NUNCA LLUEVE SOBRE EL
SÁHARA
El reciente libro de
Pedro M. Martínez, compuesto por 18 relatos, hace gala de la destreza narrativa
del autor, quien recrea los hechos y personajes que marcaron su vida. Hay
remembranzas que afloran con nitidez y precisión, y otros que se mueven en la
línea exacta donde confluyen la realidad y la ficción. No cabe duda de que la
memoria es una fuente inagotable en materia literaria y un crisol en el cual se
funden las aventuras de la imaginación.
El autor, en una suerte
de viaje en el tiempo y el espacio, nos invita al territorio de su infancia,
donde constatamos el primer beso que le dio a la hija de la pipera, el trato
cariñoso de su madre y la actitud afable de su padre, quien trabajaba en la
construcción, suspendido como una alondra entre los andamios de madera.
Asimismo, en Tarde de sábado, el primer relato de este fabuloso libro, nos
familiarizamos con un tío flacuchento, enamorado y contador de historias de la
Guerra Civil, y un profesor que maravilla a los alumnos con sus ocurrentes
frases.
No podía faltar la
presencia de su abuelo comunista, quien, además de hablar de vendavales y
ciclones, estaba consciente de que hasta la madre naturaleza sabe que para
progresar hay que destruir. El paso tranquilo del tiempo nunca ha cambiado
nada. Es un hecho objetivo de la historia. Sabias las enseñanzas de este abuelo
que, aparte de valorar los buenos muslos de una hembra, amaba el mar cantábrico
y vivía obsesionado con el viento. El abuelo, protagonista inolvidable y
simpático, sufrió también los abusos de la Brigada Político Social de Franco y
pasó un tiempo en la cárcel de Oviedo, sin más acusaciones que las imputadas a
quienes expresaban las ideas de los enamorados de la libertad y la justicia, y
repetían de memoria las célebres frases del Manifiesto: Un fantasma recorre
Europa: el fantasma del comunismo...
La escuela ocupa un lugar
privilegiado entre los relatos, no sólo porque es la institución oficial de la
enseñanza y el aprendizaje, sino también porque en ella se inculcan las ideas
de las clases dominantes, las creencias religiosas y las supersticiones de
antaño. De ahí que en El río
petrificado se destaca el temor de un niño ante la muerte, sobre todo, cuando
la maestra le confirma que los pecadores se van al Infierno, a
sufrir durante toda la eternidad para espirar sus horribles pecados. Y que la
única manera de evitar este cruel castigo es honrar a los padres y comulgar
todos los domingos. Amar a Dios, a la Patria y al Caudillo.
La literatura, revestida
con valores éticos y estéticos, permite canalizar de manera efectiva los
sentimientos de protesta de quienes no comparten las normas establecidas por un
régimen dictatorial ni los sermones de una Iglesia retrógrada. El autor, con la
potestad de decisión sobre el destino de su obra, se convierte en un faro que
ilumina el camino de la lógica y la razón, induciendo al lector hacia una
temática que, con ingenio y conocimiento de causa, revela una de las etapas más
sombrías de la historia contemporánea de España, donde la dictadura de Franco
caló hondo en la mente y la conducta de millones de ciudadanos amordazados por
la censura y amedrentados por los crímenes de lesa humanidad.
Pedro M. Martínez, con los atributos que
caracterizan a un buen narrador, logra conjugar la imaginación y el verbo. Sus protagonistas, lejos de parecerse a los héroes
inmortales de las películas, están hechos de carne y hueso, y, por eso mismo,
son inmediatamente reconocidos por el lector que respira junto a ellos, como si
se tratara de familiares o amigos que, urgidos por la necesidad de contar sus
vidas, buscan la complicidad de alguien predispuesto a compartir sus tristezas
y alegrías.
La inmigración
latinoamericana se refleja en dos de los relatos. Ahí tenemos a la peruana Myriam Anita, asistente
social en casa de un anciano, y a la
ecuatoriana Aura Esthela, quien llegó a España como la mayoría de los
indocumentados que, sin tener papeles de residencia ni de trabajo, abandonan
sus países de origen en busca de mejores condiciones de vida, aun sabiendo que
sus sueños pueden trocarse en pesadillas. Son personas que luchan día a día
para llevarse el pan a la boca y enviar puntualmente las remesas a sus familias
que depositan todas sus esperanzas en estos seres acostumbrados a la discriminación
y al apelativo de “sudacas”. La soledad y el desarraigo del inmigrante están
retratados vivamente en La soledad de
la gata, que fue finalista en el segundo concurso de relatos de UGT y el Ayuntamiento de
Alcobendas, convocado bajo el lema Inmigración, emigración e
interculturalidad.
Algunos de los
personajes, como Joaquín en La mano inocente, encarnan la pobreza en la cual
estaban sentenciados a vivir los más desposeídos durante la posguerra. Los
contrastes sociales eran tan evidentes que incluso los perros de las damitas de
alcurnia tenían un trato más digno que los labradores del campo y los parias de
la ciudad. Sin embargo, como no existe pobreza ni riqueza que resista la
tentación de la carne, Joaquín se siente atraído por las voluptuosidades de una
de las vecinas de su abuela. El autor describe con elegancia la lujuria del
joven protagonista y la sensualidad de Engracia; una cuarentona de ojos verdes,
que tiene
el fuego de la pasión a flor de piel y un cuerpo apto para conducir a Joaquín
hasta el umbral de las sensaciones más fuertes de la condición humana, con
palabras que incitan al amor: Ven, mi cielo, te voy a enseñar algo que quieren
hacer todos los hombres.
En El botones, que obtuvo el primer
premio en el Certamen de Relato Breve de la Asociación Amigos del Foro Cultural
de Madrid en 2006, se retoma el tema de la sexualidad masculina, recordándonos que la simple fotografía de una mujer desnuda provocaba
aspavientos en una época en que la mojigatería moralizante era moneda
corriente. En la España franquista, como es sabido por todos, se tuvo que
esperar el “destape” y el retorno a la democracia, para que los curas se
quitaran la venda de los ojos y los guardianes de las buenas costumbres
conyugales aceptaran que la sexualidad es uno de los impulsos más naturales
del ser humano. Y, por consiguiente, uno de los motores principales del arte en
general y de la literatura en particular.
Pedro M. Martínez, como todo viajero ansioso por tragarse el mundo, nos cuenta, en Disparos en un parquín, las experiencias de un grupo de amigos que, metidos en un viejo Renault 12
azul, ven cruzar coches Mercedes y Volkswagen por las carreteras de Hamburgo,
mientras escuchan la música de Serrat y José Luis Perales, sin más pensamiento que
aspirar aire libre, forrar el estómago con bocatas, cervezas y descansar el
cuerpo sobre colchonetas. De hecho, el relato está protagonizado por jóvenes
dispuestos a vivir una aventura bien vivida y recorrer el mundo dentro de un
coche destartalado. No era extraño que los jóvenes de los años ‘60 y ‘70
estuviesen decididos a ampliar sus conocimientos y conquistar nuevos horizontes
para dejar de ser provincianos y considerarse ciudadanos de un mundo cada vez
más moderno y globalizado.
Los viajes siguen y se prolongan en Nunca llueve sobre el Sáhara. De las
carreteras asfaltadas de Alemania se pasa a la llanura de Marrakech y a las cumbres del Toubkal, donde los protagonistas
escalan con la ayuda de crampones, cuerdas, piolet y la firme decisión de alcanzar
la cima más elevada entre las paredes de hielo y experimentar la sensación de
un pájaro de alto vuelo. La lectura, pasito a paso, se hace apasionante en
“Toubkal”, que fue finalista en los Certámenes Literarios de la Universidad Popular de
Alcorcón en 2005.
Por otra parte, de un
modo consciente o inconsciente, el autor manifiesta su antifranquismo con
perífrasis y expresiones inherentes en el texto y el contexto, como en los
relatos El silencio del
valle, El botones y Todos éramos iguales, menos uno. No
faltan las escenas en las cuales se describen las fachas y los desmanes de los
miembros de la Guardia Civil, sembrando el terror y el pánico entre los
pobladores que se oponen a la dictadura sin más armas que el estoicismo y el
silencio; un aspecto relevante en la obra de este escritor con vínculos
familiares en Asturias, donde las fuerzas de oposición libraron las batallas
más cruentas contra un régimen fascista que, con el respaldo del clero y la
Falange, estaba decidido a perpetuarse en el poder como por mandato divino,
mientras las cárceles y las fosas comunes se llenaban con los militantes de la
izquierda republicana.
El último relato, que
da nombre al libro, es una pieza literaria cuidadosamente hilvanada desde el
principio hasta el final, sin más recursos que el manejo de un lenguaje
efectivo que permite recrear, con soltura y lucidez, la entrañable relación
existente entre un escritor entrado en años y una nieta intuitiva, cuya
inteligencia simboliza el mensaje humanista metido en una botella de cristal,
que, tras navegar a la deriva entre los libros de la gran industria editorial,
llega a nuestras manos como cuando llegan las buenas noticias desde tiempos y
lugares remotos.
Pedro M. Martínez, así
como es capaz de convertir en materia literaria cualquier suceso de la vida
real, con imágenes y palabras destinadas a revelar el alma humana, es también
capaz de lucir un buen sentido del humor y una prosa llena de expresiones que
están a medio camino entre las metáforas y las figuras de dicción.
Nunca llueve sobre el
Sáhara, aunque incluye relatos publicados anteriormente en obras compartidas
con otros autores, exige una relectura atenta no sólo porque es un mosaico rico
en ejes temáticos y matices literarios, sino también porque confirma la madurez
de un escritor que merece ser considerado con seriedad tanto por la crítica
como por los lectores más exigentes de la actual literatura hispanoamericana.
Pedro M. Martínez (Madrid, 1951). Narrador y
fotógrafo. Llegó a la escritura de la mano del Taller Literario de El
Comercial, del que es uno de sus miembros fundadores, en cuyo trabajo participa
desde el año 2000. Es director de la
Revista Digital de Arte y Cultura Almiar, socio fundador de la Asociación de Revistas
Digitales de España (A.R.D.E.) y socio del Círculo independiente Ñ de escritores (CiÑe). Militó
en el sindicalismo y la política desde los años de la dictadura
franquista. Tiene relatos dispersos en
publicaciones de América Latina y Europa.
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