miércoles, 25 de junio de 2014


LOS PIES Y EL FÚTBOL

Los pies, no devastados por lesiones ni ulceraciones, son fabulosos instrumentos. Sirven no sólo para caminar de un lugar a otro, pasito a paso, sino también para amasar fortuna en un deporte convertido en una religión más allá de toda lógica y razón, pues las figuras emblemáticas del fútbol, que aprendieron a chutar la pelota de trapo en los barrios periféricos de las grandes urbes, se han hecho millonarios gracias a sus pies, cuya destreza es una suerte de imán que atrae la atención de millones de espectadores que, sentados en las tribunas donde todo parece levitar en un estado de euforia y éxtasis, estallan en una algarabía de voces y gritos cada vez que el arquero se lanza al aire sin despejar el balón con la punta de los dedos.

Al grito desenfrenado de: ¡Goooool...!, como es natural, los pies del goleador son los únicos gemelos que atrapan la mirada de los espectadores en un partido de fútbol; tal vez por eso, la fotógrafa norteamericana Annie Leibovitz, famosa como los personajes que retrató, concibió la idea de hacer un retrato de Pelé, pero no uno más de su colección sino otro diferente. Así, guiada por mito del Rey del Fútbol, se limitó a fotografiarle los pies, en Nueva York, en 1981.

Como comprenderá el lector, no se tratan de dos pies cualquiera, con olor a queso manchego y aprisionados en el fondo de los zapatos, sino de los pies de uno de los astros que cautivó a multitudes; dos extremidades de color petróleo -oro negro-, que ostentan el empeine cuajado de venas y cicatrices, y cuyos dedos cortos y nudosos dan la sensación de estar hechos para tirar un chutazo en el trasero de su adversario y hacer maravillas con la pelota, ya sea de trapo o de cuero.

Jorge Amado, escritor brasileño, dedicaba sus tiempos libres a mirar los partidos de fútbol. Eduardo Galeano, en su libro El fútbol a sol y sombra, interpreta políticamente los negociados del balompié, mientras Vargas Llosa habla de la riqueza lingüística que los comentaristas deportivos manejan como gambetas delante de los micrófonos, explayando una pirotecnia verbal tan efectiva como la de los mejores oradores de la historia. Pero eso sí, no se sabe a ciencia cierta si alguna vez los pies de Pelé serán amputados, embalsamados y conservados en un museo, para que los hinchas del fútbol sepan que esos trofeos naturales pertenecían a uno de los mitos brasileños más afamados de todos los tiempos.

Como fuere, a cualquiera que tenga los pies deformes, con el arco plantar cóncavo y los dedos flexionados hacia arriba como los espolones de un gallo, no le queda más remedio que vivir apoltronado delante de una pantalla, limitado a jugar el fútbol con los ojos y añorando las gambetas y los goles de Pelé, quien durante años hizo soñar que el mundo es también un balón suspendido en el universo de un puntapié.

El pie tiene un esqueleto formado por 26 huesos pequeños reunidos en el tarso, metatarso y las falanges digitales. Es la base sobre la cual está asentado todo el peso del cuerpo y una de las zonas más sensibles y sensuales del organismo. No en vano los pies enanos de una mujer eran símbolo de belleza en la China, como no es casual que los hombres del mundo occidental se postren de rodillas para besar los pies de la mujer amada.  

A propósito de los pies deformes, recuerdo el caso de un amigo de infancia que jamás tocó una pelota de fútbol en su vida, precisamente porque tenía el pie cavo, algo opuesto al pie plano llamado también de atleta, y cuya característica es la excesiva excavación de la bóveda plantar; un defecto que no lo dejaba desplazarse con la agilidad de un Michael Jonson o un Carl Lewis. De modo que, desde su infancia, vivió convencido de que todos, incluso los atletas de anatomía aparentemente perfecta, tenían algún defecto físico -congénito o adquirido-, pues nadie es obra de la geometría, sino de la naturaleza humana, como bien dice Cristopher Lichtenberg: Me cuesta creer que se llegue a demostrar un día que somos obra de un Ser supremo y no, como parece, de un ser muy imperfecto que nos ha fabricado a modo de pasatiempo.

Los problemas en los pies, además de tener causas hereditarias, son castigos de la civilización moderna, donde la moda, la vanidad y el aspecto estético, determinan el diseño de los zapatos cada vez más extravagantes e inapropiados. Ahí tenemos a las supermodelos que, estropeando la belleza anatómica de sus pies, lucen calzados con tacón en alfiler y puntera en cono, como si la calle fuese una pasarela y no un terreno que exige zapatos cómodos, que permitan la libertad de los dedos y no causen molestias al andar.

Cuando el dolor de los pies se irradia hasta la punta de los vellos, no queda otro remedio que asistir a la clínica de un cirujano ortopedista, quien se encarga de aplicar sus conocimientos y los instrumentos del quirófano en la parte afectada de los pies planos, los dedos en martillo y los pies en garra; lo mismo que para aliviar el dolor provocado por las uñas encarnadas, los callos y las ampollas, cuyas molestias no pueden disimularse ni teniendo los pies metidos en un par de zapatos.


 Volviendo al fútbol, les decía que mi amigo de infancia nunca correteó como un loco detrás de la pelota, por la maldita suerte de haber nacido con los pies deformes y no con los cachos de oro del pibe Maradona, a quien lo admira por haber subido al firmamento como una estrella y haber caído a los bajos fondos como quien no soporta el peso de la fama y la fortuna. A pesar de todo, según me confesó hace poco, lo respeta por ser el amigo declarado de Fidel Castro, de los gobiernos progresistas y porque alguna vez tuvo la osadía de decir: Argentina tiene el culo mirando al Norte...

domingo, 22 de junio de 2014


LA CHISPA DEL HUMOR FOLKLÓRICO

Mientras escribo esta crónica y miro el dibujo de Raúl Gil Valdez (sed. Rulo Vali), publicado en una revista boliviana, donde solían incluir una o más caricaturas en su sección de opinión, me pongo a pensar en los efectos que tiene el sentido del humor, con cuya ironía sutilísima, aparte de resaltar el lado cómico, risueño y ridículo de un personaje o situación determinada, se explayan aspectos exagerados pero siempre dentro de la verdad.

La caricatura es un dibujo que exagera la apariencia física de una persona, pero que es fácilmente identificable por los rasgos que le caracterizan, a pesar de la distorsión humorística y el aspecto grotesco al que es sometido por el caricaturista, quien tiende a ampliar o simplificar ciertos rasgos faciales, con el fin de representar un defecto ético o moral del personaje en cuestión. Por lo tanto, la caricatura, con muy pocas palabras o sin ninguna, es un verdadero chiste visual que nos arranca una sonrisa, quizás, porque una imagen dice más que mil palabras.

Es interesante constatar cómo el hombre, a pesar de los múltiples problemas que lo aquejan, puede darse tiempo y modos de burlarse y reírse de sí mismo y de los demás, con los elementos sencillos que le proporciona su propio acervo cultural, como en el caso de este folkhumor, de Rulo Vali, que me provocó una risa a flor de labios. Desde luego, cómo no reírse del falso orgullo de una hermosa China Morena y de la pinta loca de un diablito que la persigue enamorado, luciendo unos bigotes mefistofélicos, una capa de conde Drácula y unas botas puntiagudas como sus cachos y su cola.

Este humor, típicamente boliviano, me confirma la idea de que un diablito puede también sentirse atraído por una China Morena, quien, además de lucir bonita cara y bonitas piernas, arrastra detrás de sí una cola más voluminosa que la de un saurio. Por eso el diablito, tentado por ese hermoso atributo que ella tiene allá donde se le inflan las mini-polleras, se pone trinche en ristre, sin importarle los qué dirán, pues parece estar convencido de que es chiquito pero cumplidor.

El humor funciona como instrumento de comunicación para transmitir pensamientos y sentimientos. No es casual que, desde la más remota antigüedad, todas las culturas tuvieron sus cuenteros y bufones que expresaban, con rodeos, perífrasis o segundas, lo que los demás ciudadanos no se atrevían a expresar en público. Por otro lado, no cabe duda de que el humor es una de las expresiones más sublimes de la inteligencia humana, ya que a través de las bromas y los chistes se revelan algunas verdades secretas.
   
El humor es una forma de presentar, enjuiciar, comentar o retratar la realidad. Los esclavos lo usaron como arma para ridiculizar o criticar a sus amos, pero también para manifestar sutilmente lo que no estaba admitido oficialmente por la llamada buena urbanidad y por las buenas costumbres sexuales. Es decir, nunca faltaron quienes inventaban una serie de imágenes y palabras referentes al tema de la sexualidad.

La China Morena, por ejemplo, creyendo todavía en el mito de que la fuerza física de un negro equivale a la de cuatro indios juntos, prefiere siempre a un Caporal o Rey Moreno, como quien sabe que más vale hombre conocido que cientos por conocer. En cambio el diablito, cansado ya de los encantos de la Chinasupay, no cesa en su afán por seducir a la China Morena y probar lo que Dios le pone en su camino, consciente de que él, en su condición de diablo, conoce las tentaciones de la fruta prohibida más por viejo que por diablo.

Los caricaturistas, al estilo folklórico y tradicional de Rulo Vali, saben que el diablito representa la picardía masculina; el diablito simboliza la sexualidad reprimida y el subconsciente que enciende los instintos primarios, incitándonos a cometer el pecado carnal; más todavía, el humor es un excelente instrumento para manifestar las ideas reprimidas o censuradas, ya sea por la Iglesia o el Estado.

Así ocurrió desde las épocas en que el humor de carácter sexual era considerado promiscuo. Los humoristas se refugiaban en las tabernas, bares y cantinas, donde no se admitía el ingreso de quienes creían que los chistes colorados y obscenos eran tan peligrosos para las buenas costumbres, como lo fue la sodomía y felación en la antigua Babilonia. Asimismo, justo en las culturas donde se reprimió las fantasías sexuales, floreció el humor erótico que, aparte de deleitar a hombres y mujeres, se dio modos de llegar incluso hasta los oídos del Sumo Pontífice, como una prueba de que la fantasía y el humor no conocen destierros ni fronteras.

El humor, incluso en las situaciones más adversas de la vida, es un antídoto contra la tristeza y la tragedia, porque trata de buscar la parte cómica del dolor para reírse de ella en lugar de llorar. No en vano Nietzsche dijo: El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa.

La risa, por su propia naturaleza, es una de las pocas facultades que diferencia a los seres humanos del resto de las criaturas del reino animal. Los etólogos no se equivocan en señalar que la risa es un rictus que aparece en los labios de los primates y se muestra cuando éstos enseñan los dientes para enfrentar situaciones para ellos absurdas o incomprensibles. Además, el mundo sin humor sería un infierno. Quizás por eso, cuando un periodista le preguntó a Walter David Santalla Barrientos: ¿Cómo crees que sería la vida sin humor? Éste contestó: Sería como querer beber arena para quitarse la sed.

El manantial del ingenio humano está en el sentido del humor, quizás no en la broma pesada, pero sí en los chistes. Los expertos añaden que los chistes influyen de manera positiva en el estado anímico de las personas, incluso en aquéllas que padecen una enfermedad terminal. Se ha comprobado que un chiste puede quitarnos la amargura y el dolor, al menos por un instante, y que la felicidad puede hacernos más positivos y saludables.

Cuando nos reímos, pareciera ser que todos los problemas y preocupaciones fueron superados. Este fenómeno ha llevado a varios científicos a estudiar los efectos de esta reacción hilarante en el organismo humano, teniendo como premisa que algo tan placentero podría acarrear beneficios a nivel corporal, ya que la risa puede disparar la producción de endorfinas por parte del cuerpo, en vista de que actúan como analgésicos para el cerebro. Se afirma también que la risa puede regular el ritmo cardíaco y bajar la presión arterial.

En la sociedad boliviana, relativamente conservadora y muy dada a las bromas, el humor es un elemento indispensable en las reuniones sociales y en los momentos de juerga, en los cuales se reúnen los amigos para disfrutar de un repertorio humorístico, que se divide por temas y grados de mayor o menor mordacidad, dependiendo de la desvergüenza y la amoralidad. Algunas expresiones picarescas rayan en el extremo de lo irreverente, sin tomar en cuenta la dignidad ni el estado civil, político o social de la persona; mientras otras, hábilmente entremezcladas con expresiones moderadas, rozan en las insinuaciones y alusiones de doble sentido.

Si el humor irónico tiene una clara intención revanchista y vengativa, destinada a ridiculizar y desprestigiar, el humor erótico tiene la fuerza de revelar una zona sagrada, usando un lenguaje de substantivación vulgar de los órganos y las relaciones sexuales. Y, lo que es más importante, nadie se salva del chascarrillo picante, el chiste sarcástico o la picardía del humor, donde los dibujantes y caricaturistas han encontrado los temas de su preferencia.

El chiste siempre gusta más cuando, por medio de palabras, gestos o dibujos, desacraliza lo sagrado y enaltece lo vulgar. Uno se ríe de cosas absurdas que reconoce en su entorno inmediato y de los temas que, siendo en apariencia demasiado serios, esconden un lado cómico que provoca la risa; por eso los dichos y hechos de los políticos, que se prestan a las parodias y paradojas, son valiosas fuentes de inspiración para los caricaturistas y comediantes. La caricatura política, a veces disparada como una saeta, es un sistema de lucha dirigido con virulencia contra personajes de la vida pública, con el ánimo de ridiculizarlos resaltando sus errores y metidas de pata.

El humor, aunque desempeña una función catártica semejante al de las lágrimas, causa efectos diferentes según la edad de los individuos y de acuerdo a los parámetros culturales de una época y sociedad determinadas; por eso mismo, los niños, que no entienden la sutileza de la sátira, el sarcasmo ni la ironía, debido a su escasa capacidad lingüística y falta de razonamiento lógico, se ríen mucho más de los hechos concretos como las caídas y los tropiezos.

Las diferencias culturales pueden hacer que lo que resulta divertido en un contexto carezca de gracia en otro. No es lo mismo reírse de un chiste mexicano en los países hispanoamericanos, que reírse de un chiste que corresponde a la realidad y mentalidad anglosajonas, a pesar de que las redes sociales, el cine y el mundo del espectáculo están cada vez en un proceso de convertir al mundo en una aldea global. Y, como consecuencia de estos avances, ojalá un día el humor sea materia obligatoria en las escuelas y cátedra en las universidades.

Por lo demás, sólo nos queda disfrutar de la comicidad y el ingenio de estos artistas que, con una simple imagen y economía de palabras, nos revelan las travesuras de la imaginación y nos arrancan una sonrisa irresistible, como ocurre con este genial dibujo de Rulo Vali, donde la China Morena, de actitud atildada y figura espléndida, le dice al pobre Satanás: No insistas, Satuco..., sabes nomás que yo prefiero un Moreno del Gran Poder... 

martes, 10 de junio de 2014


MONTOYA EN LA VI FERIA DEL LIBRO EN ORURO

El escritor Víctor Montoya dictará una conferencia en torno al tema: La Literatura infantil y Juvenil en el Sistema Educativo y la Familia. La invitación fue cursada por los organizadores de la VI Feria Nacional del Libro Infantil y Juvenil, que se llevará a cabo entre el 13 y 14 de junio en la ciudad de Oruro.

En el mismo evento se concederá, a quien por méritos propios se lo merezca, el II Premio Nacional Hugo Molina Viaña, escritor nacido en Oruro y uno de los representantes más notables de la literatura infantil boliviana. Su legado literario tiene un enorme valor tanto por su temática como por su originalidad.

La conferencia de Montoya, según el Comité de Literatura Infantil y Juvenil de Oruro, estará dirigida, en primer lugar, a los funcionarios de las instituciones de Educación Superior, autoridades educativas, profesores, estudiantes, padres de familia y público en general.

La temática que se abordará en la conferencia tiene una vital importancia en el marco de la actual reforma educativa Avelino Siñani - Elizardo Pérez, que  considera que la escuela y la familiar son los primeros centros donde se forman los hábitos de lectura de niños y jóvenes; un planteamiento pedagógico que, a pesar de sus buenas intenciones, no siempre es posible aplicar a la realidad boliviana, debido a que las estructuras del sistema educativo están determinadas principalmente por factores socioeconómicos.

En opinión de Víctor Montoya: La familia y la escuela son centros de recursos para la enseñanza y el aprendizaje. Para que esto se cumpla, es necesario de que en el hogar exista una pequeña biblioteca familiar y en la unidad educativa una biblioteca escolar dotada de materiales que sean del interés de los niños, porque la biblioteca escolar es un centro de entretenimiento y aprendizaje, pero también un contexto fundamental que cobija a los niños interesados en descubrir el mágico mundo de la literatura infantil. Sin embargo, el lugar donde los niños dan sus primeros pasos y comienzan su contacto con la palabra, hecha cuento y poesía, es entre los brazos de sus padres y entre las cuatro paredes del hogar.

La VI Feria Nacional del Libro Infantil y Juvenil, como en los pasados años, se desarrollará en los predios del Colegio Alemán, con una amplia exposición de libros a la venta y la participación de los más destacados escritores de estos géneros literarios, quienes comprometieron su asistencia desde los distintos departamentos del país.

martes, 3 de junio de 2014


EN UNA PLAZA DE COPENHAGUE

Esta instantánea no fue captada por una fotógrafa profesional, sino por una compañera entrañable que, sin ser experta en el arte de componer la luz y la sombra, fijó esta escena insólita más como un recuerdo de viaje que como una imagen documental.

Si volteamos la mirada sobre la fotografía, podremos advertir que la realidad tiene la fuerza de transmitirnos un acontecimiento callejero apenas percibido por su cotidianidad. Pero si nos detenemos un instante y observamos atentamente nuestro entorno, casi siempre en movimiento sobre un fondo estático, constataremos que la realidad no sólo está llena de sorpresas, sino que muchas veces supera a la fantasía, ya que tiene una magia hecha de espontaneidad y tiempo concentrado.

Así, en esta fotografía, captada en una plaza de Copenhague, no se perciben los bares expuestos a cielo abierto ni las avenidas inundadas por el sol, pero sí la inquietante figura de un policía que, rodeado por un tumulto de curiosos y miradas absortas, se enfrenta a un faquir tragafuegos, quien deja de echar llamas por la boca más por obedecer órdenes superiores que por haber concluido su espectáculo callejero.

Los daneses, en medio del sentido del humor, que los diferencia del resto de los escandinavos, escuchan con atención las palabras que se cruzan en el cálido aire, mientras el policía y el faquir se miran frente a frente, retándose como gallos de pelea ante un hombre embriagado que, plantado delante de los dos, parece haberse asignado el rol de árbitro.

Por la expresión de los rostros y la parábola del incidente, se tiene la sensación de que ninguno está dispuesto a ceder en sus posiciones, salvo que se aplique la ley del más fuerte, donde entran en juego el sentido de autoridad y el prestigio profesional; una disputa en la que siempre suele llevarse el trofeo quien porta un uniforme de policía, como si fuese una armadura de protección contra los ataques de su adversario.      

Del faquir, plantado con las manos a la espalda, posiblemente nunca lleguemos a conocer su identidad: nombre, edad, estado civil y lugar de residencia. Pero eso sí, en nuestra retina quedará estampado su aspecto de artista mundano y extravagante. Y, quizás, con esto baste para recordar a este hombre de cabellera en cola, torso descubierto, pantalones jeans, zapatos deportivos, pañoleta en la cabeza y barba montaraz.

Del policía de brazos cruzados, que luce chaqueta y gorra como todos los uniformados responsables de hacer prevalecer el orden público y la seguridad ciudadana, todos tendrán una opinión particular según su propia experiencia. Además, como es natural, a nadie le interesa la identidad de un guardián que vive en el anonimato, aparte de saber que la autoridad de un policía pende sobre el cuello del libre albedrío como la espada de Damocles.

Esta imagen callejera, capaz de poner en movimiento las aspas de la imaginación, evoca en cierto modo algunas escenas de las ingeniosas películas de Chaplin, quien no deja de enfrentarse al policía que, porra en mano y pito en boca, lo persigue como el gato al ratón por burlarse de la ley y del orden establecido. Una prueba de fuerzas en la cual el espectador, de manera consciente o inconsciente, toma más partido por el transgresor del orden que por el guardián de las leyes impuestas por los poderes de dominación.

Esta insólita fotografía, cuyo mensaje refleja una realidad escindida entre la autoridad y la anarquía, es una válvula de escapa para los amantes de la libertad absoluta y un balde de agua fría para quienes están acostumbrados al orden y la disciplina; dos conceptos de vida que se inculcan desde la cuna hasta la tumba, ya sea por las buenas o por las malas.

No hay nada más que añadir sobre esta elocuente imagen, captada en los años 80 del siglo XX por una cámara fotográfica de bolsillo, que fue disparada en un precioso momento y lugar; de lo contario, jamás se hubiese escrito esta crónica, que no tiene otra intención que la de expresar con palabras las emociones atrapadas en una fotografía, cuyas figuras estáticas parecen pequeñas pinturas que combinan colores, formas, tamaños y posiciones, como en el telón de fondo de un teatro, donde la tragedia y la comedia se dan la mano.