CIENCIA, EMPIRISMO Y RELATIVIDAD
Toda ciencia que estudia un fenómeno determinado, ya sea social o natural,
tiene por objeto hallar explicaciones que sean más coherentes que las
proporcionadas por el empirismo, cuyo sistema de estudio, sin la teoría ni el
razonamiento, está basado en el uso exclusivo de la experiencia y la
percepción, a diferencia de los conocimientos científicos, que siguen un
proceso más sistemático desde la observación hasta la experimentación.
Todo investigador sabe cuándo y en qué se diferencia la ciencia de la
percepción meramente empírica. Una de estas diferencias es que, el empirismo se
conforma con ordenar las observaciones sobre la base de impresiones que surgen
de modo espontáneo; la ciencia, en cambio, desarrolla sus tesis de manera
crítica y racional. Esto hace que el hombre de ciencia y el hombre común, por
ejemplo, lleguen a conclusiones diferentes acerca de un determinado objeto de
investigación. Así, cuando se le pregunta a una persona carente de
conocimientos científicos: si es el Sol el que gira alrededor de la Tierra o
ésta alrededor del Sol, lo más probable es que conteste: el Sol gira
alrededor de la Tierra, porque esto es lo que él observa cada día. Sin
embargo, una persona que haya estudiado sistemáticamente el sistema de rotación
o traslación de la Tierra, como lo hizo Copérnico o Galileo Galilei, sabe que
la Tierra y el reto de los planetas describen sus órbitas alrededor del Sol y
no a la inversa.
Los resultados científicos de una investigación dependen del objeto que se
estudia, pues no es lo mismo investigar un aspecto de la biología o la física,
que investigar un aspecto de las relaciones sociales, no sólo porque los
métodos de análisis que se usan son distintos, sino también porque las ciencias
exactas y las ciencias sociales son dos campos diferentes. Por lo tanto, no es
lo mismo que un técnico investigue el desarrollo de las computadoras, que un
sociólogo investigue la interrelación social de los individuos. El primero tiene
un carácter NO NORMATIVO. Es decir, explica cómo es el objeto estudiado y cómo
debería de ser. El segundo, en cambio, tiene un carácter más NORMATIVO,
dependiendo del objetivo que se persigue con los resultados de la
investigación, además de los conceptos políticos o ideológicos que sustenta el
investigador; más aún, si partimos del principio de que un investigador social
es, asimismo, un miembro de la sociedad y un producto de las relaciones
sociales, cuyas investigaciones, a diferencia de las de un físico o un biólogo
que estudia los fenómenos desde fuera, pueden incurrir en dos errores: primero,
la de aprobar, sin modificación alguna, las estructuras sociales; y, segundo,
la de usar los resultados de su investigación como un instrumento de reproducción
o transformación de las estructuras sociales vigentes. Asimismo, el empirismo
pretende explicar la formación del humano por combinación de los datos de los
sentidos, sin intervención original alguna de la razón.
Entre los más destacados filósofos partidarios del empirismo figuran el
inglés Jonh Locke (1632-1704) y el francés Etienne Bonnot de Condillac
(1715-1780). La reflexión, que el filósofo inglés combinaba con las
sensaciones, lo miró el filósofo francés como inútil complicación del sistema;
en su concepto, no hay dos orígenes de nuestras ideas sino uno solo. El
principio único que señala Condillac como origen de todas las dificultades, es
nada menos que la sensación; de ésta resulta la atención; de la atención
resultan, a su vez, todas las demás facultades intelectuales. Y puesto que la
atención no es más que una sensación, en último análisis, todas las demás
facultades, tanto afectivas como intelectuales, derivan de la sensación;
empero, a una primera atención puede suceder otra nueva. Es decir, una
sensación que se transforma también en atención por su vivacidad, pero observa
Condillac que la impresión que la primera sensación ha hecho sobre nuestra alma se
conservará todavía, como lo prueba la experiencia por razón de su vivacidad.
Nuestra capacidad de sentir se encuentra, entonces, repartida entre la
sensación que tuvimos y la que tenemos. El sujeto las percibe de modo distinto;
una de ellas nos parece pasada, otra actual. A la impresión actual, Condillac
le da el nombre de atención; a la impresión pasada la llama memoria;
a la comparación de las dos sensaciones la llama juicio, el cual,
habida cuenta de la misma comparación, es también sensación. Y así el empirismo
de Condillac trata de darnos el cuadro rigurosamente científico de
nuestra vida mental.
El empirismo de Locke, si bien menos radical que el de Condillac, admite la
reflexión, pero niega que tengamos conocimiento alguno de la esencia de la
sustancia. Ahora bien, si el empirismo es históricamente antiquísimo, se debe
reconocer que durante la Edad Media alcanzó su resonancia mayor.
El dilema de la Edad Media
La experiencia
cotidiana le indicaba al hombre de la Edad Media, con seguridad absoluta, que
la Tierra era un cuerpo fijo y que alrededor de ésta giraba el Sol. Además,
cabe recordar que el empirismo de la Edad Media estuvo basado en las teorías
del astrónomo griego Claudio Ptolomeo (s. II d. de J. C.), autor de la célebre Composición
matemática, a quien se lo consideraba una gran autoridad por sus
conocimientos que sustentaban la hipótesis de que la Tierra era el centro del
universo y un cuerpo sin movimiento alguno.
El astrónomo polaco
Nicolás Copérnico (1473-1543), por su parte, demostró el doble movimiento de
los planetas sobre sí mismos y alrededor del Sol, al igual que el físico y
astrónomo italiano Galileo Galilei (1564-1642), quien, sustentando sus
conocimientos por medio de la observación y la experimentación, publicó en
Florencia su Diálogo sobre los dos Máximos Sistemas, Ptolomeico y
Coperniquiano (1636), en el que defendía la concepción heliocéntrica
del universo formulada por Copérnico, frente al sistema de Ptolomeo, que afirma
que el Sol gira en torno a la Tierra. Desde ya, el libro suscitó pronto el
interés de los ambientes intelectuales europeos y la desconfianza de la
Iglesia, que entonces había encontrado en Ptolomeo una confirmación científica del
antropocentrismo inmanente a su fe en la creación. De modo que Galileo,
obligado a retractarse por haber proclamado, después de Copérnico, que la
Tierra giraba sobre sí misma, contrariamente a las concepciones sostenidas por
las Sagradas Escrituras, fue procesado por el Santo Oficio, y, tras 17 años de
causa, fue condenado y confinado, luego de ser forzado a adjudicar de
sus errores, siendo eximido de la pena de cárcel sólo por su avanzada edad
y sus condiciones precarias de salud, que, desde luego, ningún perdón tardío
puede remediar la amargura y la soledad de los últimos años de su vida,
transcurrida en encierros domiciliarios, como correspondía a un penitente
de la Inquisición.
Con todo, a los 350 años de su muerte, el Vaticano, a través del Papa Juan
Pablo II, rehabilitó en 1992 el cientificismo de Galileo Galilei, y criticó los
errores de los teólogos de la época que dieron pié a tal condena. Así, pues, en
un discurso de 13 páginas, leído en la Sala Regia del Palacio Apostólico, ante
los miembros de la Pontificia Academia de la Ciencia, y el cuerpo diplomático
acreditado, el Papa calificó al científico italiano del siglo XVII de Físico
genial y Creyente sincero, sin descalificar expresamente
al tribunal que lo sentenció, basado, probablemente, en la concepción de que la
naturaleza y la Biblia derivan ambas de Dios, y que es absurdo querer
contradecir la naturaleza, que es la expresión directa de la voluntad divina.
Al mismo tiempo, el Papa, polaco como Copérnico, denunció el mito del
oscurantismo dogmático, al que dio pié la condena de Galileo, que desde el
siglo XVII difundió la idea de que ciencia y fe son inconciliables. Para la
Iglesia, lo peor del caso Galileo fue que a partir del siglo XVIII, dicho caso fue
el símbolo del rechazo de la Iglesia al progreso científico, o bien del
oscurantismo dogmático, opuesto a la libre búsqueda de la verdad. Y, aunque
no se trata del primer paso en la rehabilitación de Galileo, el discurso que
pronunció el Papa en el Vaticano cerró una historia que acabó ocasionando una trágica
incomprensión recíproca entre teólogos y hombres de ciencia.
Relatividad y aproximaciones
Cuando los hombres desconocían la esfericidad de la Tierra y se la
imaginaban plana como una moneda, la interpretación literal que en aquella
época se daba de la Biblia, era considerada como concepto absoluto y no
relativo. Pero, más tarde, cuando se descubrió que la Tierra era esférica,
tanto el empirismo como el sentido vertical de las Sagradas Escrituras se
tambalearon en el saber humano.
Ya dijimos que, la diferencia existente entre ciencia y empirismo se puede
apreciar en las teorías que se tenían acerca de la forma de la Tierra hasta el
siglo XV, pues tanto los teólogos como la gente del pueblo creían que ésta era
plana y que el horizonte terminaba en abismos, a falta de mayores conocimientos
sobre las leyes de la gravedad. Sin embargo, tras los viajes de
circunnavegación alrededor del Mundo, se demostró la teoría de que la Tierra
era redonda y que las personas que habitaban en el hemisferio Sur no caminaban
cabeza abajo ni se caían en los abismos, porque la tierra tiene un centro de
gravedad, y que los conceptos de arriba y abajo son
relativos y no absolutos.
Otro ejemplo, que demuestra la diferencia existente entre el empirismo y la
ciencia, es el siguiente caso de relatividad: ¿A qué lado del camino está
situada la casa, a la derecha o a la izquierda? Esta pregunta no es fácil de
responder, puesto que si uno camina del puente hacia el bosque, la casa estará
al lado izquierdo y si, por el contrario, camina del bosque hacia el puente, la
casa estará a la derecha. Consiguientemente, los conceptos derecha e izquierda son
relativos. La respuesta dependerá del lugar donde se haga la pregunta. Lo mismo
que, día y noche son conceptos relativos, y
no se podrá contestar a la pregunta sino se indica el punto del globo terrestre
respecto al cual gira la conversación; es más, el semiólogo italiano Umberto
Eco, refiriéndose a las aproximaciones del lenguaje, como a las paradojas de
los relojes, dice: Después de que los lógicos se preocuparon de hallar
reglas matemáticas para construir proporciones no ambiguas, no sólo la
lingüística, sino la propia lógica y la inteligencia artificial se ha dado
cuenta de que el lenguaje natural es el reino de las aproximaciones... Hace
años que están efectuando investigaciones sobre lo que la gente piensa que es
un ave. La gente piensa que las aves vuelan y considera que los pollos son
aves. Todas nuestras definiciones son aproximativas... Sujetos sometidos a
exámenes correctamente elaborados han revelado, durante los experimentos, que
piensan que el águila es un ave, al igual que un pollo, pero que el águila es
más ave que el pollo; de ahí que los lingüistas hayan establecido, por decirlo
así, escalas de ‘pajaridad’ en las que el águila vale 10 puntos y el pollo uno
(y creo que los búhos estaban en un escalón algo inferior al de los cóndores).
Resumiendo, nosotros hablamos siempre de manera aproximativa, y conseguimos
entendernos sólo porque comparamos nuestras expresiones, fundamentalmente
inexactas, con el momento en que las utilizamos, con la naturaleza del
interlocutor, con lo que se dijo anteriormente y con el tema de la conversación
presente”. De modo que, en nuestra intercomunicación “nos salva nuestro
‘más-o-menos’, pues de lo contrario seríamos todos como el Funes de Borges, el
cual, debido a la exactitud de su percepción y de su memoria, no podía aceptar
que el perro que había visto a las tres de perfil pudiese ser el mismo que veía
de frente a las cuatro. Nos moriríamos, como él.
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