domingo, 1 de diciembre de 2019


PALABRAS DE APRECIO PARA UN SER EXTRAORDINARIO

Don Luis Urquieta Molleda (Cochabamba, 1932-2019), sin resquicios para la duda, ha sido un valioso gestor de la cultura boliviana, en general, y orureña, en particular. Su generosidad no conocía límites. Aún recuerdo que, mientras yo vivía en Estocolmo, no escatimaba esfuerzos para enviarme ejemplares de El Duende y la revista anual de la Unión Nacional de Poetas y Escritores (UMPE), sin más preámbulos que los fraternales saludos y sin más pretensiones que ayudar a difundir nuestra literatura más allá de las fronteras.

Su partida deja un enorme vacío entre quienes lo tratamos de manera epistolar y lo conocimos de manera personal en Oruro; esa tierra de mineral y folklore que él supo amar sin condiciones y a la cual entregó lo mejor que tenía desde la perspectiva empresarial e intelectual.

Aun siendo un hombre de razonamientos lógicos y realizaciones pragmáticas, no dejaba de cobijar en sus fuero interno la inquietud del literato que, de cuando en cuando, transitaba como El Duende por los recovecos de la palabra escrita, entregándose en cuerpo y alma a las fuerzas ocultas y maravillosas de la imaginación.

Don Lucho, como lo llamábamos con cariño los amigos y conocidos, era una persona de trato amable y de nobles sentimientos, un ser extraordinario en el mejor sentido de la palabra. Siempre dispuesto a tenderle la mano a quien se lo pedía y siempre presto a hacer favores sin pedir nada a cambio.

Luis Urquieta Molleda, el mecenas de sonrisa franca y corazón abierto de par en par, poseía pensamientos humanistas que lo alejaban de las injusticias sociales y lo acercaban hacia las causas comprometidas con los ideales más dignos de la sociedad, donde hacen falta las voces de orientación para no caer en las trampas de la vanidad ni en los falsos llamados de sirena. De ahí que sus escritos traslucían los pensamientos y sentimientos de quien parecía reflejarse de cuerpo entero en una suerte de espejo, donde los lectores distinguíamos profundas reflexiones que, debido a la exposición convincente de los mensajes y la fuerza incuestionable del lenguaje, estaban destinadas a quedarse entre nosotros para siempre.

El suplemento El Duende, que se publica quincenalmente en el matutino La Patria, es un regio ejemplo de su desmedido desprendimiento a favor de los artistas, poetas y narradores; sin personas como don Luis Urquieta Molleda sería más difícil poner en marcha los engranajes de la vida cultural de un pueblo. Por eso mismo, le debemos todo nuestro agradecimiento y lo conservaremos eternamente en la memoria, con la esperanza de que su legado quede como un preciado tesoro entre los amantes del mundo pictórico y literario.

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