lunes, 18 de noviembre de 2024

EL SIMPÁTICO MENSAJE DE UNA LECTORA

Cierto día, una atenta lectora de mi obra, residente en Francia, me envió un mensaje a mi correo electrónico, solicitándome la dirección del Grupo Editorial Kipus de Cochabamba, para  pedir mi libro Cuentos de la mina, cuyo contenido le interesaba desde todo punto vista. Tiempo después,  el libro llegó a sus manos en un sobre Manila, con la dirección del remitente, los sellos del correo y las estampillas correspondientes.

La lectora no tardó en mandarme otro amable mensaje, agradeciéndome por haberle facilitado la adquisición del libro; más todavía, tomó una fotografía del sobre y de la portada del libro y me la envío en formato JPG., junto a un breve y simpático mensaje, que transcribo a continuación: 

Has llegado Víctor,

en forma de palabra,

y, seguro, has llegado para quedarte,

seguro, no solo en mí,

sino en todos aquellos con los que

pueda compartirte.

Suerte la mía.

Infinitamente agradecida.     

milamores&milcariños. Isamil9

La lectora me sorprendió con este detalle que siempre es un júbilo para cualquier escritor que, más allá de las fronteras nacionales, cuenta con lectores/as que leen su obra con inusitado interés.

domingo, 10 de noviembre de 2024

EL TÍO DE LA MINA EN MONTREAL

Mi amigo Michel Gladu, canadiense con amores en Bolivia, me contó que mientras paseaba por el Jardín Chino, un día de otoño, disfrutando del espectáculo de La Magia de los Faroles, que cada año tiene lugar en el Jardín Botánico de Montreal, se vio sorprendido por algo que le pareció inusual.

Ya había recorrido por caminos sinuosos, adornados de linternas rojas y ovaladas, ya había atravesado por una montaña artificial, un pequeño lago y un edificio de viviendas con una colección de bonsái y penjing, acompañado por el ritmo del melodioso lamento del erhu y guiado por hermosas mujeres ataviadas con ropas de seda, cuando, de repente, en un retirado recodo del Jardín, tropezó con un árbol en cuyo tronco, que parecía estar siendo devorado por las hormigas, divisó la imagen del Tío de la mina, con el miembro viril erecto y un ojo abierto, como atisbando de sesgo a los visitantes del Jardín Botánico.

Primero pensó que el árbol, de macizo tronco y abundante follaje, adolecía de alguna enfermedad o defectuosidad natural, pero después pensó que lo que tenía ante sus ojos era una verdadera maravilla. Lo contempló por un instante y, como atravesado por un rayo, llegó a su mente la idea de que se trataba de un árbol monstruoso, dentro del cual se escondía el guardián del Jardín, con un aspecto semejante al del Tío de la mina.

Al día siguiente, volvió al lugar y tomó una fotografía desde el ángulo más perfecto y retrató la insólita imagen que parecía no haber advertido ningún otro visitante del Jardín Botánico, debido a que ellos, sin verlo ni saberlo, pasaban y repasaban por ese lugar de apariciones mágicas.

¡Qué raro!, se dijo... ¿Nadie lo ha visto? Quizás, porque la imagen, como tallada en el tronco, solo puede verse desde un ángulo especial, ése que él descubrió la noche de La Magia de los Faroles

Es el Tío, se volvió a decir, sin dudar un solo instante. ¿Y cómo habrá llegado hasta aquí?, se preguntó una y otra vez.

La respuesta es que el Tío está en todas partes sin estar en ninguna. Sólo quienes quieren verlo y conocerlo, tienen la oportunidad de encontrarlo donde menos se lo imaginan, como en el tronco de este árbol que está lejos de las minas de la cordillera andina y tan cerca de la provincia de Quebec, entre el río San Lorenzo y la Rivière des Prairies.

 

miércoles, 6 de noviembre de 2024

CINCO AÑOS DE LAS MASACRES EN SACABA Y SENKATA

Se cumple un año más de los luctuosos acontecimientos de octubre-noviembre de 2019, cuando la colectividad nacional reaccionó ante un supuesto monumental fraude electoral, cometido por el candidato del partido gobernante, que procuraba perpetuarse en el poder por medios reñidos con los procesos democráticos que legitiman el voto de los ciudadanos que, convocados a las urnas electorales, deciden, en absoluta libertad, la suerte del futuro gobierno y el destino del país.

Rememorar los sucesos en Sacaba y Senkata, que conmocionaron a la ciudadanía en general, implica volver la mirada hacia los antecedentes y las consecuencias de la crisis del Estado Plurinacional de Bolivia que, tras las elecciones presidenciales de 2019, derivó en actos violentos entre el 21 de octubre y el 24 de noviembre. En tales circunstancias, las fuerzas militares y policiales, destinadas a romper los bloqueos de la resistencia organizada, abrieron fuego contra la población civil, causando decenas de caídos y un reguero de heridos, mientras otros eran arrestados, entre golpes e improperios, acusados de promover actos de terrorismo en el país.

Escribir sobre una de las etapas más violentas de la historia contemporánea de Bolivia, es una forma de recuperar los testimonios personales y la memoria colectiva, en afán de realzar la conciencia política de un país que, a pesar de los diversos Golpes de Estado y los baños de sangre, supo sobrevivir de pie y nunca de rodillas, sobreponiéndose a los designios de quienes pretendían volver la rueda de la historia hacia el pasado sombrío, donde pocos tenían mucho y muchos no tenían nada.   

Los crímenes de lesa humanidad, perpetrados por las fuerzas represivas del Gobierno de Transición en Sacaba y Senkata, fueron viralizados por los medios de prensa y las redes sociales, no solo porque los disparos estaban dirigidos contra el pueblo desarmado y vulnerable, sino también porque los principales actores eran los sectores convulsionados que se identificaban con las causas justas y las libertades democráticas en un Estado de Derecho.

A cinco años de los trágicos sucesos en Sacaba y Senkata, en octubre-noviembre 2019, es menester discutir y reflexionar en torno a esos dolorosos procesos sociopolíticos, que ojalá no vuelvan a repetirse ni a enlutar en mantos de sangre y melancolía al pueblo boliviano. No es lógico ni justo que las familias de las víctimas caídas en los enfrentamientos de Sacaba y Senkata, donde los mandos militares y policiales, amparados por el Decreto Supremo 4078, promulgado por el Gobierno de Transición”, cometieron una abominable masacre en pleno siglo XXI; por cuanto los responsables deben ser juzgados con todo el rigor de la ley, para que los funestos hechos no queden en el olvido ni en la impunidad, para que las víctimas y sus familiares encuentren la verdad y la justicia, y para que el mundo entero sepa que la libertad y la soberanía de un pueblo no se matan a golpes de porra ni con el lenguaje de las armas de fuego. 

viernes, 1 de noviembre de 2024

MICROTEXTOS V

Los sapos

En mi colección de sapos, hay dos que se diferencian del resto; el primero, de piel rechoncha y ojos colorados, representa el pecado y la muerte, y, como el demonio del mundo bíblico, puede encarnarse en los humanos; el segundo, de piel lisa y mirada tierna, representa el amor y la buena fortuna, y, como las deidades sagradas del mundo andino, puede conceder deseos solicitados y convertir en realidad los sueños de los humanos.

Biocidio

Estaba cansado de los perros que deambulaban por el parque, donde él iba a sentarse en un banco para tomar un baño de sol, hasta que un día se le ocurrió una criminal idea: agregar clavos a panes y venenos a salchichas, para luego depositarlos en diferentes puntos del parque. Los perros ingerían estos alimentos, se tiraban al suelo entre estertores de agonía y, como es de suponer, sufrían una dolorosa muerte.

La tortura

Le infligían feroces torturas, obligándolo a confesar todo lo que sabía sobre las armas escondidas en una galería de la mina, pero él no decía nada, lo negaba todo a pesar de las evidencias que tenía la policía, debido a las confesiones de un delator, quien prefirió soltar la lengua antes que morir en la cámara de torturas.

Pedagogía de la liberación

Los libros y la alfabetización son instrumentos de liberación, al menos así los concebía el pedagogo Paolo Freire, quien sostenía la teoría de que la emancipación de los oprimidos se daría por medio del aprendizaje de la lectura y la escritura; procesos educativos que no solo debían ser un privilegio de las clases dominantes, dedicadas a decidir sobre los aspectos políticos, sociales, económicos y culturales de la nación oprimida, sino también un derecho de las grandes mayorías que, desde siempre y de manera injusta, estaban excluidas de los poderes de decisión del mal llamado Estado de Derecho.

Antología

En una antología literaria, como en toda selección arbitraria, están presentes autores que no merecen figurar en sus páginas y están ausentes quienes sí merecen ocupar ese lugar por méritos propios. Por lo tanto, como en todo material basado en parámetros relativos y no absolutos, en una antología no son todos los que están ni están todos los que son.

Los críticos

Los denominados críticos literarios, quienes, en lugar de escribir sus propias obras, se dedican a criticar las obras de los demás para hacer de este oficio una forma de vida, como los parásitos que se alimentan de la sangre de otros animales activos. Los hay quienes, creyéndose tener patentado en el uso de la palabra escrita, como si fuesen amos y dueños de la lengua, hacen críticas con las vísceras y no con el cerebro, aun sabiendo que entre brujos no se miran la suerte ni perro come carne de perro.

Relatores de fútbol

Son verdaderos inventores del idioma, donde el vocabulario es una suerte de pirotecnia verbal, y se puede aseverar que la narrativa deportiva no es menos ni peor que la literatura llamada culta; por el contrario, algunos de los relatores de los partidos de fútbol son ingeniosos y manejan un lenguaje dinámico y espontáneo que nada tiene que ver con las rígidas normativas gramaticales establecidas por los académicos. Los relatores son capaces de pintarnos el escenario de un campo deportivo y transmitirnos el partido de fútbol con un lujo de detalles, que nosotros, escuchándolos por radio, somos capaces de imaginarnos las gambetas, los pases y los goles, como si de veras lo estuviésemos presenciando en primera persona y con nuestros propios ojos.

Los andariveles

Siempre que miraba las cabinas del teleférico en la ciudad de La Paz, deslizándose por gruesos cables que se extendían de un extremo a otro, me acordaba de los andariveles metaleros que conocí en mi infancia en las minas de Siglo XX y Catavi; con la diferencia de que los andariveles, que corrían enganchados a cables bien tensados y herrumbrosos, en lugar de transportar pasajeros, llevaban los deshechos de la concentración de mineral hacia los desmontes de granza, conocidos con el nombre genérico de colas, que crecían cerca de los campamentos mineros y parecían cerros sobre los cerros de la cordillera.

Brujo pactado

Soy el único brujo que mantiene pactos con el Diablo. No te dejes sorprender por mis falsos imitadores, que son simples embaucadores. Te prometen todo pero nada cumplen. Para mí no existe nada imposible. Con el amuleto que me lo entregó en exclusiva el maligno de las tinieblas, descubro con quién te engaña tu esposa o marido, tu amante o enamorada. Logro los amarres sexuales para los tres sexos, con el elixir del narciso negro compactado. Pongo de rodillas a tus pies a la pareja que te hace sufrir, con una gota de pócima negra para atraer, conquistar y poseer el cuerpo y el alma de la persona amada. Yo triunfo donde otros han fracasado.

Hacer poco y ganar mucho

En Bolivia se gana mucho, pero mucho dinero, si uno tiene un trabajito como Senador o Diputado de la Asamblea Plurinacional. Basta con trabajar dos o tres días a la semana, para embolsillarse mensualmente más de 20.000 Bs. Desde luego que estos representantes de las organizaciones políticas y sociales, así no tengan la educación idónea para ejercer como Padres de la Patria, y gobernar a los bolivianos y bolivianas como manda la Ley, se dan ínfulas de ser los mandamases en las esferas del poder político. Pero lo que más rabia da es que se atribuyan la misión de ser los representantes de los más pobres y marginados de este pobre país. Para estos bellacos, que velan más por sus propios intereses que por los intereses de las mayorías, es muy fácil hablar, con 20.000 Bs. en los bolsillos, de la pobreza de los pobres. ¡Ay, carajo! ¡Qué bronca dan estos tristes payasos que hacen poco y ganan mucho! Definitivamente, y para que lo sepa todo el mundo, estos vividores y buscapegas no son los Padres de la Patria, sino unos recontraidiotas que gobiernan sin ton ni son.

Cura pederasta

Ella, la ama de llaves del internado de niños huérfanos de la Compañía de Jesús, ubicado no muy lejos de la ciudad, solía contar con gran pasión de las bondades divinas del sacerdote Stefano Corleone. Contaba que el misionero jesuita dedicaba su vida y tiempo a los niños pobres, ladrones, pordioseros, cleferos, tullidos, enfermos... Pero lo que no contaba era que, por las noches, el cura pederasta los invitaba a su cuarto, donde les besaba y desnudaba, toqueteándoles las partes íntimas, hasta que satisfacía sus bajos instintos, recomendándoles que no dijeran nada a nadie, que debía ser un secreto entre ellos, que la relación carnal era normal, que solo debían rezar mucho, que Dios los amaba y él también...

jueves, 17 de octubre de 2024

VÍCTOR MONTOYA EN LA I FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO, 

ARTE Y CULTURA DE ORURO 2024

El escritor Víctor Montoya participará como invitado en la I Feria Internacional del Libro, Arte y Cultura de Oruro 2024, donde dictará una conferencia en torno a La Narrativa Minera en Boliviana. El evento está organizado por la Gerencia del Campo Ferial 3 de Julio FNI-UTO. En el lanzamiento público de esta importante actividad cultural estuvieron presentes las autoridades Departamentales, Municipales y de la Universidad Técnica de Oruro, junto a los representantes de Educación y Cultura. La Feria se realizará del 24 al 27 de octubre en el Campo Ferial 3 de Julio, con el encomiable propósito de fortalecer el hábito de lectura entre los habitantes de la población orureña y, asimismo, con el objetivo de contribuir a la difusión de la producción intelectual de los escritores de los más diversos géneros literarios.

Apuntes sobre el autor

Víctor Montoya (La Paz, 1958). Escritor, periodista cultural y pedagogo. Vivó desde su infancia en las poblaciones de Siglo XX y Llallagua, al norte de Potosí, donde compartió la lucha de los trabajadores mineros. Durante la dictadura militar de los años ´70, fue perseguido, torturado y encarcelado. Estando en la prisión escribió su libro de testimonio Huelga y represión. Fue exiliado a Suecia en 1977. Es autor de más de una veintena de obras entre novelas, cuentos, ensayos y crónicas. Dirigió las revistas literarias PuertAbierta y Contraluz en Estocolmo. Es miembro del PEN-Club Internacional, la Sociedad de Escritores Suecos y la Academia Boliviana de Literatura Infantil y Juvenil. Su obra está traducida a varios idiomas y tiene cuentos en antologías nacionales e internacionales. Está considerado como uno de los principales impulsores de la moderna literatura boliviana. Escribe en publicaciones de América Latina, Europa y Estados Unidos.

lunes, 7 de octubre de 2024

PRESENTACIÓN DEL LIBRO GUILLERMO LORA, 

EL ÚLTIMO BOLCHEVIQUE, VOL. 2

En la ciudad de El Alto, como era de esperarse, se presentará el libro  Guillermo Lora, el último bolchevique, Vol. 2, del periodista Ricardo Zelaya Medina. El evento se realizará el martes 8 de octubre, a Hrs. 18:30, en el Centro ALBOR Arte y Cultura (zona Villa Tejada Rectangular, Av. Cívica N° 517, frente a la iglesia Virgen del Rosario). Los auspiciadores, junto al autor del libro, dieron a conocer que el escritor Víctor Montoya será el único comentarista de la obra.

Guillermo Lora (Uncía, 1922 – La Paz, 2009). Militante y dirigente del Partido Obrero Revolucionario (POR) –fundado por José Aguirre Gainsborg en1935– desde principios de la década de 1940 hasta su muerte  Fue uno de los intelectuales e ideólogos que más aportó en Bolivia, con obras que son de indiscutible valor socio-político e histórico, y verdaderas contribuciones en el ámbito del sindicalismo nacional y la organización trotskista, que tanta influencia tuvo en la formación de la conciencia de clase del proletariado y la formulación del programa revolucionario de los obreros, campesinos y clases medias empobrecidas.

El libro, con veinte nuevas entrevistas, elaborado con verdadera pasión y paciencia por el comunicar y activista cultural Ricardo Zelaya Medina, es una obra que no deja indiferente a nadie, sean estos militantes o simpatizantes del POR o contrincantes políticos del líder trotskista, quien jamás traicionó sus principios ideológicos ni retrocedió un solo milímetro ante las amenazas e insinuaciones de la burguesía nacional y el imperialismo.

La obra de Ricardo Zelaya Medina es una buena base y el principal referente para quien se anime a escribir la biografía completa de Guillermo Lora, revolucionario profesional y figura descollante en el escenario político de la izquierda boliviana, no solo porque redactó la famosa Tesis de Pulacayo –documento aprobado en el Congreso Extraordinario de la Federación

Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia, en 1946, como el principal programa sindical de lucha contra los regímenes de la rosca minero-feudal, que plantea la necesidad de forjar la revolución y dictadura proletarias–, sino también porque es el autor de la monumental Historia del movimiento obrero boliviano, cuyos tomos son de lecturas obligaría para quienes se interesan en conocer las épicas historias de los irreconciliables enemigos del sistema capitalista.  

Este ideólogo del trotskismo nacional e internacional, además de habernos dejado un regio legado de su genialidad en 70 tomos, la obra bibliográfica más extensa publicada por un intelectual boliviano, era un magnífico agitador y panfletista. Publicó semanalmente, y por más de medio siglo, el periódico orientador y organizador Masas, un panfleto partidista que tenía –y sigue teniendo– una considerable difusión en las minas, el campo y las ciudades.

Las opiniones vertidas por los veinte entrevistados, que forman parte de la obra Guillermo Lora, el último bolchevique, Vol. 2, de Ricardo Zelaya Medina, echan más luces sobre la personalidad y compromiso revolucionario del histórico dirigente del Partido Obrero Revolucionario (POR). 

miércoles, 2 de octubre de 2024

EL CHOCO DE CIUDAD SATÉLITE

Cualquiera que cruce por la Plaza Bolivia, ubicada frente al Mercado Satélite de la ciudad de El Alto, verá en un predio cercado por barras metálicas, bajo la sombra de un árbol de tronco torcido, una plaqueta cuyo texto reza: Choquito, amigo fiel, te ganaste el cariño de todos los que te conocimos. Esta esquina fue tu morada y perdiste tu vida por defenderla. Nunca te olvidaremos. Siempre estarás en nuestros corazones. Eres el ángel de los perros abandonados. 22 de octubre 2024.

El perrito se llamaba Choco –pero le decían Choquito, en diminutivo y con cariño–, porque lucía castaño pelambre desde la cabeza hasta las patas; era de raza mestiza y de regular parada, de esos que son vivaces, armoniosos, valientes y desbordantes de vitalidad, Alcanzó su plenitud cuando aprendió a vivir en la calle, como basura de nadie. Creció desde cachorro en la plaza principal de Ciudad Satélite; tenía la mirada tierna y algo triste, el ladrido grave y potente, pero no mordía a nadie, respiraba cariño por todos los poros del hocico y batía el rabo al contacto de la primera caricia.

Choco era un animal juguetón desde siempre, adoraba a chicos y grandes, estaba siempre dispuesto a defenderlos de las acciones delictivas de los malhechores. Soportaba la diablura de los niños y las majaderías de los adultos; era tolerante con los bebedores consuetudinarios y huidizos con las personas acostumbradas a la práctica constante del maltrato animal.

Los vecinos de la zona lo querían, quizás, más que a sus propias mascotas. Confesaban que era un fiel amigo de quienes lo trataban con cariño y le daban de comer, incluso quitándose de la boca, lo mejor de lo mejor. Él no aceptaba huesos ni restos de comida, prefería las hamburguesas especiales y los pollos al espiedo. Más de un vecino, solo para mimarlo y mostrarle su afecto, accedía a sus gustitos y se rajaba algunos pesos.

Los y las comerciantes del Mercado Satélite cuentan que Choquito era cariñoso y manso con las personas que le dispensaban su cariño y era esquivo con las personas que lo maltrataban, como con aquellos que, a sus 13 años, lo hirieron a puntapiés y cuchilladas, intentando arrebatarle la vida; dramática situación a la que sobrevivió gracias al oportuno socorro de unos buenos vecinos y la oportuna intervención de un buen veterinario, quien logró rehabilitarlo y ponerlo otra vez con las patitas en la calle.

Si alguien quería adoptarlo, el perrito se hacia el esquivo. Si alguien se lo llevaba a casa, el perrito se daba modos de huir al primer descuido. Estaba acostumbrado a vivir en la calle como un vagabundo, más bien, como un vagamundo. Así vivió por muchos años, hasta que una de esas noches, en que todo transcurría de manera normal, un antisocial de instintos criminales, que desde hace tiempo lo tenía en la mira, lo abordó por atrás y le asestó, con ensañamiento y alevosía, un certero cuchillazo en el cuello. El perro lanzó un chillido de dolor y, de pronto, se tumbó contra el suelo. Ahí nomás se apagó su potente y sonora voz, como un eco que muere ahogado entre los borbotones de sangre que empapaban su apelmazada pelambre.

Al clarear el día, los peatones lo encontraron tirado en la plaza y nadie pudo hacer nada para devolverlo a la vida. La gente lamentó su muerte, las protestas no se dejaron esperar, los corazones se rompieron, de los ojos brotaron lágrimas de impotencia y de hondo pesar; peor aún cuando se supo que no se identificó al criminal, quien fugó de la justicia que podía haberle sancionado con privación de libertad de dos a cinco años y una multa de treinta a ciento ochenta días, siempre y cuando las autoridades hubiesen cumplido con lo establecido en la Ley contra los biocidas.

La muerte de Choquito causó un hondo pesar entre los vecinos de Ciudad  Satélite, donde su ausencia dejó un vacío irremplazable. No obstante, a modo de honrar su memoria,  los animalistas y vecinos se pusieron de acuerdo para levantar un monumento en bronce en honor al perrito que se hizo querer como si fuese un miembro más de la familia. Todos lo recordaban con mucha emoción y aseguraban que fue un gran ejemplo de valentía. Se decía que, en repetidas ocasiones, salvó a personas que estaban a punto de ser asaltadas por individuos de conducta delictiva. Para muchos era el perro guardián por excelencia de la Plaza Bolívar y el Mercado Satélite, no sólo porque cuidaba y defendía a las personas que sufrían el ataque de los violentos, sino también porque vigilaba los puestos de venta de las y los comerciantes.

La estatua de Choco, realizada por un escultor amante de los animales y enemigo de los biocidas, está emplazada en medio de la calle de doble vía, sobre un pedestal de aproximadamente un metro y ochenta centímetros de alto, con la pose de un héroe querido y admirado por los vecinos de uno de los barrios más conocidos de la ciudad de El Alto.

El escultor lo hizo con la pelambre ligeramente ondulada, las orejas plegadas, el hocico respingado, las extremidades posteriores flexionadas, la cabeza altiva, la frente plisada, los ojos melancólicos y la mirada tendida en el horizonte, como vigilando a los peatones y el tráfico vehicular de la Avenida Satélite

Al lado de la estatua hay floreros de cerámica, cuyas flores se cambian de cuando en cuando, y al pie del pedestal no faltan los ramilletes de otras flores dejadas por las personas que lo conocieron y gozaron de su presencia mientras estaba vivito y coleando.

 En la parte superior del blanquecino pedestal, cuyas partes laterales están estampadas con las huellas de unas patitas caninas, destaca una plaqueta donde se lee:

Organización de Voluntarios al Rescate de Animales. En memoria de nuestro amigo fiel Choquito y miles más que viven en las calles para que otro tenga la suerte de poder vivir y descubra el calor de una flia. ¡Salvar a un animal no cambiará el mundo, pero sí cambiará el mundo de ese animal! Gracias vecinos de C. Satélite. El Alto, mayo 8 del 2016.   

Es evidente que el cariño de la gente por este perro callejero, que tuvo una vida azarosa y una muerte trágica, era –y es– tan grande que no puede describirse con palabras, como tan grande es el rechazo a los actos criminales de algunos inadaptados sociales. 

Ahora bien, con más o menos reflexiones, lo único cierto es que este perrito tenía sentimientos más nobles que los de su asesino, quien, probablemente, antes de victimarlo, pensó para sus adentros: perro muerto, no ladra ni muerde, y luego actuó de manera despiadada, como cualquier forajido que tiene el corazón duro como una piedra.

 

sábado, 21 de septiembre de 2024


INCENDIO FORESTAL

El llano en llamas ya no es el título de un libro de cuentos de Juan Rulfo, sino una realidad ardiente y espantosa en el oriente boliviano, donde la quema de llanos, bosques, montañas y pastizales, provocada por las depredadoras manos del hombre, hacen estragos en la flora y fauna, como si un monstruo invisible soplara olas de fuego por aquí y por allí, devorando todo lo que encuentra a su paso.  

Es un verdadero infierno y solo un torrencial aguacero puede salvarnos. Llueve fuego de los árboles, dicen los bomberos voluntarios, mientras las aves, los animales silvestres y los insectos perecen calcinados, como si no tuvieran derecho a la existencia en un territorio donde son pocos los beneficiados con estos ecocidios y muchos los perjudicados.

Se nos quemaban los pulmones de la patria, clama la multitud. La verde vegetación se troca en cenizas y la biodiversidad sucumbe a merced del fuego. Nuestra obligación es sofocar los incendios, sea como sea, por el bien de los habitantes del presente y el futuro.

Aunque las mascarillas con filtro y los barbijos sirven de muy poca cosa, las mujeres y los hombres, en medio de la humareda que no deja ver el panorama a cinco metros más allá de los ojos, se enfrentan a las llamas con lo que tenían a mano.

Ellos están empapados en sudor, respiran humo, tienen los ojos colorados, la garganta reseca, el pelo chamuscado, el rostro jaspeado de cenizas y las manos con llagas abiertas por las chispas de fuego que, por las noches, parecen luciérnagas escapándose del infierno, un infierno que requiere ser anegado por ingentes cantidades de agua lanzadas por tierra y por aire.

Las autoridades no hacen nada –o más bien, hacen poco–, mientras las leyes incendiarias, promulgadas en la gestión del gobierno de Evo Morales, no son abrogadas por quienes desconocen el dicho popular: No juegues con fuego, que puedes quemarte. Sin embargo, los activistas, animalistas y ambientalistas, a grito pelado y el puño en alto, ganan las calles, con pancartas y banderolas, exigiendo a las instancias pertinentes asumir cartas en el asunto, sancionar a los culpables con penas máximas y abolir las leyes que conceden más derechos a los chaqueadores que a la Pachamama.  

 Días después, semanas después, meses después, gracias al heroísmo de los bomberos forestales, los comunarios y los jóvenes voluntarios, enfrentados al mar de fuego como buzos destinados a salvar la flora y la fauna, se sigue luchando para evitar que los pulmones de la madre tierra quedaran irremediablemente reducidos a carbón. 

martes, 17 de septiembre de 2024

 

CONVERSACIONES CON EL TÍO DE POTOSÍ

El protagonista principal de Conversaciones con el Tío de Potosí es un ser ambivalente entre lo sagrado y lo profano, entre lo celestial y lo infernal, que habita desde tiempos de la colonia en los tenebrosos socavones del Sumaj Orq’o. Es una de las deidades centrales de la cosmovisión andina y un personaje fantástico del mundo minero, donde los mitos y las leyendas se ensamblan de manera extraordinaria con las creencias y tradiciones de las culturas ancestrales.

Los relatos de este libro se fraguaron en una oscura habitación de la ciudad de El Alto, donde entablé amenas conversaciones con la estatuilla del Tío de Potosí, quien, en su condición de ser fabuloso, apareció en el ámbito minero tras el sensacional descubrimiento de los yacimientos de plata en las serranías del altiplano, donde miles de conquistadores se dieron cita con la intención de amasar fortunas. Desde entonces, el pueblo quechua de Kantumarca se convirtió en la Villa Imperial de Potosí y sus riquezas minerales en recursos que llenaron las arcas de la monarquía europea.

En el primer relato, titulado El Tío del Sumaj Orq´o, el autor presenta al personaje central de la obra. Acto seguido, ambos se encierran en un cuarto para intercambiar opiniones de carácter pagano, religioso y científico, como si de veras los diálogos estuviesen estructurados sobre la base de argumentos válidos tanto para los creyentes como para los agnósticos.

Conversaciones con el Tío de Potosí, cuyo personaje principal es el dios y el diablo de la mitología minera, es un volumen compuesto por más de una treintena de relatos en los que se abordan diversos temas inherentes a la condición humana y al sincretismo pagano-religioso vigente en la cultura boliviana. Las conversaciones no están exentas de polémicas discusiones y encendidas arengas, en las que se ventilan tratados filosóficos, la sabiduría popular, los postulados religiosos y, como es natural, una serie de críticas sociales que, con palabras y frases corrosivas, generan sátiras socioculturales del presente y el pasado.

No pocas veces, los diálogos entre el autor y el Tío, que empiezan como una amable conversación, terminan en acaloradas discusiones, que se intensifican con la connotación semántica de las palabras, pero también con los signos paralingüísticos y cinéticos, destacando la intensidad de la voz, los gestos, el estado de ánimo, el movimiento de las manos y la postura del cuerpo. Otras veces, el diálogo espontáneo, improvisado, libre y amistoso, deriva en una suerte de charla, donde los interlocutores desgranan sus ideas y argumentos sin importar las circunstancias, el tiempo ni las controversias en torno a un tema específico.

Desde luego que en Conversaciones con el Tío de Potosí, como en toda obra literaria, se procura recrear el habla de los personajes que forman parte de la narración como si se tratara de un diálogo real, reproduciendo palabras coloquiales, frases comunes, jergas, modismos y giros idiomáticos con la intención de agregarle un valor estético al discurso narrativo. A propósito del tema, es necesario mencionar que las voces provenientes del quechua, aymara y voces propias del lenguaje minero, se precisan en el glosario del libro, sobre todo, para los lectores no locales ni nacionales, que necesitan comprender las expresiones idiomáticas y giros lingüísticos que no están registrados en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. No obstante, para que las conversaciones fluyan de manera natural y sea de fácil comprensión, se ha evitado el excesivo uso de jergas que podían sonar demasiado artificiales y exageradas.

Como en repetidas ocasiones, fascinado por la mitología del Supay y las tradiciones mineras, volví a sumergirme en el contexto mágico del macizo andino, para acercar a los lectores hacia los misterios escondidos en las entrañas de la Pachamama, salvo que esta vez no con historias narradas en el género del cuento ni la novela, sino a través de relatos dialogados que le permitieron al Tío cobrar vida y expresarse con voz propia sobre un abanico de cuestiones que traslucen sus más genuinos pensamientos y sentimientos.

Debo confesarles que, a poco de retornar de Europa, visité una de las minas en el Cerro Rico, que en otrora manaba ingentes cantidades del preciado metal, para conocer el hábitat natural del protagonista de mi obra, consciente de que el Tío, aparte de reunir todos los atributos que requiere un personaje literario, representa el mestizaje cultural y el sincretismo religioso entre el monoteísmo católico y el politeísmo de las civilizaciones precolombinas.

En Conversaciones con el Tío de Potosí, lejos de reflejar la realidad agobiante de las minas y la tragedia de los mineros, propongo textos contextualizados en un territorio hecho de mitos, leyendas y supersticiones, como si desde un principio hubiese optado por tener una mirada sesgada de la realidad, para luego recrearla y reinventarla, con un desparpajo que pone a prueba la destreza del narrador y la inteligencia del lector.

Cabe anotar que en el libro, cuyas conversaciones son los principales pilares que sostienen la estructura básica de los relatos, se destila una irreverencia inusual y un fino sentido del humor, cargado de una fuerte dosis de transgresiones éticas y morales, sin que por ello los pensamientos dejen de ser embellecidos por la imaginación y enardecidos por el alma de quien, sin más recursos que la honestidad y conocimiento de causa, intenta encandilar la mente incluso de los escépticos acostumbrados a cuestionar la cuasi verosimilitud de las obras construidas sobre los andamios de la realidad y la fantasía.

En Conversaciones con el Tío de Potosí, como en toda obra que nos acerca a los vericuetos de la condición humana, se plantean concepciones filosóficas de la vida cotidiana y se penetra en las manifestaciones subconscientes de los trabajadores del subsuelo, quienes, durante más de quinientos años de colonización, asimilaron las costumbres de los conquistadores ibéricos y conservaron las costumbres de las civilizaciones originarias. No en vano el Tío de la mina, que adquiere protagonismo a lo largo de la obra, se encuentra a medio camino entre la religión católica y las creencias paganas de las comunidades indígenas. Así como el catolicismo predica la doctrina de que el subsuelo está poblado de seres demoníacos, en las culturas originarias se admite también la existencia de seres subterráneos, pero no revestidos con los mismos atributos que los demonios descritos en las páginas bíblicas.

En este libro, como en otros de mi producción literaria, retomé la temática minera, procurando recrearla a partir de las aventuras y desventuras fantásticas de uno de los personajes más emblemáticos de la tradición popular boliviana: el Tío de la mina, celoso guardián de las riquezas minerales, que castiga sin contemplaciones, cuando no se ha cumplido con él. De ahí que los mineros, para no sufrir castigos, accidentes ni muertes, le rinden pleitesía y le conceden ofrendas al entrar y al salir de la mina. Mastican hojas de coca en su presencia y rocían aguardiente en su paraje, donde ellos mismos levantaron su estatuilla de greda y granito, sin ser alfareros ni escultores; más todavía, le concedieron propiedades y facultades que resultan del sincretismo entre las supersticiones de las culturas ancestrales y las creencias judeocristianas impuestas por los conquistadores.

El Tío tiene cuernos como los demonios, ojos redondos, colmillos afilados, orejas largas, pesuñas en manos y pies. Por lo general, está sentado en su trono y su cuerpo monstruoso exhibe uno de los atributos que mejor lo caracteriza: su miembro viril, extremadamente enorme, que en la visión de los mineros, además de ser un elemento de carácter erótico y culto fálico, tiene la función de fecundar a la Pachamama, la diosa andina de la tierra, y abrir los rajos con la misma fuerza con que el barreno de una perforadora penetra en las duras rocas de la montaña.

Conversaciones con el Tío de Potosí es un libro que ofrece conocimientos, entretenimiento y, lo más importante, un paseo literario por los laberintos de un personaje, mitad dios y mitad demonio, que puede moverse por doquier, con la misma maestría y sutileza de quien posee una personalidad omnipotente y poderes mágicos, capaces de envilecer a cualquiera que se deje conducir hacia el interior de la mina, hacia un tétrico submundo, donde los topos humanos explotan las rocas para hacerse de las riquezas minerales que le pertenecen a la Pachamama, al Tío y la Chinasupay, al menos, según las tradiciones de quienes están acostumbrados a rendirles culto a los elementos mágicos y míticos, reales y ficticios, vivos y muertos, de la cosmovisión andina.

En Conversaciones con el Tío de Potosí, este esperpéntico personaje, que habita en el mundo mágico y secreto de los mineros, aparece sentado frente a su interlocutor, dispuesto a deleitar con la versatilidad de su verbo. No deja de sorprender con su sabiduría en cada una de las conversaciones en las que fluyen las ideas y palabras con una enorme carga emocional. Es decir, la magia de la palabra permite que el Tío, a pesar de su aspecto demoniaco y sus poderes sobrenaturales, aparezca retratado desde una perspectiva humana, con sus luces y sus sombras, como si de veras fuera un interlocutor de carne y hueso, y no un personaje mitológico creado por la fuerza y el candor de la invención popular, deslumbrando con la magia de su verbo y sabiduría.

En las conversaciones que componen el libro, donde los diálogos están hilvanados con un lenguaje coloquial, cruzamientos narrativos, contrapunteos e intertextualidades, el lector podrá familiarizase también con las creencias y hábitos de los mineros, en los que destacan el carnaval pagano-religioso y la ch’alla, un ritual de ofrenda y agradecimiento a la Pachamama, la divinidad que entrega los frutos de su vientre a sus hijos terrenales, y al Tío de la mina, protector de las riquezas minerales y amo de los mineros, quienes, sentados alrededor de su trono, le rinden pleitesía ofrendándole hojas de coca, cigarrillos y aguardiente, a modo de congraciarse con él, a quien lo veneran tanto como al misericordioso Tata Q’aqcha.

Conversaciones con el Tío de Potosí, además de ser un volumen que enseña y entretiene, es un justo homenaje a la Villa Imperial y al Cerro Rico, donde todavía reina el Tío, haciendo gala de su milenaria existencia y su poder infinito, mientras el afamado cerro, en cuyas faldas se levantaron las primeras casas de la Villa Imperial de Potosí, hoy mira a sus habitantes con un gesto de tristeza y melancolía, como diciéndoles que todo lo que un día empieza siendo grande, otro día termina siendo pequeño, que la riqueza termina en la pobreza y que todo lo que tiene un comienzo está condenado a tener un final.

El Tío, sin lugar a dudas, es uno de los personajes más insólitos en las minas potosinas, donde encontré la veta más rica del imaginario popular, para luego explotarla y usarla como materia prima en la elaboración de mi obra literaria que, analizada desde cualquier punto de vista, no es otra cosa que el rescate de la memoria colectiva y la demostración de que sí existe un realismo fantástico en el ámbito minero, cuya exuberancia se experimenta a través de la simbiosis inherente entre los trabajadores del subsuelo y el protagonista de mi obra, que no solo es una de las deidades mitológicas más significativas de las culturas ancestrales, sino también el dios-diablo recluido en las dantescas galerías de la mina.

El Tío, a estas alturas de mi vida, se ha convertido en un personaje literario que, como reiteré en varias ocasiones, no me deja ya vivir en paz, ni de día ni de noche, exigiéndome que lo universalice, de una vez y para siempre, a través de mis relatos que revelan su potestad en el interior de la mina y su fuero interno hecho de asombro y maravilla. Por eso mismo, volví a retomarlo, con pelos y señales, en Conversaciones con el Tío de Potosí, que, a decir verdad, es una suerte de testimonio de las desgracias y los milagros que definen su existencia en el imaginario popular, donde la ficción y la realidad parecen las dos caras de una misma moneda.

Conversaciones con el Tío de Potosí, sin ser blasfema con las religiones oficiales, es un libro que aborda temáticas que cuestionan las verdades absolutas acuñadas por las Sagradas Escrituras, desde una perspectiva humanista y libre de prejuicios sociales, culturales, raciales y sexuales. Es, en resumidas cuentas, un libro que busca un asidero en la memoria de los lectores deseosos por compartir los diálogos que conforman las páginas de Conversaciones con el Tío de Potosí, cuya fuerza narrativa está sustentada por el estilo del autor y la lucidez verbal de uno de los principales protagonistas de la mitología minera.

miércoles, 11 de septiembre de 2024

SEGUNDA EDICIÓN DE CUENTOS DEL MÁS ALLÁ

El Grupo Editorial Kipus acaba de lanzar la segunda edición de Cuentos del más allá, del escritor Víctor Montoya. La obra, cuya primera edición fue publicada el año 2016, tuvo una excelente acogida entre los lectores de la literatura de terror, debido a que los cuentos de espanto y aparecidos tienen la fuerza de tocar las fibras más sensibles de la condición humana.

La lectura de los Cuentos del más allá, además de generar miedo y suspenso en el lector, evoca a las viejas narraciones de la tradición oral, que surgieron en el seno de nuestras culturas desde tiempos inmemoriales.

Esta segunda edición, destinada a los jóvenes y adultos, es una nueva apuesta del Grupo Editorial Kipus en tiempos en que las nuevas tecnologías de información y comunicación han atrapado la atención de los lectores con libros digitales, que abundan en las redes de Internet, en desmedro de las publicaciones en soporte papel.

Los editores, con esta segunda edición de Cuentos del más allá, demuestran que todavía es posible motivar el hábito de la lectura con libros impresos de manera tradicional, ya que una cosa es leer un libro en la pantalla de la laptop y otra muy distinta la sensación y el placer de tener un libro físico entre las manos.

El escritor Víctor Montoya, que tiene varios libros publicados por la misma casa editorial, mostró su satisfacción por esta nueva entrega de su obra, donde la realidad y la ficción parecen el anverso y el reverso de una misma moneda, al menos si se considera que los cuentos recrean el imaginario popular desde una perspectiva literaria, pero conservando la esencia de las supersticiones de quienes creen en la existencia de seres sobrenaturales y en espíritus que, una vez llegados del más allá, deambulan en el reino de los vivos.

Los interesados en adquirir el libro, pueden llamar a los siguientes números de la Editorial Kipus: Telf.: 4731074 – Cel.: 79956722

jueves, 29 de agosto de 2024


MICROTEXTOS IV

Sapo y Bestia

Soy el sapo a la espera de un beso de la Bella. Si la Bella no me estampa un beso, seguiré siendo la Bestia con aspecto de sapo, un sapo que no deja de maldecir ni llorar su maldita suerte que, más que mala suerte, es el castigo de una bruja con poderes mágicos y su varita de diosa.

El alcohol

Desde que entró en contacto con el olor del alcohol, por medio del aliento de su abuelo, quien lo levantaba en sus brazos para besarle en la mejilla, tenía la vida marcada por ese sustituto del amor de sus padres, que lo abandonaron desde su más tierna infancia. Nunca tuvo un pezón en la boca, sino su dedo pulgar como único chupón.

Años después, apenas cruzó el umbral de la pubertad, él mismo se llevó el gollete de la botella a la boca y sorbió el embriagador elixir hasta ingresar en un mundo de alucinaciones, satisfacción y olvido.

Desde entonces, como el niño vuelve a la mamadera siempre que lo necesita, él volvía cada vez a la botella, un efectivo sustituto del amor de sus padres, quienes un día se marcharon para no volver más, como él nunca más se separaría del alcohol por el resto de sus días.

El zoólogo

Desde que tuvo uso de razón, quería ser el zoólogo de los zoólogos; cortejar como un pavo real, atrayendo a la pareja con su brillante plumaje; hacer el amor como un chimpancé, con todas las hembras de la manada, sin respetar las normas de la monogamia; tener hijos a montones como un conejo en cautiverio, pero sin dejar de soñar con una yegua de fabulosas ancas, capaz de enloquecer a cualquier mancho y girarse con el movimiento de ballena en la cama, hasta quedar con los ojos contra la pared y la cola expuesta ante la lujuriosa mirada del zoólogo.

El otro dinosaurio

Cuando despertó, el hombre ya estaba muerto.

El Hijo de Dios

Cuando María concibió al hijo de Dios, magdalena se preguntó:

–¿Dónde estaba José cuándo esto sucedió?

–En su carpintería –contestó Judas–. Haciendo Pinochos como yo.

Hijo del vecino

–¿Por qué mi hijo no se me parece en nada? –preguntó el hombre.

–Cómo se te va a parecer –contestó la mujer–, si su padre es el vecino.

Día del Mar

¡Un, dos, tres!…

Los niños marcan el paso y el desfile cívico, en homenaje al Día del Mar, se hace interminable.

¡Un, un, un, dos, tres!…

Los niños siguen marcando el paso y la voz de mando del profesor, agobiado bajo el calcinante sol de la mañana, pierde fuerzas y se oye cada vez más lejana que las olas del mar cautivo.

La Vieja

La Vieja –diablesa– es la querida del Tío de la mina. Es malvada y perversa. Celosa de las mujeres que entran en su reino y jueza implacable de los mineros que no cumplen con ella ni con el Tío. Es tan poderosa como la Pachamama y más temida que el soberano de las galerías.

El minero sabe que la Vieja es rencorosa y vengativa si no se le guarda respeto ni veneración. Pero cuando ella se encapricha y se pone dura como la roca, el minero puede perder la paciencia y maldecir:

–¡Vieja, gran puta! ¡Te taladro y taladro, pero tú no te no te abres ni me muestras tu veta llena de riquezas minerales!

El minero puede putear y putear, pero ella se hace el del otro viernes, hasta que él, la coca amargada en la boca y al borde de un ataque de nervios, se atreve a insultarla con palabras soeces. Entonces ella reacciona y castiga con lo que mejor sabe hacer: un derrumbe en la galería, una explosión de dinamitas o una caída en un “buzón” del que nadie sale con vida.

La Vieja, que representa el otro lado de la vida y la destrucción de la felicidad humana, es más malvada que el Tío, menos benevolente que la Pachamama, y no perdona el desprecios ni los insultos de grueso calibre; por cuanto no vale la pena que el minero la maldiga, porque la maldición, tarde o temprano, se vuelver hacía él como un bumerang.

miércoles, 21 de agosto de 2024


TÍO MÍO

Este Tío, que parece haber dejado su traje de luces en algún paraje de la mina, no lleva pañoleta en el cuello ni pechera llena de lentejuelas resplandecientes como el sol; tampoco viste pollerín, con una faja llena de monedas tintineantes en la cintura; no usa buzo ceñido a las nalgas y piernas; no lleva una blusa con piedras de fantasía ni hilos plateados de Milán; no lleva guantes rojos con manguetas bordadas en las muñecas ni tiene botas cortas, con espuela en el tacón izquierdo; tampoco lleva una capa con alimañas que forman parte de la iconografía de los mitos ancestrales; no tiene pañoleta bordada en la mano derecha ni una serpiente en la mano izquierda.

Este Tío, con aspecto de diablo, no necesita usar peluca ni lucir alimañas como víboras, sapos, lagartos y hormigas –seres de la mitología de los urus–; tampoco tiene una máscara multicolor confeccionada en hojalata, ni pequeños cuernos de carnero, ni piel de cabra, ni nariz ni caninos de cerdo. Le basta con tener el semblante de ferocidad y espanto, cuernos retorcidos, ojos saltones y orejas de asno, ya que su rostro, así como se contempla en esta estatuilla, parece salido del mismísimo infierno, con un aspecto que, si se lo escruta de cerca, parece una obra de arte; tiene un falo respetable y los labios al borde de pronunciar palabras profanas destinadas a herir, como lanzas con puntas de pedernal, el corazón de los creyentes y guerreros de Dios.

Si bien podemos coincidir en que tiene el aspecto de un auténtico ángel rebelde, también podemos coincidir en que luce una pinta impresionante y que la expresión de sus redondos ojos, brillantes y mirada penetrante, reflejan la vivacidad de su mente y alma, como si su cuerpo fuese el templo de todos los saberes y demonios juntos, dispuestos a salir a la superficie, escabulléndose entre los humanos, quienes lo miran con hondo temor y lo reprochan por haberse rebelado contra el divino poder de las alturas.

Eso sí, debe quedar clarito que este Tío no es la personificación del Mal, tampoco es una fuerza hostil ni destructiva, menos una serpiente venenosa, un dragón de siete cabezas o un dios de magia negra. Es, contrariamente a lo que muchos piensan, la deidad de las culturas ancestrales, el Supay de la cosmovisión andina, el soberano de las profundidades y el dueño de las riquezas minerales.

Si en algunas estatuillas tiene cola, cuernos y patas de cabra, es porque la catequización de los indígenas influyó en el imaginario de las culturas ancestrales que fueron colonizadas por los inquisidores, que impusieron la imagen de Satanás, comparándolo con el Tío, mientras combatían las creencias indígenas calificándolas de idolatrías paganas, que debían ser exterminadas a sangre y fuego, usando la cruz y la espada como las mejores armas más efectivas de la conquista y la catequización.

Los estudiosos de la mitología minera concluyen en que el Tío es una suerte de metamorfosis de Wari, conocido en la tradición oral de los urus como el dios de los camélidos y los habitantes del lago Poopo, que sobrevivieron a los embates de aymaras, quechuas y españoles. Es un dios indígena a quien los mineros, igual que los mitayos de antaño, le ofrendan alimentos líquidos y sólidos, en rituales que no son satánicos, sino actos de veneración para que les conceda vetas ricas en minerales, el principal sustento de las familias mineras.

Ya dijimos, en repetidas ocasiones, que durante la colonia fue confundido con el diablo de la cultura cristiana, que los conquistadores trajeron en sus carabelas junto a la Biblia, los caballos y los cañones. Con la conquista, además de llegar un nuevo idioma al Abya Ayala, llegó también la moral cristiana y una nueva forma de ver las relaciones humanas –según los principios basados en las Sagradas Escrituras–, la misma moral sustentada por los poderes de dominación en la Europa medieval. Desde entonces, toda conducta que atentara contra la fe cristiana fue considerada como un acto inmoral y una amenaza contra los mandatos de la sagrada familia; por ejemplo, toda forma de relación carnal al margen de lo establecido por los jerarcas de la Iglesia no solo era calificada como un acto sacrílego, sino que el acusado era condenado a atroces torturas o a la hoguera por irreverencia y perversión.

Los conquistadores, una vez impuesta la presencia del diablo en las comunidades originarias, con todas sus características de maldad y fealdad, propagaron la leyenda negra de que el Supay o Wari era el mismísimo demonio, generador de vicios y maleficios, y que, por lo tanto, había que combatirlo y destruido a nombre de Dios, para evitar que permaneciera en la mente y el corazón de los nativos, que ofrecían ritos en su honor, sin obedecer las recomendaciones del clero y el virreinato.

Aunque los catequizadores se empeñaron en compararlo con el demonio bíblico, este Tío no tiene la marca de Satanás ni su número de ficha es el seiscientos sesenta y seis (666); tampoco vino al mundo para tentar a nadie, ni develar la hipocresía y doble moral de los falsos profetas, ni evitar que los sabios alcancen la iluminación y destruyan su Ego. Eso sí, a veces, atenido a su sabiduría por causa de su esplendor, pretendía asemejarse al Supremo todo poderoso, procurando milagros en el interior de la mina, en su afán de proporcionarles a los topos humanos los mejores filones del preciado metal.

El Tío, convertido en el Lucifer de la danza de la diablada en el Carnaval boliviano, es un personaje que corresponde al sincretismo religioso entre la tradición católica y el paganismo ancestral, y representa al dios y al diablo que habita en las galerías de la mina, donde los trabajadores le rinden pleitesía, ofrendándole lo que ellos mismos consumen durante la ch´alla y la wilancha, todo para tenerlo risueño y satisfecho, no como manda Dios, sino como manda el mismísimo Tío.

Algunos de los escritores de la narrativa minera –entre los que me encuentro desde siempre– lo han convertido en el personaje de sus poemas, cuentos, relatos y novelas, haciendo gala de los mismos recursos literarios del llamado realismo mágico, que tuvo a sus mejores exponentes en la generación del boom de la literatura latinoamericana de la pasada centuria. Así es como en mis novelas, cuentos y relatos, además de haber incursionado en el campo literario del llamado realismo social, he recreado mitos, leyendas y consejas del mágico mundo de los mineros, quienes, desde los albores de la colonia, empezaron a venerar al Tío, una deidad mitológica, mitad dios y mitad demonio, que reina en los tenebrosos socavones, donde los mineros dejan sus pulmones a cambio de un mísero salario.

Palabras más, palabras menos, lo único cierto e indiscutible es que esta escultura, que ven aquí y ahora, es mi Tío; es decir, mi propio Tío. Lo esculpí con mis manos, como si fuese un escultor sin serlo; más todavía, mientras lo esculpía, tenía la sensación de estar reivindicándolo de la maldad del fanatismo religioso, como si lo estuviese salvando del mismísimo infierno, evitando que las piedras de fuego lo devoraran hasta reducirlo a cenizas. Lo esculpí tal como llegó al mundo, por eso no tiene traje alguno cubriéndole su desnuda humanidad; no tiene un manto de piedras preciosas ni pechera hecha con rubí, topacio, diamante, crisólito, piedra de ónice, jaspe, zafiro, malaquita y esmeralda; algo más, no lleva pendientes labrados en oro ni querubines que engalanen su personalidad. No es bello ni perfecto. Es como lo ven, con la fealdad al límite de la monstruosidad, como si fuese el reflejo de una horrible pesadilla huyendo de la muerte. Es mi Tío, mi propio Tío, y lo quiero como al fiel compañero de mi vida, como se quiere a una mujer sin condiciones ni límites de tiempo.

sábado, 3 de agosto de 2024

MICROTEXTOS III

Un clavo saca otro clavo

El día que el amor se le escapó de las manos, como el agua entre los dedos, lloró sin consuelo, se rasgó las vestiduras y se arrancó los pelos de cuajo. Al cabo de un tiempo, superada la desilusión del alma y curadas las heridas del corazón, se metió en el mar y se bañó en la espuma de las olas, hasta que volvió a renacer y volvió a creer en el amor, porque cuando un hombre se va, otro ocupa su lugar, como si un clavo sacara otro clavo.

El Tío en mi vida y obra

El Tío de la mina se metió sigilosamente en mi obra literaria, como un personaje de contrabando, dispuesto a amargarme la vida.

¿Por qué te metiste en mi obra? –le pregunté intrigado–. ¿Para joderme la vida?

Me miró sonriente, enseñándome los colmillo y la lengua viperina. Encendió los ojos como focos de fuego y contestó enérgico:

–¡No fue para joderte la vida, sino para joderte la obra!

La amada

Todas las noches, como recién salida de la más pura niebla, estaba siempre cariñosa y fresca, como recién bañada por el rocío del alba.

La bruja y el parroquiano

La joven bruja, después de haber volado toda la noche, aterrizó en la puerta de una cantina, se desmontó de la escoba, se acercó a un parroquiano, que apenas podía sostenerse de pie, lo agarró por las solapas y lo suspendió en el aire como a un estropajo.

–Ahora vienes conmigo –le dijo con voz de miel.

–¿Y por qué yo? –preguntó muerto de miedo.

–Porque quiero que lo conozcas a mi amo.

–¿Al Diablo?

–Sí –contestó–, al que te da de beber a cambio de comerte el alma.

El parroquiano tocó el suelo con la punta de los zapatos y lloró desconsoladamente, porque solo llorando podía salvarse del castigo del Diablo y no volver a caer en las garras del alcohol.

Enloquecer por amor

Los hombres saben que una cosa es enloquecer por el amor de una mujer y otra muy distinta enloquecer por el desamor de alguien de sentimientos gélidos y corazón de hielo.

Sonido nasal

Juan le pidió a Pedro taparse con los dedos las fosas nasales y luego pronunciar, sin cerrar los ojos y a todo pulmón, la palabra punta.

Pedro se tapó la nariz, pronunció a viva voz la palabra punta y no se lo pudo creer el sonido nasal que transformó la palabra.

Torres

No construyas tu torre de Babel, creyendo alcanzar el reino de los cielos, si sabes que las torres, construidas con los ladrillos de las bajas pasiones humanas, conducen derechito al infierno, donde reina la confusión de las lenguas y las ciegas ambiciones terminan en cenizas.

Se fue para no volver

Porque estás que te vas, y te vas./ Y te vas, y…/ Y no te has ido, tarareó la canción de Alfredo Jiménez, mientras se duchaba con agua tibia. Después se vistió con la elegancia de siempre, cogió las maletas que estaban listas. Sujetó la empuñadura de la puerta, la abrió y la cerró a sus espaldas. Esta vez se fue para no volver, sin recordar la sentencia que su mujer le repitió hasta el cansancio: Al ausente, por muerto le da la gente, así se lo haya amado con todas las fuerzas de la razón y el corazón.

miércoles, 17 de julio de 2024

UNA CONFERENCIA DE PRENSA Y UN FOLLETO PARA HOMENAJEAR

A LAS VÍCTIMAS DEL GOLPE MITAR DE 1980

Hoy, 17 de julio, como parte de las actividades político-culturales que desarrolla el Archivo Regional Catavi, se rindió un ferviente homenaje en la población minera de Siglo XX, por medio de una conferencia de prensa, a las víctimas del golpe militar de 1980, cuando un grupo de paramilitares, asesorado por el criminal nazi Klaus Barbie, asaltó a mano armada el edificio de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB), ubicado en El Prado de la ciudad de La Paz, donde se reunían miembros del Comité de Defensa de la Democracia (CONADE).

Durante el asalto, además de causar heridos y destrozos materiales, se apresaron a varios dirigentes políticos y sindicales, y, como si fuese poco, se asesinó a mansalva al dirigente político Carlos Flores Bedregal, al líder socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz y al dirigente sindical Gualberto Vega Yapura, declarados póstumamente mártires de la democracia y la liberación nacional

Lourdes Peñaranda Morante, responsable del Archivo Histórico de la Minería Nacional de COMIBOL/Regional Catavi, aprovechó la conferencia de prensa, efectuada en la sede sindical de Siglo XX, para presentar el Nº 23 de la Serie de Literatura Minera, con dos textos del escritor Víctor Montoya y, en la contratapa, el poema El Padre Nuestro de un minero, que el cataveño Gualberto Vega Yapura escribió en 1976, mientras se encontraba encarcelado en la prisión de alta seguridad de Chonchocoro,

 El folleto, Gualberto Vega Yapura - Marcelo Quiroga Santa Cruz, es un justo homenaje a dos de las víctimas del golpe militar del 17 de julio de 1980. En la introducción se menciona que estos valerosos luchadores sociales, junto a otras víctimas del régimen criminal de García Meza y Arce Gómez, son símbolos del coraje y la lucha revolucionaria del movimiento obrero boliviano

La actividad impulsada por el Archivo Histórico de la Minería Nacional de COMIBOL/Regional Catavi, aparte de haber sido un excelente espacio para conmemorar a los mártires que ofrendaron su vida a la causa de la justicia social y la liberación nacional, ha demostrado que la memoria histórica de un pueblo se mantiene viva a pesar de los años y la impunidad en que quedaron varios de los crímenes de lesa humanidad cometidos, entre otros, por las dictaduras militares de los años ´60, ´70 y ´80 de la pasada centuria.

La nueva publicación de la Serie de Literatura Minera, cuyo primer número, dedicado a la masacre minera de San Juan de 1967, salió a luz en junio de 2016, es una prueba más de la infatigable labor del Archivo Regional Catavi, que no ha dejado de rescatar ni difundir la historia concerniente a la realidad minera del norte de Potosí, donde nació, creció y se formó políticamente el dirigente obrero Gualberto Vega Yapura, quien trabajó en la Empresa Minera Catavi y fungió como secretario de culturas de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia, hasta el día en que fue abatido a tiros por los mercenarios al mando de los criminales Luis García Meza y Luis Arce Gómez.