HUASIPUNGO Y LA TRAGEDIA
DEL PONGO
Entre los autores de las novelas
indigenistas descuella la figura del ecuatoriano Jorge Icaza, cuyas obras,
impregnadas de un hondo compromiso social, intentan retratar la atroz vida de
los pongos desde una perspectiva realista. Sin embargo, Huasipungo (parcela
de tierra, 1938) es la novela que consagró internacionalmente a su autor.
El personaje de la novela,
Alfonso Pereira, no deja de ser el prototipo del terrateniente ladino, quien
vive de los bajos ingresos procedentes de su hacienda, donde trabajan sus
pongos marcados por el sello de la miseria. Pereira es un individuo
acostumbrado a vivir de las apariencias y bajo el yugo de la doble moral.
Cierto día, al enterarse de que
su hija, desvirgada por un cholo sinvergüenza y criminal, pone en peligro el
honor de la familia, decide retirarse a su hacienda con el propósito de huir de
la chismografía de amigos y enemigos; pero, poco antes de ponerse en marcha,
consigue dinero por intermedio de un deudo, quien le hace firmar un contrato
con una compañía extranjera interesada en explotar la madera y el petróleo en
Cuchitambo.
Éste es el argumento del que se
vale Icaza para denunciar la ambición y el entreguismo del terrateniente,
convertido en instrumento de la penetración y el saqueo imperialista en la
región petrolera de la Cordillera Oriental. Cabe suponer que el desarrollo de
la empresa implicaba, además de desalojar a los pongos de sus parcelas,
explotar su fuerza de trabajo para abrir caminos en la zona occidental, donde
varios indios mueren por la falta de alimentos y seguridad laboral.
Al terrateniente no le interesa
la vida de los pongos, sino el afán de hacerse rico, una vez que cumpla su
compromiso con Mr. Chapy, que era un gringo de esos que mueven el mundo con un
dedo, ya que formaba parte de una clase social cuyo mérito fue arrastrar con sabiduría y maestría el carro de la civilización, al menos, en opinión de la incipiente
burguesía nacional.
El camino, en torno al cual
gira la tragedia de los indios en la novela, simboliza el encuentro y
desencuentro tanto de dos culturas como de dos sistemas económicos diferentes:
la feudal y la capitalista. Por el mismo camino que abren los pongos, entre el
campo y la ciudad, ingresa la maquinaria de la empresa extranjera y el brazo
armado de la oligarquía nacional, constituido por las tropas militares. La
primera, para saquear los recursos naturales; la segunda, para reprimir
cualquier brote de protesta organizada.
Es obvio que, en una sociedad
semicolonial o semifeudal, el pongo esté considerado poco menos que como una
bestia de carga, sin más derechos que la vida y la muerte, porque todo lo demás
le pertenece al patrón. Así, cuando éste decide vender sus tierras, las vende
indios y todo. El pongo no posee nada y las pocas cosas que posee, su mujer y
sus hijos, son también puestos al servicio y la voluntad del terrateniente.
En Huasipungo, el personaje
que representa a la clase explotada por el despotismo y la infamia es Andrés Chiliquinga,
cuyo destino estaba marcado desde el día en que nació en tierra ajena. Este
pongo, que trabaja de sol a sol, no sólo experimenta una sarta de desgracias a
lo largo de su vida; por ejemplo, ve morir a su hijo de hambre, mientras su
madre es obligada a ser la nodriza del hijo ilegítimo de Alfonso Pereira, el
terrateniente inescrupuloso que atenta contras los derechos más elementales de
los pongos.
Al cabo de un tiempo, Andrés
Chiliquinga se fractura una rodilla que le impide trabajar y, como fuera poco,
muere su esposa luego de ingerir un pedazo de carne podrida. Entonces, el
pongo, que en principio está recluido en su soledad, estalla en una explosión
de ira. Se rebela contra sus verdugos y su protesta se generaliza. Los indios,
remontados en cólera, dan muerte al mayordomo.
El terrateniente Alfonso
Pereira, al informarse del ataque perpetrado contra su subalterno, viaja a la
ciudad en busca de apoyo de parte de las autoridades de gobierno. Y, claro
está, como el ejército es el brazo armado de los poderes de dominación, no
demora en intervenir la hacienda para aplastar la protesta a plan de bala.
Si bien es cierto que Jorge
Icaza no penetra profundamente en el alma de sus personajes indios, es cierto
también que en Huasipungo nos da muestras de su vasto conocimiento del ámbito
rural, donde los pongos viven a merced de sus patrones; por una parte, debido a
la ausencia de una convicción ideológica en su seno y, por la otra, debido a la
falta de una organización política que represente sus intereses de clase. No es
casual que, incluso después del decreto de la reforma agraria, sea posible
constatar que un grueso sector del campesinado ecuatoriano se mantiene todavía
al margen de los más elementales derechos humanos.
necesitamos poner en contacto urgentemente contigo por un asunto de tu interés. gracias
ResponderEliminarbailedelsol@gmail.com