LA BELLA Y LA
BESTIA, UNA HISTORIA DE MAGIA Y ESPERANZA
Muchísimos
cuentos de hadas hablan de un príncipe convertido en monstruo o animal salvaje,
debido a los hechizos de una malvada bruja; ésta es la condición con la que
sobrevive, casi siempre escabulléndose en ámbitos penumbrosos, el monstruo que
simboliza la animalidad integrada en la condición humana, hasta que es redimido
por el beso y el amor de una doncella.
La Bella y la Bestia, probablemente, en sus diversas versiones, sea el
cuento de la tradición oral que, entre grandes y chicos, ha tenido más éxito en
todas las culturas y épocas, desde que la escritora Marie Leprince de Beaumont
(1711-1780), que abrevió y modificó las antiguas versiones bajo los simples
arquetipos del cuento de hadas, publicó El
almacén de los niños (1757), en el
que se incluyó su versión de La Bella y
la Bestia, y que el cineasta francés Jean Cocteau lo llevó a la pantalla en
1946, con un éxito que popularizó la imagen de una bestia, con aspecto de león,
quien, tras haber sido víctima de un hechizo, vivía escondido en su castillo,
hasta que la presencia de una bella mujer transformaría su infortunio en
felicidad.
El poder del amor como argumento
La
Bella y la Bestia es un cuento fantástico cuya acción transcurre en un
mundo imaginario, donde la magia es eficaz y el amor es capaz de vencer los
obstáculos. Todo comienza con la historia de un viejo mercader,
viudo y con tres hijas. Dos mayores, presuntuosas y vanidosas, y una menor,
humilde y bondadosa, a quien por su belleza llaman Bella,
El mercader, tras realizar un viaje, se dirige desde el
puerto rumbo a su casa, pero se pierde en el bosque, hasta que se refugia en un castillo encantado, habitado por una
misteriosa Bestia, quien, al encontrarlo en el jardín, le ofrece descanso y
alimento,y lo retiene en el castillo como su prisionero. El
mercader le pide que lo libere. El monstruo promete hacerlo, pero a condición
de que le conceda en matrimonio a una de sus hijas.
Cuando
el mercader retorna a su hogar, les cuenta a sus hijas lo que le había pasado
en el bosque y el castillo. Las hijas mayores no quieren saber nada de las
pretensiones del monstruo, a diferencia de la hija menor, la Bella, que se
ofrece cumplir la promesa de su padre, yéndose a vivir en los ricos aposentos
de la Bestia, quien la visita cada noche, suplicándole que se case con él, pero
ella le rechaza una y otra vez, hasta que cierto día, ve en su espejo mágico
que su anciano padre está muy enfermo. Entonces le ruega a la Bestia que
permita verlo por última vez. La Bestia accede a su pedido, con la condición de
que regrese al castillo antes de ocho días.
La
Bella no vuelve a tiempo y encuentra a la Bestia agonizando en el jardín,
debido a la tristeza que le causó su ausencia. Ella se arrodilla ante la
Bestia, quien exhala sus últimos alientos de vida, y, entre lágrimas y
súplicas, le pide que no se muera, porque lo ama y quiere ser su esposa. La
Bestia, al escuchar estas mágicas palabras, sana y se transforma en un apuesto
príncipe. Acto seguido, él le revela que, por medio del encantamiento de una
malvada bruja, había sido convertido en una horrible bestia para que ninguna
mujer deseara casarse con él; y que la única manera de romper con la maldición
era que alguien se enamorara de él, pero sin antes conocer el porqué del
encantamiento.
La
Bella y el príncipe se casan y viven felices en el castillo, junto a su padre,
mientras las dos hermanas mayores son transformadas en estatuas de piedra, pero
sin perder la consciencia, para que sean testigos de la felicidad de la Bella y
el príncipe, quien dejó de ser Bestia por la magia y el poder del amor.
Entre la realidad y la ficción
Si este tipo
de historias fuesen ciertas y se replicaran en la vida real, sería una
maravilla, como una maravilla son los cuentos que abordan temas donde se
amalgaman la realidad y la fantasía, procurando que los elementos fantásticos y
mágicos parezcan también realidades comunes y cotidianas.
Sin embargo, lo cierto es que los cuentos como La Bella y la Bestia, que están estructurados sobre la base de la desbordante imaginación de los autores, son narraciones que juegan con la fantasía del lector y que no tienen la función de impartir lecciones de senso-moral ni ser textos didácticos para enseñar a discriminar lo que es bello y lo que es feo, pero tampoco son temas donde la fantasía debe diferenciarse de la realidad. Por cuanto la La Bella y la Bestia es un cuento de la tradición oral, donde la ficción puede superar a la realidad, al menos, si se necesita de estos cuentos para superar la inseguridad y falta de autoestima.
Con todo,
este cuento clásico continúa conquistando los corazones de grandes y chicos,
que sueñan con esta mágica historia de amor y fantasía, que a los lectores les
permite abrigar la ilusión y la esperanza de que la belleza de una persona no
está en su físico, sino en su personalidad, ya que lo más importante no es la
belleza superficial, sino el bondadoso corazón que posee un individuo, como si
tuviese un bello príncipe atrapado en su interior.
La Bella y la Bestia, al margen de la fantasía y la magia que encierra
en su estructura literaria, es una idealización de un romance en el que se
justifica que el hombre puede parecerse a la Bestia mientras tenga sentimientos
nobles. O un mero enunciado lírico para quienes creen que el hombre mientras más feo, más bello. Está claro
que este dicho se dice por decir, sobre todo, si nos enfrentamos a los actuales
cánones de belleza masculina que, así no se reconozca públicamente, es tan
importante como la belleza femenina. Es cuestión de ingresar a las redes
sociales para advertir que los artistas, cantantes y deportistas que más
cotizan son aquellos cuyas figuras son más atractivas por su aspecto físico que
por su competencia intelectual, más por lo que lucen por fuera que por lo que
atesoran por dentro.
Fealdad y belleza
La Bella y la Bestia es la perfecta metáfora de una relación amorosa
donde la belleza de la mujer se sobrepone a la del hombre, que, aun siendo
chato, gordo y feo, es apreciado por otras cualidades más internas que
externas, o, simplemente, porque posee poderes sociales, políticos y
económicos, ya que un hombre acaudalado no es lo mismo que un pobretón, como un
hombre con renombre familiar no es lo mismo que el hijo del vecino.
Cuando una
madre obliga a su hija, joven y hermosa, a contraer nupcias con un hombre
viejo, chato y feo, aunque acaudalado, es como obligarle a tragarse un sapo
vivo, condenarla a vivir en una relación que no es de su agrado y que de por sí
le provoca aversión. Esto no quiere decir que el sapo, al menos según las
magníficas versiones de los cuentos de hadas, pueda convertirse en un bello
príncipe si se le da un beso.
El cuento también se ha interpretado como una crítica a los matrimonios por conveniencia. La unión de una mujer, especialmente joven y bella, con un hombre acaudalado y mucho mayor que ella. El cuento enseña que si las mujeres buscan el auténtico amor en el interior de sus ancianos maridos, pueden encontrar al príncipe que se esconde tras la apariencia de bestias. O que ellas mismas consigan esa transformación por medio de su amor. La diferencia de edades y condiciones sociales, en este caso, no tienen ninguna importancia si el amor es más grande que las apariencias físicas.
Una niña
puede creer que el sapo puede convertirse en príncipe, porque intelectualmente
se encuentras en la etapa del pensamiento
mágico, a diferencias de una adolescente, que no cree que un sapo pueda
trocarse en príncipe, porque su pensamiento corresponde a la etapa del razonamiento lógico y porque sabe que es
imposible que el sapo sea un príncipe encantado y que un hombre de horrible
aspecto pueda trocarse en bello después de un beso.
Las
adolescentes están convencidas de que los cuentos donde las bestias, los sapos
y las serpientes pueden trocarse en bellos príncipes son solo cuentos, que
están lejos de la realidad y que, en el sentido terapéutico como lo afirmaba el
psicoanalista Bruno Bettelheim, son algo así como una cura o un consuelo para
quienes viven aquejados por su fealdad. Por cuanto La Bella y la Bestia, al
margen de ser una bella historia, no deja de ser una fantasía difícil de
aplicar en la realidad, en esa realidad donde no es difícil diferenciar entre
lo que es bello y lo que es feo.
Sabor inigualable. Lo digo que viajo mucho y probé de todo. Su calidez lo mismo. Un abrazo a la señora maruja.
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