GALEANO EN EL SUEÑO
1
En un país cuyo nombre no recuerdo, los mineros se organizaron en milicias populares, mientras yo viajaba junto a Eduardo, quien acababa de lanzar al mundo sus Memorias de la Nieve.
2
Cuando llegué a un pequeño caserío, de terreno árido y pedregoso, entré en una casa de paredes expuestas al sol, donde distinguí las figuras de quienes estaban ya muertos. Ninguno me dirigió la mirada ni la palabra, pero alguien me abordó por las espaldas y me condujo del brazo hacia una habitación, desde cuyas hendiduras veía llegar al patio, una a una, a personas desconocidas.
3
Al cabo de un tiempo, escuché una voz que decía: Mañana estallará la insurrección. Salí al encuentro de la voz, comunicándole que en el trayecto me encontré con Eduardo, quien venía a sumarse a nuestra causa, pero que, por algún motivo desconocido, se quedó en una ciudad sin nombre, a la espera de un nuevo aviso. Y, mientras la voz hablaba en un idioma desconocido, veía pasar y repasar a hombres y mujeres con el fusil al hombro.
4
Más tarde, lejos del rumor de un río que zumbaba entre los cerros, propuse tender los camastros, y ahí nomás, un minero, escupiendo la coca contra el suelo, me comentó que su mujer y sus hijos habían iniciado la huelga.
5
Bajo un cielo cuajado de estrellas, la habitación se llenó de gente, que hablaba y reía con voz de humo. Eduardo entró barriendo el aire. Le saludé desde el fondo y lo invité a retomar la conversación iniciada en el viaje. Él me miró a los ojos y nada me contestó.
6
Cuando todos estaban dormidos, uno al lado del otro, a mis espaldas alguien rompió a llorar. Abrí los ojos y giré con vértigo. No sabía quién era, pero estaba seguro de que los sollozos provenían de un hombre que no dormía. Al poco rato distinguí la cara de Eduardo Galeano, en medio de una cuerda de perros que cercó la habitación. Alargué el brazo sobre su hombro y le pregunté: ¿Por qué lloras? Me miró con ojos tristes y contestó: Porque al nacer el día nos matarán a todos.
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