sábado, 21 de abril de 2012



WERNER GUTTENTAG, EL AMIGO DEL LIBRO

Desde el otro lado del Océano Atlántico, desde un país andino acorralado por una cadena de montañas, valles y selvas, me llegó un hermoso libro en conmemoración al quincuagésimo aniversario de la Editorial Los Amigos del Libro, nada menos que con una gentil dedicatoria de Don Werner Guttentag, cuyas letras casi ilegibles -que más parecen jeroglíficos, según confiesa una de sus colaboradoras-, no me permitieron descifrar la última palabra, ni siquiera con la ayuda de una lupa. Pero quizás sea mejor, pues como bien decía Borges: a veces son más importantes los enigmas.

Más tarde, a medida que leía el libro, me asaltó de lleno la idea de redactar una carta, con el  único propósito de sumarme, a la distancia, a la celebración de las Bodas de Oro de su Casa Editorial denominada Los Amigos del Libro y para agradecerle por su fecunda labor al servicio de la literatura boliviana.    

A estas alturas no hace falta hablar de Don Werner Guttentag como bibliófilo o editor, ya que su obra habla por él y por sí misma. Empero, valga la ocasión para recordarle que ambos somos inmigrantes, que ambos aprendimos a hablar una segunda lengua, a convivir en el seno de otras culturas y a compartir con otras gentes. Es decir, somos habitantes de un mundo que no conoce más fronteras que la intolerancia y el chauvinismo vocinglero, porque tanto el chauvinismo como la intolerancia son las armas que desbaratan la convivencia social y amenazan los principios elementales de la democracia.

Aun sin haberlo conocido personalmente, me permito mencionar algunas analogías de nuestras vidas: primero, Don Werner Guttentag llegó a Bolivia a los 19 años de edad, acosado por el holocausto nazi, y yo llegué a Suecia a punto de cumplir los 19 años, exiliado por la dictadura militar; segundo, Don Werner Guttentag  se estableció en Cochabamba, luego de vivir un tiempo en Holanda, sin más equipaje que una máquina de escribir, El idiota de Dostoievski y una bicicleta, mientras yo me establecí en Estocolmo, después de salir directamente de la cárcel, sin más equipaje que los recuerdos y un manuscrito que llegaría a ser mi primer libro de testimonio; y, tercero, ambos compartimos los sueños y las pesadillas del refugiado que echa raíces y da frutos en un país que lo acoge con el corazón y los brazos abiertos.

Así vivimos, Don Werner Guttentag dedicado a la filatelia para no perder los lazos de contacto con su tierra y su gente, y yo dedicado a leer los libros que publica su editorial para no perder el contacto con un país que me duele tanto. Por lo demás, nuestro destino está ya trazado: Don Werner Guttentag  seguirá siendo el editor en busca de libros y yo el escritor en busca de un editor.

Estocolmo, 1995.

sábado, 14 de abril de 2012


VÍCTOR MONTOYA EN LA PRIMERA FERIA DEL LIBRO
INFANTIL Y JUVENIL

El pasado 12 abril, el escritor Víctor Montoya dictó la conferencia: La violencia en la literatura infantil, en el marco de la 1ra. Feria del Libro Infantil y Juvenil de Bolivia, organizada por la Cámara Departamental del Libro de La Paz, bajo el lema: Hojea, lee… el libro no muerde. Asimismo, el viernes 13 de abril, en el salón Kid Club ubicado en la calle 17 de Calacoto, presentó su libro de ensayos: Literatura Infantil: Lenguaje y Fantasía.

Después del evento se constató que el libro teórico de Víctor Montoya, desde su publicación inicial, en 2003, ha generado una serie de comentarios en los cuales se destacan las investigaciones rigurosas realizadas sobre el tema y la capacidad analítica del autor de esta obra fundamental en el ámbito de la literatura infantil boliviana.

El ensayo parte con un estudio preliminar sobre el derecho que tienen los niños a contar con una literatura que no tenga un afán didáctico, sino que, por el contrario, estimule su fantasía y su actividad lúdica. Montoya está consciente de que la única literatura que les permite gozar a los niños es aquella que considera su desarrollo emocional, intelectual y lingüístico en cada una de sus etapas. Toda literatura que no cumpla con estos requisitos será siempre rechazada por quienes esperan que los escritores e ilustradores se zambullan primero en los sentimientos y pensamientos de los niños antes emprender su labor de creación destinada a los pequeños lectores.

El libro, compuesto por diversos temas afines a la literatura infantil, aborda aspectos del psicoanálisis de los cuentos de hadas, el desarrollo idiomático de los niños, el poder de la fantasía como medio de liberación de las ataduras emocionales, la trascendencia de las narraciones provenientes de la tradición oral tanto de Oriente como de Occidente, el lenguaje simbólico en los cuentos populares, la identificación de los niños con los superhéroes y la importancia de las ilustraciones en los libros destinados a los jóvenes y niños, entre otros.
 
Víctor Montoya, que confiesa no haber escritor jamás un solo libro destinado a los niños porque no es fácil meterles gato por liebre, se considera un estudioso del tema y un apasionado lector de los libros que no sólo estimulan la fantasía y la creatividad de los niños, sino que también cumplen una función social y terapéutica, como los cuentos clásicos compilados por los hermanos Grimm en Alemania y Charles Perrault en Francia.

Literatura Infantil: Lenguaje y Fantasía, que acaba de ser reeditado por el grupo editorial Kipus de Cochabamba, es una obra que, que por su carácter técnico y didáctico, está destinado a los educadores, escritores, ilustradores y padres de familia. Su estilo directo y su amplia bibliografía lo convierten además en un libro apto para ser aplicado como material de estudio en las universidades y normales del país.


Los comentarios

En opinión de Gaby Vallejo Canedo, narradora y ensayista cochabambina, Licenciada en Ciencias de la Educación y fundadora del Comité de Literatura Infantil y Juvenil en Bolivia, el autor del libro hace su incursión exitosa en el territorio del ensayo sobre la literatura infantil y en el mundo de la lectura. Y añade: Mientras Víctor Montoya ingresa al pensamiento universal sobre libros para niños y nos habla de Astrid Lindgren, Lewis Carroll, mientras se ha leído a Bettelheim y sus psicoanálisis de los cuentos de hadas, mientras se cuestiona sobre la violencia de los superhéroes infantiles del sistema capitalista, mientras descifra los símbolos que están presentes en el imaginario de los cuentos y teoriza con ayuda de otros teóricos del área, la mayoría de los escritores bolivianos para niños siguen buscando enseñar buenas conductas a través de los cuentos para niños, asociados a un espacio tremendamente didactista como es la escuela.

Según Liliana De la Quintana, escritora, videoasta, guionista, presidenta de la Academia Boliviana de Literatura Infantil y Juvenil y Licenciada en Ciencias de la comunicación, el libro Literatura infantil: lenguaje y fantasía es el título de la obra más importante de teoría de la literatura infantil en Bolivia. Además, aclara que este libro está reconocido por especialistas internacionales y nacionales, debido al aporte en muchos y variados aspectos de la literatura para niños, basados en la psicología infantil, en autores altamente recomendados por sus estudios en el pensamiento de los niños, en sus características esenciales por edades y por los contextos que los forman de una manera para entender el mundo. Liliana De la Quintana, refiriéndose a uno de los capítulos del libro, señala que, por ejemplo, en Las condiciones de la literatura infantil, el autor aborda el interés por la lectura en diferentes edades de los niños y cómo ésta cumple con ciertos requisitos como el manejo del lenguaje, las comparaciones que tienen que ser claras, el diminutivo como un recurso psicológico que enfatiza una condición o característica de algo o alguien, la construcción del personaje que debe estar muy definido porque es el portavoz del autor. Haciendo énfasis en la exposición del tema, la estructura que se desarrolla y la trama, se concluye con los desenlaces en una obra. Víctor Montoya, en el capítulo dedicado a La violencia en los cuentos populares, asevera que los  niños están sometidos a actos de violencia en su casa, en la calle, en la escuela y cómo no estar presente en la literatura, para que ésta juegue un rol importante en su análisis y propuesta de solución”. Y cita textualmente un párrafo del libro:“Las escenas de violencia en los cuentos populares confirman la regla de que nadie está libre de esta conducta negativa que forma parte de la personalidad humana, y que, por mucho que los censores tiendan a eliminar la violencia en los cuentos infantiles, los niños seguirán exigiendo que se los lean, una y otra vez, las escenas ‘crueles’ en Cenicienta, Blancanieves y Caperucita; esos cuentos que tienen la magia de despertarles su fantasía y ayudarles a resolver sus conflictos emocionales.

La crítica chilena Ximena Narea, Licenciada en Historia del Arte y directora de la revista Heterogénesis, sostiene que el libro de Víctor Montoya, recientemente reeditado, es un valioso aporte al estudio de esta disciplina y ahonda en distintos aspectos que deben ser considerados en el análisis y producción de la literatura infantil. La problemática central en el libro es que la literatura infantil tradicional no ha considerado una cuestión fundamental, y es que el emisor y receptor de este tipo de literatura pertenecen a dos mundos completamente diferentes: el mundo adulto y el mundo infantil y que el autor, un adulto, no ha considerado al niño como un 'otro' diferente a sí mismo, con otras características y con otra forma de pensar y visualizar el mundo. Sin embargo, tras varios estudios psicológicos, pedagógicos y literarios que afloraron en el siglo XX, La literatura infantil moderna empieza a ver al niño como ‘otro’, restando importancia al papel didáctico y de adoctrinamiento para ‘convertirse en un medio a través del cual el niño tiene derecho a la fantasía y recreación lúdica’. Montoya analiza distintos aspectos del desarrollo del niño estratificados en edades entre 2 y 15 años, pero aclarando que esta división en edades no es absoluta, sino que depende del desarrollo individual de cada niño. Los estudios de Piaget sobre el proceso evolutivo del niño sirven aquí como soporte teórico. Aspectos tan importantes como el desarrollo del lenguaje y de la percepción visual y la percepción del tiempo ocupan un lugar destacado en el análisis y dedica un capítulo especial a la ilustración como elemento complementador del relato escrito y hablado.

Por otra parte, Ximena Narea afirma que Montoya hace una distinción entre ‘buena’ y ‘mala’ literatura. Para producir una buena literatura el autor debe ‘zambullirse en el pensamiento y sentimiento de los niños, en sus conflictos emocionales, en sus actividades lúdicas y, sobre todo, en su lenguaje, que es el eslabón más importante de la moderna literatura infantil’. Es decir, que para que un cuento tenga éxito en la audiencia infantil debe tener un personaje con el cual se sienta identificado, un argumento que refleje aspectos de una realidad conocida y un lenguaje adecuado a su desarrollo. Un final feliz también es requisito en una buena historia infantil ya que los desenlaces tristes pueden provocar efectos psicológicos negativos en los niños. Finalmente, Ximena Narea, haciendo un somero análisis en torno al libro de Víctor Montoya, sostiene que no hay mucha literatura dedicada a los niños en el continente latinoamericano. Normalmente las bibliotecas y librerías en los países latinoamericanos no tienen secciones especializadas en literatura infantil, con un entorno adecuado que estimule el interés de los niños por los libros y su mundo fantástico. Con suerte puede haber un estante con libros dispuestos en la misma forma que los libros para adultos y desde luego no al alcance de los niños, el grupo que consume este tipo de literatura. Tampoco hay crítica literaria especializada.

El profesor de lengua y literatura españolas Hans Gittermann, a tiempo de comentar el libro escrito por Víctor Montoya, sostiene que la obra merece no sólo un comentario, sino también un elogio. El texto es un ensayo que, como idea principal, plantea ‘la necesidad de valorar y adecuar la literatura infantil a nuestra modernidad. Como maestro de lengua y literatura me congratulo de encontrar un libro en español, que se centre y destaque la esencia de la literatura y el lenguaje en la infancia, un tema de extremada importancia que no siempre es valorado en la enseñanza ni en la sociedad (…) El ensayo trasluce una crítica indirecta a la escuela actual, que no ha asimilado e incorporado el conocimiento científico de las últimas décadas en materia de lenguaje. Ello se debe, en parte, a la falta de formación en los pedagogos y escritores que desconocen el mundo cognoscitivo de los niños. Esto, a su vez, conlleva a una injusticia educativa que repercute en toda la sociedad. Las diferencias idiomáticas generan desigualdades sociales y económicas. Somos juzgados acorde a nuestra habla. La carencia de un buen dominio del idioma es un impedimento de avance social. De ahí la importancia del lenguaje y de su buena enseñanza en los primeros años de vida. Si pensamos con palabras, mientras más vocablos manejamos, será más fácil formular nuestros pensamientos y desarrollar el propio intelecto. He aquí la importancia de una buena literatura infantil que conlleve un contenido apropiado que, aparte de estimular la fantasía, satisfaga las necesidades del destinatario.

jueves, 5 de abril de 2012



TRAS LAS HUELLAS DE FERNANDO PESSOA

Cualquiera que esté en Lisboa, como un visitante más entre la muchedumbre agolpada en las calles, se plantea la necesidad de conocer los barrios por donde caminó, a paso ligero y un portafolio en la mano, uno de los escritores portugueses que revolucionó la poesía universal del siglo XX, sin más artilugios que la capacidad innata de captar el instante poético y transmitirlo por medio de seudónimos que escondían su verdadera identidad. Así me ocurrió en el verano de 1987, cuando decidí conocer la ciudad donde vivió y escribió Fernando Pessoa.

La ciudad, que parecía nacida del abrazo del Tajo y el mar, desparramada por las siete colinas que dominan las aguas del mar de la Paja, tenía la fachada leprosa y los pavimentos agujereados. Esta capital, que antes olía a jazmín y canela, a sardinas asadas a la brasa y a café recién tostado, no olía más que a tubos de escape y gases de automóviles, y, por las tardes, cuando los cubos de basura salían a la calle, se observaba incluso a personas que buscaban su comida entre los desperdicios como aves de rapiña.

Todos los días, cuando el resplandor rosáceo de los rayos del sol anunciaba el ocaso, unas escalinatas y un laberinto de calles empinadas me conducían a los barrios típicos de Alfama, la Mauraria y el Barrio Alto; uno de los más pintorescos del casco antiguo de la ciudad, y hasta cuya cima se debía ascender por medio de un funicular en el que cabían pocas personas. Todo esfuerzo valía la pena si se quería degustar un buen plato de gambas con piri-piri cerca de la ventana de un restaurante que permitiera contemplar las aguas glaucas del mar y ver el aire salpicado de gaviotas.

Por las noches, como todo visitante ansioso por vivir y revivir las emociones más vibrantes de la ciudad, recorría por las callejuelas de Alfama. De las ventanas salían jirones de música portuguesa o africana y de las puertas actores entrados en años. En medio de la calle habían hombres ataviados de negro, invitando a los transeúntes a pasar la noche en una especie de peña folklórica llamada fado, donde los portugueses ofrecían un espectáculo de su tragedia y su tristeza, a través de una viola acompañada de un canto desgarrado y melancólico. Además, en este barrio de vida nocturna, al igual que en el centro comercial de Baixa, que está entre la plaza del Rocío y la del Comercio, daba la impresión de haberse instalado el lujo en medio de la pobreza.

Ya dije que estando en Lisboa, después de muchas idas y venidas, se hace necesario recorrer por las mismas calles que transitó Fernando Pessoa, un hombre enigmático y de heterónimos diversos, que de día ejercía como traductor, más exactamente como corresponsal extranjero de casas comerciales, y de noche escribía poesía, una poesía que se desdoblaba en varios autores ficticios, como cuando un niño juega a su gusto y capricho con los personajes creados por las aventuras de la imaginación.

Aunque sus biógrafos coinciden en señalar que era partidario de un nacionalismo místico, del que debía ser abolida toda infiltración católico-romano, tenía divergencias con las ideas comunistas y simpatizaba con el orden monárquico de una nación. Consideraba que el sistema monárquico era el más apropiado para un país como Portugal, que por entonces tenía bajo su control a colonias allende los mares. Sin embargo, de haberse dado un plebiscito para elegir entre un régimen monárquico y un Estado republicano, él habría votado a favor de la República.

Seguir las huellas de Pessoa, es seguir los pasos de uno de los escritores más grandes de la lengua portuguesa, a pesar de que él se despidió del mundo sin haber visto publicada la mayor parte de su obra literaria, que sigue siendo motivo de análisis y controversias. Murió a los 47 años de edad debido a afecciones hepáticas, asociadas a una cirrosis provocada por el excesivo consumo de Águia Real, un aguardiente que hoy se bebe tanto como la poesía de quien lo hizo famoso. Por eso los aficionados a su obra y al alcohol, están casi obligados a echarse unas copas de Águia Real a su paso por las calles donde estuvo el poeta como un fantasma enfundado en un traje oscuro, abrigo, sombrero y gafas.

Caminar por las calles de Chiado, que es una de las zonas más tradicionales de la ciudad, entre el Barrio Alto y la Baixa, es respirar y escuchar los versos de los poetas que frecuentaron los bares y restaurantes de este barrio a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. De todos ellos, Fernando Pessoa es quien más huellas ha dejado en las aceras. Por eso no es casual que, con el transcurso del tiempo, se le haya erigido una estatua de bronce hoy situada en la calle Garrett, cerca del Largo do Chiado, donde sus admiradores y admiradoras pueden verlo sentado en su silla preferida, luciendo su figura esbelta, con la pierna cruzada y la mano apoyada sobre la mesa, como quien espera con insoportable paciencia la copa que solicitó alejado de los quitasoles y consciente de que ser poeta o escritor no constituye una profesión, sino una vocación, al menos así como debe entenderse el oficio de cazar palabras para luego ensartarlas en ideas concebidas por la lucidez mental y la pasión del alma.

Y, por si fuera poco, Pessoa, con la sabiduría de quien conoce las leyes de la vida, intuía, desde antes de cerrar los ojos como un niño para dormir su muerte, que su voz quedaría para siempre entre nosotros y que su biografía, la más fecunda en lengua portuguesa, sería mucho más de lo que él afirmó cuando le nacieron unos versos llenos de meditación y alegoría: Si después de yo morir quisieran escribir mi biografía/ no hay nada más sencillo./ Tiene sólo dos fechas/ la de mi nacimiento y la de mi muerte./ Entre una y otra todos los días son míos./ Soy fácil de describir./ He vivido como un loco...

Fernando António Nogueira Pessoa (Lisboa, 1888 – 1935). Escribió tanto en verso como en prosa. Parte de su extensa producción literaria, traducida al español, consta de los siguientes títulos: El regreso de los dioses (2006), Cantares (2006), La educación del estoico (2005), Crítica: ensayos, artículos y entrevistas (2003), Libro del desasosiego (2002), La hora del diablo (2003), Mensaje (1997), Un corazón de nadie. Antología poética, 1913-1935 (2001), Odas de Ricardo Reis (1995), Noventa poemas últimos, 1930-1935 (1993), Antología poética. El poeta es un fingidor (1982), Poemas de Alberto Caeiro (1980), Oda marítima (1963), Antología (1962), entre otros.

lunes, 19 de marzo de 2012


SE NOS FUE DOÑA DOMI

A doña Domi, que llegó a constituirse en una de las mujeres emblemáticas de la historia del sindicalismo boliviano, la recuerdo desde mi infancia. Algunas veces compartimos las manifestaciones de protesta en la Plaza del Minero de Siglo XX, donde yo hablaba en representación de los estudiantes de secundaria y ella descollaba, tanto en la palabra como en el coraje, como la líder indiscutible del valeroso Comité de Amas de Casa.  

Era una mujer hecha de copajira y fibra minera, no sólo porque fue hija de un minero, sino también porque fue la esposa de otro minero; por sus poros brotaba el sudor de las palliris y en sus manos se expresaba el sacrificio de una mujer acostumbrada a redoblar las jornadas para cumplir con los quehaceres domésticos y la familia. Vivía para trabajar y trabajaba para que los hombres y las mujeres aprendieran a defender sus derechos más elementales.

Sus discursos, hechos de fuego y de pasión ardiente, eran incendiarios a la hora de referirse a los atropellos de lesa humanidad que cometían los regímenes dictatoriales, que sembraban el pánico y el terror cada vez intervenían militarmente los distritos mineros, dejando un reguero de muertos y heridos.

Nunca dejó de protestar contra el saqueo imperialista, en una nación que siendo tan rica es tan pobre a la vez, ni nunca se postró ante las amenazas de quienes la golpeaban en las mazmorras de las dictaduras. Siempre mantuvo la frente altiva y el corazón palpitante al lado de un pueblo que clamaba libertad y justicia.

A doña Domi la reencontré en 1980, en Estocolmo, después del sangriento golpe de Estado protagonizado por García Meza y Arce Gómez, compartimos la misma fila en una marcha de protesta y hablamos de los muertos y desaparecidos tras la toma, a mano armada, del edificio de la Federación de Mineros. Después compartimos la alegría de conocerlo y escucharlo a García Márquez el año en que le concedieron el Premio Nobel de Literatura, cuando habló ante cientos de latinoamericanos exiliados y leyó uno de sus cuentos en el salón de actos de la LO (Central Obrera Sueca), en el crudo invierno de 1982.

Una vez recuperada la democracia en Bolivia, doña Domi decidió retornar al país para insertarse otra vez en el seno del movimiento popular que pugnaba por asumir las riendas del poder político. Leí en la prensa que se presentó como candidata a la Vicepresidencia y que los votos de los electores no fueron suficientes para encumbrarla en el Palacio Quemado. Esto, sin embargo, no le bajó la moral y ella siguió su lucha con la misma actitud tesonera de siempre. Ahora ya sabemos que no llegó a ser vicepresidenta, ni ministra ni senadora de la república, ni siquiera durante el proceso de cambio que dice estar impulsando el actual gobierno.

Me dio mucha pena ver la foto en la cual aparecía con una pañoleta en la cabeza, después de que en ella hiciera mella una enfermedad terminal y un tratamiento de quimioterapia. Pero aun así, se la notaba sonriente ante la cámara, como burlándose de la muerte, como riéndose de quienes le deseaban lo peor, porque una mujer como doña Domi, que aprendió a capearle a la vida en las buenas y en las malas, era ya entonces una mujer inmortal, puesto que su lucha, sus palabras, su ejemplo, sus experiencias y su ansias de justicia quedarían para siempre entre nosotros, con nosotros, como las llamas que se avivan en la memoria colectiva y el testimonio histórico de un país cansado de esperar en la cola de la historia.

Doña Domi se nos fue entre sollozos y corazones acongojados por su partida, entre hombres, mujeres y niños que asistieron a su velorio y luego a su sepelio. No podemos negar que en los últimos años de su vida pasó algo recluida entre el dolor, el silencio y, por qué no decirlo, en una suerte de olvido por parte de quienes un día la consideraron su compañera de lucha y otro día la abandonaron debido a los celos y las mezquinas ambiciones de algunos que se adjudicaban el mérito de ser luchadores sociales sin ni siquiera merecerlo.

Si me permiten hablar, que resume las ideas y los sentimientos de esta indomable mujer de las minas, seguirá siendo una lectura obligatoria para las mujeres de Bolivia, América Latina y los países del llamado Tercer Mundo. En sus páginas resuena la voz de una mujer que, dueña de una honda sabiduría popular, criticaba las concepciones del feminismo trasnochado, que ve en el hombre al enemigo principal y no en el sistema capitalista, y reivindicaba la verdadera emancipación de las mujeres que, junto con los hombres, debían forjar una sociedad más libre y equitativa, basada en los principios de la solidaridad y el respeto a los Derechos Humanos.

Con todo, doña Domi tendrá siempre, por méritos propios, un sitial privilegiado en los campamentos mineros, en las granzas de los desmontes y en los tenebrosos socavones de Siglo XX, donde reina todavía el Tío de la mina, que es el dueño absoluto de las riquezas minerales y el amo de los mineros, de esos gigantes de las montañas que aprendieron a pelear contras las rocas, a brazo partido y dinamita en mano, con el mismo ímpetu con el que aprendieron a enfrentarse a sus enemigos de clase, al mando de los sindicatos revolucionarios cuyos líderes, al igual que doña Domi, dieron lecciones de humanismo, dignidad combativa y democracia participativa.

Imagen:

Domitila y el autor de esta nota (der.), en una marcha de protesta en Estocolmo, julio de 1980. 

martes, 28 de febrero de 2012


VÍCTOR MONTOYA EN EL MINISTERIO DE CULTURAS

El pasado viernes 24 de febrero, el reconocido periodista y escritor boliviano Víctor Montoya presentó su libro Cuentos en el Exilio, testimonio de exiliados latinoamericanos en tiempos de dictaduras militares que aterrorizaron Suramérica.

Radicado en Suecia hace 34 años, Montoya fue perseguido, torturado y encarcelado en 1976 por su participación en actividades políticas.

Entrevistado por Prensa Latina, el escritor señaló haber sido un exiliado político por luchar por los derechos humanos y la justicia social en tiempos de dictadura militar en Bolivia, un régimen que trató de imponer una normativa apegada al imperialismo norteamericano, acotó.

Mi exilio se debe al mismo hecho de los miles de latinoamericanos que durante los años 70 del pasado siglo salieron de sus países a causa del denominado Plan Cóndor.

Este libro está inspirado en las experiencias que tiene un exiliado político que desterrado de su país es obligado a vivir la distorsión de una realidad distinta, el enfrentamiento a un nuevo idioma y una nueva forma de vida, explicó.

Quiero con este libro tratar de dejar un testimonio que aunque personal también resulta colectivo, porque trata la experiencia de muchos exiliados políticos latinoamericanos, agregó.

El precedente que quiero dejar con mi obra es que la gente de hoy y las futuras generaciones sepan los desastres que hicieron con los seres humanos esas dictaduras militares, que incluyeron la tortura y el asesinato, subrayó.

Su libro Cuentos en el Exilio es un compendio de 43 cuentos que fue publicado por primera vez en 2008 en España y ha sido traducido a varios idiomas.

Según el presidente de la Sociedad de Escritores de El Alto, Beimar Montoya-Villa, la obra de Montoya es compleja y completa, y contiene cuentos eróticos, violentos, de ficción y alegorías con un tinte político-social.

Montoya, quien desde su infancia compartió vivencias con los mineros, realizó diversas publicaciones en los géneros de novela, cuento, ensayo y crónica periodística.

En su obra destacan Huelga y Represión (1979), Días y noches de angustia (1982); Cuentos violentos, publicada en 1991, y Cuentos en el exilio (2008), el Premio Nacional de Cuento en 1984, así como otros lauros en Suecia y España.

oda/abm
Prensa Latina, La Paz, 27 feb.

jueves, 23 de febrero de 2012


OBRA DE VÍCTOR MONTOYA TRADUCIDA AL FRANCÉS

La editorial L' Harmattan, en su colección dedicada a la literatura latinoamericana, acaba de publicar Cuentos de la mina, cuyo cuidado y traducción estuvo a cargo de Emilie Beaudet, una francesa que conoce como pocas la realidad boliviana.

Emilie Beaudet, quien hace años escribió una tesis de licenciatura sobre Domitila Barrios de Chungara, tradujo también una serie de crónicas mineras de Víctor Montoya, que primero aparecieron en su blog Montagnes d’ ici et d’ ailleurs y posteriormente en varias publicaciones francesas.

Víctor Montoya es, sin lugar a dudas, uno de los pocos escritores bolivianos traducidos a la lengua de Victor Hugo y es el primer escritor de cuentos mineros cuya obra está siendo traducida y difunidada en otros idiomas. No en vano dio a conocer que dentro de poco se publicará también la versión alemana de Cuentos de la mina.

El libro, de 224 páginas ilustradas con fotografías de Jean-Claude Wicky, Stanislas de Lafon y otros, resalta en la portada la imagen impactante del Tío de la mina, concebida por el pintor español M. L. Acosta, y en la contraportada se lee: Este libro, compuesto por 'Cuentos de la mina'  y 'Conversaciones con el Tío', refleja una de las vertientes más ricas de la narrativa de Víctor Montoya, quien rescata y recrea el mundo mágico y mítico de las minas y los mineros de Bolivia, a partir de dos criterios fundamentales: primero, alejándose conscientemente del llamado 'realismo social' y, segundo, sumergiéndose en el subconsciente colectivo de los habitantes del altiplano, en un intento por atrapar a las fuerzas telúricas de la cosmovisión andina, donde se genera un mestizaje cultural y supervive el sincretismo religioso a través de un personaje ambivalente como es el Tío; una deidad del bien y del mal que habita en el vientre de las montañas y a quien los mineros, en un acto de sumisa veneración, le temen y le rinden pleitesía ofrendándole hojas de coca, cigarrillos y aguardiente.

Contes de la mine - Conversations avec le Tio (2012), incluye además una extensa biografía del autor, el prólogo del asturiano Benigno Delmiro Coto y la excelente traducción de Emilie Beaudet, quien al recibir los primeros ejemplares sintió una honda satisfacción, porque estaba consciente de que este libro, en el cual puso todo su empeño y cariño, es en parte su criatura del alma, no sólo porque a partir de ahora circulará entre los lectores galos, sino también porque es un libro que le acercó como nunca al mundo mágico y secreto del Tío, a quien aprendió a ch’allarle a la usanza de los mineros bolivianos, con la esperanza de que Contes de la mine - Conversations avec le Tio, que lleva la impronta de su traducción, sea bien recibido por los lectores y la crítica literaria. 


Imágenes:

1. Portada del libro
2. La ch'alla del libro. Foto de Emilie Beaudet

viernes, 10 de febrero de 2012


EL CUENTO MINERO EN LA LITERATURA BOLIVIANA 
 
La editorial Los Amigos del Libro, en su colección de Enciclopedia Boliviana, publicó la antología Cuentos mineros del siglo XX, cuyo compilador es el investigador y narrador Ricardo Pastor Poppe, quien ejerce la cátedra de lengua y literatura españolas en Saginaw Valley State University, Michigan, EE. UU.

La antología recoge una serie de cuentos publicados en formato de libro a lo lago del siglo XX, y que, por su naturaleza, trasuntan el tema minero con todos sus elementos lingüísticos y contextuales, como es la explotación despiadada del minero, la palliri (mujer que rescata los trozos de roca mineralizada en los desmontes) y los chivatos (niños que sirven de guías y ayudantes en el interior de la mina).

Los cuentos mineros, a diferencia de la cuentística en general, asumen un claro compromiso social con los explotados, mientras el mensaje, sin perder su valor estético, es un llamado vehemente a la toma de conciencia sobre esta realidad, que en la obra de los escritores se torna en material explosivo.
 
Los distritos mineros han sido desde siempre fuentes de inspiración tanto para pintores como para escritores; quizás por esto, la mayoría de las obras más representativas de la literatura boliviana -en lo que respecta, sobre todo, a las novelas-, centran su eje temático en las minas, donde los campesinos se proletarizaron tras el advenimiento de la gran industria minera, y a medida que ésta se va incorporando a la economía capitalista -ya en su fase de descomposición imperialista-, se va estructurando un sólido proletariado nacional, con una gran energía combativa y una capacidad organizativa sin precedentes. De modo que, cuando la oligarquía minera se enrola en las esferas del poder, aliada a las fuerzas reaccionarias, la clase obrera se apodera de lo más avanzado de la doctrina revolucionaria y orienta su lucha contra las injusticias sociales, procurando lograr un aumento salarial y mejorar sus condiciones de vida; hechos que se reflejan, desde la perspectiva de cada autor, en los cuentos y novelas de ambiente minero.

De otro lado, es necesario aclarar que el minero no sólo es un ser físico, embrutecido por la coca y el alcohol, sino también un gigante que pelea contra las rocas con el mismo ímpetu que lo hace contra sus enemigos de clase. Asimismo, los distritos mineros no sólo son basurales rodeados de tinajas de chicha o pequeñas excrecencias enclavadas entre los cerros, con sus casitas que parecen una manada de burritos peludos, sino también los laboratorios de la revolución boliviana, pues allí nacieron los primeros bastiones del sindicalismo obrero y allí se encontraron los mejores filones de estaño que, durante más de un siglo, constituyeron la columna vertebral de la económica del país.

Las características fundamentales de la cuentística minera, además del realismo social y el compromiso político, son las escenas costumbristas, las descripciones del trabajo dantesco, el código lingüístico propio de las culturas andinas, la presencia telúrica del altiplano, la tragedia familiar, las luchas reivindicativas, las huelgas, las masacres y, por último, las creencias que forman parte del universo mitológico de los mineros, quienes, por su ascendencia campesina y su mentalidad proclive a las supersticiones, viven entre el Bien y el Mal, entre el culto cristiano a la Virgen del Socavón y el culto pagano al Tío, dueño y señor de las minas y los minerales. El aspecto mitológico juega un papel trascendental en la literatura minera, desde el instante en que sus protagonistas rinden tributo a sus deidades, con la esperanza de que éstos les protejan de los peligros y les concedan los filones más ricos de estaño.

El compilador, quien anteriormente incursionó en la temática minera con su libro Escritores andinos: la mina, lo telúrico y lo social (1987), analiza sucintamente cada uno de los cuentos y proporciona datos relevantes sobre la vida y la obra de los siguientes autores: Jorge Barrón Feraudi, Hugo Blym, Adolfo Cáceres Romero, Adolfo Costa du Rels, Walter Guevara Arze, Luis Heredia Heredia, José Millán Mauri, Walter Montenegro, Víctor Montoya, René Poppe, Adolfo de la Quintana y Oscar Soria Gamarra. El libro incluye una bibliografía y un extenso glosario de voces quechuas, aymaras y términos mineros, con la intención de proporcionarle al lector, tanto nacional como extranjero, un instrumento práctico que le permita comprender mejor el código lingüístico de la literatura de ambiente minero.

Cuentos mineros del siglo XX, sin lugar a dudas, es un valioso aporte a la literatura latinoamericana y una muestra de que en Bolivia, aunque ya no están en boga los yacimientos de plata y de estaño, tras cuatro siglos de explotación y saqueo imperialista, la cuentística minera sigue valiendo un Potosí, así los llamados críticos del “realismo social” no hayan acercado sus narices hacia esta rica veta de la literatura boliviana.

martes, 7 de febrero de 2012


VÍCTOR MONTOYA PRESENTÓ CUENTOS EN EL EXILIO

La edición Bolivia de Cuentos en el Exilio, que fue lanzada en octubre del 2011 por la editorial Kipus de Cochabamba, se presentó en la ciudad de El Alto, donde actualmente reside el autor del libro, quien retornó al país después de 34 años de ausencia.

Víctor Montoya, según afirmaciones de la crítica especializada, está considerado como uno de los mejores narradores latinoamericanos y como uno de los principales impulsores de la moderna literatura boliviana.

Su libro Cuentos en el Exilio, escrito con pasión y destreza narrativa, recoge no sólo sus experiencias a partir de su excarcelación, como refugiado político, sino también sus anhelos y añoranzas por la tierra que lo vio nacer. De ahí que sus páginas resultan ser mucho más que el testimonio de un exiliado que sufrió la persecución, la tortura, la prisión y el destierro, que lo privó de sus derechos más elementales como ciudadano boliviano.

El libro, que estuvo a la venta en el acto de presentación, fue autografiado por el autor, quien explicó que los cuentos son la viva expresión de un hombre que experimenta en carne propia, a través de las pesadillas y en la absoluta soledad, las secuelas que dejan las torturas, como ésas que las dictaduras militares aplicaron contra sus opositores políticos durante la denominada Operación Cóndor, que se prolongó en cinco países del Cono Sur entre 1974 y 1982.

Víctor Montoya declaró ser un autor comprometido con la realidad social y dijo que sus cuentos escritos en el exilio -incluso aquellos que abordan temas fantásticos nacidos del subconsciente, entre la ficción y la realidad- son ecos de denuncia y de protesta contra los sistemas de poder que suelen aplastar la voluntad de las personas consideradas no gratas de una manera casi kafkiana.

La presentación se efectuó en el Teatro Municipal de Cámara, de la Alcaldía Quemada de El Alto, el viernes a las 10:30 a. m., con la asistencia de la prensa y de un público interesado en conocer al autor de Cuentos en el Exilio. Entre las personas que hicieron uso de la palabra estaban Julio Callisaya, Director de Cultura de la Municipalidad, Eusebio Tapia Aruni, compañero de cautivero del autor en la cárcel de San Pedro y Beimar Montoya, presidente de la Sociedad de Escritores de El Alto, los mismos que destacaron la producción prolífica de uno de los autores bolivianos con mayor resonancia a nivel nacional e internacional.

Víctor Montoya, quien dijo sentirse un alteño más, agradeció a los presentes por haberlo recibido desde un principio con los brazos abiertos y con muchos votos de aliento. Dijo, asimismo, que se encontraba como el pez en el agua luego de haber retornado al encuentro de sus ancestros y de un país multifacético, cuyas mil caras intentó retratar en sus textos literarios desde que publicó, en 1979, su primer libro de testimonio Huelga y represión.