ANTOLOGÍA DE LA NARRATIVA
MINERA PERUANO-BOLIVIANA
La distribuidora de obra literarias virtuales, www.librosperuanos.com, acaba de lanzar la antología de la Narrativa minera peruano-boliviana,
cuyos compiladores, el boliviano Víctor Montoya (La Paz, 1958) y el peruano
Roberto Rosario (Lima, 1948), escritores de reconocida trayectoria en el ámbito
de la literatura minera, presentan una selección de más de treinta autores de
ambas nacionalidades, con textos que sorprenden y maravillan por su calidad
ética y estética.
Para ver el libro, el lector debe hacer clic en el siguiente enlace:
http://www.librosperuanos.com/libros/detalle/20524/Narrativa-minera-peruano-boliviana
Se trata de una antología que, a tiempo de rescatar una
temática de profundos valores humanos y dramáticas realidades, promete una
lectura amena, llena de historias que reflejan la despiadada explotación de los
trabajadores del subsuelo y el contubernio entre los gobiernos de turno y los
consorcios trasnacionales, que aplicaron una política económica extractivista
de los recursos naturales, con el afán de acumular fortunas a cambio de
pobreza.
La Narrativa minera
peruano-boliviana, que por ahora
está disponible en su versión de Ebook, es un magnífico escaparate que
dignifica la labor de los escritores, tanto bolivianos como peruanos, dedicados
a escribir sobre uno de los contextos más explosivos del continente
latinoamericano, donde la explotación de los yacimientos mineros, desde la
época de la colonia, constituye uno de los pilares fundamentales de la economía
nacional e internacional.
En varios de los textos, meticulosamente seleccionados en
las páginas de la Narrativa minera peruano-boliviana, se describe la maquinaria
demoledora del sistema de producción capitalista, que irrumpe en la cordillera
andina a mediados del siglo XIX, sin sospechar que pronto se estructuraría un
proletariado revolucionario, organizándose en mutuales y sindicatos, capaces de
reclamar los legítimos derechos de sus afiliados, dispuestos a enfrentarse a
las clases dominantes por medio de marchas, huelgas y acciones directas de
masas.
Los escritores de literatura minera, armándose de un discurso
crítico y social, a manera de protesta y resistencia desde la palabra escrita,
asumen un compromiso afectivo con las causas reivindicativas del proletariado minero
que, desde sus albores, se constituyó “en clase en sí y en clase para sí”. No
pocos de los autores, sin perder su condición de creadores de obras literarias
de alto valor testimonial, histórico y escritural, hacen un llamado vehemente a
la toma de conciencia sobre la dramática realidad de la industria minera, donde
las condiciones de vida y de trabajo son lamentables, debido a la inseguridad
laboral y la injusta remuneración salarial. No en vano la Narrativa minera peruano-boliviana
es un regio compendio de las luchas obreras, en las que se dieron triunfos y derrotas,
despidos por razones subversivas,
apresamientos, confinamientos, exilios y masacres ejecutadas a sangre fría por
los guardianes de los poderes de dominación.
Por otro lado, la presente antología es un rico mosaico
del mundo minero, donde no está ausente el pensamiento mágico y mítico de la
cosmovisión andina, un elemento inherente de la narrativa minera, que recrea, con
toda su esencia y todo su esplendor, las creencias y supersticiones de las
culturas nativas. El indígena de la sierra, que abandona su parcela de tierra
para proletarizarse en la mina, no solo carga consigo sus costumbres
ancestrales, como sus ritos a la Pachamama y sus ofrendas a las deidades
tutelares del reino de los vivos y los muertos, sino también su lengua
originaria, como el quechua y aymara, que pasan a formar parte de las interferencias
idiomáticas propias del lenguaje minero.
En varios de los cuentos y relatos, los escritores
bolivianos y peruanos rescatan la mitología minera a partir del sincretismo
religioso entre lo profano y lo sagrado, entre el paganismo ancestral y la
religión católica, que da origen a personajes omnipresentes que cobran vida en
la oscuridad de las galerías, como el Chinchilico
o el Muqui en el Perú y el Tío de la mina en Bolivia. Estas
deidades que procuran el bien o el mal, dependiendo de trato que se les
dispense al entrar y al salir de la mina, conviven en la imaginación de los
mineros como si de veras existieran en la realidad.
En el caso de Bolivia, el Tío es un personaje ambiguo, mitad dios y mitad diablo. Los mineros
moldean su imagen de barro y roca mineralizada, con atributos demoniacos: dos
cuernos retorcidos en la frente, ojos de canicas o vidrio, nariz alargada,
barba, bigotes y labios abiertos para darle de fumar, beber aguardiente y pijchar coca. Su cuerpo es monstruoso; tiene
pezuñas de macho cabrío en los pies y las manos, pero el atributo que mejor lo
caracteriza es su miembro viril de dimensiones asombrosas que, según la tradición
minera, es para fecundar a la Pachamama y copular con la Vieja (diablesa), pero también para perforar las rocas como si
fuese un taladro de grueso calibre; un culto fálico que está arraigado en el
imaginario de los mineros, quienes le rinden pleitesía ofrendándole coca,
alcohol y cigarrillos, considerándolo el único dueño de las riquezas minerales
del subsuelo y el amo absoluto de los trabajadores que se internan en su reino,
sin estar seguros que volverán a salir con vida a la luz del día.
La treintena de autores compendiados en la antología de la Narrativa minera peruano-boliviana, aparte de ser voces referentes de la
narrativa en sus respectivos países, son ampliamente conocidos por su destacada
trayectoria en el ámbito de la literatura latinoamericana, como Ricardo Palma,
César Vallejo, Enrique López Albújar, José María Arguedas, Julián Huanay,
Manuel Scorza, Miguel de la Mata Beraún, Jorge Barrón Feraudi, Adolfo Cáceres
Romero, René Poppe, Carlos Cruz Rivera, Hugo Blyn, Alfonso Gumucio Dagron y
Óscar Soria Gamarra, entre otros.
El trabajo conjunto de los compiladores, el boliviano
Víctor Montoya y el peruano Roberto Rosario, es un valioso aporte a las letras
hispanoamericanas, no solo porque se reúne en un solo volumen a escritores que
comparten las mismas inquietudes literarias, sino también porque en sus
cuentos, relatos y novelas abordan la temática minera de dos países hermanos
que, desde la época precolombina, comparten una misma historia y un mismo
destino.
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