viernes, 20 de diciembre de 2024

MICROTEXTOS VI

El api

¡Oooruro-Oruro-Orurooo! escuché al campanilla del minibús, anunciando con ese tono particular de quien sabe cómo engolar la voz.

Me metí en la movilidad, rumbo a la capital del folklore boliviano.

Una vez en mi destino, caminé raudo al mercado Fermín López, donde escuché un coro de voces que ofrecían una y otra vez:

–Api.... Api con pasteles o buñuelos... Un vaso de tojorí caliente, caserito... Pase y sírvase, caserito. Api morado y amarillo, con canela, clavo de olor, anís y chancaca.

Apenas vi el vaso de cristal humeante y el pastel lleno de queso por dentro y lleno de azúcar molida por fuera, me froté las manos y quedé gratamente sorprendido:

–¡Humm! ¡Está como para pedirse yapa!

Soy un turista más en la tierra de la diablada, ¡Arr… Arr… Arr!, donde se debe probar, sí o sí, tanto el tojorí como el api morado y amarillo, porque quien no se ha servido esta exquisitez hecha a base de maíz molido, nunca ha estado en Oruro.

Brujerías

Como brujo y aliado del Diablo, soy capaz de descubrir el nombre y apellido de tu enemigo, hago que veas su cara reflejándose en el espejo. Te revelo cómo te hizo embrujar y en qué cementerio te enterraron. Te vengaré y devolveré cualquier maldad que hayan hecho en tu contra, por envidia o por simple maldad. No en vano se dice que el mal que se envía a alguien, puede volverse al que lo envió. Yo, como aliado del amo de las tinieblas, volteo la maldad y elimino al causante de tu desgracia con rituales de hechicería negra, destruyendo física y espiritualmente a tu enemigo, a quien lo maldigo y lo entierro con espinos en el cuerpo, para vengar la desgracia que te causó en  vida, rescatándote del oscuro pozo del dolor, para que triunfes sobre la maldad y seas feliz por el resto de tus días.

Palliris

Las palliris son mujeres jóvenes y adultas, que trabajan, martillo en mano y a cielo abierto, en la canchamina y los desmontes, escogiendo las chispas de estaño incrustadas en las granzas que fueron vomitadas como deshechos por las maquinarias concentradoras de mineral. La labor es sacrificada, a veces, tienen que arrancar las chispas de estaño hasta con las uñas. No faltan quienes dejan sus vidas en los campamentos mineros, como antes la dejaron sus padres y los padres de sus padres. Ellas viven y luchan para ganar un salario mínimo y cubrir la canasta familia, aferradas a la esperanza de que sus hijos estudien como sea con tal de salvarse de la voracidad de la mina, que es una despiadada tragadora de vidas humanas. 

Hijo indeseado

La empleada doméstica, que era una joven de belleza incomparable, fue desflorada por el patrón y tuvo un hijo ilegítimo que lo dio en adopción a un matrimonio sin hijos y con buena posición económica. Todo marchó sin problemas, hasta que un día, cuando el muchacho alcanzó el umbral de la adolescencia, exigió conocer a sus padres biológicos. Fue entonces que se enteró que era el hijo de una empleada doméstica y el dueño de una empresa de bienes inmuebles, quienes prefirieron darlo en adopción a los pocos días de haber nacido, para evitar un escándalo social en un pueblo chico, pero infierno grande. El muchacho llegó a conocer a sus padres biológicos y decidió convertirse en hijo de nadie, en basura de un pueblo que, efectivamente, era más un infierno grande que un pueblo chico, donde los niños indeseados eran regalados como animales sin nombres ni apellidos.

Buscar cinco pies al gato

El niño cogió al gato por el pellejo del pescuezo. Lo levantó a la altura de sus escudriñadores ojos y con una de las manos, le levantó la erizada cola.

La madre entró en el cuarto y, al ver que el niño miraba algo debajo de la cola del gato, le preguntó enérgica:

–¡¿Qué haces con el gato?!

–Nada –contestó–. Solo busco la quinta pata del gato.

La vara mágica

Moisés usó la vara mágica para salvar al pueblo judío, que también era el pueblo de Dios, de la opresión a la que estaba sometido en Egipto. Moisés, delante de los ojos del Faraón, tiró la vara al piso y, ¡zas!, ésta se convirtió en una serpiente que devoró las varas de los magos presentes en el acto. El Faraón quedó mudo y sorprendido ante semejante prodigio. Moisés extendió la mano, agarró a la serpiente por la cola y, ¡zas!, ésta se convirtió otra vez en una vara.

Con la misma vara, con propiedades milagrosas y divinas, Moisés convirtió las aguas del Nilo en sangre. Golpeó el polvo del suelo y, ¡zas!, apareció una nube de mosquitos; la levantó en dirección al cielo y, ¡zas!, empezó a desatarse granizo; la volvió a levantar y, ¡zas!, del polvo nació un ejército de feroces langostas.

La vara no era un simple trozo de madera, sino un símbolo del poder de Dios y provenía del Jardín del Edén; más precisamente, del árbol del conocimiento del saber del Bien y del Mal. No en vano Moisés separó las aguas del Mar Rojo con esta vara, cuando los judíos huían de Egipto, perseguidos por un ejército armado hasta los dientes y a galopes de caballo.

Moisés golpeó con la vara contra una roca en el monte Horeb, famoso por haber sido el lugar donde recibió las dos tablas de piedra con los Diez Mandamientos, y, ¡zas!, ¡zas!, hizo brotar agua cristalina para saciar la sed de los judíos, que avanzaban en dirección a la Tierra Prometida, donde debían fundar la nación del Dios.

Con esta vara milagrosa, que más parecía una varita mágica, nació el realismo fantástico en la literatura, que no fue la invención de la genialidad de un escritor, sino de las fabulosas historias narradas en las Sagradas Escrituras  

jueves, 12 de diciembre de 2024

El EMISARIO SECRETO DE LOS PATRIOTAS PERUANOS

En uno de los principales pasajes del casco viejo de Lima, transitado por turistas nacionales y extranjeros, se encuentra la estatua erigida en homenaje a José Silverio Olaya Balandra, héroe nacional peruano y segundo vástago de una humilde familia de 12 hijos.

Este pescador de raza indígena, nacido en Villa San Pedro de Chorrillos, fue el emisario secreto al servicio de los patriotas en su lucha contra los realistas que servían a la Corona Española, en la segunda década del siglo XIX.

Cuentan que José Olaya era un excelente nadador y que en una pequeña balsa, en la que transportaba los mensajes escritos para los patriotas, cubría la ruta entre Chorrillos y la isla de San Lorenzo, y desde allí, pasando por el Callao, hasta el puerto de Lima, como si llevara pescados para su venta en la ciudad y no la correspondencia oculta que ponía en peligro su vida.

No obstante, a pesar de los riesgos y burlando la vigilancia de los realistas, José Olaya hizo este recorrido muchas veces, hasta que el ejército enemigo empezó a sospechar que alguien estaba filtrando información y, con el propósito de capturar al emisario secreto, decidieron redoblar la vigilancia en los puertos.

Sus biógrafos aseveran que El 27 de junio de 1823, cuando llevaba, entre otros recados, una carta de José Antonio de Sucre para el patriota limeño Narciso de Colina, José Olaya fue emboscado por un piquete de soldados realistas, quienes lo detuvieron con los mensajes entre manos y lo llevaron al Palacio del Virrey, ante la presencia del brigadier español José Ramón Rodil. Éste intentó que delatara a los patriotas comprometidos con las misivas, ofreciéndole a cambio premios y altas sumas de dinero, pero José Olaya no delató a los patriotas implicados en la correspondencia y, con una serenidad absoluta en su espíritu, permaneció callado como una tumba.

Sus verdugos, al constatar que se mantenía impávido y la boca cerrada, decidieron someterlo a vejámenes y torturas. Se dice que sufrió doscientos palazos, que le arrancaron las uñas y lo colgaron de los pulgares. Solo entonces, motivado por el ímpetu de su conciencia patriótica, abrió la boca para pronunciar su célebre frase: Si mil vidas tuviera gustoso las perdería, antes de traicionar a mi patria y revelar a los patriotas.

Al cabo del suplicio, fue sentenciado a pena de muerte por fusilamiento bajo el cargo de traición. A las once de la mañana del 29 de junio de 1823, fue llevado a un pasaje aledaño a la Plaza Mayor de Lima, llamado entonces Callejón de los Petateros, y que ahora lleva su nombre: Pasaje Olaya.

Su cadáver fue arrastrado a la Plaza de Armas y allí decapitado por el verdugo. Permaneció toda la tarde en exhibición pública, hasta que, bajo los mantos de la noche, unos pescadores chorrillanos lo pusieron en una carreta y se lo llevaron para sepultarlo en su tierra natal, con la escarapela bicolor prendida todavía en su pecho.

En la actualidad, el pasaje histórico, ubicado entre el jirón de la Unión y el jirón Carabaya, lleva su nombre y luce altivo su monumento destinado a honrar al héroe, declarado mártir en la lucha por la independencia peruana.

La obra artística, realizada en piedra y bronce por el escultor trujillano Sergio Álvarez Peláez, representa al personaje con el torso desnudo, los músculos fornidos de nadador y una gorra blanca, portando en una mano la red de pescador y en la otra una carta destinada a los patriotas en rebelión.

martes, 3 de diciembre de 2024

AQUÍ TAMBIÉN SE ESCRIBE

(El Norte de Potosí en Letras)

En la primera edición, que salió a luz gracias a los auspicios de la Regional Catavi del Archivo Histórico de la Minería Nacional de la COMIBOL, como parte de su serie de Literatura Minera, no se incluyó a todos los autores/as del norte de Potosí, sino solo a los oriundos de Uncía, Llallagua, Siglo XX, Catavi y Cancañiri. Sin embargo, tiempo después, se decidió contemplar a todos quienes aportaron a la cultura nortepotosina, con la finalidad de que el proyecto sea más completo e incluyente. Así que, además de los autores/as de la provincia Rafael Bustillo, se incorporó también a otros que nacieron en la provincia Chayanta, Bernardino Bilbao Rioja, Charcas y Alonso Ibáñez, regiones que durante la Era de la Plata tuvieron una enorme importancia económica para la Villa Imperial de Potosí y una gloriosa historia en la época de la colonia, al surgir las rebeliones indígenas lideradas por Tomás Katari, que dieron nacimiento a la independencia del Ato Perú y al Estado republicano en el siglo XIX.

Está comprobado que la contribución intelectual del norte de Potosí ha sido –y sigue siendo– de gran valor para la cultura boliviana, donde no siempre se considera a los autores/as que jamás fueron mediatizados, porque se mantuvieron en el silencio y, en muchos casos, en el olvido. Ésta ha sido una de las razones que nos motivó a realizar este trabajo que se fue haciendo de manera lenta pero segura, al menos para que sirva como una piedra de toque para otros estudiosos e investigadores interesados en echar más luces sobre un tema que no solo es de incumbencia de los habitantes de esta región, sino de todo el país, donde la mayoría de los intelectuales nortepotosinos son unos ilustres desconocidos.

Esperemos que esta iniciativa sea un fuerte aliento para que los más jóvenes se inclinen por seguir los pasos de estos hombres y mujeres que nos dejaron –y todavía nos dejan– un rico legado bibliográfico, con diversos temas que demuestran la pluralidad de intereses y pensamientos en una región donde parecía no haber una actividad cultural de alta envergadura y competencia. Los autores/as presentados en esta publicación son una muestra de que en el norte de Potosí no solo hubo ricas vetas de preciados metales, sino también ricas vetas en materia intelectual. Descubrirlos es nuestro deber y darlos a conocer es nuestra obligación.

Por otro lado, en la presente edición es oportuno referirnos a algunos aspectos que nos permiten despejar las dudas que manifestaron algunos lectores en torno a la primera edición (incompleta) de Aquí también se escribe (Catavi, 2020). En primera instancia huelga aclarar que esta publicación no contó con el financiamiento de ninguna institución pública ni privada, al margen del apoyo incondicional de Lourdes Peñaranda Morante, que es amante de los libros y una de las impulsoras del rescate de la memoria histórica, social y cultural de los centros mineros de la zona nortepotosina.

Desde el instante en que se concibió la idea de elaborar una compilación de todos los aportes intelectuales publicados en formato de libro, sin la intención de excluir a nadie, salvo a quienes publicaron sus trabajos en forma de folletos y en coautoría, no por una decisión autoritaria, sino por tener en consideración algunos parámetros que nos permitan ser justos a la hora de tomar en cuenta a los autores/as que tienen uno o más libros en su quehacer intelectual.

Aquí no se pretende aplicar el calificativo de escritores, con todas las connotaciones del caso, a todos quienes están contemplados en esta compilación, ya que no todos se dedican, por vocación o de manera profesional, a la creación de obras literarias, sobre todo, si se trata de textos literarios que deben tener un estilo re-creativo e imaginativo, un lenguaje lúdico, figurado y metafórico, para así cumplir con su función expresiva; características que no tienen necesariamente los textos no literarios, que se encargan, en primera instancia, de informar, persuadir, describir o exponer una temática que, por lo general, requiere de una bibliografía y notas al pie de página.

En nuestro concepto, los escritores son quienes crean obras literarias, tanto en verso como en prosa, a través de las cuales transmiten sus ideas y sentimientos, pero desde una perspectiva artística o estética; es decir, usando el lenguaje escrito como un instrumento que les permita expresar los pensamientos, reales o ficticios, a través de los poemas, cuentos, novelas, piezas de teatro y otros géneros literarios en los que la inventiva, más que los elementos fácticos o teóricos, juega un rol esencial y determinante; algo que no siempre está presente en los textos no literarios. En consecuencia, como observará el atento lector, en esta compilación, la mayoría de los autores/as cuentan con obras de carácter más técnico, científico, didáctico y ensayístico.

Asimismo, a la hora de elaborar esta compilación, no se ha considerado la estructura, el contenido ni el aspecto estilístico. Tampoco las faltas sintácticas, semánticas, ortográficas ni gramaticales, debido a que la idea principal no fue corregir erratas, defectos e insuficiencias, sino presentar en un solo volumen a los hombre y las mujeres que tienen un libro en su haber; una publicación que, como tal, reúna una serie de criterios básicos que definen a un libro, como son la cantidad de páginas, la encuadernación con lomo, tapas duras o rústicas, créditos de la editorial y otros.

En este sentido, esta compilación no es una antología, con textos recopilados de manera selectiva, porque de haberse elegido solo los textos literarios, por su calidad ética y estética, no hubieran quedado más que un puñado de esta camada de autores/as que representan a las cinco provincias del norte de Potosí. La mayoría no son figuras consagradas en la vida cultural boliviana, salvo raras excepciones que, aparte de haber dedicado su tiempo a la lectura y su talento a la escritura, alcanzaron cumbres elevadas en la constelación política y literaria del país.

Finalmente, antes de emprender con la presente compilación, en coordinación con Lourdes Peñaranda Morante, responsable de la Regional Catavi del Archivo Histórico de la Minería Nacional de la COMIBOL, estaba convencido de que elaborar esta compilación, con paciencia y gran pasión, y que un día será un libro de consulta para maestros y estudiantes, era una tarea pendiente en los anales de la vida cultural del norte de Potosí.

Una vez expuestas las motivaciones y justificaciones de esta publicación, que fue hecha con absoluta modestia y ética profesional, no queda más que someterla a consideración de los lectores, quienes tienen, como casi siempre, la última palabra.