VICTOR MONTOYA
LA CUEVA DEL TIO DE LA MINA
lunes, 18 de noviembre de 2024
EL
SIMPÁTICO MENSAJE DE UNA LECTORA
Cierto
día, una atenta lectora de mi obra, residente en Francia, me envió un mensaje a
mi correo electrónico, solicitándome la dirección del Grupo Editorial Kipus de
Cochabamba, para pedir mi libro Cuentos de la mina, cuyo contenido le
interesaba desde todo punto vista. Tiempo después, el libro llegó a sus manos en un sobre Manila,
con la dirección del remitente, los sellos del correo y las estampillas
correspondientes.
La
lectora no tardó en mandarme otro amable mensaje, agradeciéndome por haberle
facilitado la adquisición del libro; más todavía, tomó una fotografía del sobre
y de la portada del libro y me la envío en formato JPG., junto a un breve y
simpático mensaje, que transcribo a continuación:
Has llegado Víctor,
en forma de palabra,
y, seguro, has
llegado para quedarte,
seguro, no solo
en mí,
sino en todos
aquellos con los que
pueda
compartirte.
Suerte la mía.
Infinitamente
agradecida.
milamores&milcariños.
Isamil9
La lectora me sorprendió con este detalle que siempre es un júbilo para cualquier escritor que, más allá de las fronteras nacionales, cuenta con lectores/as que leen su obra con inusitado interés.
domingo, 10 de noviembre de 2024
EL TÍO DE LA MINA EN MONTREAL
Mi amigo Michel Gladu, canadiense con amores en Bolivia,
me contó que mientras paseaba por el Jardín Chino, un día de otoño, disfrutando
del espectáculo de La Magia de los
Faroles, que cada año tiene lugar en el Jardín Botánico de Montreal, se vio
sorprendido por algo que le pareció inusual.
Ya había recorrido por caminos sinuosos, adornados de
linternas rojas y ovaladas, ya había atravesado por una montaña artificial, un
pequeño lago y un edificio de viviendas con una colección de bonsái y penjing,
acompañado por el ritmo del melodioso lamento del erhu y guiado por hermosas
mujeres ataviadas con ropas de seda, cuando, de repente, en un retirado recodo
del Jardín, tropezó con un árbol en cuyo tronco, que parecía estar siendo
devorado por las hormigas, divisó la imagen del Tío de la mina, con el miembro
viril erecto y un ojo abierto, como atisbando de sesgo a los visitantes del
Jardín Botánico.
Primero pensó que el árbol, de macizo tronco y abundante
follaje, adolecía de alguna enfermedad o defectuosidad natural, pero después
pensó que lo que tenía ante sus ojos era una verdadera maravilla. Lo contempló
por un instante y, como atravesado por un rayo, llegó a su mente la idea de que
se trataba de un árbol monstruoso, dentro del cual se escondía el guardián del
Jardín, con un aspecto semejante al del Tío de la mina.
Al día siguiente, volvió al lugar y tomó una fotografía
desde el ángulo más perfecto y retrató la insólita imagen que parecía no haber
advertido ningún otro visitante del Jardín Botánico, debido a que ellos, sin
verlo ni saberlo, pasaban y repasaban por ese lugar de apariciones mágicas.
¡Qué raro!, se
dijo... ¿Nadie lo ha visto? Quizás,
porque la imagen, como tallada en el tronco, solo puede verse desde un ángulo
especial, ése que él descubrió la noche de La
Magia de los Faroles.
Es el Tío, se
volvió a decir, sin dudar un solo instante. ¿Y
cómo habrá llegado hasta aquí?, se preguntó una y otra vez.
La respuesta es que el Tío está en todas partes sin estar
en ninguna. Sólo quienes quieren verlo y conocerlo, tienen la oportunidad de
encontrarlo donde menos se lo imaginan, como en el tronco de este árbol que
está lejos de las minas de la cordillera andina y tan cerca de la provincia de
Quebec, entre el río San Lorenzo y la Rivière des Prairies.
miércoles, 6 de noviembre de 2024
CINCO AÑOS DE LAS MASACRES EN SACABA Y SENKATA
Se cumple un año más de los luctuosos acontecimientos de
octubre-noviembre de 2019, cuando la colectividad nacional reaccionó ante un
supuesto monumental fraude electoral,
cometido por el candidato del partido gobernante, que procuraba perpetuarse en
el poder por medios reñidos con los procesos democráticos que legitiman el voto
de los ciudadanos que, convocados a las urnas electorales, deciden, en absoluta
libertad, la suerte del futuro gobierno y el destino del país.
Rememorar los sucesos en Sacaba y Senkata, que
conmocionaron a la ciudadanía en general, implica volver la mirada hacia los
antecedentes y las consecuencias de la crisis del Estado Plurinacional de
Bolivia que, tras las elecciones presidenciales de 2019, derivó en actos
violentos entre el 21 de octubre y el 24 de noviembre. En tales circunstancias,
las fuerzas militares y policiales, destinadas a romper los bloqueos de la
resistencia organizada, abrieron fuego contra la población civil, causando
decenas de caídos y un reguero de heridos, mientras otros eran arrestados,
entre golpes e improperios, acusados de promover actos de terrorismo en el país.
Escribir sobre una de las etapas más violentas de la
historia contemporánea de Bolivia, es una forma de recuperar los testimonios
personales y la memoria colectiva, en afán de realzar la conciencia política de
un país que, a pesar de los diversos Golpes de Estado y los baños de sangre,
supo sobrevivir de pie y nunca de rodillas, sobreponiéndose a los designios de
quienes pretendían volver la rueda de la historia hacia el pasado sombrío,
donde pocos tenían mucho y muchos no tenían nada.
Los crímenes de lesa humanidad, perpetrados por las fuerzas
represivas del Gobierno de Transición
en Sacaba y Senkata, fueron viralizados por los medios de prensa y las redes
sociales, no solo porque los disparos estaban dirigidos contra el pueblo
desarmado y vulnerable, sino también porque los principales actores eran los
sectores convulsionados que se identificaban con las causas justas y las
libertades democráticas en un Estado de Derecho.
A cinco años de los trágicos sucesos en Sacaba y Senkata, en octubre-noviembre 2019, es menester discutir y reflexionar en torno a esos dolorosos procesos sociopolíticos, que ojalá no vuelvan a repetirse ni a enlutar en mantos de sangre y melancolía al pueblo boliviano. No es lógico ni justo que las familias de las víctimas caídas en los enfrentamientos de Sacaba y Senkata, donde los mandos militares y policiales, amparados por el Decreto Supremo 4078, promulgado por el Gobierno de Transición”, cometieron una abominable masacre en pleno siglo XXI; por cuanto los responsables deben ser juzgados con todo el rigor de la ley, para que los funestos hechos no queden en el olvido ni en la impunidad, para que las víctimas y sus familiares encuentren la verdad y la justicia, y para que el mundo entero sepa que la libertad y la soberanía de un pueblo no se matan a golpes de porra ni con el lenguaje de las armas de fuego.
viernes, 1 de noviembre de 2024
MICROTEXTOS
V
Los
sapos
En
mi colección de sapos, hay dos que se diferencian del resto; el primero, de
piel rechoncha y ojos colorados, representa el pecado y la muerte, y, como el
demonio del mundo bíblico, puede encarnarse en los humanos; el segundo, de piel
lisa y mirada tierna, representa el amor y la buena fortuna, y, como las
deidades sagradas del mundo andino, puede conceder deseos solicitados y
convertir en realidad los sueños de los humanos.
Biocidio
Estaba
cansado de los perros que deambulaban por el parque, donde él iba a sentarse en
un banco para tomar un baño de sol, hasta que un día se le ocurrió una criminal
idea: agregar clavos a panes y venenos a salchichas, para luego depositarlos en
diferentes puntos del parque. Los perros ingerían estos alimentos, se tiraban al suelo entre estertores de agonía y, como
es de suponer, sufrían una dolorosa muerte.
La
tortura
Le
infligían feroces torturas, obligándolo a confesar todo lo que sabía sobre las
armas escondidas en una galería de la mina, pero él no decía nada, lo negaba todo
a pesar de las evidencias que tenía la policía, debido a las confesiones de un
delator, quien prefirió soltar la lengua antes que morir en la cámara de
torturas.
Pedagogía
de la liberación
Los
libros y la alfabetización son instrumentos de liberación, al menos así los
concebía el pedagogo Paolo Freire, quien sostenía la teoría de que la
emancipación de los oprimidos se daría por medio del aprendizaje de la lectura
y la escritura; procesos educativos que no solo debían ser un privilegio de las
clases dominantes, dedicadas a decidir sobre los aspectos políticos, sociales,
económicos y culturales de la nación oprimida, sino también un derecho de las
grandes mayorías que, desde siempre y de manera injusta, estaban excluidas de
los poderes de decisión del mal llamado Estado
de Derecho.
Antología
En
una antología literaria, como en toda selección arbitraria, están presentes
autores que no merecen figurar en sus páginas y están ausentes quienes sí
merecen ocupar ese lugar por méritos propios. Por lo tanto, como en todo
material basado en parámetros relativos y no absolutos, en una antología no son todos los que están ni están todos
los que son.
Los
críticos
Los
denominados críticos literarios,
quienes, en lugar de escribir sus propias obras, se dedican a criticar las
obras de los demás para hacer de este oficio una forma de vida, como los
parásitos que se alimentan de la sangre de otros animales activos. Los hay
quienes, creyéndose tener patentado en el uso de la palabra escrita, como si
fuesen amos y dueños de la lengua, hacen críticas con las vísceras y no con el
cerebro, aun sabiendo que entre brujos no
se miran la suerte ni perro come
carne de perro.
Relatores
de fútbol
Son
verdaderos inventores del idioma, donde el vocabulario es una suerte de
pirotecnia verbal, y se puede aseverar que la narrativa deportiva no es menos
ni peor que la literatura llamada culta;
por el contrario, algunos de los relatores de los partidos de fútbol son
ingeniosos y manejan un lenguaje dinámico y espontáneo que nada tiene que ver
con las rígidas normativas gramaticales establecidas por los académicos. Los
relatores son capaces de pintarnos el escenario de un campo deportivo y
transmitirnos el partido de fútbol con un lujo de detalles, que nosotros,
escuchándolos por radio, somos capaces de imaginarnos las gambetas, los pases y
los goles, como si de veras lo estuviésemos presenciando en primera persona y
con nuestros propios ojos.
Los
andariveles
Siempre
que miraba las cabinas del teleférico en la ciudad de La Paz, deslizándose por
gruesos cables que se extendían de un extremo a otro, me acordaba de los
andariveles metaleros que conocí en mi infancia en las minas de Siglo XX y
Catavi; con la diferencia de que los andariveles, que corrían enganchados a
cables bien tensados y herrumbrosos, en lugar de transportar pasajeros,
llevaban los deshechos de la concentración de mineral hacia los desmontes de
granza, conocidos con el nombre genérico de colas,
que crecían cerca de los campamentos mineros y parecían cerros sobre los cerros
de la cordillera.
Brujo
pactado
Soy
el único brujo que mantiene pactos con el Diablo. No te dejes sorprender por
mis falsos imitadores, que son simples embaucadores. Te prometen todo pero nada
cumplen. Para mí no existe nada imposible. Con el amuleto que me lo entregó en
exclusiva el maligno de las tinieblas, descubro con quién te engaña tu esposa o
marido, tu amante o enamorada. Logro los amarres sexuales para los tres sexos,
con el elixir del narciso negro compactado. Pongo de rodillas a tus pies a la
pareja que te hace sufrir, con una gota de pócima negra para atraer, conquistar
y poseer el cuerpo y el alma de la persona amada. Yo triunfo donde otros han
fracasado.
Hacer
poco y ganar mucho
En
Bolivia se gana mucho, pero mucho dinero, si uno tiene un trabajito como
Senador o Diputado de la Asamblea Plurinacional. Basta con trabajar dos o tres
días a la semana, para embolsillarse mensualmente más de 20.000 Bs. Desde luego
que estos representantes de las organizaciones políticas y sociales, así no
tengan la educación idónea para ejercer como Padres de la Patria, y gobernar a los bolivianos y bolivianas como
manda la Ley, se dan ínfulas de ser los mandamases en las esferas del poder
político. Pero lo que más rabia da es que se atribuyan la misión de ser los
representantes de los más pobres y marginados de este pobre país. Para estos
bellacos, que velan más por sus propios intereses que por los intereses de las
mayorías, es muy fácil hablar, con 20.000 Bs. en los bolsillos, de la pobreza
de los pobres. ¡Ay, carajo! ¡Qué bronca dan estos tristes payasos que hacen
poco y ganan mucho! Definitivamente, y para que lo sepa todo el mundo, estos
vividores y buscapegas no son los Padres
de la Patria, sino unos recontraidiotas que gobiernan sin ton ni son.
Cura
pederasta
Ella, la ama de llaves del internado de niños huérfanos de la Compañía de Jesús, ubicado no muy lejos de la ciudad, solía contar con gran pasión de las bondades divinas del sacerdote Stefano Corleone. Contaba que el misionero jesuita dedicaba su vida y tiempo a los niños pobres, ladrones, pordioseros, cleferos, tullidos, enfermos... Pero lo que no contaba era que, por las noches, el cura pederasta los invitaba a su cuarto, donde les besaba y desnudaba, toqueteándoles las partes íntimas, hasta que satisfacía sus bajos instintos, recomendándoles que no dijeran nada a nadie, que debía ser un secreto entre ellos, que la relación carnal era normal, que solo debían rezar mucho, que Dios los amaba y él también...
jueves, 17 de octubre de 2024
VÍCTOR MONTOYA EN LA I FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO,
ARTE Y CULTURA DE ORURO 2024
El
escritor Víctor Montoya participará como invitado en la I Feria Internacional del
Libro, Arte y Cultura de Oruro 2024, donde dictará
una conferencia en torno a La Narrativa Minera en Boliviana. El evento está organizado por la Gerencia del Campo
Ferial 3 de Julio FNI-UTO. En el lanzamiento público de esta importante
actividad cultural estuvieron presentes las autoridades Departamentales,
Municipales y de la Universidad Técnica de Oruro, junto a los representantes de
Educación y Cultura. La Feria se realizará del 24 al 27 de octubre en el Campo
Ferial 3 de Julio, con el encomiable propósito de fortalecer el hábito de
lectura entre los habitantes de la población orureña y, asimismo, con el
objetivo de contribuir a la difusión de la producción intelectual de los
escritores de los más diversos géneros literarios.
Apuntes sobre el
autor
Víctor Montoya (La Paz, 1958). Escritor, periodista cultural y pedagogo. Vivó desde su infancia en las poblaciones de Siglo XX y Llallagua, al norte de Potosí, donde compartió la lucha de los trabajadores mineros. Durante la dictadura militar de los años ´70, fue perseguido, torturado y encarcelado. Estando en la prisión escribió su libro de testimonio Huelga y represión. Fue exiliado a Suecia en 1977. Es autor de más de una veintena de obras entre novelas, cuentos, ensayos y crónicas. Dirigió las revistas literarias PuertAbierta y Contraluz en Estocolmo. Es miembro del PEN-Club Internacional, la Sociedad de Escritores Suecos y la Academia Boliviana de Literatura Infantil y Juvenil. Su obra está traducida a varios idiomas y tiene cuentos en antologías nacionales e internacionales. Está considerado como uno de los principales impulsores de la moderna literatura boliviana. Escribe en publicaciones de América Latina, Europa y Estados Unidos.
lunes, 7 de octubre de 2024
PRESENTACIÓN DEL LIBRO GUILLERMO LORA,
EL ÚLTIMO
BOLCHEVIQUE, VOL. 2
En
la ciudad de El Alto, como era de esperarse, se presentará el libro Guillermo
Lora, el último bolchevique, Vol. 2, del periodista Ricardo Zelaya Medina.
El evento se realizará el martes 8 de octubre, a Hrs. 18:30, en el Centro ALBOR Arte y Cultura (zona Villa
Tejada Rectangular, Av. Cívica N° 517, frente a la iglesia Virgen del Rosario).
Los auspiciadores, junto al autor del libro, dieron a conocer que el escritor
Víctor Montoya será el único comentarista de la obra.
Guillermo
Lora (Uncía, 1922 – La Paz, 2009). Militante y dirigente del Partido Obrero
Revolucionario (POR) –fundado por José Aguirre Gainsborg en1935– desde
principios de la década de 1940 hasta su muerte
Fue uno de los intelectuales e ideólogos que más aportó en Bolivia, con
obras que son de indiscutible valor socio-político e histórico, y verdaderas
contribuciones en el ámbito del sindicalismo nacional y la organización
trotskista, que tanta influencia tuvo en la formación de la conciencia de clase
del proletariado y la formulación del programa revolucionario de los obreros,
campesinos y clases medias empobrecidas.
El
libro, con veinte nuevas entrevistas, elaborado con verdadera pasión y
paciencia por el comunicar y activista cultural Ricardo Zelaya Medina, es una
obra que no deja indiferente a nadie, sean estos militantes o simpatizantes del
POR o contrincantes políticos del líder trotskista, quien jamás traicionó sus
principios ideológicos ni retrocedió un solo milímetro ante las amenazas e
insinuaciones de la burguesía nacional y el imperialismo.
La
obra de Ricardo Zelaya Medina es una buena base y el principal referente para
quien se anime a escribir la biografía completa de Guillermo Lora,
revolucionario profesional y figura descollante en el escenario político de la
izquierda boliviana, no solo porque redactó la famosa Tesis de Pulacayo –documento aprobado en el Congreso Extraordinario
de la Federación
Sindical
de Trabajadores Mineros de Bolivia, en 1946, como el principal programa
sindical de lucha contra los regímenes de la rosca minero-feudal, que plantea
la necesidad de forjar la revolución y dictadura proletarias–, sino también
porque es el autor de la monumental Historia
del movimiento obrero boliviano, cuyos tomos son de lecturas obligaría para
quienes se interesan en conocer las épicas historias de los irreconciliables
enemigos del sistema capitalista.
Este
ideólogo del trotskismo nacional e internacional, además de habernos dejado un
regio legado de su genialidad en 70 tomos, la obra bibliográfica más extensa publicada
por un intelectual boliviano, era un magnífico agitador y panfletista. Publicó
semanalmente, y por más de medio siglo, el periódico orientador y organizador Masas, un panfleto partidista que tenía
–y sigue teniendo– una considerable difusión en las minas, el campo y las
ciudades.
Las opiniones vertidas por los veinte entrevistados, que forman parte de la obra Guillermo Lora, el último bolchevique, Vol. 2, de Ricardo Zelaya Medina, echan más luces sobre la personalidad y compromiso revolucionario del histórico dirigente del Partido Obrero Revolucionario (POR).
miércoles, 2 de octubre de 2024
EL
CHOCO DE CIUDAD SATÉLITE
Cualquiera
que cruce por la Plaza Bolivia, ubicada frente al Mercado Satélite de la ciudad
de El Alto, verá en un predio cercado por barras metálicas, bajo la sombra de
un árbol de tronco torcido, una plaqueta cuyo texto reza: Choquito, amigo fiel, te ganaste el cariño de todos los que te
conocimos. Esta esquina fue tu morada y perdiste tu vida por defenderla. Nunca
te olvidaremos. Siempre estarás en nuestros corazones. Eres el ángel de los
perros abandonados. 22 de octubre 2024.
El
perrito se llamaba Choco –pero le decían Choquito, en diminutivo y con cariño–,
porque lucía castaño pelambre desde la cabeza hasta las patas; era de raza
mestiza y de regular parada, de esos que son vivaces, armoniosos, valientes y
desbordantes de vitalidad, Alcanzó su plenitud cuando aprendió a vivir en la
calle, como basura de nadie. Creció desde cachorro en la plaza principal de
Ciudad Satélite; tenía la mirada tierna y algo triste, el ladrido grave y
potente, pero no mordía a nadie, respiraba cariño por todos los poros del
hocico y batía el rabo al contacto de la primera caricia.
Choco
era un animal juguetón desde siempre, adoraba a chicos y grandes, estaba
siempre dispuesto a defenderlos de las acciones delictivas de los malhechores.
Soportaba la diablura de los niños y las majaderías de los adultos; era
tolerante con los bebedores consuetudinarios y huidizos con las personas
acostumbradas a la práctica constante del maltrato animal.
Los
vecinos de la zona lo querían, quizás, más que a sus propias mascotas.
Confesaban que era un fiel amigo de quienes lo trataban con cariño y le daban
de comer, incluso quitándose de la boca, lo mejor de lo mejor. Él no aceptaba
huesos ni restos de comida, prefería las hamburguesas especiales y los pollos
al espiedo. Más de un vecino, solo para mimarlo y mostrarle su afecto, accedía
a sus gustitos y se rajaba algunos
pesos.
Los
y las comerciantes del Mercado Satélite cuentan que Choquito era cariñoso y
manso con las personas que le dispensaban su cariño y era esquivo con las
personas que lo maltrataban, como con aquellos que, a sus 13 años, lo hirieron
a puntapiés y cuchilladas, intentando arrebatarle la vida; dramática situación
a la que sobrevivió gracias al oportuno socorro de unos buenos vecinos y la
oportuna intervención de un buen veterinario, quien logró rehabilitarlo y
ponerlo otra vez con las patitas en la calle.
Si
alguien quería adoptarlo, el perrito se hacia el esquivo. Si alguien se lo
llevaba a casa, el perrito se daba modos de huir al primer descuido. Estaba
acostumbrado a vivir en la calle como un vagabundo, más bien, como un
vagamundo. Así vivió por muchos años, hasta que una de esas noches, en que todo
transcurría de manera normal, un antisocial de instintos criminales, que desde
hace tiempo lo tenía en la mira, lo abordó por atrás y le asestó, con
ensañamiento y alevosía, un certero cuchillazo en el cuello. El perro lanzó un
chillido de dolor y, de pronto, se tumbó contra el suelo. Ahí nomás se apagó su
potente y sonora voz, como un eco que muere ahogado entre los borbotones de
sangre que empapaban su apelmazada pelambre.
Al
clarear el día, los peatones lo encontraron tirado en la plaza y nadie pudo
hacer nada para devolverlo a la vida. La gente lamentó su muerte, las protestas
no se dejaron esperar, los corazones se rompieron, de los ojos brotaron
lágrimas de impotencia y de hondo pesar; peor aún cuando se supo que no se
identificó al criminal, quien fugó de la justicia que podía haberle sancionado con privación de libertad
de dos a cinco años y una multa de treinta a ciento ochenta días, siempre y
cuando las autoridades hubiesen cumplido con lo establecido en la Ley contra
los biocidas.
La
muerte de Choquito causó un hondo pesar entre los vecinos de Ciudad Satélite, donde su ausencia dejó un vacío
irremplazable. No obstante, a modo de honrar su memoria, los animalistas y vecinos se pusieron de
acuerdo para levantar un monumento en bronce en honor al perrito que se hizo
querer como si fuese un miembro más de la familia. Todos lo recordaban con
mucha emoción y aseguraban que fue un gran ejemplo de valentía. Se decía que,
en repetidas ocasiones, salvó a personas que estaban a punto de ser asaltadas
por individuos de conducta delictiva. Para muchos era el perro guardián por
excelencia de la Plaza Bolívar y el Mercado Satélite, no sólo porque cuidaba y
defendía a las personas que sufrían el ataque de los violentos, sino también
porque vigilaba los puestos de venta de las y los comerciantes.
La
estatua de Choco, realizada por un escultor amante de los animales y enemigo de
los biocidas, está emplazada en medio de la calle de doble vía, sobre un
pedestal de aproximadamente un metro y ochenta centímetros de alto, con la pose
de un héroe querido y admirado por los vecinos de uno de los barrios más
conocidos de la ciudad de El Alto.
El
escultor lo hizo con la pelambre ligeramente ondulada, las orejas plegadas, el
hocico respingado, las extremidades posteriores flexionadas, la cabeza altiva,
la frente plisada, los ojos melancólicos y la mirada tendida en el horizonte,
como vigilando a los peatones y el tráfico vehicular de la Avenida Satélite
Al
lado de la estatua hay floreros de cerámica, cuyas flores se cambian de cuando
en cuando, y al pie del pedestal no faltan los ramilletes de otras flores
dejadas por las personas que lo conocieron y gozaron de su presencia mientras
estaba vivito y coleando.
En la parte superior del blanquecino pedestal,
cuyas partes laterales están estampadas con las huellas de unas patitas
caninas, destaca una plaqueta donde se lee:
Organización de
Voluntarios al Rescate de Animales. En memoria de nuestro amigo fiel Choquito y
miles más que viven en las calles para que otro tenga la suerte de poder vivir
y descubra el calor de una flia. ¡Salvar a un animal no cambiará el mundo, pero
sí cambiará el mundo de ese animal! Gracias vecinos de C. Satélite. El Alto,
mayo 8 del 2016.
Es
evidente que el cariño de la gente por este perro callejero, que tuvo una vida
azarosa y una muerte trágica, era –y es– tan grande que no puede describirse
con palabras, como tan grande es el rechazo a los actos criminales de algunos
inadaptados sociales.
Ahora
bien, con más o menos reflexiones, lo único cierto es que este perrito tenía
sentimientos más nobles que los de su asesino, quien, probablemente, antes de victimarlo,
pensó para sus adentros: perro muerto, no
ladra ni muerde, y luego actuó de manera despiadada, como cualquier
forajido que tiene el corazón duro como una piedra.
sábado, 21 de septiembre de 2024
INCENDIO
FORESTAL
El llano en llamas ya no es el título
de un libro de cuentos de Juan Rulfo, sino una realidad ardiente y espantosa en
el oriente boliviano, donde la quema de llanos, bosques, montañas y pastizales,
provocada por las depredadoras manos del hombre, hacen estragos en la flora y
fauna, como si un monstruo invisible soplara olas de fuego por aquí y por allí,
devorando todo lo que encuentra a su paso.
Es
un verdadero infierno y solo un torrencial aguacero puede salvarnos. Llueve fuego de los árboles, dicen los
bomberos voluntarios, mientras las aves, los animales silvestres y los insectos
perecen calcinados, como si no tuvieran derecho a la existencia en un
territorio donde son pocos los beneficiados con estos ecocidios y muchos los
perjudicados.
Se nos quemaban los pulmones
de la patria,
clama la multitud. La verde vegetación se troca en cenizas y la biodiversidad
sucumbe a merced del fuego. Nuestra obligación es sofocar los incendios, sea
como sea, por el bien de los habitantes del presente y el futuro.
Aunque
las mascarillas con filtro y los barbijos sirven de muy poca cosa, las mujeres
y los hombres, en medio de la humareda que no deja ver el panorama a cinco
metros más allá de los ojos, se enfrentan a las llamas con lo que tenían a
mano.
Ellos
están empapados en sudor, respiran humo, tienen los ojos colorados, la garganta
reseca, el pelo chamuscado, el rostro jaspeado de cenizas y las manos con
llagas abiertas por las chispas de fuego que, por las noches, parecen
luciérnagas escapándose del infierno, un infierno que requiere ser anegado por
ingentes cantidades de agua lanzadas por tierra y por aire.
Las
autoridades no hacen nada –o más bien, hacen poco–, mientras las leyes incendiarias, promulgadas en la
gestión del gobierno de Evo Morales, no son abrogadas por quienes desconocen el
dicho popular: No juegues con fuego, que
puedes quemarte. Sin embargo, los activistas, animalistas y ambientalistas,
a grito pelado y el puño en alto, ganan las calles, con pancartas y banderolas,
exigiendo a las instancias pertinentes asumir cartas en el asunto, sancionar a
los culpables con penas máximas y abolir las leyes que conceden más derechos a
los chaqueadores que a la Pachamama.
Días después, semanas después, meses después, gracias al heroísmo de los bomberos forestales, los comunarios y los jóvenes voluntarios, enfrentados al mar de fuego como buzos destinados a salvar la flora y la fauna, se sigue luchando para evitar que los pulmones de la madre tierra quedaran irremediablemente reducidos a carbón.
martes, 17 de septiembre de 2024
CONVERSACIONES
CON EL TÍO DE POTOSÍ
El
protagonista principal de Conversaciones
con el Tío de Potosí es un ser ambivalente entre lo sagrado y lo profano,
entre lo celestial y lo infernal, que habita desde tiempos de la colonia en los
tenebrosos socavones del Sumaj Orq’o.
Es una de las deidades centrales de la cosmovisión andina y un personaje
fantástico del mundo minero, donde los mitos y las leyendas se ensamblan de
manera extraordinaria con las creencias y tradiciones de las culturas
ancestrales.
Los
relatos de este libro se fraguaron en una oscura habitación de la ciudad de El
Alto, donde entablé amenas conversaciones con la estatuilla del Tío de Potosí,
quien, en su condición de ser fabuloso, apareció en el ámbito minero tras el
sensacional descubrimiento de los yacimientos de plata en las serranías del
altiplano, donde miles de conquistadores se dieron cita con la intención de
amasar fortunas. Desde entonces, el pueblo quechua de Kantumarca se convirtió
en la Villa Imperial de Potosí y sus riquezas minerales en recursos que
llenaron las arcas de la monarquía europea.
En
el primer relato, titulado El Tío del
Sumaj Orq´o, el autor presenta al personaje central de la obra. Acto
seguido, ambos se encierran en un cuarto para intercambiar opiniones de
carácter pagano, religioso y científico, como si de veras los diálogos
estuviesen estructurados sobre la base de argumentos válidos tanto para los
creyentes como para los agnósticos.
Conversaciones
con el Tío de Potosí,
cuyo personaje principal es el dios y el diablo de la mitología minera, es un
volumen compuesto por más de una treintena de relatos en los que se abordan
diversos temas inherentes a la condición humana y al sincretismo
pagano-religioso vigente en la cultura boliviana. Las conversaciones no están
exentas de polémicas discusiones y encendidas arengas, en las que se ventilan
tratados filosóficos, la sabiduría popular, los postulados religiosos y, como
es natural, una serie de críticas sociales que, con palabras y frases
corrosivas, generan sátiras socioculturales del presente y el pasado.
No pocas veces, los diálogos entre el autor y el Tío, que empiezan como una amable conversación, terminan en acaloradas discusiones, que se intensifican con la connotación semántica de las palabras, pero también con los signos paralingüísticos y cinéticos, destacando la intensidad de la voz, los gestos, el estado de ánimo, el movimiento de las manos y la postura del cuerpo. Otras veces, el diálogo espontáneo, improvisado, libre y amistoso, deriva en una suerte de charla, donde los interlocutores desgranan sus ideas y argumentos sin importar las circunstancias, el tiempo ni las controversias en torno a un tema específico.
Desde
luego que en Conversaciones con el Tío de
Potosí, como en toda obra literaria, se procura recrear el habla de los personajes
que forman parte de la narración como si se tratara de un diálogo real,
reproduciendo palabras coloquiales, frases comunes, jergas, modismos y giros
idiomáticos con la intención de agregarle un valor estético al discurso
narrativo. A propósito del tema, es necesario mencionar que las voces
provenientes del quechua, aymara y voces propias del lenguaje minero, se precisan
en el glosario del libro, sobre todo, para los lectores no locales ni
nacionales, que necesitan comprender las expresiones idiomáticas y giros
lingüísticos que no están registrados en el Diccionario de la Real Academia de
la Lengua Española. No obstante, para que las conversaciones fluyan de manera
natural y sea de fácil comprensión, se ha evitado el excesivo uso de jergas que
podían sonar demasiado artificiales y exageradas.
Como
en repetidas ocasiones, fascinado por la mitología del Supay y las tradiciones mineras, volví a sumergirme en el contexto
mágico del macizo andino, para acercar a los lectores hacia los misterios
escondidos en las entrañas de la Pachamama, salvo que esta vez no con historias
narradas en el género del cuento ni la novela, sino a través de relatos
dialogados que le permitieron al Tío cobrar vida y expresarse con voz propia
sobre un abanico de cuestiones que traslucen sus más genuinos pensamientos y
sentimientos.
Debo confesarles que, a poco de retornar de Europa, visité una de las minas en el Cerro Rico, que en otrora manaba ingentes cantidades del preciado metal, para conocer el hábitat natural del protagonista de mi obra, consciente de que el Tío, aparte de reunir todos los atributos que requiere un personaje literario, representa el mestizaje cultural y el sincretismo religioso entre el monoteísmo católico y el politeísmo de las civilizaciones precolombinas.
En
Conversaciones con el Tío de Potosí,
lejos de reflejar la realidad agobiante de las minas y la tragedia de los
mineros, propongo textos contextualizados en un territorio hecho de mitos,
leyendas y supersticiones, como si desde un principio hubiese optado por tener
una mirada sesgada de la realidad, para luego recrearla y reinventarla, con un
desparpajo que pone a prueba la destreza del narrador y la inteligencia del
lector.
Cabe
anotar que en el libro, cuyas conversaciones son los principales pilares que
sostienen la estructura básica de los relatos, se destila una irreverencia
inusual y un fino sentido del humor, cargado de una fuerte dosis de
transgresiones éticas y morales, sin que por ello los pensamientos dejen de ser
embellecidos por la imaginación y enardecidos por el alma de quien, sin más
recursos que la honestidad y conocimiento de causa, intenta encandilar la mente
incluso de los escépticos acostumbrados a cuestionar la cuasi verosimilitud de
las obras construidas sobre los andamios de la realidad y la fantasía.
En
Conversaciones con el Tío de Potosí,
como en toda obra que nos acerca a los vericuetos de la condición humana, se
plantean concepciones filosóficas de la vida cotidiana y se penetra en las
manifestaciones subconscientes de los trabajadores del subsuelo, quienes,
durante más de quinientos años de colonización, asimilaron las costumbres de
los conquistadores ibéricos y conservaron las costumbres de las civilizaciones
originarias. No en vano el Tío de la mina, que adquiere protagonismo a lo largo
de la obra, se encuentra a medio camino entre la religión católica y las
creencias paganas de las comunidades indígenas. Así como el catolicismo predica
la doctrina de que el subsuelo está poblado de seres demoníacos, en las
culturas originarias se admite también la existencia de seres subterráneos,
pero no revestidos con los mismos atributos que los demonios descritos en las
páginas bíblicas.
En
este libro, como en otros de mi producción literaria, retomé la temática
minera, procurando recrearla a partir de las aventuras y desventuras
fantásticas de uno de los personajes más emblemáticos de la tradición popular
boliviana: el Tío de la mina, celoso guardián de las riquezas minerales, que
castiga sin contemplaciones, cuando no se ha cumplido con él. De ahí que los
mineros, para no sufrir castigos, accidentes ni muertes, le rinden pleitesía y
le conceden ofrendas al entrar y al salir de la mina. Mastican hojas de coca en
su presencia y rocían aguardiente en su paraje,
donde ellos mismos levantaron su estatuilla de greda y granito, sin ser
alfareros ni escultores; más todavía, le concedieron propiedades y facultades
que resultan del sincretismo entre las supersticiones de las culturas ancestrales
y las creencias judeocristianas impuestas por los conquistadores.
El Tío tiene cuernos como los demonios, ojos redondos, colmillos afilados, orejas largas, pesuñas en manos y pies. Por lo general, está sentado en su trono y su cuerpo monstruoso exhibe uno de los atributos que mejor lo caracteriza: su miembro viril, extremadamente enorme, que en la visión de los mineros, además de ser un elemento de carácter erótico y culto fálico, tiene la función de fecundar a la Pachamama, la diosa andina de la tierra, y abrir los rajos con la misma fuerza con que el barreno de una perforadora penetra en las duras rocas de la montaña.
Conversaciones
con el Tío de Potosí
es un libro que ofrece conocimientos, entretenimiento y, lo más importante, un
paseo literario por los laberintos de un personaje, mitad dios y mitad demonio,
que puede moverse por doquier, con la misma maestría y sutileza de quien posee
una personalidad omnipotente y poderes mágicos, capaces de envilecer a
cualquiera que se deje conducir hacia el interior de la mina, hacia un tétrico
submundo, donde los topos humanos explotan las rocas para hacerse de las
riquezas minerales que le pertenecen a la Pachamama, al Tío y la Chinasupay, al
menos, según las tradiciones de quienes están acostumbrados a rendirles culto a
los elementos mágicos y míticos, reales y ficticios, vivos y muertos, de la
cosmovisión andina.
En
Conversaciones con el Tío de Potosí,
este esperpéntico personaje, que habita en el mundo mágico y secreto de los
mineros, aparece sentado frente a su interlocutor, dispuesto a deleitar con la
versatilidad de su verbo. No deja de sorprender con su sabiduría en cada una de
las conversaciones en las que fluyen las ideas y palabras con una enorme carga
emocional. Es decir, la magia de la palabra permite que el Tío, a pesar de su
aspecto demoniaco y sus poderes sobrenaturales, aparezca retratado desde una
perspectiva humana, con sus luces y sus sombras, como si de veras fuera un
interlocutor de carne y hueso, y no un personaje mitológico creado por la
fuerza y el candor de la invención popular, deslumbrando con la magia de su
verbo y sabiduría.
En
las conversaciones que componen el libro, donde los diálogos están hilvanados
con un lenguaje coloquial, cruzamientos narrativos, contrapunteos e
intertextualidades, el lector podrá familiarizase también con las creencias y
hábitos de los mineros, en los que destacan el carnaval pagano-religioso y la ch’alla, un ritual de ofrenda y
agradecimiento a la Pachamama, la divinidad que entrega los frutos de su
vientre a sus hijos terrenales, y al Tío de la mina, protector de las riquezas
minerales y amo de los mineros, quienes, sentados alrededor de su trono, le
rinden pleitesía ofrendándole hojas de coca, cigarrillos y aguardiente, a modo
de congraciarse con él, a quien lo veneran tanto como al misericordioso Tata Q’aqcha.
Conversaciones con el Tío de Potosí, además de ser un volumen que enseña y entretiene, es un justo homenaje a la Villa Imperial y al Cerro Rico, donde todavía reina el Tío, haciendo gala de su milenaria existencia y su poder infinito, mientras el afamado cerro, en cuyas faldas se levantaron las primeras casas de la Villa Imperial de Potosí, hoy mira a sus habitantes con un gesto de tristeza y melancolía, como diciéndoles que todo lo que un día empieza siendo grande, otro día termina siendo pequeño, que la riqueza termina en la pobreza y que todo lo que tiene un comienzo está condenado a tener un final.
El
Tío, sin lugar a dudas, es uno de los personajes más insólitos en las minas
potosinas, donde encontré la veta más rica del imaginario popular, para luego
explotarla y usarla como materia prima en la elaboración de mi obra literaria
que, analizada desde cualquier punto de vista, no es otra cosa que el rescate
de la memoria colectiva y la demostración de que sí existe un realismo fantástico
en el ámbito minero, cuya exuberancia se experimenta a través de la simbiosis
inherente entre los trabajadores del subsuelo y el protagonista de mi obra, que
no solo es una de las deidades mitológicas más significativas de las culturas
ancestrales, sino también el dios-diablo recluido en las dantescas galerías de
la mina.
El
Tío, a estas alturas de mi vida, se ha convertido en un personaje literario
que, como reiteré en varias ocasiones, no me deja ya vivir en paz, ni de día ni
de noche, exigiéndome que lo universalice, de una vez y para siempre, a través
de mis relatos que revelan su potestad en el interior de la mina y su fuero
interno hecho de asombro y maravilla. Por eso mismo, volví a retomarlo, con
pelos y señales, en Conversaciones con el
Tío de Potosí, que, a decir verdad, es una suerte de testimonio de las
desgracias y los milagros que definen su existencia en el imaginario popular,
donde la ficción y la realidad parecen las dos caras de una misma moneda.
Conversaciones con el Tío de Potosí, sin ser blasfema con las religiones oficiales, es un libro que aborda temáticas que cuestionan las verdades absolutas acuñadas por las Sagradas Escrituras, desde una perspectiva humanista y libre de prejuicios sociales, culturales, raciales y sexuales. Es, en resumidas cuentas, un libro que busca un asidero en la memoria de los lectores deseosos por compartir los diálogos que conforman las páginas de Conversaciones con el Tío de Potosí, cuya fuerza narrativa está sustentada por el estilo del autor y la lucidez verbal de uno de los principales protagonistas de la mitología minera.
miércoles, 11 de septiembre de 2024
SEGUNDA
EDICIÓN DE CUENTOS DEL MÁS ALLÁ
El
Grupo Editorial Kipus acaba de lanzar la segunda edición de Cuentos del más allá, del escritor Víctor
Montoya. La obra, cuya primera edición fue publicada el año 2016, tuvo una
excelente acogida entre los lectores de la literatura de terror, debido a que
los cuentos de espanto y aparecidos tienen la fuerza de tocar las fibras más
sensibles de la condición humana.
La
lectura de los Cuentos del más allá, además de generar miedo y suspenso en el
lector, evoca a las viejas narraciones de la tradición oral, que surgieron en
el seno de nuestras culturas desde tiempos inmemoriales.
Esta
segunda edición, destinada a los jóvenes y adultos, es una nueva apuesta del
Grupo Editorial Kipus en tiempos en que las nuevas tecnologías de información y
comunicación han atrapado la atención de los lectores con libros digitales, que
abundan en las redes de Internet, en desmedro de las publicaciones en soporte
papel.
Los
editores, con esta segunda edición de Cuentos
del más allá, demuestran que todavía es posible motivar el hábito de la
lectura con libros impresos de manera tradicional, ya que una cosa es leer un
libro en la pantalla de la laptop y otra muy distinta la sensación y el placer
de tener un libro físico entre las manos.
El
escritor Víctor Montoya, que tiene varios libros publicados por la misma casa
editorial, mostró su satisfacción por esta nueva entrega de su obra, donde la
realidad y la ficción parecen el anverso y el reverso de una misma moneda, al
menos si se considera que los cuentos recrean el imaginario popular desde una
perspectiva literaria, pero conservando la esencia de las supersticiones de
quienes creen en la existencia de seres sobrenaturales y en espíritus que, una
vez llegados del más allá, deambulan en el reino de los vivos.
Los interesados en adquirir el libro, pueden llamar a los siguientes números de la Editorial Kipus: Telf.: 4731074 – Cel.: 79956722
jueves, 29 de agosto de 2024
Sapo y
Bestia
Soy el sapo a la espera de un beso de la Bella. Si
la Bella no me estampa un beso, seguiré siendo la Bestia con aspecto de sapo,
un sapo que no deja de maldecir ni llorar su maldita suerte que, más que mala
suerte, es el castigo de una bruja con poderes mágicos y su varita de diosa.
El alcohol
Desde que entró en contacto
con el olor del alcohol, por medio del aliento de su abuelo, quien lo levantaba
en sus brazos para besarle en la mejilla, tenía la vida marcada por ese
sustituto del amor de sus padres, que lo abandonaron desde su más tierna
infancia. Nunca tuvo un pezón en la boca, sino su dedo pulgar como único
chupón.
Años después, apenas cruzó
el umbral de la pubertad, él mismo se llevó el gollete de la botella a la boca
y sorbió el embriagador elixir hasta ingresar en un mundo de alucinaciones,
satisfacción y olvido.
Desde entonces, como el niño
vuelve a la mamadera siempre que lo necesita, él volvía cada vez a la botella,
un efectivo sustituto del amor de sus padres, quienes un día se marcharon para
no volver más, como él nunca más se separaría del alcohol por el resto de sus
días.
El zoólogo
Desde que tuvo uso de razón, quería ser el zoólogo de los
zoólogos; cortejar como un pavo real, atrayendo a la pareja con su brillante
plumaje; hacer el amor como un chimpancé, con todas las hembras de la manada,
sin respetar las normas de la monogamia; tener hijos a montones como un conejo
en cautiverio, pero sin dejar de soñar con una yegua de fabulosas ancas, capaz
de enloquecer a cualquier mancho y girarse con el
movimiento de ballena en la cama, hasta quedar con los ojos contra la pared y
la cola expuesta ante la lujuriosa mirada del zoólogo.
El
otro dinosaurio
Cuando despertó, el hombre ya estaba muerto.
El
Hijo de Dios
Cuando María concibió al hijo de Dios, magdalena se
preguntó:
–¿Dónde estaba José cuándo esto sucedió?
–En su carpintería –contestó Judas–. Haciendo
Pinochos como yo.
Hijo
del vecino
–¿Por qué mi hijo no se me parece en nada? –preguntó
el hombre.
–Cómo se te va a parecer –contestó la mujer–, si su
padre es el vecino.
Día
del Mar
¡Un, dos, tres!…
Los niños marcan el paso y el desfile cívico, en
homenaje al Día del Mar, se hace interminable.
¡Un, un, un, dos, tres!…
Los niños siguen marcando el paso y la voz de mando
del profesor, agobiado bajo el calcinante sol de la mañana, pierde fuerzas y se
oye cada vez más lejana que las olas del mar cautivo.
La
Vieja
La Vieja –diablesa– es la querida del Tío de la
mina. Es malvada y perversa. Celosa de las mujeres que entran en su reino y
jueza implacable de los mineros que no cumplen con ella ni con el Tío. Es tan
poderosa como la Pachamama y más temida que el soberano de las galerías.
El minero sabe que la Vieja es rencorosa y vengativa
si no se le guarda respeto ni veneración. Pero cuando ella se encapricha y se
pone dura como la roca, el minero puede perder la paciencia y maldecir:
–¡Vieja, gran puta! ¡Te taladro y taladro, pero tú
no te no te abres ni me muestras tu veta llena de riquezas minerales!
El minero puede putear y putear, pero ella se hace
el del otro viernes, hasta que él, la coca amargada en la boca y al borde de un
ataque de nervios, se atreve a insultarla con palabras soeces. Entonces ella
reacciona y castiga con lo que mejor sabe hacer: un derrumbe en la galería, una
explosión de dinamitas o una caída en un “buzón” del que nadie sale con vida.
La Vieja, que representa el otro lado de la vida y la destrucción de la felicidad humana, es más malvada que el Tío, menos benevolente que la Pachamama, y no perdona el desprecios ni los insultos de grueso calibre; por cuanto no vale la pena que el minero la maldiga, porque la maldición, tarde o temprano, se vuelver hacía él como un bumerang.
miércoles, 21 de agosto de 2024
Este
Tío, que parece haber dejado su traje de luces en algún paraje de la mina, no
lleva pañoleta en el cuello ni pechera llena de lentejuelas resplandecientes
como el sol; tampoco viste pollerín, con una faja llena de monedas tintineantes
en la cintura; no usa buzo ceñido a las nalgas y piernas; no lleva una blusa
con piedras de fantasía ni hilos plateados de Milán; no lleva guantes rojos con
manguetas bordadas en las muñecas ni tiene botas cortas, con espuela en el
tacón izquierdo; tampoco lleva una capa con alimañas que forman parte de la
iconografía de los mitos ancestrales; no tiene pañoleta bordada en la mano
derecha ni una serpiente en la mano izquierda.
Este
Tío, con aspecto de diablo, no necesita usar peluca ni lucir alimañas como
víboras, sapos, lagartos y hormigas –seres de la mitología de los urus–;
tampoco tiene una máscara multicolor confeccionada en hojalata, ni pequeños
cuernos de carnero, ni piel de cabra, ni nariz ni caninos de cerdo. Le basta
con tener el semblante de ferocidad y espanto, cuernos retorcidos, ojos
saltones y orejas de asno, ya que su rostro, así como se contempla en esta
estatuilla, parece salido del mismísimo infierno, con un aspecto que, si se lo
escruta de cerca, parece una obra de arte; tiene un falo respetable y los
labios al borde de pronunciar palabras profanas destinadas a herir, como lanzas
con puntas de pedernal, el corazón de los creyentes y guerreros de Dios.
Si
bien podemos coincidir en que tiene el aspecto de un auténtico ángel rebelde,
también podemos coincidir en que luce una pinta impresionante y que la
expresión de sus redondos ojos, brillantes y mirada penetrante, reflejan la
vivacidad de su mente y alma, como si su cuerpo fuese el templo de todos los
saberes y demonios juntos, dispuestos a salir a la superficie, escabulléndose
entre los humanos, quienes lo miran con hondo temor y lo reprochan por haberse
rebelado contra el divino poder de las alturas.
Eso
sí, debe quedar clarito que este Tío no es la personificación del Mal, tampoco
es una fuerza hostil ni destructiva, menos una serpiente venenosa, un dragón de
siete cabezas o un dios de magia negra. Es, contrariamente a lo que muchos
piensan, la deidad de las culturas ancestrales, el Supay de la cosmovisión andina, el soberano de las profundidades y
el dueño de las riquezas minerales.
Si
en algunas estatuillas tiene cola, cuernos y patas de cabra, es porque la
catequización de los indígenas influyó en el imaginario de las culturas
ancestrales que fueron colonizadas por los inquisidores, que impusieron la
imagen de Satanás, comparándolo con el Tío, mientras combatían las creencias
indígenas calificándolas de idolatrías paganas, que debían ser exterminadas a
sangre y fuego, usando la cruz y la espada como las mejores armas más efectivas
de la conquista y la catequización.
Los
estudiosos de la mitología minera concluyen en que el Tío es una suerte de
metamorfosis de Wari, conocido en la
tradición oral de los urus como el dios de los camélidos y los habitantes del
lago Poopo, que sobrevivieron a los embates de aymaras, quechuas y españoles.
Es un dios indígena a quien los mineros, igual que los mitayos de antaño, le
ofrendan alimentos líquidos y sólidos, en rituales que no son satánicos, sino
actos de veneración para que les conceda vetas ricas en minerales, el principal
sustento de las familias mineras.
Ya
dijimos, en repetidas ocasiones, que durante la colonia fue confundido con el
diablo de la cultura cristiana, que los conquistadores trajeron en sus
carabelas junto a la Biblia, los
caballos y los cañones. Con la conquista, además de llegar un nuevo idioma al
Abya Ayala, llegó también la moral cristiana y una nueva forma de ver las
relaciones humanas –según los principios basados en las Sagradas Escrituras–, la misma moral sustentada por los poderes de
dominación en la Europa medieval. Desde entonces, toda conducta que atentara
contra la fe cristiana fue considerada como un acto inmoral y una amenaza
contra los mandatos de la sagrada familia;
por ejemplo, toda forma de relación carnal al margen de lo establecido por los jerarcas de la Iglesia no solo era
calificada como un acto sacrílego, sino que el acusado era condenado a atroces
torturas o a la hoguera por irreverencia y perversión.
Los
conquistadores, una vez impuesta la presencia del diablo en las comunidades
originarias, con todas sus características de maldad y fealdad, propagaron la
leyenda negra de que el Supay o Wari era el mismísimo demonio, generador
de vicios y maleficios, y que, por lo tanto, había que combatirlo y destruido a
nombre de Dios, para evitar que permaneciera en la mente y el corazón de los
nativos, que ofrecían ritos en su honor, sin obedecer las recomendaciones del
clero y el virreinato.
Aunque
los catequizadores se empeñaron en compararlo con el demonio bíblico, este Tío
no tiene la marca de Satanás ni su número de ficha es el seiscientos sesenta y
seis (666); tampoco vino al mundo para tentar a nadie, ni develar la hipocresía
y doble moral de los falsos profetas,
ni evitar que los sabios alcancen la iluminación y destruyan su Ego. Eso sí, a
veces, atenido a su sabiduría por causa de su esplendor, pretendía asemejarse
al Supremo todo poderoso, procurando milagros en el interior de la mina, en su
afán de proporcionarles a los topos humanos los mejores filones del preciado
metal.
El
Tío, convertido en el Lucifer de la danza de la diablada en el Carnaval
boliviano, es un personaje que corresponde al sincretismo religioso entre la
tradición católica y el paganismo ancestral, y representa al dios y al diablo
que habita en las galerías de la mina, donde los trabajadores le rinden
pleitesía, ofrendándole lo que ellos mismos consumen durante la ch´alla y la wilancha, todo para tenerlo risueño y satisfecho, no como manda
Dios, sino como manda el mismísimo Tío.
Algunos
de los escritores de la narrativa minera –entre los que me encuentro desde
siempre– lo han convertido en el personaje de sus poemas, cuentos, relatos y
novelas, haciendo gala de los mismos recursos literarios del llamado realismo mágico, que tuvo a sus mejores
exponentes en la generación del boom
de la literatura latinoamericana de la pasada centuria. Así es como en mis
novelas, cuentos y relatos, además de haber incursionado en el campo literario
del llamado realismo social, he
recreado mitos, leyendas y consejas del mágico mundo de los mineros, quienes,
desde los albores de la colonia, empezaron a venerar al Tío, una deidad
mitológica, mitad dios y mitad demonio, que reina en los tenebrosos socavones,
donde los mineros dejan sus pulmones a cambio de un mísero salario.
Palabras más, palabras menos, lo único cierto e indiscutible es que esta escultura, que ven aquí y ahora, es mi Tío; es decir, mi propio Tío. Lo esculpí con mis manos, como si fuese un escultor sin serlo; más todavía, mientras lo esculpía, tenía la sensación de estar reivindicándolo de la maldad del fanatismo religioso, como si lo estuviese salvando del mismísimo infierno, evitando que las piedras de fuego lo devoraran hasta reducirlo a cenizas. Lo esculpí tal como llegó al mundo, por eso no tiene traje alguno cubriéndole su desnuda humanidad; no tiene un manto de piedras preciosas ni pechera hecha con rubí, topacio, diamante, crisólito, piedra de ónice, jaspe, zafiro, malaquita y esmeralda; algo más, no lleva pendientes labrados en oro ni querubines que engalanen su personalidad. No es bello ni perfecto. Es como lo ven, con la fealdad al límite de la monstruosidad, como si fuese el reflejo de una horrible pesadilla huyendo de la muerte. Es mi Tío, mi propio Tío, y lo quiero como al fiel compañero de mi vida, como se quiere a una mujer sin condiciones ni límites de tiempo.
sábado, 3 de agosto de 2024
MICROTEXTOS III
Un clavo saca otro
clavo
El día
que el amor se le escapó de las manos, como el agua entre los dedos, lloró sin
consuelo, se rasgó las vestiduras y se arrancó los pelos de cuajo. Al cabo de
un tiempo, superada la desilusión del alma y curadas las heridas del corazón,
se metió en el mar y se bañó en la espuma de las olas, hasta que volvió a
renacer y volvió a creer en el amor, porque cuando un hombre se va, otro ocupa
su lugar, como si un clavo sacara otro clavo.
El Tío en mi vida
y obra
El Tío de la mina se metió sigilosamente en mi obra
literaria, como un personaje de contrabando, dispuesto a amargarme la vida.
–¿Por qué te metiste en mi obra? –le pregunté intrigado–.
¿Para joderme la vida?
Me miró sonriente, enseñándome los colmillo y la
lengua viperina. Encendió los ojos como focos de fuego y contestó enérgico:
–¡No fue para joderte la vida, sino para joderte la
obra!
La amada
Todas las noches, como
recién salida de la más pura niebla, estaba siempre cariñosa y fresca, como
recién bañada por el rocío del alba.
La
bruja y el parroquiano
La
joven bruja, después de haber volado toda la noche, aterrizó en la puerta de
una cantina, se desmontó de la escoba, se acercó a un parroquiano, que apenas
podía sostenerse de pie, lo agarró por las solapas y lo suspendió en el aire
como a un estropajo.
–Ahora
vienes conmigo –le dijo con voz de miel.
–¿Y por
qué yo? –preguntó muerto de miedo.
–Porque
quiero que lo conozcas a mi amo.
–¿Al
Diablo?
–Sí
–contestó–, al que te da de beber a cambio de comerte el alma.
El
parroquiano tocó el suelo con la punta de los zapatos y lloró
desconsoladamente, porque solo llorando podía salvarse del castigo del Diablo y
no volver a caer en las garras del alcohol.
Enloquecer
por amor
Los
hombres saben que una cosa es enloquecer por el amor de una mujer y otra muy
distinta enloquecer por el desamor de alguien de sentimientos gélidos y corazón
de hielo.
Sonido
nasal
Juan le
pidió a Pedro taparse con los dedos las fosas nasales y luego pronunciar, sin
cerrar los ojos y a todo pulmón, la palabra punta.
Pedro
se tapó la nariz, pronunció a viva voz la palabra punta y no se lo pudo creer el sonido nasal que transformó la
palabra.
Torres
No
construyas tu torre de Babel, creyendo alcanzar el reino de los cielos, si
sabes que las torres, construidas con los ladrillos de las bajas pasiones
humanas, conducen derechito al infierno, donde reina la confusión de las
lenguas y las ciegas ambiciones terminan en cenizas.
Se fue para no
volver
Porque estás que te vas, y te vas./ Y te vas, y…/ Y no te has ido, tarareó la canción de Alfredo Jiménez, mientras se duchaba con agua tibia. Después se vistió con la elegancia de siempre, cogió las maletas que estaban listas. Sujetó la empuñadura de la puerta, la abrió y la cerró a sus espaldas. Esta vez se fue para no volver, sin recordar la sentencia que su mujer le repitió hasta el cansancio: Al ausente, por muerto le da la gente, así se lo haya amado con todas las fuerzas de la razón y el corazón.
miércoles, 17 de julio de 2024
UNA
CONFERENCIA DE PRENSA Y UN FOLLETO PARA HOMENAJEAR
A
LAS VÍCTIMAS DEL GOLPE MITAR DE 1980
Hoy,
17 de julio, como parte de las actividades político-culturales que desarrolla
el Archivo Regional Catavi, se rindió un ferviente homenaje en la población
minera de Siglo XX, por medio de una conferencia de prensa, a las víctimas del
golpe militar de 1980, cuando un grupo de paramilitares, asesorado por el
criminal nazi Klaus Barbie, asaltó a mano armada el edificio de la Federación
Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB), ubicado en El Prado de la
ciudad de La Paz, donde se reunían miembros del Comité de Defensa de la
Democracia (CONADE).
Durante
el asalto, además de causar heridos y destrozos materiales, se apresaron a
varios dirigentes políticos y sindicales, y, como si fuese poco, se asesinó a
mansalva al dirigente político Carlos Flores Bedregal, al líder socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz y al dirigente sindical
Gualberto Vega Yapura, declarados póstumamente mártires de la democracia y la liberación nacional.
Lourdes
Peñaranda Morante, responsable del Archivo Histórico de la Minería Nacional de
COMIBOL/Regional Catavi, aprovechó la conferencia de prensa, efectuada en la
sede sindical de Siglo XX, para presentar el Nº 23 de la Serie de Literatura Minera, con dos textos del escritor Víctor
Montoya y, en la contratapa, el poema El
Padre Nuestro de un minero, que el cataveño Gualberto Vega Yapura escribió
en 1976, mientras se encontraba encarcelado en la prisión de alta seguridad de
Chonchocoro,
El folleto, Gualberto Vega Yapura - Marcelo Quiroga Santa Cruz, es un justo
homenaje a dos de las víctimas del golpe militar del 17 de julio de 1980. En la
introducción se menciona que estos
valerosos luchadores sociales, junto a otras víctimas del régimen criminal de
García Meza y Arce Gómez, son símbolos del coraje y la lucha revolucionaria del
movimiento obrero boliviano.
La
actividad impulsada por el Archivo Histórico de la Minería Nacional de
COMIBOL/Regional Catavi, aparte de haber sido un excelente espacio para
conmemorar a los mártires que ofrendaron su vida a la causa de la justicia
social y la liberación nacional, ha demostrado que la memoria histórica de un
pueblo se mantiene viva a pesar de los años y la impunidad en que quedaron
varios de los crímenes de lesa humanidad cometidos, entre otros, por las
dictaduras militares de los años ´60, ´70 y ´80 de la pasada centuria.
La nueva publicación de la Serie de Literatura Minera, cuyo primer número, dedicado a la masacre minera de San Juan de 1967, salió a luz en junio de 2016, es una prueba más de la infatigable labor del Archivo Regional Catavi, que no ha dejado de rescatar ni difundir la historia concerniente a la realidad minera del norte de Potosí, donde nació, creció y se formó políticamente el dirigente obrero Gualberto Vega Yapura, quien trabajó en la Empresa Minera Catavi y fungió como secretario de culturas de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia, hasta el día en que fue abatido a tiros por los mercenarios al mando de los criminales Luis García Meza y Luis Arce Gómez.