EL FANTASMA DE LA CHINA
MORENA
Se dice que cuando la
China Morena se dirigía hacia el prostíbulo donde trabajaba, satisfaciendo los
deseos sexuales de sus clientes, un hombre de contextura robusta y rostro
desconocido la interceptó en la oscuridad de la calle, la intimidó con un puñal
y la arrastró hacia el pasadizo angosto de unas viviendas, donde le sustrajo el
dinero que llevaba en la cartera.
No conforme con esto, le
cortó las orejas y la cosió a puñaladas, antes de abandonarla desangrándose en
el suelo y sin que nadie se percatara del horrendo crimen que, por la crueldad
con que actuó el asesino, conmocionó a la población entera apenas la prensa publicó
la noticia junto a una fotografía que la mostraba ataviada con traje de China
Morena en la apoteósica entrada de la Virgen del Carmen.
Bastaba ver la
fotografía, para imaginarse que se trataba de una mujer de facciones finas y
proporciones perfectas; pechos abultados y caderas amplias que suspendían las
polleras a la altura de los muslos, sus trenzas largas y gruesas, tendidas
hacia adelante, se le precipitaban hasta su escultural cintura, donde llevaba
una ch’uspa sujeta al cinto, aparentemente llena de monedas de plata, de ésas
que se acuñaban en la Casa Imperial de la Moneda en Potosí.
Desde el día en que
empezó a ejercer el oficio de meretriz, recién cumplidos los veinte años de
edad, nadie sabía dónde vivía, ni quiénes eran sus progenitores, salvo que
entre sus compañeras y clientes asiduos era conocida como Consuelo, un nombre
de pila que se lo ganó a pulso, no sólo porque era capaz de consolar al
semental más insaciable, sino también porque los clientes más desdichados en el
amor encontraban un verdadero consuelo entre sus brazos.
Llamaba la atención por
su trato amable, su sonrisa sensual y su imponente figura, aunque en el fondo
de su alma escondía las vejaciones a las que a veces era sometida por algunos
de los borrachos inescrupulosos que solicitaban sus servicios. Con todo, según
las mismas trabajadoras sexuales, era la única que complacía los caprichos más
exigentes de los jóvenes clientes y la única que, con la destreza en su oficio
y el ardor de su cuerpo, les devolvía la virilidad perdida a los más viejos.
Desde la noche en que le
segaron la vida y fue enterrada como difunta NN en una fosa común, tras una
autopsia que le practicaron los peritos en la morgue, el fantasma de la China
Morena se aparecía en la Ceja de El Alto, vestida con polleras de color púrpura
y escarlata, con joyas de oro y piedras preciosas en las orejas, los dedos y el
cuello; unos botines de cabritilla, una manta chalón sujeta al hombro derecho
con topo de plata, un sombrero borsalino coronado con una alhaja en el lado
derecho y una blusa escotada que dejaba entrever el naciente de sus senos parecidos
a dos melones maduros, suaves y jugosos.
No había hombre que
resistiera la tentación de sus carnes ni mujer que envidiara los encantos de su
belleza; era una hembra que atrapaba la mirada de todos y provocaba revuelos
allí donde se aparecía contoneando las caderas en su garbo caminar; es más,
quienes se cruzaron en su camino, afirmaban que la China Morena llevaba una
lata de cerveza en una mano y una matraca de quirquincho en la otra.
Los parroquianos, a poco
de salir de su borrachera, comentaban haber visto el fantasma de la China
Morena en los predios de la Alcaldía Quemada, como si aguardara la llegada de
alguno de sus clientes, o bien la veían paseando por la Plaza del Lustrabotas,
donde se aparecía para lamentar su dolorosa muerte y vengarse de los hombres
que le causaron daños y traumas en su vida.
Su fama de prostituta
profesional se perpetuó en la mente de sus clientes y sus historias de terror andaban
en todas las bocas. No había una sola persona que no conociera algo sobre las
maldades que encarnaba el fantasma de la China Morena. Y, aunque presentaba un
aspecto de mujer inofensiva, era cruel con los borrachos, adúlteros y
aficionados a los juegos de azar.
Para las prostitutas, que
fueron sus leales compañeras, incluso para quienes le retiraron la palabra y la
mirada por envidia y celo profesional, no cabía la menor duda de que el
fantasma de la China Morena aparecía en la ciudad para cobrarse de muerta lo
que le negaron en vida, para propinarles un castigo ejemplar a los hombres de
mala fe y mala conciencia; pero ante todo, para reencontrarse cara a cara con
su asesino, a quien le prometió, antes de desplomarse ensangrentada y moribunda,
volver un día para arrancarle los testículos y dárselos a los perros.
No pocos dicen que poseía
poderes sobrenaturales y que, de un momento a otro, hipnotizaba a los hombres
que salían de los antros y, desorientados por los efectos del alcohol, deambulaban
solos en las zonas periféricas de la ciudad, para luego llevárselos a rastras
hasta los muladares, donde los abandonaba al nacer el día, luego de bajarles los pantalones y aplacar
sus impulsos sexuales.
Sus víctimas, al
despertar desconcertados y tiritando de frío, se cubrían las vergüenzas y se
retiraban a sus casas, con la certeza de que fueron poseídos por el fantasma de
la China Morena, la misma que, en actitud de venganza y a modo de sentar el
precedente de que son las mujeres quienes mandan sobre los varones domados, les
dejaba, como advertencia y testimonio de su presencia entre los vivos, un chupón
en el cuello y una cruz tatuada en el pecho.
Esta leyenda urbana, que
se cuenta de boca en boca y en todos los ámbitos de la ciudad de El Alto, se ha
extendido con el transcurso de los años, a tal extremo que no hay un solo
cliente de los prostíbulos de la Zona 12 de Octubre, que no haya oído hablar
algo sobre las destrezas sexuales de la China Morena ni nadie que haya quedado
indiferente ante el atraco que le causó la muerte, nada menos que una arma
blanca que le abrió el vientre y le destrozó las vísceras.
Algunos aseveran que no
se irá tranquila de la ciudad y que su fantasma seguirá rondando por las inmediaciones de la Ceja, mientras
no dé con el paradero del hombre que le asestó las puñaladas aquella noche en
que cerró los ojos por última vez, pero con la promesa de retornar otro día
desde el más allá, dispuesta a vengarse de los hombres infieles y
maltratadores, que no comprenden que una meretriz, por mucho de que se gane el
sustento de la vida entregando su cuerpo como un objeto de placer, tiene
también dignidad y merece todo el respeto de todos.
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