HACIA EL CENTENARIO DE ÓSCAR ALFARO
Óscar Alfaro (Tarija, 1921 - La Paz, 1963) dedicó su
vida y talento a los niños bolivianos, escribiendo obras que tenían la
finalidad de desatar la fantasía y despertar el hábito de la lectura entre los
pequeños lectores, a quienes los consideraba, por antonomasia, los futuros
lectores de la gran literatura universal.
No cabe duda de que él mismo, en el fondo de su
alma, se sentía un niño viejo o un viejo niño. No en vano escribió en su poema Viaje al pasado, dedicado a su madre,
estos hermosos versos: Desde adentro,
desde adentro,/ desde el fondo de un abismo,/ viene corriendo a mi encuentro/
un niño que soy yo mismo./ Iluminando el olvido,/ con este niño en los brazos,/
yo voy haciendo pedazos/ los años que ya he vivido...
Sus poemas son profundamente bolivianos,
profundamente contemporáneos y profundamente maravillosos, casi siempre
pensados desde la perspectiva cognitiva de los niños, consciente de que ellos,
como El principito de Antoine de Saint-Exupéry y a diferencia de los
adultos, tienen su particular modo de contemplar el mundo y sus asuntos.
En la creación de su literatura, tanto en verso como
en prosa, se empeñó por plasmar la exuberante naturaleza, con sus montañas,
valles y selvas, pero también la riqueza del folklore, las costumbres
ancestrales, las creencias y hasta las supersticiones de un país multilingüe y
multicultural; más todavía, Óscar Alfaro, a contracorriente de los dictados de
su época, escribió sin usar el didactismo ni la moraleja; recursos pedagógicos
que, durante el siglo XX, fueron monedas corrientes en los textos literarios
destinados a la educación primaria y secundaria.
Sus cuentos y poemas son una suerte de alimentos
espirituales para los escolares, quienes, aparte de enriquecer su vocabulario
con los códigos lingüísticos del autor, se sienten plenamente identificados con
sus expresiones llenas de símbolos, aforismos y metáforas, que les llegan como
dardos y flores hasta lo más hondo del corazón.
Por estas razones, los maestros están en la
obligación de difundir y promover la literatura de Óscar Alfaro en sus unidades
educativas, no solo porque se trata de uno de los escritores más notables del
país, sino también porque sus libros, por la temática y la caracterización de
los personajes, son excelentes materiales para fortalecer la malla curricular
dentro del sistema educativo.
Óscar Alfaro, en su condición de educador y hombre
comprometido con la realidad social, no dejó de reflejar a través del arte de
la palabra escrita su más airado repudio contra las injusticias sociales, la
discriminación racial y el despotismo de los poderes de dominación. Es cuestión
de leer un puñado de poemas para encontrar versos dedicados a los proletarios,
al pájaro revolucionario, a los niños mendigos y las niñas desamparadas en una
sociedad donde pocos tienen mucho y muchos no tienen nada.
El príncipe de la literatura infantil boliviana,
aunque no era ampliamente conocido por su militancia en el Partido Comunista,
cultivó una estrecha amistad con el cantautor Nilo Soruco y con algunos
dirigentes de la Central Obrera Boliviana y la Federación Sindical de
Trabajadores Mineros, quienes, a través del Ministerio de Educación y Cultura,
le conseguían autorización para que visitara las escuelas pertenecientes a la
COMIBOL, donde se aparecía, sin escatimar esfuerzos, con su pelo pulcramente
peinado, su perilla inconfundible y sus anteojos de cristales transparentes
como su alma.
Asimismo, valga recordar que el autor tarijeño, que
hacía a la vez de escritor, editor y difusor de su obra, cargaba a cuestas sus
libros, casi siempre ilustrados a colores, para ofrecer entre los alumnos y
profesores a un precio módico, en una época en que no habían muchas editoriales
en el país; y, menos aún, editoriales interesadas en publicar libros de
literatura infantil y juvenil. De modo que Óscar Alfaro, como la mayoría de sus
connacionales, se vio en la necesidad de invertir sus propios recursos en la
edición de sus obras de creación.
Por otro lado, siempre que tenía la oportunidad de
hablar sobre los derechos de los niños y la importancia de la literatura
infantil en la enseñanza primaria, lo hacía con una explosión enérgica de
razonamientos filantrópicos, como cada vez que se lo escuchaba hablar a través
del programa La república de los niños,
que él conducía en la estatal Radio Illimani de la ciudad de La Paz.
Al morir el poeta, a sus escasos 42 años de edad,
dejó una gran parte de su obra inédita, que fue conocida y reconocida de manera
póstuma, gracias al empeño de su viuda, la profesora Fanny Mendizábal de
Alfaro, quien concluyó con la tarea de sacarlos a luz y difundirlos entre los
lectores interesados en zambullirse en los sentimientos y pensamientos de este
eximio escritor, cuya fama, con el trascurso de los años, fue creciendo como la
espuma. ¡Enhorabuena!
Óscar Alfaro se ganó el sitial que le corresponde en
el parnaso de los más grandes, con una prosa diáfana y reflexiva, llena de
magia y valores humanistas; y, por supuesto, con una colección de poemarios
que, amén de su calidad ética y estética, se echaron a volar por el mundo como
palomas mensajeras de paz, amor y libertad.
Faltando dos años para conmemorar el centenario de
su nacimiento, las instituciones culturales del Estado, los establecimientos
educativos, los editores, escritores y lectores en general, debemos
prepararnos, con compromiso moral y cívico, para izar las banderas de la
literatura infantil y juvenil en homenaje a Óscar Alfaro, quien fue una de las
lumbreras de la literatura boliviana, con una obra indispensable y sustancial, en
la que se funden el talento creativo, la galanura del lenguaje, la pasión por
la escritura y el amor desmedido por la infancia.
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