PALABRAS DE APRECIO PARA UN SER EXTRAORDINARIO
Don Luis Urquieta Molleda (Cochabamba, 1932-2019), sin
resquicios para la duda, ha sido un valioso gestor de la cultura boliviana, en
general, y orureña, en particular. Su generosidad no conocía límites. Aún
recuerdo que, mientras yo vivía en Estocolmo, no escatimaba esfuerzos para
enviarme ejemplares de El Duende y la revista anual de la Unión Nacional de
Poetas y Escritores (UMPE), sin más preámbulos que los fraternales saludos y
sin más pretensiones que ayudar a difundir nuestra literatura más allá de las
fronteras.
Su partida deja un enorme vacío entre quienes lo tratamos
de manera epistolar y lo conocimos de manera personal en Oruro; esa tierra de
mineral y folklore que él supo amar sin condiciones y a la cual entregó lo
mejor que tenía desde la perspectiva empresarial e intelectual.
Aun siendo un hombre de razonamientos lógicos y
realizaciones pragmáticas, no dejaba de cobijar en sus fuero interno la
inquietud del literato que, de cuando en cuando, transitaba como El Duende por
los recovecos de la palabra escrita, entregándose en cuerpo y alma a las
fuerzas ocultas y maravillosas de la imaginación.
Don Lucho, como lo llamábamos con cariño los amigos y
conocidos, era una persona de trato amable y de nobles sentimientos, un ser
extraordinario en el mejor sentido de la palabra. Siempre dispuesto a tenderle
la mano a quien se lo pedía y siempre presto a hacer favores sin pedir nada a
cambio.
Luis Urquieta Molleda, el mecenas de sonrisa franca y
corazón abierto de par en par, poseía pensamientos humanistas que lo alejaban
de las injusticias sociales y lo acercaban hacia las causas comprometidas con
los ideales más dignos de la sociedad, donde hacen falta las voces de
orientación para no caer en las trampas de la vanidad ni en los falsos llamados
de sirena. De ahí que sus escritos traslucían los pensamientos y sentimientos
de quien parecía reflejarse de cuerpo entero en una suerte de espejo, donde los
lectores distinguíamos profundas reflexiones que, debido a la exposición
convincente de los mensajes y la fuerza incuestionable del lenguaje, estaban
destinadas a quedarse entre nosotros para siempre.
El suplemento El Duende, que se publica quincenalmente en
el matutino La Patria, es un regio ejemplo de su desmedido desprendimiento a
favor de los artistas, poetas y narradores; sin personas como don Luis Urquieta
Molleda sería más difícil poner en marcha los engranajes de la vida cultural de
un pueblo. Por eso mismo, le debemos todo nuestro agradecimiento y lo conservaremos
eternamente en la memoria, con la esperanza de que su legado quede como un
preciado tesoro entre los amantes del mundo pictórico y literario.
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