro gobierno y el destino del país.

Rememorar los sucesos en Sacaba y Senkata, que conmocionaron a la ciudadanía en general, implica volver la mirada hacia los antecedentes y las consecuencias de la crisis del Estado Plurinacional de Bolivia que, tras las elecciones presidenciales de 2019, derivó en actos violentos entre el 21 de octubre y el 24 de noviembre. En tales circunstancias, las fuerzas militares y policiales, destinadas a romper los bloqueos de la resistencia organizada, abrieron fuego contra la población civil, causando decenas de caídos y un reguero de heridos, mientras otros eran arrestados, entre golpes e improperios, acusados de promover actos de terrorismo en el país.

Escribir sobre una de las etapas más violentas de la historia contemporánea de Bolivia, es una forma de recuperar los testimonios personales y la memoria colectiva, en afán de realzar la conciencia política de un país que, a pesar de los diversos Golpes de Estado y los baños de sangre, supo sobrevivir de pie y nunca de rodillas, sobreponiéndose a los designios de quienes pretendían volver la rueda de la historia hacia el pasado sombrío, donde pocos tenían mucho y muchos no tenían nada.   

Los crímenes de lesa humanidad, perpetrados por las fuerzas represivas del Gobierno de Transición en Sacaba y Senkata, fueron viralizados por los medios de prensa y las redes sociales, no solo porque los disparos estaban dirigidos contra el pueblo desarmado y vulnerable, sino también porque los principales actores eran los sectores convulsionados que se identificaban con las causas justas y las libertades democráticas en un Estado de Derecho.

A cinco años de los trágicos sucesos en Sacaba y Senkata, en octubre-noviembre 2019, es menester discutir y reflexionar en torno a esos dolorosos procesos sociopolíticos, que ojalá no vuelvan a repetirse ni a enlutar en mantos de sangre y melancolía al pueblo boliviano. No es lógico ni justo que las familias de las víctimas caídas en los enfrentamientos de Sacaba y Senkata, donde los mandos militares y policiales, amparados por el Decreto Supremo 4078, promulgado por el Gobierno de Transición”, cometieron una abominable masacre en pleno siglo XXI; por cuanto los responsables deben ser juzgados con todo el rigor de la ley, para que los funestos hechos no queden en el olvido ni en la impunidad, para que las víctimas y sus familiares encuentren la verdad y la justicia, y para que el mundo entero sepa que la libertad y la soberanía de un pueblo no se matan a golpes de porra ni con el lenguaje de las armas de fuego. 

viernes, 1 de noviembre de 2024

MICROTEXTOS V

Los sapos

En mi colección de sapos, hay dos que se diferencian del resto; el primero, de piel rechoncha y ojos colorados, representa el pecado y la muerte, y, como el demonio del mundo bíblico, puede encarnarse en los humanos; el segundo, de piel lisa y mirada tierna, representa el amor y la buena fortuna, y, como las deidades sagradas del mundo andino, puede conceder deseos solicitados y convertir en realidad los sueños de los humanos.

Biocidio

Estaba cansado de los perros que deambulaban por el parque, donde él iba a sentarse en un banco para tomar un baño de sol, hasta que un día se le ocurrió una criminal idea: agregar clavos a panes y venenos a salchichas, para luego depositarlos en diferentes puntos del parque. Los perros ingerían estos alimentos, se tiraban al suelo entre estertores de agonía y, como es de suponer, sufrían una dolorosa muerte.

La tortura

Le infligían feroces torturas, obligándolo a confesar todo lo que sabía sobre las armas escondidas en una galería de la mina, pero él no decía nada, lo negaba todo a pesar de las evidencias que tenía la policía, debido a las confesiones de un delator, quien prefirió soltar la lengua antes que morir en la cámara de torturas.

Pedagogía de la liberación

Los libros y la alfabetización son instrumentos de liberación, al menos así los concebía el pedagogo Paolo Freire, quien sostenía la teoría de que la emancipación de los oprimidos se daría por medio del aprendizaje de la lectura y la escritura; procesos educativos que no solo debían ser un privilegio de las clases dominantes, dedicadas a decidir sobre los aspectos políticos, sociales, económicos y culturales de la nación oprimida, sino también un derecho de las grandes mayorías que, desde siempre y de manera injusta, estaban excluidas de los poderes de decisión del mal llamado Estado de Derecho.

Antología

En una antología literaria, como en toda selección arbitraria, están presentes autores que no merecen figurar en sus páginas y están ausentes quienes sí merecen ocupar ese lugar por méritos propios. Por lo tanto, como en todo material basado en parámetros relativos y no absolutos, en una antología no son todos los que están ni están todos los que son.

Los críticos

Los denominados críticos literarios, quienes, en lugar de escribir sus propias obras, se dedican a criticar las obras de los demás para hacer de este oficio una forma de vida, como los parásitos que se alimentan de la sangre de otros animales activos. Los hay quienes, creyéndose tener patentado en el uso de la palabra escrita, como si fuesen amos y dueños de la lengua, hacen críticas con las vísceras y no con el cerebro, aun sabiendo que entre brujos no se miran la suerte ni perro come carne de perro.

Relatores de fútbol

Son verdaderos inventores del idioma, donde el vocabulario es una suerte de pirotecnia verbal, y se puede aseverar que la narrativa deportiva no es menos ni peor que la literatura llamada culta; por el contrario, algunos de los relatores de los partidos de fútbol son ingeniosos y manejan un lenguaje dinámico y espontáneo que nada tiene que ver con las rígidas normativas gramaticales establecidas por los académicos. Los relatores son capaces de pintarnos el escenario de un campo deportivo y transmitirnos el partido de fútbol con un lujo de detalles, que nosotros, escuchándolos por radio, somos capaces de imaginarnos las gambetas, los pases y los goles, como si de veras lo estuviésemos presenciando en primera persona y con nuestros propios ojos.

Los andariveles

Siempre que miraba las cabinas del teleférico en la ciudad de La Paz, deslizándose por gruesos cables que se extendían de un extremo a otro, me acordaba de los andariveles metaleros que conocí en mi infancia en las minas de Siglo XX y Catavi; con la diferencia de que los andariveles, que corrían enganchados a cables bien tensados y herrumbrosos, en lugar de transportar pasajeros, llevaban los deshechos de la concentración de mineral hacia los desmontes de granza, conocidos con el nombre genérico de colas, que crecían cerca de los campamentos mineros y parecían cerros sobre los cerros de la cordillera.

Brujo pactado

Soy el único brujo que mantiene pactos con el Diablo. No te dejes sorprender por mis falsos imitadores, que son simples embaucadores. Te prometen todo pero nada cumplen. Para mí no existe nada imposible. Con el amuleto que me lo entregó en exclusiva el maligno de las tinieblas, descubro con quién te engaña tu esposa o marido, tu amante o enamorada. Logro los amarres sexuales para los tres sexos, con el elixir del narciso negro compactado. Pongo de rodillas a tus pies a la pareja que te hace sufrir, con una gota de pócima negra para atraer, conquistar y poseer el cuerpo y el alma de la persona amada. Yo triunfo donde otros han fracasado.

Hacer poco y ganar mucho

En Bolivia se gana mucho, pero mucho dinero, si uno tiene un trabajito como Senador o Diputado de la Asamblea Plurinacional. Basta con trabajar dos o tres días a la semana, para embolsillarse mensualmente más de 20.000 Bs. Desde luego que estos representantes de las organizaciones políticas y sociales, así no tengan la educación idónea para ejercer como Padres de la Patria, y gobernar a los bolivianos y bolivianas como manda la Ley, se dan ínfulas de ser los mandamases en las esferas del poder político. Pero lo que más rabia da es que se atribuyan la misión de ser los representantes de los más pobres y marginados de este pobre país. Para estos bellacos, que velan más por sus propios intereses que por los intereses de las mayorías, es muy fácil hablar, con 20.000 Bs. en los bolsillos, de la pobreza de los pobres. ¡Ay, carajo! ¡Qué bronca dan estos tristes payasos que hacen poco y ganan mucho! Definitivamente, y para que lo sepa todo el mundo, estos vividores y buscapegas no son los Padres de la Patria, sino unos recontraidiotas que gobiernan sin ton ni son.

Cura pederasta

Ella, la ama de llaves del internado de niños huérfanos de la Compañía de Jesús, ubicado no muy lejos de la ciudad, solía contar con gran pasión de las bondades divinas del sacerdote Stefano Corleone. Contaba que el misionero jesuita dedicaba su vida y tiempo a los niños pobres, ladrones, pordioseros, cleferos, tullidos, enfermos... Pero lo que no contaba era que, por las noches, el cura pederasta los invitaba a su cuarto, donde les besaba y desnudaba, toqueteándoles las partes íntimas, hasta que satisfacía sus bajos instintos, recomendándoles que no dijeran nada a nadie, que debía ser un secreto entre ellos, que la relación carnal era normal, que solo debían rezar mucho, que Dios los amaba y él también...

jueves, 17 de octubre de 2024

VÍCTOR MONTOYA EN LA I FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO, 

ARTE Y CULTURA DE ORURO 2024

El escritor Víctor Montoya participará como invitado en la I Feria Internacional del Libro, Arte y Cultura de Oruro 2024, donde dictará una conferencia en torno a La Narrativa Minera en Boliviana. El evento está organizado por la Gerencia del Campo Ferial 3 de Julio FNI-UTO. En el lanzamiento público de esta importante actividad cultural estuvieron presentes las autoridades Departamentales, Municipales y de la Universidad Técnica de Oruro, junto a los representantes de Educación y Cultura. La Feria se realizará del 24 al 27 de octubre en el Campo Ferial 3 de Julio, con el encomiable propósito de fortalecer el hábito de lectura entre los habitantes de la población orureña y, asimismo, con el objetivo de contribuir a la difusión de la producción intelectual de los escritores de los más diversos géneros literarios.

Apuntes sobre el autor

Víctor Montoya (La Paz, 1958). Escritor, periodista cultural y pedagogo. Vivó desde su infancia en las poblaciones de Siglo XX y Llallagua, al norte de Potosí, donde compartió la lucha de los trabajadores mineros. Durante la dictadura militar de los años ´70, fue perseguido, torturado y encarcelado. Estando en la prisión escribió su libro de testimonio Huelga y represión. Fue exiliado a Suecia en 1977. Es autor de más de una veintena de obras entre novelas, cuentos, ensayos y crónicas. Dirigió las revistas literarias PuertAbierta y Contraluz en Estocolmo. Es miembro del PEN-Club Internacional, la Sociedad de Escritores Suecos y la Academia Boliviana de Literatura Infantil y Juvenil. Su obra está traducida a varios idiomas y tiene cuentos en antologías nacionales e internacionales. Está considerado como uno de los principales impulsores de la moderna literatura boliviana. Escribe en publicaciones de América Latina, Europa y Estados Unidos.

lunes, 7 de octubre de 2024

PRESENTACIÓN DEL LIBRO GUILLERMO LORA, 

EL ÚLTIMO BOLCHEVIQUE, VOL. 2

En la ciudad de El Alto, como era de esperarse, se presentará el libro  Guillermo Lora, el último bolchevique, Vol. 2, del periodista Ricardo Zelaya Medina. El evento se realizará el martes 8 de octubre, a Hrs. 18:30, en el Centro ALBOR Arte y Cultura (zona Villa Tejada Rectangular, Av. Cívica N° 517, frente a la iglesia Virgen del Rosario). Los auspiciadores, junto al autor del libro, dieron a conocer que el escritor Víctor Montoya será el único comentarista de la obra.

Guillermo Lora (Uncía, 1922 – La Paz, 2009). Militante y dirigente del Partido Obrero Revolucionario (POR) –fundado por José Aguirre Gainsborg en1935– desde principios de la década de 1940 hasta su muerte  Fue uno de los intelectuales e ideólogos que más aportó en Bolivia, con obras que son de indiscutible valor socio-político e histórico, y verdaderas contribuciones en el ámbito del sindicalismo nacional y la organización trotskista, que tanta influencia tuvo en la formación de la conciencia de clase del proletariado y la formulación del programa revolucionario de los obreros, campesinos y clases medias empobrecidas.

El libro, con veinte nuevas entrevistas, elaborado con verdadera pasión y paciencia por el comunicar y activista cultural Ricardo Zelaya Medina, es una obra que no deja indiferente a nadie, sean estos militantes o simpatizantes del POR o contrincantes políticos del líder trotskista, quien jamás traicionó sus principios ideológicos ni retrocedió un solo milímetro ante las amenazas e insinuaciones de la burguesía nacional y el imperialismo.

La obra de Ricardo Zelaya Medina es una buena base y el principal referente para quien se anime a escribir la biografía completa de Guillermo Lora, revolucionario profesional y figura descollante en el escenario político de la izquierda boliviana, no solo porque redactó la famosa Tesis de Pulacayo –documento aprobado en el Congreso Extraordinario de la Federación

Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia, en 1946, como el principal programa sindical de lucha contra los regímenes de la rosca minero-feudal, que plantea la necesidad de forjar la revolución y dictadura proletarias–, sino también porque es el autor de la monumental Historia del movimiento obrero boliviano, cuyos tomos son de lecturas obligaría para quienes se interesan en conocer las épicas historias de los irreconciliables enemigos del sistema capitalista.  

Este ideólogo del trotskismo nacional e internacional, además de habernos dejado un regio legado de su genialidad en 70 tomos, la obra bibliográfica más extensa publicada por un intelectual boliviano, era un magnífico agitador y panfletista. Publicó semanalmente, y por más de medio siglo, el periódico orientador y organizador Masas, un panfleto partidista que tenía –y sigue teniendo– una considerable difusión en las minas, el campo y las ciudades.

Las opiniones vertidas por los veinte entrevistados, que forman parte de la obra Guillermo Lora, el último bolchevique, Vol. 2, de Ricardo Zelaya Medina, echan más luces sobre la personalidad y compromiso revolucionario del histórico dirigente del Partido Obrero Revolucionario (POR). 

miércoles, 2 de octubre de 2024

EL CHOCO DE CIUDAD SATÉLITE

Cualquiera que cruce por la Plaza Bolivia, ubicada frente al Mercado Satélite de la ciudad de El Alto, verá en un predio cercado por barras metálicas, bajo la sombra de un árbol de tronco torcido, una plaqueta cuyo texto reza: Choquito, amigo fiel, te ganaste el cariño de todos los que te conocimos. Esta esquina fue tu morada y perdiste tu vida por defenderla. Nunca te olvidaremos. Siempre estarás en nuestros corazones. Eres el ángel de los perros abandonados. 22 de octubre 2024.

El perrito se llamaba Choco –pero le decían Choquito, en diminutivo y con cariño–, porque lucía castaño pelambre desde la cabeza hasta las patas; era de raza mestiza y de regular parada, de esos que son vivaces, armoniosos, valientes y desbordantes de vitalidad, Alcanzó su plenitud cuando aprendió a vivir en la calle, como basura de nadie. Creció desde cachorro en la plaza principal de Ciudad Satélite; tenía la mirada tierna y algo triste, el ladrido grave y potente, pero no mordía a nadie, respiraba cariño por todos los poros del hocico y batía el rabo al contacto de la primera caricia.

Choco era un animal juguetón desde siempre, adoraba a chicos y grandes, estaba siempre dispuesto a defenderlos de las acciones delictivas de los malhechores. Soportaba la diablura de los niños y las majaderías de los adultos; era tolerante con los bebedores consuetudinarios y huidizos con las personas acostumbradas a la práctica constante del maltrato animal.

Los vecinos de la zona lo querían, quizás, más que a sus propias mascotas. Confesaban que era un fiel amigo de quienes lo trataban con cariño y le daban de comer, incluso quitándose de la boca, lo mejor de lo mejor. Él no aceptaba huesos ni restos de comida, prefería las hamburguesas especiales y los pollos al espiedo. Más de un vecino, solo para mimarlo y mostrarle su afecto, accedía a sus gustitos y se rajaba algunos pesos.

Los y las comerciantes del Mercado Satélite cuentan que Choquito era cariñoso y manso con las personas que le dispensaban su cariño y era esquivo con las personas que lo maltrataban, como con aquellos que, a sus 13 años, lo hirieron a puntapiés y cuchilladas, intentando arrebatarle la vida; dramática situación a la que sobrevivió gracias al oportuno socorro de unos buenos vecinos y la oportuna intervención de un buen veterinario, quien logró rehabilitarlo y ponerlo otra vez con las patitas en la calle.

Si alguien quería adoptarlo, el perrito se hacia el esquivo. Si alguien se lo llevaba a casa, el perrito se daba modos de huir al primer descuido. Estaba acostumbrado a vivir en la calle como un vagabundo, más bien, como un vagamundo. Así vivió por muchos años, hasta que una de esas noches, en que todo transcurría de manera normal, un antisocial de instintos criminales, que desde hace tiempo lo tenía en la mira, lo abordó por atrás y le asestó, con ensañamiento y alevosía, un certero cuchillazo en el cuello. El perro lanzó un chillido de dolor y, de pronto, se tumbó contra el suelo. Ahí nomás se apagó su potente y sonora voz, como un eco que muere ahogado entre los borbotones de sangre que empapaban su apelmazada pelambre.

Al clarear el día, los peatones lo encontraron tirado en la plaza y nadie pudo hacer nada para devolverlo a la vida. La gente lamentó su muerte, las protestas no se dejaron esperar, los corazones se rompieron, de los ojos brotaron lágrimas de impotencia y de hondo pesar; peor aún cuando se supo que no se identificó al criminal, quien fugó de la justicia que podía haberle sancionado con privación de libertad de dos a cinco años y una multa de treinta a ciento ochenta días, siempre y cuando las autoridades hubiesen cumplido con lo establecido en la Ley contra los biocidas.

La muerte de Choquito causó un hondo pesar entre los vecinos de Ciudad  Satélite, donde su ausencia dejó un vacío irremplazable. No obstante, a modo de honrar su memoria,  los animalistas y vecinos se pusieron de acuerdo para levantar un monumento en bronce en honor al perrito que se hizo querer como si fuese un miembro más de la familia. Todos lo recordaban con mucha emoción y aseguraban que fue un gran ejemplo de valentía. Se decía que, en repetidas ocasiones, salvó a personas que estaban a punto de ser asaltadas por individuos de conducta delictiva. Para muchos era el perro guardián por excelencia de la Plaza Bolívar y el Mercado Satélite, no sólo porque cuidaba y defendía a las personas que sufrían el ataque de los violentos, sino también porque vigilaba los puestos de venta de las y los comerciantes.

La estatua de Choco, realizada por un escultor amante de los animales y enemigo de los biocidas, está emplazada en medio de la calle de doble vía, sobre un pedestal de aproximadamente un metro y ochenta centímetros de alto, con la pose de un héroe querido y admirado por los vecinos de uno de los barrios más conocidos de la ciudad de El Alto.

El escultor lo hizo con la pelambre ligeramente ondulada, las orejas plegadas, el hocico respingado, las extremidades posteriores flexionadas, la cabeza altiva, la frente plisada, los ojos melancólicos y la mirada tendida en el horizonte, como vigilando a los peatones y el tráfico vehicular de la Avenida Satélite

Al lado de la estatua hay floreros de cerámica, cuyas flores se cambian de cuando en cuando, y al pie del pedestal no faltan los ramilletes de otras flores dejadas por las personas que lo conocieron y gozaron de su presencia mientras estaba vivito y coleando.

 En la parte superior del blanquecino pedestal, cuyas partes laterales están estampadas con las huellas de unas patitas caninas, destaca una plaqueta donde se lee:

Organización de Voluntarios al Rescate de Animales. En memoria de nuestro amigo fiel Choquito y miles más que viven en las calles para que otro tenga la suerte de poder vivir y descubra el calor de una flia. ¡Salvar a un animal no cambiará el mundo, pero sí cambiará el mundo de ese animal! Gracias vecinos de C. Satélite. El Alto, mayo 8 del 2016.   

Es evidente que el cariño de la gente por este perro callejero, que tuvo una vida azarosa y una muerte trágica, era –y es– tan grande que no puede describirse con palabras, como tan grande es el rechazo a los actos criminales de algunos inadaptados sociales. 

Ahora bien, con más o menos reflexiones, lo único cierto es que este perrito tenía sentimientos más nobles que los de su asesino, quien, probablemente, antes de victimarlo, pensó para sus adentros: perro muerto, no ladra ni muerde, y luego actuó de manera despiadada, como cualquier forajido que tiene el corazón duro como una piedra.

 

sábado, 21 de septiembre de 2024


INCENDIO FORESTAL

El llano en llamas ya no es el título de un libro de cuentos de Juan Rulfo, sino una realidad ardiente y espantosa en el oriente boliviano, donde la quema de llanos, bosques, montañas y pastizales, provocada por las depredadoras manos del hombre, hacen estragos en la flora y fauna, como si un monstruo invisible soplara olas de fuego por aquí y por allí, devorando todo lo que encuentra a su paso.  

Es un verdadero infierno y solo un torrencial aguacero puede salvarnos. Llueve fuego de los árboles, dicen los bomberos voluntarios, mientras las aves, los animales silvestres y los insectos perecen calcinados, como si no tuvieran derecho a la existencia en un territorio donde son pocos los beneficiados con estos ecocidios y muchos los perjudicados.

Se nos quemaban los pulmones de la patria, clama la multitud. La verde vegetación se troca en cenizas y la biodiversidad sucumbe a merced del fuego. Nuestra obligación es sofocar los incendios, sea como sea, por el bien de los habitantes del presente y el futuro.

Aunque las mascarillas con filtro y los barbijos sirven de muy poca cosa, las mujeres y los hombres, en medio de la humareda que no deja ver el panorama a cinco metros más allá de los ojos, se enfrentan a las llamas con lo que tenían a mano.

Ellos están empapados en sudor, respiran humo, tienen los ojos colorados, la garganta reseca, el pelo chamuscado, el rostro jaspeado de cenizas y las manos con llagas abiertas por las chispas de fuego que, por las noches, parecen luciérnagas escapándose del infierno, un infierno que requiere ser anegado por ingentes cantidades de agua lanzadas por tierra y por aire.

Las autoridades no hacen nada –o más bien, hacen poco–, mientras las leyes incendiarias, promulgadas en la gestión del gobierno de Evo Morales, no son abrogadas por quienes desconocen el dicho popular: No juegues con fuego, que puedes quemarte. Sin embargo, los activistas, animalistas y ambientalistas, a grito pelado y el puño en alto, ganan las calles, con pancartas y banderolas, exigiendo a las instancias pertinentes asumir cartas en el asunto, sancionar a los culpables con penas máximas y abolir las leyes que conceden más derechos a los chaqueadores que a la Pachamama.  

 Días después, semanas después, meses después, gracias al heroísmo de los bomberos forestales, los comunarios y los jóvenes voluntarios, enfrentados al mar de fuego como buzos destinados a salvar la flora y la fauna, se sigue luchando para evitar que los pulmones de la madre tierra quedaran irremediablemente reducidos a carbón. 

martes, 17 de septiembre de 2024

 

CONVERSACIONES CON EL TÍO DE POTOSÍ

El protagonista principal de Conversaciones con el Tío de Potosí es un ser ambivalente entre lo sagrado y lo profano, entre lo celestial y lo infernal, que habita desde tiempos de la colonia en los tenebrosos socavones del Sumaj Orq’o. Es una de las deidades centrales de la cosmovisión andina y un personaje fantástico del mundo minero, donde los mitos y las leyendas se ensamblan de manera extraordinaria con las creencias y tradiciones de las culturas ancestrales.

Los relatos de este libro se fraguaron en una oscura habitación de la ciudad de El Alto, donde entablé amenas conversaciones con la estatuilla del Tío de Potosí, quien, en su condición de ser fabuloso, apareció en el ámbito minero tras el sensacional descubrimiento de los yacimientos de plata en las serranías del altiplano, donde miles de conquistadores se dieron cita con la intención de amasar fortunas. Desde entonces, el pueblo quechua de Kantumarca se convirtió en la Villa Imperial de Potosí y sus riquezas minerales en recursos que llenaron las arcas de la monarquía europea.

En el primer relato, titulado El Tío del Sumaj Orq´o, el autor presenta al personaje central de la obra. Acto seguido, ambos se encierran en un cuarto para intercambiar opiniones de carácter pagano, religioso y científico, como si de veras los diálogos estuviesen estructurados sobre la base de argumentos válidos tanto para los creyentes como para los agnósticos.

Conversaciones con el Tío de Potosí, cuyo personaje principal es el dios y el diablo de la mitología minera, es un volumen compuesto por más de una treintena de relatos en los que se abordan diversos temas inherentes a la condición humana y al sincretismo pagano-religioso vigente en la cultura boliviana. Las conversaciones no están exentas de polémicas discusiones y encendidas arengas, en las que se ventilan tratados filosóficos, la sabiduría popular, los postulados religiosos y, como es natural, una serie de críticas sociales que, con palabras y frases corrosivas, generan sátiras socioculturales del presente y el pasado.

No pocas veces, los diálogos entre el autor y el Tío, que empiezan como una amable conversación, terminan en acaloradas discusiones, que se intensifican con la connotación semántica de las palabras, pero también con los signos paralingüísticos y cinéticos, destacando la intensidad de la voz, los gestos, el estado de ánimo, el movimiento de las manos y la postura del cuerpo. Otras veces, el diálogo espontáneo, improvisado, libre y amistoso, deriva en una suerte de charla, donde los interlocutores desgranan sus ideas y argumentos sin importar las circunstancias, el tiempo ni las controversias en torno a un tema específico.

Desde luego que en Conversaciones con el Tío de Potosí, como en toda obra literaria, se procura recrear el habla de los personajes que forman parte de la narración como si se tratara de un diálogo real, reproduciendo palabras coloquiales, frases comunes, jergas, modismos y giros idiomáticos con la intención de agregarle un valor estético al discurso narrativo. A propósito del tema, es necesario mencionar que las voces provenientes del quechua, aymara y voces propias del lenguaje minero, se precisan en el glosario del libro, sobre todo, para los lectores no locales ni nacionales, que necesitan comprender las expresiones idiomáticas y giros lingüísticos que no están registrados en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. No obstante, para que las conversaciones fluyan de manera natural y sea de fácil comprensión, se ha evitado el excesivo uso de jergas que podían sonar demasiado artificiales y exageradas.

Como en repetidas ocasiones, fascinado por la mitología del Supay y las tradiciones mineras, volví a sumergirme en el contexto mágico del macizo andino, para acercar a los lectores hacia los misterios escondidos en las entrañas de la Pachamama, salvo que esta vez no con historias narradas en el género del cuento ni la novela, sino a través de relatos dialogados que le permitieron al Tío cobrar vida y expresarse con voz propia sobre un abanico de cuestiones que traslucen sus más genuinos pensamientos y sentimientos.

Debo confesarles que, a poco de retornar de Europa, visité una de las minas en el Cerro Rico, que en otrora manaba ingentes cantidades del preciado metal, para conocer el hábitat natural del protagonista de mi obra, consciente de que el Tío, aparte de reunir todos los atributos que requiere un personaje literario, representa el mestizaje cultural y el sincretismo religioso entre el monoteísmo católico y el politeísmo de las civilizaciones precolombinas.

En Conversaciones con el Tío de Potosí, lejos de reflejar la realidad agobiante de las minas y la tragedia de los mineros, propongo textos contextualizados en un territorio hecho de mitos, leyendas y supersticiones, como si desde un principio hubiese optado por tener una mirada sesgada de la realidad, para luego recrearla y reinventarla, con un desparpajo que pone a prueba la destreza del narrador y la inteligencia del lector.

Cabe anotar que en el libro, cuyas conversaciones son los principales pilares que sostienen la estructura básica de los relatos, se destila una irreverencia inusual y un fino sentido del humor, cargado de una fuerte dosis de transgresiones éticas y morales, sin que por ello los pensamientos dejen de ser embellecidos por la imaginación y enardecidos por el alma de quien, sin más recursos que la honestidad y conocimiento de causa, intenta encandilar la mente incluso de los escépticos acostumbrados a cuestionar la cuasi verosimilitud de las obras construidas sobre los andamios de la realidad y la fantasía.

En Conversaciones con el Tío de Potosí, como en toda obra que nos acerca a los vericuetos de la condición humana, se plantean concepciones filosóficas de la vida cotidiana y se penetra en las manifestaciones subconscientes de los trabajadores del subsuelo, quienes, durante más de quinientos años de colonización, asimilaron las costumbres de los conquistadores ibéricos y conservaron las costumbres de las civilizaciones originarias. No en vano el Tío de la mina, que adquiere protagonismo a lo largo de la obra, se encuentra a medio camino entre la religión católica y las creencias paganas de las comunidades indígenas. Así como el catolicismo predica la doctrina de que el subsuelo está poblado de seres demoníacos, en las culturas originarias se admite también la existencia de seres subterráneos, pero no revestidos con los mismos atributos que los demonios descritos en las páginas bíblicas.

En este libro, como en otros de mi producción literaria, retomé la temática minera, procurando recrearla a partir de las aventuras y desventuras fantásticas de uno de los personajes más emblemáticos de la tradición popular boliviana: el Tío de la mina, celoso guardián de las riquezas minerales, que castiga sin contemplaciones, cuando no se ha cumplido con él. De ahí que los mineros, para no sufrir castigos, accidentes ni muertes, le rinden pleitesía y le conceden ofrendas al entrar y al salir de la mina. Mastican hojas de coca en su presencia y rocían aguardiente en su paraje, donde ellos mismos levantaron su estatuilla de greda y granito, sin ser alfareros ni escultores; más todavía, le concedieron propiedades y facultades que resultan del sincretismo entre las supersticiones de las culturas ancestrales y las creencias judeocristianas impuestas por los conquistadores.

El Tío tiene cuernos como los demonios, ojos redondos, colmillos afilados, orejas largas, pesuñas en manos y pies. Por lo general, está sentado en su trono y su cuerpo monstruoso exhibe uno de los atributos que mejor lo caracteriza: su miembro viril, extremadamente enorme, que en la visión de los mineros, además de ser un elemento de carácter erótico y culto fálico, tiene la función de fecundar a la Pachamama, la diosa andina de la tierra, y abrir los rajos con la misma fuerza con que el barreno de una perforadora penetra en las duras rocas de la montaña.

Conversaciones con el Tío de Potosí es un libro que ofrece conocimientos, entretenimiento y, lo más importante, un paseo literario por los laberintos de un personaje, mitad dios y mitad demonio, que puede moverse por doquier, con la misma maestría y sutileza de quien posee una personalidad omnipotente y poderes mágicos, capaces de envilecer a cualquiera que se deje conducir hacia el interior de la mina, hacia un tétrico submundo, donde los topos humanos explotan las rocas para hacerse de las riquezas minerales que le pertenecen a la Pachamama, al Tío y la Chinasupay, al menos, según las tradiciones de quienes están acostumbrados a rendirles culto a los elementos mágicos y míticos, reales y ficticios, vivos y muertos, de la cosmovisión andina.

En Conversaciones con el Tío de Potosí, este esperpéntico personaje, que habita en el mundo mágico y secreto de los mineros, aparece sentado frente a su interlocutor, dispuesto a deleitar con la versatilidad de su verbo. No deja de sorprender con su sabiduría en cada una de las conversaciones en las que fluyen las ideas y palabras con una enorme carga emocional. Es decir, la magia de la palabra permite que el Tío, a pesar de su aspecto demoniaco y sus poderes sobrenaturales, aparezca retratado desde una perspectiva humana, con sus luces y sus sombras, como si de veras fuera un interlocutor de carne y hueso, y no un personaje mitológico creado por la fuerza y el candor de la invención popular, deslumbrando con la magia de su verbo y sabiduría.

En las conversaciones que componen el libro, donde los diálogos están hilvanados con un lenguaje coloquial, cruzamientos narrativos, contrapunteos e intertextualidades, el lector podrá familiarizase también con las creencias y hábitos de los mineros, en los que destacan el carnaval pagano-religioso y la ch’alla, un ritual de ofrenda y agradecimiento a la Pachamama, la divinidad que entrega los frutos de su vientre a sus hijos terrenales, y al Tío de la mina, protector de las riquezas minerales y amo de los mineros, quienes, sentados alrededor de su trono, le rinden pleitesía ofrendándole hojas de coca, cigarrillos y aguardiente, a modo de congraciarse con él, a quien lo veneran tanto como al misericordioso Tata Q’aqcha.

Conversaciones con el Tío de Potosí, además de ser un volumen que enseña y entretiene, es un justo homenaje a la Villa Imperial y al Cerro Rico, donde todavía reina el Tío, haciendo gala de su milenaria existencia y su poder infinito, mientras el afamado cerro, en cuyas faldas se levantaron las primeras casas de la Villa Imperial de Potosí, hoy mira a sus habitantes con un gesto de tristeza y melancolía, como diciéndoles que todo lo que un día empieza siendo grande, otro día termina siendo pequeño, que la riqueza termina en la pobreza y que todo lo que tiene un comienzo está condenado a tener un final.

El Tío, sin lugar a dudas, es uno de los personajes más insólitos en las minas potosinas, donde encontré la veta más rica del imaginario popular, para luego explotarla y usarla como materia prima en la elaboración de mi obra literaria que, analizada desde cualquier punto de vista, no es otra cosa que el rescate de la memoria colectiva y la demostración de que sí existe un realismo fantástico en el ámbito minero, cuya exuberancia se experimenta a través de la simbiosis inherente entre los trabajadores del subsuelo y el protagonista de mi obra, que no solo es una de las deidades mitológicas más significativas de las culturas ancestrales, sino también el dios-diablo recluido en las dantescas galerías de la mina.

El Tío, a estas alturas de mi vida, se ha convertido en un personaje literario que, como reiteré en varias ocasiones, no me deja ya vivir en paz, ni de día ni de noche, exigiéndome que lo universalice, de una vez y para siempre, a través de mis relatos que revelan su potestad en el interior de la mina y su fuero interno hecho de asombro y maravilla. Por eso mismo, volví a retomarlo, con pelos y señales, en Conversaciones con el Tío de Potosí, que, a decir verdad, es una suerte de testimonio de las desgracias y los milagros que definen su existencia en el imaginario popular, donde la ficción y la realidad parecen las dos caras de una misma moneda.

Conversaciones con el Tío de Potosí, sin ser blasfema con las religiones oficiales, es un libro que aborda temáticas que cuestionan las verdades absolutas acuñadas por las Sagradas Escrituras, desde una perspectiva humanista y libre de prejuicios sociales, culturales, raciales y sexuales. Es, en resumidas cuentas, un libro que busca un asidero en la memoria de los lectores deseosos por compartir los diálogos que conforman las páginas de Conversaciones con el Tío de Potosí, cuya fuerza narrativa está sustentada por el estilo del autor y la lucidez verbal de uno de los principales protagonistas de la mitología minera.