sábado, 7 de enero de 2012


EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA

El pan, uno de los productos más antiguos de la humanidad, se convierte cada vez más en un alimento de lujo en países donde la crisis económica ha tocado fondo y donde la falta de circulantes pende como la espada de Damocles sobre la cabeza de los pequeños y medianos productores del pan nuestro de cada día.

Cristo, como ya se sabe, no sólo es Dios hecho hombre en la Tierra, sino también el Hombre que se hizo pan por obra y gracia de Dios. El pan, símbolo de la vida y el bienestar, es uno de los alimentos vitales de la dieta mundial y, sin embargo, es el producto que más escasea en tiempos en que muchos pierden las esperanzas y los tenderos cierran sus puertas por falta de compradores.

Entonces viene la pregunta obligada: ¿De qué sirve que el pan simbolice el cuerpo de Cristo, si sus seguidores, que son miles de millones, no tienen pan que llevarse a la boca? ¿Qué comerá la población cuando la crisis económica se agrave y los alimentos tengan un precio al nivel de las nubes? De seguro que los pobres nacerán sin trasero.

La falta del pan nuestro de cada día, en países de estructuras socioeconómicas endebles, provoca las marchas de protesta, las huelgas de hambre, las crucifixiones y las avalanchas de quienes viven con el estómago vacío, sin saber dónde ni cómo ganarse el pan del día, aunque aprendieron desde la cuna que en una sociedad injusta y jerárquica, donde los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres, no queda otra que ganarse el pan del día con el sudor de la frente, peleando a brazo partido y a pecho abierto, más aún cuando no se repartan equitativamente los bienes de la tierra ni los frutos del trabajo humano.

Cristo, durante la última cena y poco antes de caer a merced sus verdugos, repartió el pan entre sus discípulos: Éste es mi cuerpo, les dijo. Luego distribuyó el vino: Ésta es mi sangre. Y pidió que hicieran lo mismo por el bien de todos y para que nunca le falte a nadie el pan de cada día. No en vano en Semana Santa se celebra la institución del sacramento de la presencia viva de Cristo en el pan. La eucaristía, según la doctrina católica, contiene realmente y sustancialmente el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Cristo bajo las apariencias del pan y del vino.

Con todo, en nuestros días, en que los gobernantes de turno rezan el Padre Nuestro/pan nuestro, como si pronunciaran un discurso demagógico, son innumerables los ciudadanos que no comen pan, así el pan sea el alimento más universal y el que menos empalaga, como acertadamente dijo Frei Betto.

¡Qué injusticia! Cómo se diferencian las enseñanzas del evangelio y las enseñanzas del sistema neoliberal, que va quitando de la boca de los pobres el poco pan que les queda, como si el hecho de amasar pan fuese lo mismo que amasar fortuna.

Hoy por hoy, ni siquiera los cristianos más confesos, quienes más bienes materiales tienen, se brindan a llevar alimentos a los templos para anegar el hambre de los feligreses más desposeídos, puesto que a la escasez del pan nuestro de cada día, se ha sumado el egoísmo y la insensibilidad social de quienes, hablando a nombre de los pobres, meten la pata y las manos en las arcas del Estado.

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