martes, 29 de noviembre de 2011


LA PROSA ENIGMÁTICA DE JOHN CUÉLLAR

Como en toda obra destinada a ser leída con atención y sentido crítico, El cuarto enigmático y otras narraciones revela a un autor que, a pesar de su juventud y modestia, se perfila como un escritor serio y comprometido con la palabra escrita, ya que sus relatos no son simples garabatos narrativos ni el lector malgasta su tiempo una vez que ingresa en el laberinto de los textos escritos con pasión y talento. 

En el primer relato, ambientado en el edificio de un Instituto abandonado, nos permite entrar en un cuarto penumbroso y frío, donde tres amigos experimentan hechos inexplicables y enigmáticos, y en el que un libro abierto sobre una mesa, con una sola frase escrita en sus páginas, parece tener todas las explicaciones de un crimen recientemente ejecutado. Se trata de un suceso recreado al más puro estilo de Edgar Allan Poe y, desde un principio, se puede afirmar que la prosa de John Cuéllar, quien sabe tejer hábilmente los elementos de la realidad y la fantasía, nos hace vibrar con situaciones rodeadas por un halo de misterio y nos entrega una poderosa dosis de terror y espanto.

En Jorge Breen en la mira, el protagonista sueña con su propio asesinato, mientras duerme en uno de los bancos del cine, al mismo tiempo que en la película se comete un crimen pasional. Aquí, lejos de toda consideración lógica, el autor deja constancia de que el racionalismo es superado por la ficción del mundo onírico. No en vano Jorge Breen vive con la sensación de que su realidad depende de otra, y ésta de otra, y así sucesivamente hasta el infinito. Los tiempos narrativos se sobreponen y se repiten las escenas como en la función rotativa de una película, con un personaje asediado y asesinado varias veces.   
   
En el tercer relato, Delirio, parece prolongarse la historia de Jorge Breen. Todo comienza cuando el protagonista, al salir de una megadiscoteca, encuentra en su camino a una bella mujer, quien, desilusionada por el repentino abandono de su novio, le pide pasar la noche en su apartamento. Estando allí, él aprovecha para invitarle unas copas de ron y, seducido por la voluptuosidad de sus senos y sus muslos, devorarla a besos mientras escuchan una canción de Laura Pausini. En este relato, cuyo tema recrea una falsa ilusión provocada por los efectos del alcohol, se explaya una prosa desinhibida y contemporánea, salpicada de sensualidad, picardía y erotismo.

En algunas narraciones se rastrea el tema de un amor no correspondido y las cavilaciones propias de los enamorados de mujeres imposibles, como en Destiempo y en Desolación, donde el protagonista adolescente, inconforme e insatisfecho, siente que su vida existencial está proyectadas en las letras de una canción: Sólo huele a tristeza, huele a soledad;/ en mis ojos perdidos, sólo hay humedad…, aunque no deja de abrigar las esperanzas de que si se pierde un amor, es posible encontrar otro a la vuelta de la esquina, al menos si se practica el lema: quien busca, encuentra, y quien insiste, consigue.

En una selección de relatos, como en este caso, existen algunas narraciones que destacan más que otras, ya sea por el tratamiento del tema o por la destreza narrativa del autor, quien, en su condición de intelectual de clase media, ensaya una literatura urbana que, de un modo consciente o inconsciente, usa los mismos recursos a los que nos tienen acostumbrados Mario Vargas Llosa y Alfredo Bryce Echenique. En tal virtud, no es casual que nos cuente las razones y sinrazones de los hijitos de papá, de los muchachos que integran las tribus urbanas y se adueñan de la ciudad en medio del mundanal ruido, el incesante ajetreo de la gente, los servicios de las camaleonas y la música estridente de las discotecas a media luz.

No faltan las historias que transcurren entre hermanos celosos y madres preocupadas por buscar un buen partido para sus hijas en un ámbito en el cual la ascendencia social y el poder económico del pretendiente son decisivos a la hora de aceptar un compromiso formal en el seno de una familia con pretensiones de la alta sociedad, con servidumbre y chofer particular incluidos; una realidad que se refleja en Tienes que echarle la negra a un tipo llamada Frank, donde el personaje principal, un hijito de papá, tiene la vida servida en bandeja de plata y un futuro esplendoroso, al que todos son convocados, pero en el que pocos son los elegidos. Mas no por esto, según el hilo argumental, los ricos están libres de las tragedias familiares, así sea sólo en un sueño premonitorio, como sucede en este relato, en el que los hermanos menores del protagonista mueren ahogados en el mar; algo que se repite, de una manera paradójica y premonitoria, en el caso de su amigo Martín Rosse, muerto con un disparo en la frente.

Como en cualquier ciudad peruana, a altas horas de la noche, en las calles y bares pululan los borrachos propensos a las agresiones verbales y los asesinatos con arma blanca. Esto se describe, con precisión verbal y escenas de videoclip, en El desquite, cuyo protagonista, Claudio Selso, es acosado y asesinado por un hombre de apariencia misteriosa.

Por otro lado, llama la atención el hecho de que el relator/protagonista casi siempre reflexiona sobre los temas que lo aquejan mientras está en la cama, se supone que boca arriba y con la mirada perdida en el cielorraso. Así ocurre, por ejemplo, en Una vez más, tras la llegada de un forastero que despierta su curiosidad y cuyos pasos sigue hasta descubrir que se trata de un hombre decidido a quitarse la vida en el precipicio de la montaña; una acción impactante que, años más tarde, experimenta en carne propia el relator/protagonista, dejándose caer en el mismo abismo como un suicida potencial. Es digno destacar que en este relato se pone a prueba la intención experimental del autor, quien repite cuatro veces un mismo párrafo, con modificaciones claves al final de cada uno.

En Ellos me están esperando, último relato del libro, desfilan una serie de personajes secundarios que parecen no tener otro propósito que el de pasar el fin de semana en un cine o reunidos en un night club entre mujeres de prendas mínimas y bebidas tropicales. Aquí destaca El profe, un individuo resentido con la colectividad y con poca autoestima personal que, en su plan de borrachera y entre las muchachas del cabaré, funge ser el paradigma de quienes sueñan con un estatus social y económico que los dignifique de por vida.

No es menos interesante el caso de Apolonio Meder, más conocido como Apolo entre sus amigos; un muchacho que se unió a la noble causa de los guerrilleros, pero que, en realidad, resulto ser un soplón de los militares. Si bien es cierto que este sujeto, con un pasado como mercenario, logra salvar su pellejo y huir hasta la capital, es cierto también que no logra reintegrarse a la vida social ni laboral, hasta que termina por entrar en contacto con el hampa, y, consiguientemente, con los elementos que, debido a su actitud desalmada y sin escrúpulos, pertenecen a los fondos más bajos de la sociedad, donde campean los parricidas, violadores, atracadores y asesinos a sangre fría.

En Ellos me están esperando, el relator/protagonista nos va describiendo, paso a paso, la crónica de una muerte anunciada en medio de una galería de personajes siniestras que forman parte del texto y el contexto, y mientras él, Ángel Curtis, ya acostado y cubierto por la sábana, reproduce en su mente la frase: ellos te están esperando, siempre lo han hecho, pero hoy es diferente, debido a que ellos, los malandrines que son sus compinches en los actos delictivos, están dispuestos a despacharle a ese lugar del cual nadie retorna con vida. Y así ocurre, en el desenlace, el asesinato anunciado es consumado, poco antes de que la esposa de Ángel Curtis descubra el cadáver ensangrentado y una nota sobre su pecho: La sangre cubre lo que el dinero no puede.

Este volumen ágil y ameno, de un modo general, está compuesto por una galería de jóvenes atrapados por la melancolía y la desilusión, que divagan entre las cuatro paredes de un cuarto, siempre meditabundos y contraviniendo toda lógica y razón, como seres enajenados que vagan por un laberinto de preguntas sin respuestas y por calles que más parecen pobladas por fantasmas que por seres con vidas y realidades cotidianas. No obstante, aunque en varias de las narraciones las ilusiones y los ensueños adolescentes se rompen como vasijas de barro antes de ingresar en la antesala de la vida adulta, queda claro que el amor y el desamor son dos de los pilares sobre los cuales están estructuradas las breves prosas de John Cuéllar, quien, con la fuerza de la imaginación y el oficio escritural, no dejará de sorprendernos en un futuro inmediato con obras que dejarán su huella en el marco de la literatura peruana contemporánea. Por ahora, y sin mayores preámbulos, nos quedamos a gusto con los diez relatos de El cuarto enigmático y otras narraciones, un libro que merece ser leído con los cinco sentidos. 

John Cuéllar (Huánuco, Perú, 1979).  Poeta y narrador. Licenciado en Lengua y Literatura, egresado de la Universidad Nacional Hermilio Valdizán. Ha sido encargado de edición de las revistas Kactus & Parnaso (2003-2004) y Parnaso (2005-2006). Obtuvo el segundo premio de poesía en los “II Juegos Florales Valdizanos, en 2000, y el primer premio en el “II Premio de Cuento Ciudad de Huánuco”, en 2001. Es autor de Narrativa joven en Huánuco (2005), Lexicón (2007) y Sin antídoto (2008). Tiene textos dispersos en publicaciones nacionales y extranjeras. También ha publicado en medios electrónicos: Revista VOCES, Casa de Poesía ISLA NEGRA, Yo escribo, Revista del Pensamiento y la Cultura DIEZ DEDOS, Revista Literaria KATHARSIS, Revista Intercultural del mundo hispanohablante ÓMNIBUS, Revista Trimestral de Literatura EL HABLADOR y en la Revista de narrativa contemporánea en castellano NARRATIVAS.

jueves, 10 de noviembre de 2011


AJÍ DE LENGUA

La lengua es un órgano muscular importante en la vida de quienes la poseen. Quizás por eso se dice que Dios nos concedió la lengua para tres propósitos bien diferenciados: la función verbal, la función nutritiva y la función erótica; ésta última nos diferencia a los humanos del resto de los animales, pues la lengua -y no sólo la verbal- es la más eficaz embajadora de la pulsión sexual, así se insista en que el sexo no está dentro de la boca, ni entre las piernas, sino en la cabeza.

La lengua, como pocos órganos del cuerpo, tiene una libertad de movimientos en todos los sentidos y direcciones -proyecciones hacia afuera, retracción, descenso, elevación, desplazamiento lateral, acortamiento, arqueamiento y rotación-. Presenta, asimismo, un revestimiento superficial de mucosa, que rodea completamente su cara superior o dorso, donde están las papilas gustativas, con sus diversas formas y tamaños.

La lengua, que sirven para comer y sonreír, pero también para articular sonidos y palabras, es la protagonista principal de los primeros amores, el instrumento con el cual se penetra por vez primera en el cuerpo húmedo de la mujer amada. No en vano los enamorados, estén donde estén, acercan sus labios y se comen a besos, aun sabiendo que la lengua es la mejor portadora de los bacilos o bacterias.

La lengua de vaca, a diferencia de la lengua de gato -seca, roja y puntiaguda-, tiene la forma de una horma de zapato y la piel semejante al escroto por la presencia de granos y grandes pliegues rugosos. A primera vista, por el aspecto que presenta su superficie granulada, no despierta el apetito ni del más hambriento, pero una vez preparada tal cual manda la receta y la tradición culinaria, es como cualquier otro manjar que obliga a chuparnos los dedos.


Cada día, cuando nos sentamos a la mesa dispuestos a reponer energías, se nos asoman a los ojos y a la punta de la lengua las ganas de satisfacer nuestro paladar tanto como la necesidad de una obligación nada penosa. Y si en la mesa, llena de vasos, platos y utensilios, se nos sirve un humeante ají de lengua, entonces no queda más remedio que acompañarlo con una botella de cerveza o vino añejo, para estimular el apetito y acelerar el sistema digestivo.

Así, ¡a quién no se le hace agua la boca! Se dice que el fin de toda labor culinaria, aparte de ser saboreada y compartida, es el de satisfacer el gusto y no el apetito, como el gusto de comerse un ají de lengua no siempre tiene que ver con el gasto, sino con la destreza de las manos que lo han preparado. Ahí tenemos el caso de una amiga que, cada vez que la visito, con la debida antelación, me invita de mil amores un plato de ají de lengua, pues corresponde a esa estirpe de mujeres que gozan de la vida, la buena comida, la buena bebida y la poca vergüenza. Aparte, es una cocinera que domina el sabio secreto de seducir al hombre más por el estómago que por la cabeza.

A estas alturas de la crónica, más de uno se estará preguntado cómo diablos se prepara el ají de lengua. En principio, para ser más explicito, aclararé que hay una variedad de platos que contienen como base a la lengua: lengua al ajillo, lengua encebollada, lengua mechada, lenguados al gratín, lenguados fritos, lengua en salsa de perejil, lengua de escarlata y, entre ellos, el suculento ají de lengua, ese plato mama q’onqachi (que hace olvidar a la madre), cuya preparación es tan sencilla como comerse un pan con queso.

La lengua suele venderse limpia, pero de ser necesario se limpia sebos y pellejos, se lava y se mete en la olla a presión junto con los ingredientes y condimentos, empezando por el agua y la sal. Y por si las moscas, se recomienda no comprar la lengua de una vaca loca, cuya enfermedad tiene el nombre científico de encefalitis bovina espongiforme, que produce una degeneración del cerebro, una parálisis total y, como si fuera poco, una muerte fatal. Tampoco es recomendable comprar la lengua de una vaca belga, engordada a plan de hormonas y compuestos químicos, para evitar que después del gusto nos venga el susto.

Según los cocineros más expertos no hay nada más sabroso que comer ají de lengua después de una inolvidable borrachera, puesto que el ají, sobre todo el colorado y a veces el amarillo, tiene la propiedad de devolvernos a los cinco sentidos y a la realidad concreta. Además, el ají es un condimento importante en el cocido de la lengua; le concede un color particular y un saborcito que suele picar dos veces: al comer y…

Ahora bien, no se vayan a creer que por mucho comer ají de lengua, con ajos y pimientos,  a uno se le escapen más los sapos y lagartos por la boca, y menos aún que se llegue a conseguir por este medio el don de la palabra de los piquitos de oro, como Cicerón, Fidel Castro o Marcelo Quiroga Santa Cruz. ¡No señores! El ají de lengua no sirve para ponerse más hablador y dicharachero, ni para mejorar la lengua del Inca o de Cervantes, sino, simple y llanamente, para satisfacer el paladar más exigente de los entendidos en el arte culinario.

El ají de lengua, como ustedes mismos podrán constatar a la hora de comer, es un plato que tiene el prodigio de recrearnos la fantasía y ofrecernos un saborcito boliviano, aunque nomás sea por un cachito, como suele ocurrir con las buenas costumbres de quienes viven más para comer que para vivir, conscientes de que no es lo mismo comer cando se puede sino cuando se quiere.

En casi todas las culturas y épocas, tanto las mujeres como los hombres, le han dedicado a la lengua poemas, relatos, tratados, proverbios y hasta uno que otro chiste de doble sentido, como el de ese niño precoz y pícaro que un día le preguntó a su maestra: ¿Quiere que se lo toque la cucaracha con la lengüita? La maestra, sin dudar de la inocencia infantil, aceptó el pedido. Entonces el niño sacó la lengüita y se puso a cantar: La cucaracha/ la cucaracha/ ya no puede caminar...

La lengua, por ser un órgano vital tan antiguo como el hombre, es un tema que provoca discusiones y controversias, pues de ella hablan desde los doctos miembros de las Academias de la Lengua, hasta las comadres chismosas acostumbradas a batirla. Y, por añadidura, nadie está a salvo de ser pelado por una lengua viperina -como la de una suegra- o de ser redimido por la lengua piadosa de quien habla con el corazón en la boca.

Aquí los dejo, con la esperanza de que se animen a preparar un exquisito ají de lengua, aunque nomás sea para rendirle tributo al cocinero anónimo que tuve la ingeniosa idea de convertir en un manjar la lengua de vaca.

lunes, 7 de noviembre de 2011


VÍCTOR MONTOYA EN LA FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO EN COCHABAMBA

El escritor boliviano retornó al país para participar en la V Feria Internacional del Libro que, entre el 26 de octubre y el 6 de noviembre, se llevó a cabo en el campo ferial de la laguna Alalay, en Cochabamba.

El lunes 31 de octubre, junto a otros invitados especiales de Argentina, participó en la clausura del ciclo de conferencias sobre la vida y obra de Marcelo Quiroga Santa Cruz y Ernesto Sabato. En el homenaje, que la Cámara del Libro quiso resaltar por todos los medios, se inhibieron también audiovisuales sobre los dos autores, que dejaron una profunda huella en el contexto de la literatura boliviana y argentina respectivamente.

Víctor Montoya disertó sobre el compromiso social del escritor en la literatura latinoamericana contemporánea, tomando como ejemplos las obras y la militancia política de Quiroga y Sabato.

El martes 1 de noviembre, a las 18:30, en el salón Werner Guttentag, presentó su libro “Cuentos en el exilio”, que el grupo editorial Kipus reeditó para su distribución a nivel nacional. La presentación del libro estuvo a cargo de Adolfo Cáceres Romero y Gaby Vallejo Canedo.

El viernes, 4 de noviembre, dictó una conferencia magistral en el II Congreso Sur del IBBY (International Board on Books for Young People), que se dedica a la difusión de la literatura infantil y juvenil. El acto tuvo lugar en el Pabellón Unión Europea del campo ferial de Alalay, el viernes y sábado, entre las 9:00 y 18:30.

Entre los expositores del exterior estaban Manuel Díaz, de Venezuela; Ana Carlota González, de Ecuador; Franco Vaccarini, de Argentina. Víctor Montoya abordó el tema del derecho indiscutible que tienen los niños y jóvenes a contar con una literatura elaborada a partir sus necesidades y su desarrollo integral.

La presencia del escritor boliviano en la V Feria Internacional del Libro en Cochabamba fue sólo una parte de una larga agenda que tiene programada, con diversas actividades literarias y culturales, en ciudades como Tarija, La Paz, Oruro, Potosí y Santa Cruz.

Víctor Montoya retornó a Bolivia con las esperanzas de que sus conocimientos y experiencias sirvan para darle un mayor realce a la literatura nacional, que cada día se va consolidando en el ámbito de la literatura continental y mundial.