A VÍCTOR MONTOYA
Grover Cabrera García (*)
Mientras
el Tata Inti, dios andino, festejaba su solsticio de invierno,
el
Tío de la Mina, desde los socavones mineralizados de su averno,
esperaba
el nacimiento de su fiel servidor y escribano,
de
su devoto narrador, elegido por el taciturno arcano.
Así
fue. Un veintiuno de junio de hace más de cinco décadas
nació
Víctor, bendecido por el Illimani y sus astas nevadas,
que
en perpetua relación rocosa fue presentado
a la
montaña Llallagua, como su mimado.
Desde
niño fue atrapado por los postulados de la dialéctica
marxista,
por el dolor del pueblo y por la magia ecléctica
del
Tío de la Mina, que le permitieron pensar diferente
y
desarrollar el arte de escribir a favor de su gente.
La
opresión y represión de sus cancerberos, los militares,
que
con su Plan Cóndor, le permitieron volar por los altares
majestuosos
de la creatividad y de la imaginación,
revelando la caída del capitalismo y su degeneración.
LA SEGUNDITA PARA VÍCTOR
Fue
acunado por el níveo poncho del Illimani,
revestido
por el ropaje
del
dolor, sangre y luto del pueblo trabajador.
Adoctrinado
por las páginas
revolucionarias
del socialismo marxista.
Fue
encarcelado por las hordas represivas
del
capitalismo criollo.
Donde
los barrotes de acero, si bien apresaron
su
cuerpo físico,
jamás
laceraron su mente, ni su corazón.
Entre
cuentos, novelas y relatos vivenciales
denunció
a los cuatro vientos
el
dolor y sufrimiento del pueblo trabajador
que
jamás se sintió rendido
ante
la vil arremetida de los lacayos del imperio.
Con
el grito de liberación nacional,
encajado
en su pluma creativa
y
con el Tío de la Mina a cuestas, Víctor pasea
por
el mundo nuestra cultura
milenaria, ancestral y plurinacional.
(Llallagua, 27/9/2016)
*Poeta y narrador llallagueño.
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