EL PARAÍSO DE SAPOS Y CULEBRAS
La culebra es famosa desde el sexto día de la creación divina. Al decir de los expertos, la aparición de la primera culebra coincide con la creación del hombre, así como la aparición del primer sapo coincide con la creación de la mujer. Sapo y culebra probaron la fruta prohibida del Paraíso e incurrieron en el pecado de la carne. Desde entonces, la culebra es un diablito que quiere meterse en el infiernito del sapo.
Cuando la culebra está tranquila, se encoge como una lombriz aterrada, pero cuando está en acción, se pone dura como el garrote y adquiere dimensiones que, para el gusto o el susto de los sapos, duplica y hasta triplica su tamaño.
La rigidez de la culebra es factible gracias a la estructura anatómica de su cuerpo, cuyas arterias se llenan con la sangre que fluye a su interior, rellenando las lagunas vacías. Así aumenta de espesor y longitud. Al término de su rigidez, la culebra vuelve a su calibre normal, las lagunas se vacían de sangre y las paredes se vuelven flácidas; sólo entonces, la culebra tiene la virtud de doblarse y enroscarse, sin romperse ni quebrarse.
Las culebras, a diferencia de los sapos caseros, son callejeras y aventureras. Se arrastran de huerto en huerto, hacen ruidos de cascabel, se yerguen como cobras y acechan al sapo que encuentran a su paso. Las culebras más mundanas y hambrientas se comen incluso a los sapos rechonchos del hortelano, en cambio las culebras más exigentes y delicadas se comen sólo a los sapos sin dueño. Las culebras, por su propia naturaleza, son saperos, exceptuando a unas pocas que no comen sapos sino culebras.
La culebra que tiene mucha experiencia y se ha comido muchos sapos, sabe diferenciar entre los sapazos, los sapos y los sapitos. Sabe también que los sapos tienen una lengüita sensible escondida en la comisura de sus labios. A veces, la lengüita puede desarrollarse tanto que puede parecerse a la culebra. Cuando esto ocurre, el sapo puede actuar como sapo sapero y comerse a otros sapos del huerto.
Toda vez que la culebra quiere acceder al interior del sapo, seducida por sus zonas encantadas, el sapo abre la boca como flor carnívora, hincha la lengüita y babea una sustancia lubricante. Algunos sapos, aunque carecen de dentadura, pueden contraer los músculos y morder a la culebra, mas su mordedura no es dolorosa sino sabrosa.
Según confesiones de un sapo anónimo: Los sapos de esta clase son conocidos como sapos mordedores; tienen fama, son perseguidos y apetecidos.
Las culebras, como en el reino de los sapos, se diferencian en el color, la forma y el tamaño: hay culebras cortas y culebras largas, culebras gruesas y culebras delgadas; algunas culebras tienen la cabeza grande y otras pequeña. El color de las culebras varía según la raza: hay culebras blancas, amarillas, cobrizas, negras..., y culebras cuyos colores son el resultado del cruce de dos o más razas diferentes. Hay culebras de piel granulada y culebras de piel lisa, culebras peludas y culebras lampiñas. Las culebras de tamaño grande son culebrones, las de tamaño regular culebras y las de tamaño pequeño culebritas, y con esto queda claro que existen culebras para el gusto de todos los sapos.
La culebra, como el célebre batracio, es un animal popular en todas las culturas. A su nombre, tanto mujeres como hombres, le han dedicado innumerables cuentos, cantos y poemas. Está presente en los mitos y las leyendas, en las fábulas y los aforismos, y lo que es más importante, tarde o temprano, está en boca de los sapos que, desde el día de su creación, son verdaderos encantadores de culebras.
Si el sapo es un animal medicinal, que sirve para curar el mal de caderas de los hombres, entonces la culebra es un animal tan útil como el sapo, pues su piel se usa en la peletería, su veneno es una medicina potencial y su grasa es un ungüento apreciado por las mujeres. Por cuanto la culebra, desde que el mundo es mundo, es un animal inofensivo, así tenga fama de ser la criatura maligna que tentó al sapo en el Paraíso.
Hola Víctor. Me ha gustado este cuento como la mayoría de los que conforman el libro Microzoología. Me hiciste recordar a Augusto Monterroso, por el erotismo y por el tratamiento que haces de la figura animal. El buen manejo de los contrastes, en este caso, entre la culebra y el sapo, así como la completa afinidad que hay entre ellos: el acoplamiento natural que suponen. Saludos desde Venezuela. Ramelis.
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