UNA MUÑECA LLAMADA MATRIOSHKA
La famosa muñeca rusa, que responde al nombre de Matrioshka,
se dice que fue secuestrada a los japoneses; no la imagen sino la idea: un
juguete en forma de un sabio campechano y malicioso, que era el monje japonés
Fukurumu, dentro de cuyo cuerpo se alojaban otros fukurumitos de menor tamaño.
La leyenda cuenta que, a finales del siglo XIX, Alexei
Manontov (1841-1918), propietario de la prestigiosa tienda moscovita Educación de Niños, obsesionado por el
maravilloso juguete de porcelana, lo compró en la isla japonesa de Honshu y se
lo llevó dentro de la maleta hasta el país de los zares, con la intención de
sorprender a su querida esposa con esta figurilla que no tardaría en
popularizase en Moscú.
Desde luego que no faltaron los comentarios que aseveraban
que la primera Matrioshka había sido hecha por un monje ruso y cristiano que
vivió en las islas japonesas, quien torneó a mano tacos de madera, a manera de
volcar su nostalgia por la patria en una muñeca que, una vez pintada y decorada
con vivos y cálidos colores, terminó representando la imagen de una mujer
aldeana ataviada con vestimentas típicas de la cultura rusa.
Los colaboradores de Alexei Manontov, impresionados por
las características de la muñeca que se replicaba en otras más pequeñas, la
bautizaron con el nombre de Matrioshka, diminutivo del nombre femenino matriona, que proviene del latín mater (madre de familia); un nombre
apropiado que simbolizaba la fertilidad y se asociaba a la madre de una familia
numerosa. De esta forma surgió el nombre de la muñeca que, desde principios del
siglo XX, llegó a ser la reina de los suvenires rusos y emblema del arte
nacional.
La Matrioshka, independientemente del lugar donde tuvo su
origen, es diferente al resto de las mujeres del mundo, ya que es una muñeca
que está hueca por dentro, conforme puedan caber en su interior otras muñecas
de menor tamaño. En 1998 se fabricó la Matrioshka más grande; tenía una altura
de metro y medio y dentro de su estructura se alojaban 72 muñequitas. Sin
embargo, este récord fue abatido por otra Matrioshka de sólo 90 centímetros, en
la que cabían 75 muñecas, cada una de ellas talladas con una precisión meticulosa.
El pintor Sergei Maliutin, diseñador de juguetes para
niños, dibujó una reproducción del juguete japonés al estilo ruso, que luego
fue torneado en un taco de tilo por Vasiliy Zvezdochkin en un taller de
artesanías en Abramtsevo, al norte de Moscú, dándole a la muñeca un aspecto de
campesina rusa, de cuerpo ovalado, rostro redondo y ojos radiantes, vestida con
diferentes prendas, como un sarafán
(vestido de tirantes largos), kosovorotkas
(blusas abotonadas a un lado) y un colorido pañuelo que dejaba entrever un
mechón de su rubia cabellera, como repeinada con glicerina.
Las Matrioshkas rusas, solicitadas por los turistas como suvenires
en las tiendas moscovitas, están hechas de madera, siendo el tilo la más usada
debido a su ligereza y textura blanda. El maestro artesano, quien determina
cuándo es el momento idóneo para talar la madera, lo secciona transversalmente
en dos partes y lo mantiene al aire durante un año como mínimo, antes de
trabajar la pieza inferior y superior de la muñeca.
El maestro artesano, como todo artista de prodigiosa
imaginación, utiliza pocas pero indispensables herramientas, entre las cuales
se incluye el torno y los cinceles de varios tamaños. La primera figura en ser
tallada es la más pequeña, siendo ésta la única pieza entera de toda la serie.
El proceso, hecho a ojo de buen cubero
y sin tomar medidas de ninguna índole, continúa hasta que se hayan concluido
todas las muñecas divididas en dos piezas, una inferior y otra superior. A
continuación se ahuecan ambas partes, de modo que otra muñeca encaje sin
problemas en su interior.
La decoración de la Matrioshka, con pinturas al óleo,
témperas o acuarelas, se caracteriza por ser variopinta, con elementos
decorativos en la vestimenta y los jarrones que sostienen en las manos. Las
muñecas interiores son iguales entre sí, aunque pueden diferenciarse en la
expresión del rosto o en el tipo de jarrón
que sostienen. A veces, las más pequeñas de la serie tienen un tamaño tan
reducido, que el decorador, además de poseer experiencia y vista aguzada, debe
usar una lupa para verlas con nitidez antes de pintarles los ojos, la nariz y
la boca.
En 1900, la esposa de Alexei Manontov presentó la muñeca
en la Exhibición Universal de París. El juguete ganó la medalla de bronce y
despertó el interés del público. Después del éxito en la exposición, comenzó el
verdadero boom de la Matrioshka y Manontov
recibió pedidos para fabricar esta muñeca en cantidades industriales. Desde
entonces, la insuperable Matrioshka llegó a convertirse en la gran embajadora rusa
en todo el mundo.
No cabe duda de que la imagen de esta muñeca, que plasma
la sonrisa de las simpáticas mujeres rusas, ataviadas con vestidos estampados
con flores, pájaros y estrellas de vivos colores, sea la mejor expresión de una
cultura donde la mujer aldeana, además de lucir con orgullo los atributos de su
raza, es el eje fundamental de una sociedad donde la madre carga a sus hijos en
el vientre, como la Matrioshka carga a sus réplicas en el hueco de su cuerpo.
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