EL
MONUMENTO AL MINERO TIENE NOMBRE Y APELLIDO
El
planteamiento de erigir un monumento en homenaje a los mineros y colocarlo en
la Plaza del Minero, se aprobó de manera unánime en 1953, en la gestión del
dirigente Gabriel Porcel, quien, por decisión de una apoteósica asamblea, fue
elegido como Secretario General, y se terminó el proyecto del monumento durante
la gestión de Irineo Pimentel, quien ocupó la secretaria general del Sindicato
Mixto de Trabajadores Mineros de Siglo XX en 1954, remplazando a Gabriel
Porcel, que ese año pasó a cumplir funciones en calidad de Control Obrero en la
Empresa Minera Catavi.
La
obra le fue encomendada al escultor orureño Bracamonte y los trámites para su
concretización fueron gestionados por el sindicato. El escultor se fijó en la
recia personalidad del obrero Félix Trujillo Omonte, lo miró de arriba abajo y
decidió que este perforista de interior mina, por su contextura física y su
rostro de k’achamozo (joven hermoso),
era el modelo perfecto para plasmar el Monumento al Minero.
¿Quién
era, en realidad, el modelo? En su expediente personal se establecen los
siguientes datos: Félix Trujillo Omonte nació en Quillacollo, Cochabamba, el 27
de febrero de 1925. Era concubino de Angélica Torrez Daga, natural de Poopó y
nacida el 31 de mayo de 1930, con quien tuvo seis hijos: Carlos, Germán,
Delfina, Victoria, Félix y Nora. Ingresó a trabajar en la empresa Patiño Mines, el 27 de febrero de 1942,
el mismo año que se produjo la masacre minera en las pampas de Catavi. Le
designaron la Ficha No. 5008 y el Archivo No. 50879, tras aceptar en el Departamento de Empleos, imprimiendo el
sello de sus huellas digitales, las siguientes condiciones impuestas por el Contrato de Trabajo:
Conste que yo, Félix Trujillo Omonte, convengo en trabajar con la PATIÑO MINES & ENTERPRISES CONSOLIDATED (Inc.), en calidad de Jornalero, en las condiciones siguientes:
1°- Me comprometo
a cumplir y respetar los reglamentos de la Empresa.
2°- Ejecutaré los
trabajos que se me encomienden, con puntualidad, corrección y honorabilidad,
acatando las órdenes e instrucciones de mis superiores.
3°- Conservaré mi
ficha de identidad para presentarla en cualquier momento, no pudiendo, bajo
ningún pretexto cambiarla; y, en caso de extraviarla, abonaré, en calidad de
multa, la suma de DIEZ BOLIVIANOS, descontables por planilla.
4°- Declaro estar
conforme con el examen médico hecho en mi persona, y haber recibido un ejemplar
del certificado médico de ingreso.
5°- Las
inasistencias a mi trabajo, sin licencia podrán ser multadas discrecionalmente
por la Gerencia de la Empresa, con una suma que no excederá de cinco
bolivianos, así como también, en igual forma podrán ser multadas las faltas que
yo cometiera contra las disposiciones del Reglamento Interno de la Patiño Mines
& Enterprises Consolidated Incorporated.
6°- La Empresa me
pagará un jornal de bolivianos, 32.70…… salvo de darme trabajo a contrato en
cuyo evento me reconocerá únicamente el avío de pulpería establecido por ella.
7°- Este contrato
es válido por treinta días. Si no hay manifestación de contrario, quedará
tácitamente renovado de treinta en treinta días. Cesará de hecho sin lugar a
indemnización alguna, en cualquier de los casos siguientes: a) por reducción de
trabajo; b) por notificación de retiro con 15 días da aviso; c) por infracción
de los Reglamentos de la Empresa; y d) por un simple aviso dado por parte del
obrero, manifestando su deseo de retirarse de los trabajos de la Empresa.
8°- El obrero
deberá presentarse al trabajo, inmediatamente o en el término máximo de tres
días, a partir de la fecha; caso contrario quedará nulo este contrato.
9°- El que
suscribe Jefe de la Oficina de Empleos, como encargado de la PATIÑO MINES &
ENTERPRISES CONSOLIDATED (Inc.), para recibir trabajadores, acepta el presente
contrato en las condiciones antedichas.
ACEPTO
Patiño Mines
Enterprises Consolidated (lnc.)
V° B°
G. Barrón
PREFECTO DEL
DEPARTAMENTO.
En
la Empresa, desde el día en que aceptó las condiciones del Contrato de Trabajo, prestó sus servicios como jornalero,
enmaderador, carrero y cabecilla perforista, en las secciones La Blanca, La
Salvadora y Laguna.
El
dirigente Gabriel Porcel aceptó la sugerencia del escultor y determinó que a
Félix Trujillo Omonte se le pagaran sus jornales por quince días hábiles,
mientras estuviese posando como modelo delante del escultor, quien no demoró en
indicarle las poses que debía asumir para que la escultura resultara tal cual
tenía pensado desde que le propusieron realizar un monumento para colocarlo en
la Plaza del Minero, como una prueba de que los campamentos y las poblaciones,
que nacieron y crecieron al pie de una gibosa montaña, merecían tener un
monumento que representara al trabajador minero y fuese una suerte de emblema
digno de ser admirado y respetado por propios y extraños.
El
modelaje y diseño de la maqueta se llevaron a cabo en una de las viviendas del
campamento Gualberto Villarroel, ante las miradas de algunos curiosos que se
agolpaban en la puerta de la vivienda donde posaba Félix Trujillo Omonte, con
la frente altiva y la mirada tendida en el horizonte, como anunciando el
nacimiento de una sociedad sin explotados ni explotadores.
La curiosidad de los vecinos se prolongó por vario días, hasta que la maqueta del minero, de 70 cm, estaba lista para ser presentada al Secretario General del Sindicato, don Irineo Pimentel Rojas, quien fijó la mirada en la maqueta, extraordinariamente trabajada por el artista orureño, y dio su visto bueno para luego ser procesado en los hornos de la fundición de Catavi, donde la maqueta cobraría otras dimensiones, esta vez vaciada en bronce, con una altura de 2.50 metros, el fusil con una medida de 1.30 mts. y la chicharra (perforadora) de 1.50 mts.; una maravilla que sería del pasmo de los obreros de la fundición, quienes, orgullosos del resultado de su trabajo, que se materializó pieza por pieza para luego soldar las partes de la cabeza, el tronco y las extremidades, se tomaron una fotografía delante del magnífico monumento, que lucía espectacular no solo por sus imponentes proporciones, sino también por el enorme significado que tendría para los mineros y sus familias que, por primera vez en sus vidas, verían un monumento en homenaje a los seres que vendían su fuerza de trabajo a cambio de un mísero salario, a los trabajadores que dejaban sus pulmones en los tenebrosos socavones para extraer el mineral y hacer ricos a unos pocos, mientras ellos vivían hacinados en los campamentos, con una escalera de hijos y a cuatro mil metros sobre el nivel de la pobreza.
El pedestal del
monumento
Según
testimonios de los trabajadores más antiguos, se sabe que, mientras se
realizaba el vaciado en bronce en los hornos de la fundición, empezó a
construirse, en los predios de la Plaza del Minero, una estructura de piedra y
argamasa que serviría como pedestal para colocar el monumento, con una altura
de cinco metros y en forma de cúpula, con aberturas en las partes laterales
representando el socavón y algunas escenas mineras; en la parte frontal se puso
un carro metalero, empujado por un minero carrero,
quien, con la lámpara eléctrica enganchada en la parte frontal del guardatojo, el rostro jaspeado por el
polvo y ataviado con sacón, botas de goma y mameluco salpicados por la copajira, era el que mejor personalizaba
el trabajo de explotación del estaño extraído desde el vientre de la Pachamama.
Tiempo
después, en el pedestal de la enorme figura de bronce, de más de dos metros de
alto, se vio la necesidad de colocar en la parte frontal, detrás de una
estructura de vidrio y metal, la estatuilla del Tío de la mina, el ser que
representa lo profano y lo sagrado en la cosmovisión andina, el personaje
central en la mitología minera, a quien le rinden pleitesía ofrendándole hojas
de coca, cigarrillos y botellas de aguardiente.
Félix
Trujillo Omonte falleció en el Hospital Obrero de la Empresa Minera Catavi, el
15 de julio de 1963, a los escasos 38 años de edad, sin volver a ver su tierra
valluna, donde trabajó como labrador
en su infancia y adolescencia. Según el certificado médico extendido por el
Departamento Médico de la Empresa, firmado por Dr. Carlos Torricos T., se constata
que el deceso se debió a: colecistitis
crónica, colecistectomía, apendicetomía, enfisema sub-cutáneo, colapso
periférico; en palabras más sencillas, la causa de la muerte fue por fibrosis nodular (silicosis o mal de mina, conocida también como enfermedad profesional).
El
modelo Félix Trujillo Omonte, como todos los mineros, acabó sus días con los
pulmones destrozados por la silicosis, dejando a una numerosa familia en la
orfandad. Su viuda se conformó con un miserable pago por desahucio e indemnización
por varios años de servicios en la Empresa, mientras los jerarcas de la COMIBOL
vivían a cuerpo de rey y percibían altos salarios a costa de quienes fallecían
al borde de la infinita miseria, dejando a una viuda sin consuelo y una
escalera de huérfanos que no tenían más remedio que buscarse otra vida lejos de
los campamentos mineros, lejos de los socavones dispuestos a tragarse a quienes
se internaban en el laberinto de sus galerías. ¡Qué desgracia más grande para
un minero que, además de haber sido el modelo de un escultor, se convirtió en
la imagen más visible y fotografiada en la Plaza del Minero de Siglo XX!
Félix
Trujillo Omonte fue el perforista que, sin saber la importancia que tendría en
la Plaza del Minero, se convirtió en un monumento que, aparte de formar parte
del patrimonio histórico del movimiento obrero, se conservará para siempre en
la mente y el corazón de los habitantes de los distritos mineros, que
escribieron a sangre y fuego las páginas más memorables de la historia
boliviana.
El Monumento al
Minero como patrimonio histórico
Este
memorable monumento, que se yergue en plena Plaza del Minero de Siglo XX, cual
gigante de bronce acostumbrado a batirse como un titán contra las rocas, como
tantas veces se batió contra los enemigos declarados de la clase obrera, es uno
de los mejores que existen en los centros mineros del país.
El
Monumento al Minero es una esfinge que evoca a los obreros combativos, que
algunas veces sufrieron amargas derrotas en las contiendas que costaron baños
de sangre, a los que estaban dispuestos a ofrendar su vida a la causa de la
revolución proletaria, a los que fueron víctimas de las masacres perpetradas
por las fuerzas represivas al servicio de las oligarquía minero-feudal y las
tropas del ejército que actuaron al mando de las dictaduras militares.
El
Monumento al Minero es también un reconocimiento al trabajo de esos esforzados
hombres de los socavones que, escupiendo sangre por la tuberculosis y
silicosis, lo dieron todo por el progreso del país a través de una actividad
que durante el siglo XX fue el pilar fundamental de la economía nacional. El
Monumento al Minero es, asimismo, un reconocimiento a la labor ardua y
arriesgada de los trabajadores del subsuelo, sobre todo, cuando la seguridad
industrial nunca ha sido una prioridad para los dueños de la empresa, salvo la
explotación despiadada para acumular ganancias millonarias a costa de la
miseria y el desmerecido sacrificio de los obreros.
El
Monumento al Minero es la figura más emblemática de la Plaza del Minero de
Siglo XX, cumple la función de conservar la memoria histórica de un
proletariado que, durante la exploración de los recursos mineralógicos, fue
revolucionario por excelencia. No cabe duda que representa a la clase social
antagónica de la burguesía en un sistema de producción capitalista, que tuvo la
injerencia de consorcios transnacionales, interesados en la explotación
extractivista de los recursos naturales en una nación con enormes desigualdades
sociales.