sábado, 14 de agosto de 2010


VÍCTOR MONTOYA EN VENEZUELA (3)

Entre el 21 y el 26 de abril se celebró la Semana del Libro en Maracay, Aragua, donde, en mi condición de invitado especial, diserté sobre la narrativa boliviana contemporánea. Los auspiciadores del evento aprovecharon también para presentar dos de mis libros de cuentos.

El viernes 25 hizo un calor sofocante, de modo que, mientras viajaba hacia el punto de encuentro, pensé que había salido del invierno de Suecia para meterme en el infierno de Venezuela. La temperatura superaba los treinta y cinco grados y obligaba a vestir ropa ligera; una costumbre que ya se me había olvidado de tanto vivir en las tierras frígidas de Escandinavia.


En la parada de los microbuses me recibió el dilecto amigo Jorge Gómez Jiménez, escritor y editor de la revista Letralia (Tierra de Letras), a quien conocí mucho antes de que publicara en su editorial digital mi libro de crónicas “Retratos” (2006), con un prólogo que él mismo escribió destacando la peculiaridad del libro, cuyos textos están inspirados en fotografías y pinturas que me impactaron desde siempre.

Al mediodía fuimos a almorzar en un restaurante chino, en compañía de los escritores Marcos Veroes y Manuel Cabesa, quienes estaban a cargo de presentar mis libros, Cuentos en el exilio y Cuentos violentos, en la Biblioteca Pública Agustín Codazzi. A la hora prevista, cinco y treinta de la tarde, se dio inicio al acto con las palabras de bienvenida de Jorge Gómez Jiménez.


Marcos Veroes, a tiempo de comentar el contenido de Cuentos en el exilio (2008), manifestó: Los temas del libro que nos ocupa van desde la voz narrativa de quien ultimó al Che, pasando por quien de manera enfermiza duerme con una pistola, hasta llegar al nieto de una loca, quien está encerrado en un manicomio presumiblemente por estar enamorado. Referencias a otros relatos, a otras manifestaciones del arte, conforman una urdimbre narrativa para lectores de mayor recorrido (…) Cuentos en el exilio habla precisamente de lo que quedó atrás, antes del estado de quien está forzosamente lejos de aquello que le pertenece íntimamente. Al fin y al cabo el exilio es un estado emocional y mental. La ciudad de Estocolmo podría ser Caracas, Río de Janeiro o Ciudad de México, es decir, cualquier ciudad en la cual los encuentros ocurren, los enfrentamientos se suceden y los amores momentáneos se gestan (...) Otro elemento que se comporta como hilo conductor en estos cuentos es la presencia de la violencia. Las situaciones se generan a partir de una mirada, una acción premeditada o de un cliché, producto de la apariencia, el color de piel o el sexo. Es violenta la conquista, el amor, las relaciones, la ciudad, el recuerdo. La violencia no se presenta de golpe como solemos creer.


Por su parte, Manuel Cabesa, refiriéndose a Cuentos violentos (segunda edición, 2006) en tono de reflexión, dijo: La violencia ha acompañado cada capítulo de la historia latinoamericana. Una violencia que se impone para que el mundo permanezca tal y como está, donde unos pocos gozan de privilegios que la mayoría nunca llegarán a disfrutar. Lo interesante de estas historias que nos trae Montoya es que, aunque están tamizadas por una escritura sobria y bien cuidada, su basamento es real, y muchas veces autobiográfico (...) Las descripciones que hace Montoya de la tortura que sufren varios personajes es simplemente escalofriante (…) Podríamos pensar que estos relatos se refieren a una época muy concreta: esa larga noche de dictaduras que ensombreció a casi toda Suramérica. Tiempo después, Manuel Cabesa, sin apenas salir de su asombro, escribió: resulta que entre los latinoamericanos, aún persiste ese gran desconocimiento de lo que actualmente se escribe en nuestros respectivos países. De no ser porque Montoya visitó Maracay el 25 de abril pasado, a esta altura no supiéramos quién es, y su obra sería totalmente desconocida entre nosotros. Mientras hablábamos con un grupo de amigos, nos dimos cuenta de que es Montoya el primer autor boliviano realmente contemporáneo del que tenemos noticia; el otro de quien he oído hablar es de Augusto Céspedes, quien es autor de mediados del siglo pasado, autor de una novela reconocida en su tiempo y llamada 'El metal del diablo'.


La conferencia, en la que participaron activamente tanto los expositores como el púbico asistente, no sólo me dejó satisfecho, sino también me dio la oportunidad de acercarme por primera vez a mis lectores en la patria del libertador Simón Bolívar. Más todavía, logré vender casi todos los libros que cargué desde Estocolmo en una maleta que tenía sobrepeso. Después, como si se tratara de una feria de libros, no tuve más remedio que ejercitar la muñeca de mi mano para escribir las dedicatorias solicitadas en un ámbito en el cual reinaba el respeto y la amistad.


Con esta actividad literaria cerré mi visita a Venezuela, un país que permanecerá para siempre en mi memoria y en un lugarcito especial de mi corazón, quizás, porque tras el viaje me hice consciente de que a Venezuela no fui a enseñar sino a aprender.

Fotografías

1. Donando libros en la Biblioteca Pública de Maracay
2. Con los escritores Manuel Cabesa y Jorge Gómez Jiménez
3. Con Marcos Veroes y Manuel Cabesa en la presentación de los libros
4. Portada de los libros
5-6. Conferencia en la Biblioteca Agustín Codazzi
7. Encuentro informal con los lectores

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