LA
HISTÓRICA PLAZA DEL MINERO
Pasar
y repasar por la histórica y gloriosa Plaza del Minero de la población de Siglo
XX, sea de día o sea de noche, evoca mucha nostalgia y recuerda un pasado que
dignificó las luchas de los mineros nortepotosinos, quienes, con el verbo
encendido y su afilada conciencia política, estaban dispuestos a transformar
las tareas democráticas burguesas en socialistas, acaudillando a la nación
oprimida por el imperialismo y sus sirvientes nativos.
Hablar
de la Plaza del Minero es hablar del sindicalismo revolucionario, de ese
sindicato que se creó en 1941 y luego construyó su sede con piedra labrada
sobre las ruinas de otro edificio que tenía las paredes de adobes y el techo de
paja.
En
la Plaza del Minero, en momentos en que el ardor de las luchas obreras
alcanzaba su mayor esplendor, se realizaban las apoteósicas asambleas, donde no
faltaban los discursos que anunciaban el fin del sistema capitalista y el
nacimiento de una sociedad con libertades democráticas y justicia social. Los
discursos, beligerantes e incendiarios, se pronunciaban al son del ulular de la
sirena del sindicato, que servía para convocar a los obreros al trabajo, pero
también para convocarlos a las asambleas cuando urgía tomar decisiones en
épocas de convulsiones políticas y sociales.
La
Plaza del Minero fue el escenario donde se libraron intensas batallas ente los
guardianes de la oligarquía minero-feudal, las dictaduras militares y los
gobiernos neoliberales. No pocas veces, los obreros, armados con cachorros de
dinamitas y fusiles en mano, se enfrentaron a las tropas castrenses y los
agentes de la policía, como leones azuzados por sus cazadores, sin perder las
perspectivas libertarias ni las esperanzas de coronar una victoria en el campo
de batalla.
Cuando
el país se encontraba al borde de una guerra civil, durante el gobierno
rosquero de Enrique Hertzog, la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de
Bolivia declaró una huelga general. El gobierno ordenó el apresamiento de Juan
Lechín y Mario Torrez y envió dos avionetas que ametrallaron los campamentos de
Siglo XX, provocando un muerto y varios heridos. Las valerosas amas de casa y los mineros, enardecidos
por los violentos hechos, sitiaron la Superintendencia de Siglo XX y tomaron
como rehenes a varios técnicos norteamericanos de la Patiño Mines, exigiendo la libertad de sus dirigentes el 29 de mayo
de 1949. Horas después, en la segunda planta de la sede sindical, donde se
encontraban los rehenes, se suscitó, en circunstancias no del todo
esclarecidas, la muerte de John O’Connor, Albert Kreffting y el jefe del
campamento de Siglo XX.
En
la misma segunda planta, donde estaba –y sigue estando la combativa y varias
veces intervenida militarmente– Radio La
Voz del Minero, fue victimado a tiros Rosendo García Maisman, dirigente
minero y militante del Partido Comunista, en la madrugada del 24 de junio de
1967; es decir, el mismo día que se produjo la horrenda masacre de San Juan.
Las
paredes de la sede sindical, con impactos de bala en el frontis, son testigos mudos
de las intervenciones militares, las protestas de los obreros y las masacres
perpetradas por los regímenes dictatoriales. En el mismo frontis luce el
histórico balcón de la segunda planta, donde descollaron las figuras de los
dirigentes mineros, amas de casa y
estudiantes de secundaria, dispuestos a pronunciar sus arengas contra los
enemigos de la clase obrera y el pueblo boliviano.
En
la histórica plaza de la población de Siglo XX, además del Monumento al Minero,
que no solo es una obra escultórica elaborada con un alto criterio estético,
sino también un atractivo turístico de esta tierra minera, se encuentran la
estatua de Federico Escobar, la Palliri
y Filemón Escóbar, pero también los bustos de Irineo Pimental y César Lora,
cuyo pedestal, que parece un sólido bloque de hormigón armado, está lleno de
plaquetas conmemorativas y altorrelieves, como la imagen del desaparecido Isaac
Camacho y el perfil del líder trotskista Guillerno Lora, incluyendo las
inscripciones colocadas en un lugar significativo del busto tallado en mole de
granito por el artista Indio Víctor
Zapana.
El
busto de César Lora fue inaugurado a finales de julio de 1975, en un acto
sencillo pero significativo. La inauguración contó con numeroso público que se
agrupó alrededor de una fogata que desprendía chispas bajo el cielo cuajado de
estrellas. En las plaquetas pueden leerse diversas inscripciones; por ejemplo,
en la que está en la parte superior, dice: Homenaje
a los mártires obreros asesinados por el gorilismo: César Lora, 29 de julio de
1965. Isaac Camacho, julio de 1967; Julio C. Aguilar, julio de 1965. C.R. del
P.O.R. Siglo XX, 29 de julio de 1975. En la plaqueta empotrada en el centro
se lee: Los trabajadores de Siglo
XX-Catavi a César Lora e Isaac Camacho. Mártires de la revolución proletaria.
Siglo XX-Catavi, 29 julio 1975 y en la plaqueta empotrada en la parte
inferior, con fondo rojo y letras en alto relieve, se lee: A Guillermo Lora, el redactor de la ‘Tesis de Pulacayo’, Siglo XX, mayo
2009.
El
Sindicato Mixto de Trabajadores Mineros de Siglo XX se mantuvo vigente por más
de medio siglo, desde el 10 de enero de 1941, fecha de su fundación, hasta
1987, año en que entornó sus puertas, tras el cierre de las minas
nacionalizadas dependiente de la Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL) y la
famosa Marcha por la Vida, en agosto
de 1986. Desde entonces, el sindicato más combativo del país pasó a la historia
con sus luces y sus sombras, como cuando llega el ocaso de un día que despertó
con una deslumbrante alborada.
Ahora
que la sede sindical está vacía y la Plaza del Minero está siendo avasallada
por comerciantes minoristas, es obligación de las autoridades ediles
conservarla para la posteridad, para que las generaciones del presente y el
futuro sepan que en este distrito minero, que parece haber quedado en el olvido
tras la relocalización, nacieron,
vivieron y se formaron los dirigentes sindicales más combativos del movimiento
obrero boliviano.
La
Plaza del Minero es uno de los sitios más preciados de esta tierra minera,
bañada de mineral, lágrimas, sudor y sangre; es más, los bustos y monumentos
conmemorativos son las piezas más visuales y visitadas del paisaje de la
población de Siglo XX, en vista de que preservan la esencia misma de un centro
minero que tiene un pasado, presente y futuro. La Plaza del Minero, por su
valor político, social, cultural e histórico, es el símbolo del heroísmo de una
clase social que forjó el destino de la patria profunda y, por eso mismo, el
lugar más emblemático y turístico del norte de Potosí. No en vano, el Concejo
Municipal de Llallagua, a solicitud de la Asociación de Rentistas Mineros
Regional Llallagua y conforme establece la Ley No. 131/2017 del 23 de junio de
2017, Declara a la Plaza del Minero
Monumento Histórico de Grandes Revolucionarios y Líderes Sindicales.
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