martes, 20 de abril de 2021

EL CÓNDOR MARTÍN

La historia del cóndor Martín, a diferencia de las que son enteramente ficticias, es un hecho que existió en un tiempo real y tuvo como escenarios lugares reconocibles por el lector, pues se trata de la vida de un animal domesticado por los humanos, que cumplía funciones de mensajero y recibía su ración de carne como pago por sus servicios a la Empresa Patiño Mines del entonces magnate Simón I. Patiño, allí por los años 30 y 40 de la pasada centuria.

La historia protagonizada por la emblemática ave de la Cordillera Andina, por su fuerza telúrica y su importancia en los centros mineros de Uncía, Catavi, Siglo XX y la ciudad de Oruro, se constituyó en el tema central de cuentos, leyendas, artículos y relatos provenientes de la tradición oral; unas veces como partes de una historia verídica y, otras, como partes de una historia ficticia pero con una esencia real.

El abogado y escritor Armando Córdova Saavedra, en su libro Historia de un pueblo. Recuento socio-histórico, presenta una breve reseña en torno al apreciado Cóndor Martín y la presencia de una pareja de cóndores que, durante los años de 1979 y 1980,  formaron parte de la tropa acantonada en el cuartel de Uncía y anidaron al pie del Monumento al Minero en la plaza de Siglo XX.

No faltan los testimonios como el vertido por el connotado dirigente minero Filemón Escóbar, quien se refirió al cóndor Martín como a un asiduo visitante de la pulpería de Siglo XX, en cuya carnicería se le proporcionaba una ración diaria, de al menos 5 kg de carne, a cuenta de los jerarcas de la Empresa Patiño Mines, en una época en que el auge de la explotación estañífera en el cerro Espíritu Santo-Juan del Valle situó a las poblaciones nortepotosinas en la mira del capitalismo mundial.

Otro testimonio válido es el rescatado por Franz Taquichiri en su obra El rey del estaño, la montaña Sauta y el cóndor Martín Condori, a partir de una leyenda que escuchó en boca del emérito don Manuel Yapura Coro, presidente de los Beneméritos de la Guerra del Chaco de Catavi, y de sus amigos y compañeros de armas, don Antonio Herrera y don Juan Subieta, quienes se reunían en la sastrería de don Manuel, al lado de la sede sindical de Catavi,  para rememorar experiencias vividas en la contienda bélica, pero también para narrar a viva voz consejas, mitos y leyendas concernientes al acervo cultural y la memoria colectiva de este asiento minero, situado aproximadamente a cuatro kilómetros de la población de Llallagua.

Lo interesante de este cóndor, conocido por todos como Martín Condori, estriba en que su historia se ubica en una época y lugares reconocibles por las familias mineras; un factor concreto que aporta a las narraciones una verosimilitud, sobre todo, si se considera que los diversos textos inspirados en su existencia son más reales que ficticios, habida cuenta de que forma parte de la visión de los habitantes donde se originó la leyenda de esta majestuosa ave, considerado como el rey de las alturas y como uno de los personajes centrales en la cosmovisión de los pueblos andinos, donde el cóndor es venerado como uno de los fecundadores de la Pachamama y hasta forma parte del patrimonio cultural y natural de Sudamérica, donde varios países tienen su imagen incorporada en los emblemas patrios.

La historia original del cóndor Martín Condori, como suele ocurrir en los relatos de la tradición oral, ha sufrido modificaciones con el paso del tiempo, con supresiones y añadidos que han dado lugar a un abanico de variantes, como se constata en los textos reunidos en la presente compilación, donde la historia real se conjuga con las creencias populares, la inventiva literaria y los testimonios, con exageraciones y episodios imaginativos, que conforman los valores comúnmente aceptados por la colectividad donde se generó esta increíble historia.

El artículo del periodista orureño Alfredo Lujan Marañón, que vivió en poblaciones mineras, da la impresión de que contiene información veraz que, sin embargo, es difícil de cotejar por la falta de documentos oficiales que den cuenta de los hechos que narra el autor de Semblanza de Martín Condori. Con todo, se trata de una verdadera historia, aunque no aparece registrada en los documentos oficiales de la historiografía regional, por tratarse de un animal que no formaba parte de las estructuras socioeconómicas de la industria minera de las poblaciones del norte de Potosí.

En las narraciones se presenta una trama sencilla, sin entramados éticos ni morales, salvo que algunos detalles varían de un autor a otro, dando lugar a diferentes versiones de una misma historia. Así, por ejemplo, en algunos textos se ha pretendido conservar la historia del cóndor Martín con escasas modificaciones, en tanto en otras lecturas se nota la re-elaboración literaria del tema original, con las licencias propias que requiere la creación artística.

Por otro lado, como en todo trabajo de corte literario, el escritor Hugo Molina Viaña, el excelso poeta de los niños y niñas, que parece haberse hincado en el artículo escrito por su coterráneo Alfredo Lujan Marañón, nos presenta un breve relato que oscila entre la realidad y la fantasía, poniéndole mayor énfasis a la función de mensajero del cóndor, que se desplazaba de un distrito minero a otro, con una bolsa de correspondencias, las alas desplegadas y surcando el inmenso cielo del altiplano.

El cuento del escritor Víctor Montoya, valiéndose de los recursos propios de la inventiva y moviéndose en los andamiajes de la creación literaria, le da un giro fantástico a la versión original, ya que el cóndor Martín no sólo se convierte en un ave hembra, sino también en el espíritu, que retorna del más allá, de la fallecida novia del carnicero que trabajaba en la pulpería de Siglo XX. Este cuento confirma la teoría de que una narración de la tradicional popular, tanto por su estructura como por su intencionalidad, incluye elementos ficticios, a menudo inverosímiles o sobrenaturales, pero que tiene una base real, aparte de que posee la particularidad de transmitirse de boca en boca y de generación en generación.

Esta majestuosa ave, que actualmente se encuentra en peligro de extinción, ha sido motivo de inspiración para periodistas, escritores y pintores. Este es el caso del artista plástico Enrique Arnal, nacido en Cataví en 1932 y fallecido en Washington, EE.UU., en 2016. Nadie como este artista, varias veces galardonado a nivel nacional y reconocido a nivel internacional por la fuerza expresiva y la calidad estética de su obra, pintó con gran pasión a algunos de los animales que conoció, de manera vivencial y directa, en los primeros ocho años de su vida. Por eso mismo, es el que mejor retrató al cóndor Martín Condori, pintándolo al óleo sobre lienzos, sin más recursos que un caballete, pinceles, rodillos y espátulas.

Es harto evidente que en su obra se proyecta su desmedido amor por los animales, entre ellos el cóndor, ave carroñera, longeva, de plumaje negro-azabache y blanco como la nieve, pico terminado en gancho y alas de gran envergadura. Enrique Arnal, así como montó al caballo que le regaló su padre en su infancia, acarició la cabeza rojiza y pelada del cóndor Martín. De ahí que en su edad adulta, zambulléndose en los recuerdos de su pasado, plasmó a caballete una serie de pinturas dedicadas a los animales que poblaron su infancia, como son los toros, caballos, gallos de pelea y, sobre todo, al cóndor Martín en reposo, cuya serie pintó en la década de 1970 y que hoy forma parte de su magistral obra que se constituye en un formidable legado cultural para su terruño natal, el país y el mundo entero.

La presente compilación, que no está completa ni es la definitiva, tiene la modesta intención de perpetuar la imagen del cóndor Martín Condori, cuya insólita historia cautivó a hombres y mujeres, a grandes y chicos, debido a que este tipo de historias, donde destacan la belleza y la nobleza de un animal, son dignas de ser rescatadas y re-contadas en cualquiera de los géneros literarios, conforme no se hundan en el pozo del olvido ni desaparezcan con el inexorable paso del tiempo. 

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