PRESENTARÁN CUENTOS DE LA MINA
EN LA CIUDAD DE EL ALTO
El próximo martes 30 de
octubre, en el Auditorio del Sistema de Archivo de la COMIBOL, ubicado en la
ciudad de El Alto (Calleja Del Archivero, No. 100, zona Ferropetrol, al lado de
la Fuerza Aérea Boliviana), se presentará a las 16:00 hrs. el libro Cuentos de
la mina, la exitosa obra del escritor Víctor Montoya, quien retornó al país
después de treinta cuatro años de ausencia.
El acto, que se desarrollará en
el marco del programa de conmemoración de los sesenta años de la nacionalización de las minas, cuyo
Decreto se firmó el 31 de octubre de 1952 en la población de Catavi, está
auspiciado por el Archivo Histórico de la Minería de COMIBOL y contará con la
presencia de destacadas personalidades del ámbito cultural, social y político.
La presentación y los comentarios
estarán a cargo del líder minero Edgar Ramírez, ex ejecutivo de la Central
Obrera Boliviana (COB), Director de los Archivos Históricos de la Minería
Nacional y del Sistema de Archivo de la Corporación Minera de Bolivia
(COMIBOL), y de Luis Oporto Ordóñez, historiador, archivista y Director de la
Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional.
El autor del libro, consciente de
la importancia que reviste esta presentación en la ciudad de El Alto, manifestó
su agradecimiento a las personas implicadas en la preparación de este evento
que, una vez más, pondrá de relieve a la literatura minera en el contexto de la
literatura nacional.
El
eje temático del libro
Cuentos de la mina, compuesto
por 25 relatos de extensión variada, es un regio escaparate donde se exponen
las vertientes más fascinantes del mundo minero, cuyas creencias están
vinculadas tanto al paganismo de las culturas ancestrales como a la religión
católica llegada de allende los mares. El libro, además de contar con el
prólogo del español Benigno Delmiro Coto, está ilustrado con fotografías de
Jean-Claude Wicky, Stanislas de Lafon, Barbara Lindell, Christopher Hines,
Joson Devit y Manuel L. Acosta, entre otros.
En Cuentos de la mina, como en
toda obra de creación literaria, se explayan las modernas técnicas narrativas,
a partir de un eje temático que pone en primera plana las aventuras y
desventuras del Tío de la mina; un personaje que simboliza el sincretismo
religioso y el mestizaje cultural desde la época de la colonia.
El Tío de la mina, cuya imagen
diabólica está esculpida en las galerías, está considerado como el guardián de
las riquezas minerales y el amo de los trabajadores del subsuelo, y así como
concede gracias a quienes le rinden tributo con afecto y devoción, es también
implacable y cruel con quienes lo ignoran o se burlan de él.
A la pregunta formulada por una
periodista: ¿Por qué, en su visión rescata al Tío como personaje principal de
las minas y no así al minero como tal?, Víctor Montoya contestó de manera
concluyente: Porque quería diferenciarme de los escritores que cultivaron y
cultivan la literatura del llamado ‘realismo social’, donde se habla de los
triunfos y las derrotas del proletariado minero. Hay muchas obras, tanto en el
género del cuento como de la novela, en las que se retrata al indígena que se
proletariza, al minero sindicalizado que se enfrentó, primero, contra la
oligarquía minero-feudal y, después, contra los gobiernos nacionalistas y
neoliberales, en aras de conquistar sus reivindicaciones socioeconómicas. Lo
que yo hice, a diferencia de estos escritores de la literatura minera, fue
rescatar los mitos y las leyendas que existen en la tradición oral de los
Andes, donde se siente con todo su vigor la mitología del Tío de la mina; un
ser ambivalente, mitad dios y mitad demonio. De modo que mis cuentos, más que
narrar la realidad social del minero, recrean la figura del Tío desde una
perspectiva del realismo mágico o fantástico, que forma parte de la cosmovisión
andina, con una fuerte presencia de las creencias y supersticiones de las
culturas ancestrales.
No cabe duda de que este libro, a
lo largo de sus 183 páginas, rescata, con una prosa ágil y verosímil, el
imaginario popular en torno a la mitología del Tío, y, por eso mismo, es
diferente a la narrativa tradicional de la literatura minera, en la cual, de un
modo general y casi por antonomasia, confluyen las historias en lo mismo: la
tragedia, las injusticias sociales y las luchas reivindicativas del movimiento
sindical.
Por otro lado, en cada uno de los
cuentos es fácil identificar los atributos que identifican a la mina: el ulular
de la sirena; un elemento que, junto a la jaula, los rieles, los vagones y las
maquinarias, es tan importante como el casco de protección, el overol, las
botas y la lámpara en la faena de la mina, donde la oscuridad, la humedad, los
gases y los derrumbes, son otros de los elementos descritos de manera magistral
en “Cuentos de la mina”.
El autor del libro, reconocido
por su fecunda labor literaria tanto a nivel nacional como internacional,
confesó que escribió estos cuentos a partir de sus vivencias personales y la
estrecha relación que mantuvo con los mineros en el norte de Potosí, donde
muchos de sus familiares fueron trabajadores del subsuelo. Conoce esa realidad
dantesca desde que tiene uso de razón y se considera orgullosamente un hijo de
entrañas mineras.
Opiniones
sobre Cuentos de la mina
“Leer Cuentos de la Mina significa sumergirse en el mundo sincrético de las
creencias mineras de Bolivia. Los textos, como si fueran galerías de una mina,
se van adentrando en las diferentes actualizaciones del sincretismo religioso
que supone la figura y leyenda del Tío, así como su significación para los
mineros. En estos textos, caracterizados por un decidido tratamiento de la
materia narrativa, el lector se enfrenta a lo que ya va siendo una constante en
la narrativa de Montoya: el distanciamiento del narrador, la precisión, a veces
la crudeza de estirpe casi naturalista, con el que se describen hechos
violentos o tremendos, al mismo tiempo que la resolución de la trama opera en
un registro de modulaciones mágicas, de manera que más que hablar de realismo
mágico podríamos hablar de naturalismo mágico en estos relatos” (Leonardo
Rossiello).
“Cuentos de la mina vendría a ser una especie de biografía del Tío, es
un libro que con sus relatos fascinantes, sus minuciosas descripciones en un
lenguaje fluido, en ocasiones poético, y sus ilustraciones, constituyen un
valioso aporte al conocimiento de las creencias, mitos, ritos y leyendas que
desde siglos sustentan el mundo de los trabajadores mineros” (Giancarla de
Quiroga).
“El maravilloso libro de Víctor
Montoya, Cuentos de la mina, aclara desde la literatura todo aquello que los
historiadores no podemos captar con la sencillez e inmediatez que es tan propia
de los escritores de raza. Y Montoya ha probado sobradamente que lo es. En su
obra, sin teorías venidas de otros oficios, el autor recrea con naturalidad el
imaginario del minero boliviano a través de una serie de cuentos en donde
quedan plasmadas las desdichas y esperanzas de ese colectivo humano utilizando
como marco de encuadre a uno de los personajes más emblemáticos del sincretismo
americano: El Tío de la Mina, dueño sobrenatural y soberano absoluto de la oscuridad
y sus riquezas” (Fernando Jorge Soto Roland).
“Víctor Montoya rescata
prolijamente las tradiciones y leyendas de la mina y se convierte en un
cronista del mundo fantástico que emerge del socavón. Sus relatos son metáforas
sobre la existencia fantasmal que se atribuye a los mineros más empobrecidos,
muertos en vida por la silicosis y la ausencia de horizonte. Sin haber tenido
la vivencia de penetrar en la mina es difícil describir con tanta propiedad esa
sensación de ahogo, de oscuridad absoluta y de humedad sexual que se respira en
los socavones” (Alfonso Gumucio Dagron).
“Este libro es el fiel reflejo
del pensamiento, los sentimientos, usos y costumbres que caracterizan a las
poblaciones mineras bolivianas y su entorno físico andino, ya que los hechos en
él relatados, se desarrollan en los centros mineros de Siglo XX, Potosí y
Oruro, en cuanto a las manifestaciones mitológicas y legendarias que dan origen
a acontecimientos culturales de extraordinaria magnitud, como el Carnaval de
Oruro y los ritos litúrgicos propios de una religión ecléctica que rige en
América desde el desenlace de la dominación española” (Alberto Guerra
Gutiérrez)
Datos
del autor en las solapas del libro
Víctor Montoya nació en La Paz,
el 21 de junio de 1958. Escritor, periodista cultural y pedagogo. Vivió desde
su infancia en las poblaciones mineras de Siglo XX y Llallagua, al norte del
departamento de Potosí, donde conoció el sufrimiento humano y compartió la
lucha de los trabajadores del subsuelo, cuyas grandezas y tragedias, profundamente
ligadas al realismo mágico y mítico de las culturas ancestrales, se reflejan
vehemente en una de las facetas más vitales de su obra literaria.
Estudió la primaria en la escuela
Jaime Mendoza, el ciclo intermedio en el Colegio Junín y la secundaria en el
Colegio Primero de Mayo. Fue testigo de la masacre de San Juan en 1967 y
dirigente estudiantil hasta mediados de 1976, año en que la dictadura militar
de Hugo Banzer Suárez, que asaltó el poder en agosto de 1971, lo persiguió por
sus actividades políticas. Permaneció clandestino en el interior de la mina y
en una casa de seguridad en la ciudad de Oruro, donde cayó a merced de las
fuerzas represivas junto a un grupo de dirigentes mineros.
Estuvo preso en el Panóptico
Nacional de San Pedro y en la cárcel de mayor seguridad de Viacha-Chonchocoro.
Durante su cautiverio, burlando la vigilancia de los guardias, escribió su
libro de testimonio Huelga y represión, cuyas páginas se filtraron por los
sistemas de control gracias a la valiente y decidida cooperación de su madre,
quien lo visitaba en la cárcel cada vez que las autoridades de gobierno se lo
permitían.
En 1977, luego de una campaña de
Amnistía Internacional, que reclamó por su libertad y lo adoptó como a uno de
sus “presos de conciencia”, fue sacado de la prisión por un piquete de agentes
y conducido directamente al aeropuerto de El Alto, desde donde fue exiliado a
Suecia, como la mayoría de los refugiados latinoamericanos que fueron
expulsados de sus países tras el advenimiento de las dictaduras militares.
En Estocolmo, donde fijó su
residencia, trabajó en una biblioteca municipal coordinando proyectos
culturales, impartió lecciones de idioma quechua y dirigió Talleres de
Literatura. Cursó estudios de pedagogía en el Instituto Superior de Profesores
y ejerció la docencia durante varios años.
En su extensa obra, que abarca el
género de la novela, el cuento, el ensayo y la crónica periodística, destacan: Huelga y represión (1979), Días y noches de angustia (1982), Cuentos violentos (1991), El laberinto del pecado (1993), El eco de la conciencia (1994), Antología del cuento latinoamericano en
Suecia (1995), Palabra encendida
(1996), El niño en el cuento boliviano
(1999), Cuentos de la mina (2000), Entre tumbas y pesadillas (2002), Fugas y socavones (2002), Literatura infantil: Lenguaje y fantasía
(2003), Poesía boliviana en Suecia
(2005), Retratos (2006) y Cuentos en el exilio (2008).
Dirigió
las revistas literarias PuertAbierta
y Contraluz. Es miembro de la
Sociedad de Escritores Suecos y del PEN-Club Internacional. Dictó conferencias
en China, España, Alemania, Suecia, Francia, México, Venezuela, Estados Unidos
y otros países. Su obra está traducida a varios idiomas y tiene cuentos en
antologías internacionales. Está considerado por la crítica especializada como
uno de los principales impulsores de la moderna literatura boliviana. Obtuvo el
primer Premio Nacional de Cuento en la UTO, Bolivia, 1984; el Premio de Cuento
Breve del Semanario Liberación, Suecia, 1988; el primer premio de Cuento de
Escritores de la Escania, Suecia, 1993; fue uno de los ganadores del Concurso
Internacional “Sexto Continente del Relato Erótico”, convocado por Radio
Exterior de España (2010). Escribe en publicaciones de América Latina, Europa y
Estados Unidos.
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