UN HOMENAJE PÓSTUMO ANTE LA AUSENCIA DE LA SUBALCALDÍA
DE CATAVI
Ante la desidia de las autoridades municipales, que
parecen no tener interés en respaldar las actividades culturales, el Archivo
Histórico Minero de Catavi y la Fundación Enrique Arnal aunaron esfuerzos para
llevar adelante el homenaje póstumo al artista plástico cataveño que, por
razones obvias, debía ser de incumbencia y responsabilidad de la Subalcaldía,
que no movió un dedo para coadyuvar en la tarea de rescate, valoración y
difusión de uno de los personajes más representativos de este memorable
distrito minero.
Sin embargo, cabe recordar que una de las principales
funciones de las autoridades locales es la de promover los valores culturales
de la población a la cual representan, habida cuenta que las artes plásticas,
las composiciones musicales y las creaciones literarias, tanto como las tradiciones
folklóricas, deportivas y religiosas, son las depositarias de la herencia cultural
e histórica de un pueblo que tiene pasado, presente y futuro.
No cabe duda de que los pintores, poetas, cantautores,
escritores y otros cultores del arte en general, son los que mejor representan
a su pueblo y, por eso mismo, son los que están destinados a quedarse para
siempre en la mente y el corazón de sus coterráneos, a diferencia de las
autoridades políticas que, a pesar de contar con el voto mayoritario de los
ciudadanos, están de pasadita por las instituciones municipales, pues apenas
cumplen con su mandato de mandamases, están destinados a dejar sus
cargos y retirarse a casa, como quienes están condenados a perderse en las
brumas del tiempo y el olvido.
Lo rescatable de la actividad cultural dedicada a
Enrique Arnal fue constatar que, al margen de las autoridades ediles y las
instituciones públicas, existen personas que dedican lo mejor de su tiempo a recatar
y promover la memoria histórica con un alto contenido sociocultural en
beneficio de los cataveños que, ya sea de cerca o a la distancia, aman su
tierra con todas las fuerzas de su corazón. Una de estas personas entusiastas y
auténticas gestoras de la cultura y las tradiciones mineras es Lourdes
Peñaranda Morante, responsable del Archivo Histórico Minero de Catavi, quien
viene publicando periódicamente la Serie de Literatura Minera,
cuyo Nro. 20 está dedicado a la fabulosa leyenda del Cóndor Martín, con textos
que fueron ilustrados con las pinturas al óleo de Enrique Arnal, artista que
conoció en su infancia a este majestuoso ave de la cordillera de los Andes, que
cumplía la función de mensajero en la Empresa Patiño Mines de Catavi.
Algunas personas, que se dieron cita en el evento, no dudaron en comentar que los pintores, poetas, cantautores y escritores quedan para siempre en la historia de su pueblo, porque sus obras, creadas con la fuerza de la inteligencia y la imaginación a cuestas, están destinadas a trascender en el tiempo y el espacio a través de la memoria colectiva, que suele transmitir la sabiduría popular de generación en generación.
Con todo, cabe remarcar que las
autoridades ediles (cuyos nombres más vale la pena no mencionar porque no se lo
merecen), indistintamente del color político, están en la obligación de
reconocer, incentivar y premiar a quienes dignifican el nombre de su pueblo,
tanto dentro como fuera del país, sin perjudicar a nadie ni pedir nada a
cambio. El nombre de Catavi se conoce más allá de las fronteras nacionales, no
sólo por su moderna planta de concentración de estaño y purificación de
minerales en la pasada centuria, sino también por las obras pictórica y
literarias de quienes tuvieron la capacidad de crearlas con su esfuerzo
personal, lejos de toda politiquería y ajenos a la consabida conducta de los buscapegas.
Enrique Arnal, como otros cataveños cosmopolitas y
universales, llevó en alto el nombre de la población donde nació, del distrito
minero que él paseó por el mundo entero, como si tuviese un Catavi portátil en
la mente, el corazón, el arte y la maleta, pues por donde anduvo, en otras
culturas y entre otras gentes, sacaba a Catavi desde lo más hondo de su ser y
lo exhibía con orgullo, explicando que desde allí y en otrora se administró la
empresa estañífera más grande del mundo. De ahí que gracias a él, a su obra
pictórica y sus recuerdos de infancia, se conocían aspectos transcendentales de
Catavi a nivel nacional e internacional; lo que confirma que los poetas,
cantautores, pintores y escritores, son los auténticos embajadores de la tierra
que los vio nacer.
Ahora bien, al margen del desinterés cultural de quienes fungen como autoridades municipales, el homenaje póstumo al artista Enrique Arnal despertó un inusitado interés y contó con la participación de un numeroso público interesado por conocer aspectos relevantes de la vida y obra de uno de los personajes notables de Catavi y, consiguientemente, de una de las mentes más brillantes y creativas de la plástica boliviana, con una sorprendente obra en la que retrató los elementos mágicos y reales de la tierra minera donde transcurrieron los primeros ocho años de su extraordinaria existencia.
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