jueves, 13 de octubre de 2011


NO A LA VIOLENCIA

Hace mucho tiempo ya, mientras paseaba por las calles céntricas de Estocolmo, me llamó la atención esta escultura de bronce que, fijada sobre un pedestal de lustroso mármol, luce imponente entre las vidrieras de los edificios comerciales de Hötorget, por donde pasan y repasan los transeúntes, que no siempre se detienen a contemplar este revólver de cañón anudado, que el poeta y artista sueco Carl Fredrik Reuterswärd creó  en 1980, con el nombre de Non Violence  (No a la Violencia), en homenaje a su amigo John Lennon, quien, además de rebelde y músico genial, era un pacifista a carta cabal. No en vano se opuso a la Guerra de Vietnam y compuso sus famosas canciones Imagine y Give Peace a Chance, que pronto se convirtieron en los himnos de los movimientos declarados enemigos de la guerra.

Mas como la vida tiene muchas vueltas y no siempre da buenas sorpresas, el mundo quedó conmocionado al saber que el cantante del amor y la paz murió asesinado en Nueva York, la mañana del 8 de diciembre de 1980. Su asesino, un joven que horas antes le pidió su autógrafo y se declaró su fan, lo esperó en la puerta del edificio donde Lennon tenía un apartamento y, abordándolo por la espalda, le descerrajó cinco tiros por la espalda. La muerte fue casi instantánea. El cadáver fue incinerado y las cenizas esparcidas en Central Park, donde más tarde se creó el monumento conmemorativo Strawberry Fields, en memoria de uno de los íconos más significativos del pacifismo mundial.

Este famoso revólver de calibre 45 y tambor giratorio, que se inauguró en 1988 frente a la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, ocupa en la actualidad un lugar de preferencia en varios países y en varias ciudades de Suecia, y no es casual que una de las réplicas estuviese en Estocolmo desde 1995, quién sabe si para burlarse de la hipócrita y decantada neutralidad de una monarquía parlamentaria que, a tiempo de criticar la política armamentista de las grandes potencias, exporta armas pesadas a las naciones más pobres de este pobre planeta en permanente conflicto bélico.

Debo reconocer que para mí, un apasionado de las armas de fuego, fue un impacto fuerte ver este revólver de semejantes dimensiones, aunque en el fondo pensé que esta escultura, nacida de la impotencia y el ingenio de un escultor pacifista, constituía un canto general a la paz y el amor, y un intento por convocarnos a la reflexión de que la violencia es innecesaria para resolver los conflictos que aquejan al género humano y que las muertes no mutiplican las vidas de quienes mueren en las guerras fratricidas por razones políticas, económicas, sociales, raciales, culturales o religiosas.

Ahora que estamos ante un revólver inhabilitado para disparar, sólo nos queda felicitarle a Carl Fredrik Reuterswärd por haber contribuido a la conciencia colectiva con un poderoso símbolo, como es esta arma de fuego que, siendo tan hermosa y peligrosa a la vez, refleja un cierto sentido de ironía de quien, además de ridiculizar a los pistoleros de todos los tiempos, deja constancia de su aprecio y admiración por John Lennon, cuya voz, junto al nombre de No a la Violencia de esta magistral obra fundida en bronce, se escucha como repiques de campana en los oídos de Oriente y Occidente.

Darse una vuelta por Hötorget, el centro más comercial y emblemático de Estocolmo, es un buen motivo para contemplar no sólo el edificio celeste de Konserthuset (La Sala de los Conciertos), donde anualmente se entregan los Premios Nobel, sino también un excelente pretexto para detenerse un instante ante este revólver de cañón anudado, que está situado en un lugar estratégico, como recordándonos que a unos doscientos metros más allá cayó también Olof Palme asesinado a pistoletazos, la fría noche del 28 de febrero de 1986.

Víctor Montoya junto al revólver de cañón anudado, Estocolmo, octubre, 2011. Foto: Miro Coca Lora.

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