CLAUDINA,
UNA OBRA RESCATADA DEL OLVIDO
Cuando me enteré de la existencia de la
primera novela boliviana, titulada Claudina, lo primero que me llamó la
atención fue el hecho de que este libro de autor desconocido se hubiese
encontrado, como único ejemplar e impreso en agosto de 1855, en el repositorio de la
biblioteca del Banco Central de Bolivia.
El segundo aspecto que despertó mi
interés fue saber que se reeditó con las mismas características de la primera edición.
Es decir, no se modificó la sintaxis ni la ortografía, incluso las comas estaban
separadas de las palabras precedentes y las páginas tenían un diseño parecido a
los pergaminos.
El día en que los responsables de la publicación
presentaron el libro, que circuló a través del diario La Razón en octubre de
2012, se dijo que se trataba de la primera novela boliviana ignorada en los
anales de la literatura nacional y que esta reedición sería un valioso aporte a
la memoria del patrimonio histórico de las primeras décadas de la vida
republicana.
Claudina está escrita por José Simón de Oteiza,
cuyos antecedentes biográficos son en extremo descocidos como desconocidos son
los datos sobre la existencia de otras obras de su autoría. El novelín -por llamarlo
de alguna manera- está
dividido en 12 capítulos y el narrador hace gala de un estilo literario
ponderable, es rico en metáforas y expresiones figuradas; detalles que traslucen
las aficiones poéticas del autor, quien se empeñó en embellecer los diálogos,
las descripciones del clima, los
paisajes
y las sensaciones del alma, a pesar de que, según él mismo confesó en el breve preámbulo, su
intención no fue escribir un libro sino simplemente narrar y salvar del olvido
un suceso real acaecido a mediados del siglo XIX.
En efecto, en la obra se aborda un tema que, aun
estando contextualizado en un ámbito local, alcanza dimensiones universales
como pocos temas concernientes a los sentimientos humanos, como es el caso de
los amores imposibles que, por su propia naturaleza, están condenados a tener
un desenlace fatal. José Simón de Oteiza narra la trágica historia de amor entre
Julián, un joven oficial de infantería, y Claudina, una quinceañera de origen
humilde, quien, huyendo de su casa en Tarija, se junta con su amado en los
valles de La Paz.
El autor, que asevera no haber modificado la realidad,
salvo los nombres de los principales protagonistas, nos revela la mojigatería
de una época en la que las relaciones amorosas entre personas de distintas
condiciones sociales no estaban libres de críticas y controversias. Aun así,
los protagonistas deciden proseguir con su romance, hasta que Julián, en
vísperas de una posible guerra con el Perú, debe unirse al ejército en su
condición de sargento; un desafortunado acontecimiento que le impide casarse con
Claudina antes de marcharse a la contienda, pero como ella está embarazada y
profundamente enamorada, sufre una irreparable desilusión y decide suicidarse
despeñándose desde una quebrada de Hurmiri, ubicada al sud del majestuoso Illimani.
Muerta Claudina, Julián pierde la razón e intenta
también acabar con su vida precipitándose desde la misma roca hacia el fondo
del abismo, pero sus camaradas se lo impiden a tiempo, aunque los recuerdos de
Claudina permanecerán en su mente y su corazón por el resto de sus días.
La tragedia estaba consumada, pero el autor no da
pistas sobre la ascendencia de Julián, probablemente, por no mellar la dignidad
de una respetable familia entroncada en una época llena de prejuicios sociales,
raciales y morales, en la que las relaciones informales, sin previo matrimonio
civil y religioso, estaban mal vistas tanto en las familias de alto abolengo
como en las familias de humilde cuna.
En Claudina, aparte de narrarse una
historia de amor que, de un modo consciente o inconsciente, sigue siendo una
temática actual en sociedades jerárquicas y conservadoras, el autor no sólo
logra rescatar una tragedia humana que pudo haber sucumbido entre las brumas
del olvido, sino que, asimismo, deja constancia de que las relaciones entre
personas de diferentes condiciones sociales son tan atractivas como dramáticas.
Me parece excelente todo lo que se hizo
por poner al alcance de los lectores el libro de José Simón de Oteiza y, como parte inherente de la
promoción, todo lo que se dijo en torno a la trama y los personajes. En lo que
no estoy muy de acuerdo es en que la obra haya sido definida como novela;
cuando en realidad, debido a su extensión -apenas 51 páginas-, podía haber sido
clasificada dentro de otro género literario.
Si bien es cierto que en español no se dispone de una
denominación concreta para este tipo de narraciones, como ocurre en el francés
(nouvelle) o el inglés (short-story), es cierto también que la obra Claudina,
tanto por su estructura como sus recursos narrativos, merecía ser definida como novela corta o novela
breve, pero no como una novela a secas.
La
novela, por lo general, es una narración
extensa, que aprovecha todos los recursos narrativos para desarrollar los
temas y se extiende en exhaustivas
caracterizaciones físicas y psicológicas de los personajes. La novela, a
diferencia del cuento o el relato, resulta ser una suerte de campo abierto que
le permite al escritor moverse con mayor soltura y libertad, sin subordinarse
demasiado a los límites de tiempo y espacio. Además, suele redundar en largas
digresiones y descripciones de acciones, escenarios y circunstancias, aparte de
que, en el mejor de los casos, está integrada por varios personajes, múltiples
historias cruzadas o subordinadas unas a otras, sin descartar la posibilidad de
insertar en los capítulos, a modo de intercontextualidades, otros elementos
literarios como los textos epistolares o los documentos relacionados con la
temática central de la novela.
Por
los factores arriba mencionados, podemos deducir que Claudina, de José Simón de Oteiza, no fue
concebida como una novela propiamente dicha, sino como una prosa nacida de la necesidad de
relatar un trágico suceso, pero sin predefinir la extensión que debía tener la
obra, la misma que no presenta las características propias de una novela de
largo aliento, en cuanto al desarrollo de los personajes y la trama, ni la
economía de palabras y recursos condensados propios del cuento; razones por las
que nos atrevemos a definirla no como un cuento largo, sino como una novela
corta o novela breve.