UN BUSTO DE DOÑA
DOMI EN LA PLAZA DEL MINERO
DE SIGLO XX
Hace tiempo que
abrigo la esperanza de que un día se le haga un merecido reconocimiento, con la
legitimidad que le corresponde, a doña Domitila Barrios de Chungara, la
luchadora social cuya vida estuvo dedicada a mejorar las condiciones de vida,
salud y educación de las familias mineras en las poblaciones del norte de
Potosí.
Si bien ella nació
en Llallagua y pasó su infancia y adolescencia en Pulacayo, sus escenarios de
acción política fueron los sindicatos de trabajadores de Siglo XX y Catavi,
donde participó en su condición de dirigente del Comité de Amas de Casa, con la
firme convicción de que la lucha de los proletarios no era una lucha sólo de
los varones contra los opresores, sino de toda la familia, donde están la
esposa y los hijos de los mineros.
Doña Domi –como se
la conocía comúnmente– saltó a la palestra internacional en el Primer Congreso
Internacional de Mujeres, que se celebró en la capital mejicana en 1975. Desde
Entonces su nombre y su voz empezaron a sonar más allá de las fronteras
nacionales. Su mensaje combativo y su coraje en la lucha por conquistar una
sociedad más humana que la ofrecida por el capitalismo salvaje, se han
proyectado en varios países, sobre todo, de América Latina, África y Asia.
Ella, sin pedir
nada a nadie y sin que nadie la premiara, fue la que mejor representó a la
población de Siglo XX. Gracias a ella se sabe sobre la historia de los distritos
mineros en otras latitudes del mundo; por eso mismo, es justo que se le rinda
un homenaje para que su memoria permanezca viva entre nosotros y su
personalidad sea un ejemplo a seguir para las nuevas generaciones de mujeres bolivianas.
Y el mejor homenaje
que se le puede rendir es colocando un busto de ella en la gloriosa Plaza del
Minero de Siglo XX, donde está el estoico monumento al minero, acompañado por
el monumento de Federico Escobar Zapata y los bustos de César Lora e Irineo
Pimente; todos ellos varones y grandiosos líderes sindicales. Por cuanto no
estaría nada mal que las autoridades ediles de Llallagua y Siglo XX se pusieran
de acuerdo para erigirle un busto a doña Domi, una mujer que representó
dignamente a las amas de casa y se
ganó a pulso un privilegiado sitial en la historia del movimiento obrero
boliviano contemporáneo.
No debe olvidarse
que doña Domi –después de las cuatro mujeres mineras que iniciaron la huelga de
hambre a fines de 1977 para recobrar la democracia cautiva y tumbar a la
dictadura de Hugo Banzer Suárez– fue una de las dirigentes que lo apostó todo
para ver renacer una Bolivia más libre y democrática. Sus palabras siempre
fueron de orientación y sabiduría, siempre que le permitían hablar, y las
hazañas de su azarosa vida están reflejadas en sus testimonios recogidos en
algunos libros, que se han publicado tanto dentro como fuera del país.
Ya es hora de que
los pueblos aprendamos a reconocer a nuestros líderes como se lo merecen. Si no
lo hacemos mientras ellos están vivos, que sería la mejor opción, al menos
reconozcámoslos después de su muerte, porque ellos fueron los luchadores que
enarbolaron nuestras banderas libertarias. Aquí es preciso mencionar a doña
Domi, quien se merece un reconocimiento en la población minera que la vio
nacer. Ella constituye el mejor ejemplo de lo que es capaz de hacer una ama de casa para defender a sus seres
queridos y ponerlos a salvo de cualquier atropello que ponga en peligro su vida
y su integridad.
Doña Domi, aunque
ya no está físicamente presente entre nosotros, es una llama encendida en nuestra
memoria y nuestro corazón. Y sería fabuloso que las autoridades municipales, la
Universidad Nacional Siglo XX y las
instituciones pertinentes de las poblaciones de Llallagua, Siglo XX y Catavi,
aunaran esfuerzos para tener una efigie de la histórica dirigente del Comité de
Amas de Casa en la Plaza del Minero, no como un adorno para decorar el
ornamento de los predios del glorioso Sindicato Mixto de Trabajadores Mineros
de Siglo XX, sino como un emblema que exalte las luchas y los valores humanos
de la mujer minera, de la palliri, de
la ama de casa que, sin dudar un
instante, participó del brazo de su esposo y de la mano de sus hijos en las
innumerables batallas que se libraron entre los obreros del subsuelo y las
fuerzas represivas de los regímenes dictatoriales.
Un busto de doña
Domitila Barrios de Chungara, nada menos que en la Plaza del Minero, donde se
la vio una infinidad de veces arengando a las masas desde el palco del
Sindicato, tendría un poderoso significado para recordarnos que las mujeres
mineras, así como se enfrentaron a los gobiernos opresores de turno y a los
prejuicios machistas de su entorno social, se enfrentaron también con todo el
furor de su inteligencia y conciencia de clase a las normativas decadentes del sistema
patriarcal, que quiere verlas al margen de la actividad sindical y recluidas
entre las cuatro paredes de la cocina.
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