ALGO MÁS SOBRE EL CUENTO
Está claro que el cuento presenta varias características
que lo diferencian de otros géneros narrativos, a pesar de que muchos lo
confunden con el relato, que es la narración de un determinado acontecimiento,
sin trama ni mayores aspiraciones estéticas, ya que el narrador relata algo que
ha visto u oído casi siempre en primera persona, como si él mismo fuese el
personaje principal del acontecimiento que narra al mejor estilo de los
cronista del periodismo escrito.
El cuento, habiendo sido una de las formas más antiguas
de la narración oral, se ha convertido en uno de los géneros literarios más
modernos, que estimula la vena creativa de innumerables cultores y cautiva a
millones de lectores de todas las latitudes y edades.
Los estudiosos consideran que el nombre del género cuento apareció a principios de 1300
para denominar a las narraciones cortas, como es el caso de El Decamerón, compuesto de varias
narraciones breves que, en principio, se los conoció como novelas. En El Decamerón, dividido en diez
episodios, se relatan las aventuras de cinco damas y cinco caballeros que huyeron
de Florencia tras la peste que asoló la ciudad, y que, refugiándose en una
casona de campo y a manera de pasar el tiempo, cada uno de ellos cuenta diez
historias por turno.
Desde luego que este género literario tuvo otros
precursores desde mucho antes de que se escribiera El Decamerón, como son las sagas islandesas o escandinavas, que
cuentan, en episodios cortos, los mitos de creación del reino de Odín. Otro
ejemplo lo tenemos en Las mil y una
noches, donde se abordan temas fantásticos del mundo árabe, con personajes
que protagonizan aventuras en la que se yuxtaponen los elementos de la realidad
y la ficción.
En prosa, en opinión de la mayoría de los escritores, no
hay género literario más perfecto que el cuento, no sólo porque sus atributos
más importantes son la brevedad e intensidad, sino también porque es un medio
eficaz para narrar historias reales o ficticias, con un lenguaje intenso que
puede parecerse a un poema escrito con gran economía de palabras.
El cuento, por su extensión y el manejo de las modernas
técnicas literarias, está escrito para ser leído de principio a fin, en pocas
páginas y en poco tiempo; quizás por eso, en opinión de García Márquez: El esfuerzo de escribir un cuento corto es
tan intenso como el de empezar una novela. Además, según recomendaciones
del maestro: el cuento no tiene principio
ni fin: fragua o no fragua. Y si no fragua, la experiencia propia y la ajena
enseñan que en la mayoría de las veces es más saludable empezarlo de nuevo por
otro camino, o tirarlo a la basura.
Esta necesidad de concentración, que obliga al narrador a
elegir sólo aspectos fundamentales e imprescindibles para estructurar un
cuento, hace, a su vez, que el lector se vea obligado a mantener un estado de máxima
atención, para no perder el hilo de la narración y comprender mejor los
recursos literarios que manejó el autor para condensar una historia en pocas
páginas.
En un buen cuento todo es importante y cada palabra tiene
su propio valor, y el lector tiene derecho a someterla a un análisis exigente,
incluso microscópico. En el cuento, a diferencia de la novela, la intensidad en
la narración es por sí misma uno de sus valores más peculiares. No en vano
Julio Cortázar afirmó: Lo que llamo
intensidad en un cuento consiste en la eliminación de todas las ideas o
situaciones intermedias, de todos los rellenos o fases de transición que la
novela permite e incluso exige.
Si el cuento del siglo XIX solía elegir como tema un
momento decisivo en la vida del personaje, el cuento del siglo XX elige, frecuentemente,
un momento cualquiera, incluso un suceso sin importancia. Tampoco existe un
personaje específico o un final en el que todo queda definitivamente sentado y
resuelto para el protagonista, ya que lo importante no radica sobre qué o quién
se escribe, sino la forma cómo se escribe; pero, sobre todo, que el autor que
cultiva el género literario del cuento esté consciente de que su oficio, de
corto pero intenso aliento, consiste en narrar una buena historia, que se
parezca a la poesía en su brevedad y a la novela en su estructura.
Ahora bien, si algún lector se pegunta: ¿Cuándo sabe el
escritor que un cuento es bueno? La respuesta sería la que dio el maestro
García Márquez: Es un secreto del oficio
que no obedece a las leyes de la inteligencia sino a la magia de los instintos,
como sabe la cocinera cuando está bien la sopa.
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