sábado, 24 de julio de 2010


VÍCTOR MONTOYA EN WASHINGTON

En enero de 2007, el amigo cubano Luis Rumbaut, que por entonces fungía como editor del periódico Metrópolis, me cursó la invitación para dictar una serie de conferencias en Washigton y, de pasadita, conocer algunos de los recovecos de la “Capital del Mundo”. Luis Rumbaut, quien preparó meticulosamente mi itinerario, me anticipó, por correo electrónico, que sería presentado en el prestigioso National Press Club, en una reunión dirigida a escritores y periodistas, aparte de que sería el principal exponente en la XXII Peña Cultural y Literaria organizada por el colectivo del PELP (ParaEsoLaPalabra), que se realiza mensualmente en un salón del Haskell Center de la Folger Shakespeare Library.


Asimismo, se tenía prevista una charla sobre mi obra en el círculo de lectores de la librería Politics and Prose y un ciclo de conferencias en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y entre los estudiantes de la facultad de lenguas romances de la Universidad Americana del Distrito de Columbia. Así de apretada se veía mi agenda.


Las conferencias, auspiciadas y coordinadas por el periódico Metrópolis, del cual yo era uno de sus columnistas permanentes, estaba respaldada por la Embajada de Bolivia y por el grupo Bolivia Sol. Se me informó también que mis actividades incluían charlas informales con organizaciones latinoamericanos residentes en el área metropolitana.


Sin embargo, a pesar del ajetreo entre una actividad y otra, le robé tiempo al tiempo para degustar de la comida boliviana, junto al periodista Armando Morales, en un restaurante de Maryland, y, como no podía ser de otra manera, visité los sitios más emblemáticos de Washington, al menos los que más me interesaban en ese momento, como el Capitolio Nacional y la Casa Blanca, que en otrora fue construida por manos negras y manos blancas, el edificio del Pentágono y el monumento en memoria a los soldados caídos en la Guerra de Vietnam.


En este viaje, que implicaba cruzar el “charco” de un continente a otro, no podía faltar la visita obligada a algunos de los museos más prestigiosos de la ciudad, entre otros, a la grandiosa Galería Nacional de Arte, creada en 1937 por una resolución del Congreso, donde tuve la satisfacción de contemplar, en una misma sala, las pinturas originales de Gauguin y Van Gogh.


No era menos sorprendente ver una balsa de totora expuesta en el pabellón central del Museo Nacional de los Indios Americanos, como ver la máscara de un diablo del Carnaval de Oruro, que lucía, con todo su poder de sugerencia, empotrada en la pared de un pasadizo de acceso al Banco Interamericano de Desarrollo (BID).


La tecnología norteamericana, con sus misiles y naves que surcaron el espacio a lo largo del siglo XX, refleja el espíritu de aventuras y las ansias de progreso de la humanidad desde mucho antes de que se creara la NASA, que puso en jaque a la Unión Soviética durante la llamada Guerra Fría. En el Museo Nacional del Aire y el Espacio -donde destaca el primer avión de la historia, construido en 1902 por los hermanos Wright, y el módulo Apolo XI, con el que los primeros hombres llegaron a la Luna-, me llamó la atención, como a un niño pasmado ante un juguete sorpresa, el “Spirit of Saint Louis”, con el que Charles Lindberg se convirtió en 1927 en el primer aviador en cruzar el Atlántico. La avioneta pende del techo como un pájaro de metal. El sólo hecho de mirarla me provocó un vértigo indescriptible y me transmitió la entraña sensación de que las fantasías de Leonardo da Vinci y Julio Verne, lejos de todo pronóstico de su época, se convirtieron en realidades modernas y fascinantes.


Un viaje de esta naturaleza, con ribetes de desmesura y programado con meses de antelación, es siempre la mejor manera de conocer los recovecos de una ciudad que, debido al rol histórico que le tocó asumir contra viento y marea, sigue siendo la protagonista principal de los acontecimientos que sacuden a los países menos afortunados en el ámbito político, económico y cultural, aunque algunos opinemos que esta bestia, llamada también imperialismo, se quiera morfar al mundo con cuchillo y tenedor.

Fotos:

1. Delante del Capitolio Nacional
2. En el National Press Club, con Armando Morales y Santiago Tavara
3. En la librería Politics and Prose, con estudiosos de la literatura hispanoamericana
4. En un restaurante boliviano en Maryland
5. Ante el monumento en momoria de los soldados caídos en la Guerra de Vietnam, con Luis Rumbaut
6. En la Galería Nacional de Arte
7. Balsa de Totora en el Museo Nacional de los Indios Americanos
8. Máscara de diablo en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID)
9. El “Spirit of Saint Louis” en el Museo Nacional del Aire y el Espacio

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