miércoles, 4 de agosto de 2010


VÍCTOR MONTOYA EN VENEZUELA (1)

El colectivo artístico Tkanela Teatro tuvo la iniciativa de invitarme a Venezuela, para dictar un Taller Integral de Literatura dirigido a artistas y estudiantes en las cumbres de Canoabo. Todo esto en el marco del 5to. Encuentro de Teatro “Más Allá de los Cuentos”. La programación, entre el 15 y el 27 de abril de 2008, incluía también una serie de conferencias en diversos espacios culturales e institutos de enseñanza de los municipios del Estado de Carabobo y la ciudad de Valencia. Los organizadores de esta maratón cultural, según me lo hicieron saber con antelación, estaban convencidos de que mis aportes serían bienvenidos en el ámbito literario, artístico y pedagógico. Más todavía, me manifestaron que, desde hace tiempo, venían usando algunos de mis textos como manuales de estudio.


En el aeropuerto de Caracas me esperó el destacado titiritero Jesús Mercado, un hombre de caracter jovial y conversador ameno. Él se encargó de enseñarme las principales avenidas de la capital, donde habían hombres y mujeres luciendo la camisa roja en apoyo a la revolución impulsada por el presidente Hugo Chávez, cuya imagen, junto al lema de “Patria o Muerte”, adornaba las carreteras y los edificios públicos. Después, camino de Valencia y en un tramo de la carretera, me invitó a comer una exquisita arepa con carne de cerdo y a beber una cerveza fría que, por primera vez en mi vida, me sabió a gloria en medio de un clima tropical. Jesús me contó que vivió un tiempo en Praga, como estudiante becado y realizando estudios de arte dramático, hasta que abandonó el país del Este por el amor de una mujer, que lo estaba esperando con el corazón abierto en la tierra que lo vio nacer.


En la Universidad Simón Rodríguez, donde, además de contemplar el busto en homenaje al maestro rebelde del libertador Simón Bolívar, tuve la ocasión de conversar con los estudiantes de agronomía y literatura. Se mostraron interesados en mi obra y en la disertación sobre los alcances de la literatura latinoamericana. Me bastó poco tiempo para apreciar la belleza y la cordialidad de la juventud venezolana, con ganas de aprender y superarse al ritmo trazado por la revolución bolivariana.


Las conferencias sobre pedagogía y literatura siguieron en las universidades de Valencia, Bejuma y Puerto Cabello, uno de los escenarios de la Guerrra de Independencia. Es digno destacar el casco histórico de la ciudad, con sus casas de la época colonial, los fortínes de los patriotas que resistieron los embates de las tropas realistas de la Corona española y el malecón que, por las noches, se convierte en un sitio de paseo, recreación y esparcimiento, y donde las aguas del caribe se pierden en el horizonte, allí por donde un día arribaron las carabelas de los conquistadores. Me llamó la atención saber que, según refiere una vieja creencia, el nombre de Puerto Cabello se debe a la tranquilidad de sus aguas, en cuyas costas se puede atar a los barcos con la simple hebra de un cabello.


El Taller de Literatura en las cumbres de Canoabo, un sitio que me atrapó a primera vista por su fuerza telúrica, su topografía montañosa y su exuberante naturaleza, tenía el propósito de impartir algunas técnicas en el oficio escritural y estimular la creatividad de quienes, aparte de compartir sus experiencias en el campo literario, las artes escénicas y la docencia, estaban dispuestos a afrontar el reto de escribir cuentos y poemas, con la única intención de aprender a escribir escribiendo en un taller cuya aula estaba expuesta a la luz y el aire.


Las cumbres de Canoabo constituyen un escenario fabuloso, donde las criaturas de la imaginación se mueven a rienda suelta, entre una algarabía de júbilo y un deseo lúdico por desentrañar los misterios de la razón y la sinrazón. Nadie quedó indiferente ante las maravillas que nos depara la naturaleza y todos aprendimos algo más de la convivencia humana. En lo que a mí respecta, debo manifestar que fue una experiencia fabulosa en todos los sentidos, a tal extremo que, al término del Taller, me sentí como la boa de Antoine de Saint-Exupéry, que primero se tragó a un enorme elefante y luego necesitó mucho tiempo para digerirlo poquito a poco.

El Taller de Literatura en las cumbres de Canoabo dio mucho más de lo esperado, no sólo porque se conjugaron sentimientos colectivos y se anudaron lazos de sincera amistad, sino también porque se demostró que la fantasía no conoce fronteras, espacios ni edades. Con estas premisas es lógico que se dieran las condiciones para re-crear personajes en un ámbito que invita a la meditación y el goce estético. Así es como algunos, inspirados por la flora y la fauna del contexto inmediato, y otros motivos por el puro placer de escribir un cuento bien contado, dejaron correr y volar a los hijos de su alma en un ecosistema hecho de encanto y belleza.


Hago extensivos mis agradecimientos a los integrantes del Tknela Teatro, quienes hicieron posible la realización de este singular evento, a la familia amiga que nos acogió amablemente en La Pintera y, desde luego, un especial agradecimiento a Carolina Theis, una mujer entusiasta que, desde un principio y con esfuerzo tesonero, apostó por este proyecto que alcanzó un resultado feliz, que luego se concretizó en un pequeño folleto, donde los sueños y las ilusiones se fundieron en una realidad inconmensurable.

Al finalizar el Taller de Literatura se entregó el certificado de asistencia a quienes, al amparo de una noche tibia y estrellada, se despidieron entre brindis, besos y abrazos.

Fotografías

1. Ante el busto del pedagogo Simón Rodríguez
2. Afiche del programa
3. Conferencia para educadores
4. En la Universidad de Canoabo
5. Conferencia en la Universidad Simón Rodríguez
6-7.Conferencia en la Universidad de Puerto Cabello
8-9. Monumento a los Próceres en la Plaza de Puerto Cabello
10-11. Taller Literario en las cumbres de Canoabo
12. Con un grupo de talleristas
13. Noche de despedida

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