LOS AMIGOS IMAGINARIOS
¿Es normal que los niños
tengan amiguitos secretos?, me preguntó una madre, refiriéndose a los
amigos imaginarios de sus hijos. Es
normal, le contesté, no hay por qué
preocuparse. Lo cierto es que la mayoría de los niños, que se encuentran en
edad preescolar, suelen tener uno o más amigos imaginarios, quienes forman
parte de lo que se denomina en psicología infantil juegos simbólicos, en los cuales los niños representan, por medio
de la manipulación de símbolos y el animismo, no sólo el mundo adulto, sino
también el de los personajes ficticios, a quienes les asignan un papel tutelar
o lúdico en sus actividades de esparcimiento.
Se entiende que el amigo imaginario es alguien que no
existe en la realidad, pero que los niños vivencian como si fuera real. El
amigo imaginario puede ser de distinta naturaleza y puede tomar la forma de una persona, animal o cosa. En ocasiones, puede
ser un objeto no ficticio, como un peluche, una muñeca u otro juguete, con el
que los niños, luego de fantasear un espacio determinado dentro o fuera de la
casa, juegan, conversan, discuten y hasta pelean.
En la etapa o estadio pre-operacional, según las
teorías evolutivas y cognitivas de Jean Piaget, los niños, aproximadamente
entre dos y siete años de edad, son los que tienden a crean, con más facilidad
e inventiva, a los amigos imaginarios, ya que son capaces de entender,
representar, recordar y crear imágenes de objetos en sus mentes sin tenerlos
frente a ellos. La mayoría de los niños, independientemente de su origen
social, racial o cultural, imaginan amigos invisibles; algunas veces,
inspirados en personas del ámbito real y, otras, inspirados en personajes
ficticios como son los súper héroes.
Algunos investigadores afirman que dos de cada tres niños
tienen amigos imaginarios y que es más frecuente en quienes son primogénitos o
hijos únicos. Lo que implica que el amigo imaginario es fruto de la soledad que
sienten los niños en un ambiente rodeado de adultos, aunque es evidente que
existen también niños que juegan o hablan con su amigo imaginario y que no son
hijos únicos ni sienten la necesidad de llenar con ellos la ausencia de otros
niños en su entorno social.
Lo peor es creer que los niños que tienen amigos
imaginarios son casos clínicos, que deben ser tratados por psicólogos o
pediatras, al menos, así se pensaba antes de que se estudiara detenidamente la
conducta psicosocial y el proceso mental de la infancia. En la actualidad, los
expertos manifiestan que la invención de amigos imaginarios no es un fenómeno
patológico ni problemático, sino algo normal en la vida de la mayoría de los
niños y que los padres no tienen por qué alarmarse. Incluso hay estudios que
afirman que la invención de amigos imaginarios es un fenómeno recurrente en los
niños más sensibles, con mayor imaginación y fantasía. Se dice también que los
niños, que tuvieron amigos imaginarios en la infancia, son más creativos en la
adolescencia y hasta puede llegar a desarrollar actividades artísticas con
mayor facilidad que el resto de sus compañeros.
Los niños, tanto en su vida real como en sus juegos,
pueden hacer alarde de personajes y situaciones imaginativas, no pocas veces
delirantes, en vista de que su percepción cognitiva del mundo que le rodea se
diferencia del pensamiento lógico y racional de los adultos, quienes, con
frecuencia y quizás de manera involuntaria, olvidan que los niños tienen su
propio mundo hecho de ilusiones y fantasías.
Los adultos no siempre comprenden el pensamiento mágico de los niños y, por lo tanto, no siempre
comprenden que pueden existir amigos imaginarios, aunque estos personajes
ficticios no sólo abundan en la imaginación de los niños, sino también de los
adultos, quienes, a veces, hablan en solitario imaginando que tienen un
interlocutor válido delante de sus ojos. De modo que los amigos imaginarios
forman parte de la fantasía de todos los individuos que tienen la necesidad de
compartir sus ideas con alguien que no está presente de un modo físico, pero sí
de un modo imaginado, como si de veras estuviera presente en el momento que se
lo convoca.
Cuando se observa el
juego de los niños, que se desarrolla casi siempre en un escenario creado por
la fantasía, se advierte que su imaginación no conoce límites espaciales ni
temporales. El escenario donde se ejecutan las acciones, en compañía de los
amigos imaginarios, existe sólo en la mente de quienes determinan, además, el
rol que desempeñarán cada uno de ellos mientras dure el juego, debido a que esta etapa
está marcada por el egocentrismo, basada en el mí, mío y yo, lo que significa que los niños
tienen dificultad en considerar el punto de vista de los demás.
La invención de los amigos imaginarios, aparte de ser una
suerte de experimento lúdico en la actividad de los niños, es la mejor manera de
poner a prueba el poder de la fantasía, capaz de romper con los formalismos
lógicos y hacer trizas el racionalismo de quienes ponen en duda el pensamiento mágico del mundo infantil,
donde los sujetos y objetos inanimados cobran vida como por arte de magia. Esto
demuestra que una de las principales características de los infantes es su
capacidad de crear juegos con los recursos propios de la imaginación, que no es
una facultad adquirida sino innata en los seres humanos.
Si los adultos no fantasean con un amigo imaginario, no
al menos en presencia de sus amigos del mundo real, es por el temor a que los tilden de
perturbados mentales o desquiciados psíquicos. Lo mismo le ocurre cuando les
llama la atención algún libro de la literatura infantil. Si lo leen, lo hacen a
hurtadillas por el temor a ser descubiertos por otros adultos, que los
tratarían como personas inmaduras o proclives al infantilismo.
Sin embargo, esto no ocurre cuando observamos que los
niños introducen en sus juegos a los sujetos del mundo adulto, imitando a las
personas o animales en su forma de comportarse y relacionarse con sus
semejantes. El niño puede jugar a ser médico, como la niña puede jugar a ser
paciente, lo mismo que la niña puede imitar el rol de una maestra y el niño el
rol de un alumno. Tal vez por eso Sigmund Freud, estudiando este fenómeno desde
la perspectiva psicoanalítica, afirmó que el niño, en su deseo de ser adulto,
imita en el juego lo que de la vida de los mayores ha llegado a conocer; en
cambio el adulto, a diferencia del niño, se avergüenza de sus fantasías y las
oculta a los demás, porque las considera elucubraciones muy personales e
íntimas, y que, en rigor, no tiene por qué comunicárselas a otros.
Por otro lado, los amigos imaginarios, que nacen y se desarrollan en la fantasía de los
niños de manera espontánea e inconsciente, les sirven no sólo para divertirse
con ellos, sino también para compartir sus preocupaciones, frustraciones,
angustias, temores y traumas. A veces, les atribuyen a ellos sus propios sentimientos
negativos, usándolos como chivos
expiatorios. No es casual, por ejemplo, que los niños ensayen con un amigo imaginario una situación que les provoca
ansiedad, como cuando saben que tienen que ir al dentista o tienen que dormir
solos en un cuarto oscuro.
Asimismo, los amigos imaginarios surgen como respuestas a
las idealizaciones e ideas positivas. Junto a estos personajes tienen espacio
para satisfacer algunas necesidades que no se les brinda en su entorno
habitual. En tales circunstancias, sobre todo cuando hay carencias afectivas,
los niños tienen la necesidad de inventarse amigos imaginarios para realizar a
través de ellos sus anhelos y deseos. De ahí que algunos psicólogos recomiendan
a los padres entender las conversaciones que los niños sostienen con sus amigos
imaginarios, porque a través de estas pueden revelarse los sentimientos que
anidan en su fuero interno.
Los niños se comunican con ellos como si estuvieran
presentes en el espacio físico donde se desarrolla el juego. Hablan con ellos
como si tuviesen voz y vida propias, aunque sólo se trate de un soliloquio en
el plano real. Los niños intercambian ideas y experiencias con sus amigos
imaginarios durante el proceso del juego, como cuando un escritor, mientras
escribe sus cuentos, novelas o piezas de teatro, conversa con los personajes
ficticios de su creación, a quienes puede darles y quitarles la vida con el
golpe de la imaginación. Los lectores, como los niños que crean amigos
imaginarios, pueden sentir también la presencia de los personajes ficticios
mientras leen una obra literaria.
Los niños dicen que se imaginan amigos por el puro placer
que sienten. Les encanta la fantasía. Estos niños gozan de la interacción
social, de modo que si no pueden encontrar a un compañero de juegos en la
realidad, se inventan uno. Los amigos
imaginarios suelen acompañarlos, sin pedirles nada a cambio, en sus momentos de
soledad y necesidad existencial. De ahí que los niños que son hijos únicos, a
tiempo de empezar un determinado juego, suelen tener la necesidad de buscarse
amigos imaginarios, para sustituir la ausencia de una hermana o un hermano.
Sin embargo, esto no implica que estos niños, que juegan
con amigos imaginarios en casa, estén incapacitados para participar en los
juegos de socialización, que se desarrollan en los jardines de infantes o las
escuelas de educación primaria, habida cuenta de que los niños, de un modo
general, prefieren jugar con sus amigos reales, no sólo porque hay más
variedades de roles que se asignan en el juego, sino también porque el juego
compartido con otros niños tiene varios beneficios para su desarrollo integral,
ya que a través del juego aprenden a relacionarse con sus semejantes; aprenden,
por ejemplo, a ceder, a cooperar, a ser compañeros y a ponerse en distintos
roles, mientras dura el proceso del juego. Por esta razón, es imprescindible
que jueguen con niños reales, para que se hagan conscientes que no siempre el malo es malo y el bueno es bueno; en cambio si juegan siempre con
sus amigos imaginarios, no tendrán posibilidad de intercambiar roles y no
asimilarán los valores humanos útiles para relacionarse con sus semejantes en
una colectividad donde todos individuos son iguales pero a la vez diferentes.
Los adultos, ya sea en el plano familiar o escolar, deben
considerar que los amigos imaginarios, que aparecen en la mente de los niños
durante el proceso del juego, se van tal como llegaron. Además, siguiendo las
teorías de Jean Piaget, los amigos imaginarios suelen desaparecer cuando los
niños se encuentran en el estadio de las
operaciones concretas, entre los siete y los doce años de edad, porque su
desarrollo emocional, lingüístico e intelectual le permite diferenciar la
realidad de la fantasía.
Más adelante, a partir de los doce años de edad, los
niños ya no tienen dificultades en aplicar sus conocimientos o habilidades,
adquiridos en situaciones concretas, a situaciones abstractas. De acuerdo a las
teorías de Piaget, en el estadio de las
operaciones formales, los niños tienen la capacidad para resolver problemas
abstractos a través de razonamientos lógicos.
Entonces queda claro que los amigos imaginarios, que
aparecen en estadio pre-operacional del desarrollo cognitivo, en el que los niños no
comprenden la lógica concreta ni pueden manipular mentalmente la información
abstracta,
desaparecen automáticamente cuando ingresan a otra etapa de su desarrollo
intelectual, al denominado estadio de las
operaciones formales, porque dejan de tener un pensamiento mágico y pasan a tener un pensamiento más lógico y
racional como la de cualquier adulto.
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