martes, 4 de julio de 2017


LA MASACRE MINERA DE SAN JUAN EN VERSOS

La masacre de San Juan en versos, desplegada en pocas y selectas páginas, es una poética que gira en torno al fatídico episodio que enlutó a las familias mineras la madrugada del 24 de junio de 1967, cuando el régimen dictatorial de René Barrientos Ortuño, asesorado por la CIA y secundado por el Alto Mando Militar boliviano, decidió tomar por sorpresa las poblaciones de Llallagua, Siglo XX, Cancañiri y Catavi, con el pretexto de frenar la subversión extremista, arrestar a los dirigentes Castro-comunistas y evitar que los trabajadores realicen su ampliado minero, con el propósito de apoyar a la gesta guerrillera comandada por Ernesto Che Guevara en las montañas de Ñancahuazú.

Las tropas del regimiento Rangers, Camacho y 13 de Infantería, ingresaron a los campamentos mineros amparados por la oscuridad y disparando sus armas automáticas contra la población indefensa, justo a la hora en que unos se recogían a descansar y otros se alistaban para ingresar a trabajar en la primera punta. Los tiros de las ametralladoras, morteros y bazucas, que en principio se confundían con la detonación de los cohetillos y cachorros de dinamita, se escucharon por algunas horas en la población civil y los campamentos, como un estampido similar a los truenos infernales, mezclándose con el lamento de los heridos, el llanto de los niños y el grito de protesta de las amas de casa. Al cabo de la denominada Operación Pingüino y al nacer la alborada de aquel 24 de junio, en que el frío y el viento hacían crepitar la piel, las calles estaban regadas por raudales de sangre y los dolientes recogían cadáveres de hombres, mujeres y niños.

La poesía revolucionaria requiere no sólo de un razonamiento y argumentación convincentes, sino también de una exposición donde la melodía prosódica y la connotación semántica de las metáforas sean recursos válidos para exaltar el discurso poético, cuyo significado y significante están destinados a cumplir la función de transmitir las ideas libertarias de un modo esplendido y sin ambigüedades, como en esa poesía musicalizada por el cantautor Nilo Soruco, en la que sus versos, dedicados al dirigente Rosendo García Maisman, van más allá de las simples plegarias, hipérboles y alegorías, en un intento por reivindicar la intrépida actitud de un hombre que, luego de tocar la sirena del sindicato en señal de alarma, defendió el edificio y la radioemisora La Voz del Minero, armado con un fusil M-1, hasta que una bala le alcanzó en su humanidad y le arrancó la vida entre borbotones de sangre.

Estas poesías de denuncia y protesta, que reflejan su propiedad expresiva en el manejo ético y estético del lenguaje, son las mejores manifestaciones de quienes dedican su tiempo y talento al oficio de hilvanar palabras que, una vez lanzadas como dardos de rebelión y reflexión crítica, encuentren ecos en la mente y el corazón de los lectores sensibles ante el dolor humano y las injusticias sociales.
 
El fuego de la palabra escrita, en un contexto herido y convulsivo, tiene una fuerza capaz de tocar las fibras íntimas del ser y trastocar las emociones alojadas en las galerías del alma. Esto ocurrió en el congreso de escritores realizado en la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisa, el 26 de junio de 1967, donde el vate Jorge Calvimontes y Calvimontes provocó, durante la declamación de su poema La fogata de San Juan, la muerte por infarto del profesor Miguel Ángel Turdera Pereyra, quien se desplomó delante de las absortas miradas de un público de sentimientos abrumados y respiración en vilo.

Esta poesía de compromiso social, que transmite razonamientos y estados de ánimo, constituye una majestuosa sinfonía que se alza en crescendo para dejar constancia de que los crímenes de lesa humanidad no pueden quedar en el olvido ni en la impunidad. De ahí que el poeta que escriba y describa la trágica historia de la masacre, con las técnicas propias del género más exigente de la literatura, donde la belleza del poema depende de la pasión, capacidad y experiencia del autor, logrará crear una obra imperecedera, digna de un artista comprometido con el verbo y la realidad social.

Los poetas reunidos en esta breve antología, aparte de recrear con la intensidad vibrante de sus versos una realidad dramática, que les tocó vivir a las familias mineras en carne propia, saben rescatar con innovación y creatividad la integridad de un país que, a pasar de los regímenes dictatoriales, las intervenciones militares y las masacres insensatas, supo luchar y resistir contra los enemigos de la soberanía nacional, bajo la hegemonía de los trabajadores de los centros mineros como Siglo XX, que fue escuela y escenario de eximios oradores y grandes líderes sindicales, como Federico Escóbar, César Lora, Isaac Camacho y Domitila Barrios de Chungara, entre tantos otros.

En síntesis, al cumplirse medio siglo de la Masacre de San Juan, los poetas nos recuerdan, entre verso y verso, la necesidad de rescatar la memoria histórica de los mineros y rendirles un justo homenaje a los mártires caídos bajo el fuego fulminante de la bota militar, que sembró el pánico y el terror entre las fogatas menguantes del 24 de junio de 1967, que empezó siendo una fiesta tradicional y terminó cubriéndose de sangre, lágrimas y suspiros de hondo pesar.

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