ORIGEN Y EVOLUCIÓN DEL LENGUAJE
Para que los
individuos de una colectividad puedan comunicarse y entenderse, tienen que
regirse por las reglas de un idioma, estructurado sobre la base de normas
gramaticales, sintácticas, semánticas y otras de carácter lógico. Quien niegue
este sistema de reglas, no conseguirá más que generar palabra y frases -no
ideas- que resultarán ilógicas e incongruentes para los demás.
El lenguaje humano,
compuesto de palabras, es social porque todos los individuos de una comunidad
recurren al mismo idioma para comunicarse entre sí, habida cuenta que cada
signo o palabra representa una idea común para todos. Por eso el lenguaje no
sólo es una facultad social, sino también una auténtica necesidad del ser
humano.
A pesar
de las innumerables investigaciones realizadas, no se sabe con certeza cuándo y
cómo nació el lenguaje, esa facultad que el hombre tiene para comunicarse con
sus semejantes, valiéndose de un sistema formado por el conjunto de signos
lingüísticos y sus relaciones. Aunque muchos investigadores tratan de echar
luces sobre este misterio, sus resultados no pasan de ser más que meras
especulaciones. Empero, por la observación de los gritos de ciertos animales
superiores, algunos creen que tales gritos fueron los cimientos del lenguaje
hablado.
La evolución del lenguaje
Desde el
punto de vista antropológico y etnológico, es indudable que el lenguaje
articulado constituye una de las manifestaciones características que separan al
hombre de los seres irracionales. Éstos últimos expresan y comunican sus
sensaciones por medios instintivos, pero no hablan, a diferencia de los seres
dotados de conciencia. Por lo tanto, si tuviésemos que añadir un sexto sentido
a los cinco tradicionales, sin duda alguna ésta sería el habla, ya que la
lengua, además de servir para el sentido del gusto y otras funciones
cotidianas, tiene la aplicación de emitir sonidos articulados, una
particularidad que, como ya dijimos, nos diferencia de los animales inferiores
con los que compartimos: vista, oído, tacto, olfato y gusto.
De otro
lado, el animal no es capaz de planificar sus acciones, puesto que toda su
conducta instintiva está determinada por su sistema de reflejos condicionados e
incondicionados. La conducta humana, en cambio, se define de forma
absolutamente diferente. La situación típica del individuo es el proceso de
planteamiento y solución de tal tarea por medio de la actividad intelectual,
que se vale no sólo de la experiencia individual, sino también de la
experiencia colectiva. Consiguientemente, el hombre, a diferencia de los
animales inferiores, sabe planificar sus acciones, y el instrumento fundamental
para tal planificación y solución de las tareas mentales es el lenguaje. Aquí
nos encontramos con una de sus funciones más elementales: la función de
instrumento del acto intelectual, que se expresa en la percepción, memoria,
razonamiento, imaginación, etc.
Se supone que el
hombre primitivo, que vivía en las oscuras cavernas hace por lo menos cien mil
años atrás, hacía simples gestos acompañados de gritos e interjecciones, a la
manera de ciertos animales, hasta que pasó a designar oralmente a las personas
y cosas de su entorno. Esta designación de las ideas mediante sonidos conformó la
piedra angular en el desarrollo cultural y social del hombre primitivo, ya que
supone un aumento sin precedentes en la capacidad de abstracción. De modo que
el hombre primitivo, dotado de la facultad de hablar, podía comunicarse con sus
semejantes y darse a entender. Así habían nacido las primeras palabras,
coincidiendo con el empleo de los primeros utensilios. Desde entonces, el
lenguaje no sólo es el instrumento prodigioso que permite la comunicación entre
los seres humanos, sino la memoria transgeneracional que permite a los miembros
de una colectividad compartir sus conocimientos y experiencias a través de la articulación de sonidos.
La diversidad de lenguas
Con el
transcurso del tiempo, los hombres primitivos empezaron a vivir en pequeños
grupos familiares, usando un lenguaje que era de uso exclusivo del grupo, con
palabras que expresaban una idea común para todos. Poco a poco se fueron
reuniendo en comunidades más grandes, formando tribus y poblados. Algunos
grupos se desplazaron a lugares más o menos lejanos buscando nuevos territorios
donde se podía encontrar caza y pesca, mientras otros se trasladaron en busca
de regiones más cálidas, generalmente junto a los ríos, donde construyeron sus
chozas y consolidaron su lengua materna. Valga aclarar que si los habitantes de
un lugar carecían de relaciones con los de otros, no es nada probable que
usaran el mismo lenguaje para comunicarse entre sí, lo que hace suponer que
desde el principio hubo varias lenguas, y no una sola lengua madre como generalmente creen los defensores del mito
bíblico sobre la Torre de Babel.
En
cualquier caso, se debe añadir que la evolución del lenguaje ha sido paralela a
la evolución del hombre desde la más remota antigüedad. Los idiomas que abundan
en la actualidad, agrupados en las ramas de un mismo tronco lingüístico, siguen
causando controversias entre los investigadores, puesto que el estudio del
origen del lenguaje es tan complejo como querer encontrar el eslabón perdido en el proceso de
humanización de nuestros antepasados.
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